Al Filo de las Sombras (51 page)

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Authors: Brent Weeks

BOOK: Al Filo de las Sombras
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Kylar se puso la túnica.

—Y déjame adivinar —dijo con amargura—, ¿vosotros dos ya habéis pensado varias maneras de sacar partido a mis talentos?

—Dentro de unos días, el ejército de Terah de Graesin se encontrará con el del rey dios justo al norte de la arboleda de Pavvil. Ella llegará primero y tendrá tanto la ventaja del terreno como la de las cifras —dijo Mama K.

—¿Y el problema es?

—Que el rey dios lo acepta. Después de la Nocta Hemata, debería mostrarse el doble de cauteloso, pero está yendo de cabeza a esa batalla. Kylar, nuestros espías no han descubierto gran cosa, pero estoy segura de que es una trampa. Terah de Graesin no nos hace caso. No quería combatir hasta que el rey dios le ofreciera una batalla que no pudiese perder. Ahora la tiene delante, y nada la detendrá. Lo único que sabemos es que el rey dios está haciendo algo mágico, y que es grande.

—No lo digas —advirtió Kylar.

—Queremos contratarte para un golpe, Kylar —dijo Mama K—. Un golpe digno del Ángel de la Noche. Queremos que mates al rey dios.

—Estáis locos.

—Serás una leyenda —dijo Agon.

—Preferiría estar vivo.

Resultaba escalofriante. Era exactamente lo mismo que habían querido que hiciese antes de dejar la ciudad. Era exactamente lo que Jarl le había pedido, y por lo que había muerto. Matar al rey dios. Redimir todo el dolor y el desperdicio que había supuesto su entrenamiento como ejecutor. Una muerte, y podría colgar la espada, satisfecho de haber puesto algo más que su granito de arena. Una muerte que ahorraría miles. Parecía el destino llamando a su puerta.

—Aunque Logan siga vivo, no servirá de nada salvarlo si permites que se vaya al traste su única oportunidad de tener un reino —dijo Agon—. Si ha sobrevivido hasta ahora, puede aguantar un día o dos más. Mata al rey dios y salva el reino, y luego podrás buscar a nuestro rey.

Kylar escogió varias armas de entre el amplio surtido que Mama K había preparado para él y fue escondiéndolas por su cuerpo en silencio.

—Nos condenarás a todos —insistió Agon—. Tienes la clase de poder por la que yo moriría, y no quieres usarlo para ayudarnos. Maldito seas. —Giró sobre sus talones y salió cojeando de la habitación.

Kylar miró a Mama K. Ella no partió, pero tampoco lo entendía.

—Yo también me alegro de volver a verte, Mama K —dijo Kylar. Respiró hondo—. Dejé a Uly con Elene. Las dos estarán bien. Les dejé dinero suficiente para que no tengan que preocuparse durante el resto de su vida. Y Elene la amará. Hice todo lo que pude... Jarl... —De repente notaba lágrimas en los ojos.

Mama K le puso una mano en el brazo y él bajó la vista.

—Sé que no tiene sentido —siguió diciendo—, pero juré dejar atrás el camino de las sombras. He roto ese voto por Logan. Eso me ha costado el amor de Elene y la confianza de Uly. No las abandoné para poder robar una vida, sino para salvar otra. ¿Lo entiendes?

—¿Sabes a quién me recuerdas? —preguntó Mama K—. A Durzo. Cuando era más joven, antes de que se le agriara el carácter. Estaría orgulloso de ti, Kylar. Yo... yo también lo estoy. Ojalá pudiera creer que los hados no serán tan crueles como para dejarte sacrificarlo todo a cambio de encontrar muerto a Logan, pero no tengo ese tipo de fe. Sin embargo, te diré en lo que sí creo. Creo en ti. —Lo abrazó.

—Estás cambiada —dijo Kylar.

—Todo es culpa tuya —replicó ella—. Dentro de nada me volveré senil.

—Me gusta —comentó él.

Mama K le puso las manos en las mejillas y lo besó en la frente.

—Ve, Kylar. Ve y, por favor, vuelve.

Logan ya se había quedado dormido dos veces, cada una de ellas esperando no despertar. Había dejado de comer: ni pensaba tocar el cuerpo de Fin. Había dejado de oler el aire denso y corrosivo. Había dejado de reparar en los pequeños gemidos de preocupación del Chirríos. También había dejado de sangrar, pero era demasiado tarde. No le quedaban fuerzas.

Después de que el Chirríos lo ayudase a sentarse con la espalda apoyada en una estalagmita, vio otro cuerpo roto y tendido en la penumbra a tres metros escasos de distancia. Era Natassa de Graesin. Los gritos de los aulladores ya no la asustarían. Tenía las extremidades destrozadas pero su rostro parecía en paz. En sus ojos no había una acusación. No había nada.

La máxima pasión que Logan podía agitar en su interior era un simple lamento. Lo sentía por Natassa, que ni siquiera le había contado cómo había acabado encerrada allí abajo. Lo sentía por todo lo que él mismo no haría nunca. Jamás había deseado de corazón el trono. Siempre había sospechado que ser rey era mucho más difícil de lo que parecía. En el Agujero, a veces había lamentado que no lo fuesen a recordar como a alguien importante.

En ese momento, sentado con la espalda apoyada en la estalagmita que algún día fluiría por encima de su cuerpo y lo sepultaría para toda la eternidad, deseaba cosas más sencillas. Echaba de menos el sol. Echaba de menos el olor de la hierba, de la lluvia reciente, de una mujer. Echaba de menos a Serah Drake y todas sus trivialidades. Echaba de menos a su esposa. Jenine era tan joven, tan lista, tan hermosa. Había sido un diamante que había encontrado para luego perderlo para siempre. Echaba de menos a Kylar, su mejor amigo. Otro diamante desperdiciado, encontrado y perdido.

Deseó el amor, los niños y la administración de sus tierras. Una vida sencilla, una gran familia, un puñado de buenos amigos. Eso le concedería toda la inmortalidad que necesitaba.

Probó a rezar a los viejos dioses. No había nada más que hacer, y el Chirríos no daba para mucha conversación, pero los viejos dioses no tenían nada que decir. Rezó incluso al Dios Único del conde Drake. No estaba seguro de cómo le rezaba uno al dios de todas las cosas. ¿Por qué iba a importarle nada? Renunció.

Más que nada, intentaba olvidar el dolor.

Estaba a punto de cerrar los ojos para intentar morirse otra vez... o dormir, lo que fuera, cuando el Chirríos empezó a aullar. Era un sonido agudo, penetrante y molesto que no se parecía a nada que Logan hubiese oído antes.

La fumarola eructó un vapor acre y la figura que Logan atisbó por un instante quedó devorada por la espesa nube y la oscuridad. Después, cuando se disipó, surgió un demonio.

Por primera vez, el Chirríos dio muestras de miedo. Se retiró a un lado de Logan y se agachó, gimoteando, pero no quiso retroceder más. La lealtad de aquel hombre simple no conocía límites.

El demonio avanzó despacio, con sus ojos azules y resplandecientes clavados en Logan. ¿Era eso un aullador? ¿O se trataba de la Muerte, que venía por fin a reclamarlo? Logan no tenía miedo.

—De puta madre —dijo la Muerte con una voz familiar—. Pensaba que iba a tener que escalar hasta el Agujero para encontrarte.

—¿Qué eres? —graznó Logan.

El rostro del demonio rieló y se derritió hasta dejar la cara de Kylar a la vista. Logan se convenció de que por fin había enloquecido.

—Lo siento, me había olvidado de la cara —dijo Kylar. Exhibía su desquiciada media sonrisa para disimular su preocupación—. Pareces, esto, el lado sur de un caballo rumbo al norte. —Era una de las viejas frases de Logan, ¡dioses!, de aquellos tiempos en los que conocía apenas una décima parte de las palabrotas que había aprendido en el Agujero. Kylar volvió a sonreír—. ¿Le pasa algo al grandullón este?

El Chirríos temblaba de arriba abajo, y ni siquiera Logan discernía si era de furia o de miedo.

—Chi —dijo—, es un amigo. Ha venido a ayudarme. —La expresión del Chirríos no varió, pero tampoco se movió para atacar—. Eres tú de verdad, ¿no? —preguntó dirigiéndose de nuevo a Kylar.

—Alguien tenía que salvarte —repuso Kylar.

Al ver que Logan no respondía, se acercó y le examinó el cuerpo. Tenía la expresión torva.

—En fin, ¿qué es un milagro más, eh? Sigues vivito y coleando —murmuró para sí.

Logan sintió que se le iba escapando la consciencia mientras Kylar lo ayudaba a ponerse en pie. Su amigo estaba hablando, y una parte de Logan se daba cuenta de que solo intentaba mantenerlo en vela. Hizo lo que pudo por escuchar la voz de Kylar y desoír las llamadas del dolor y la muerte.

—... porque es casi imposible entrar en las malditas Fauces ahora. No como en los viejos tiempos... dicen que alguien o algo ha sentado sus reales en ellas. Sus reales, ya ves, como si las Fauces fuesen un palacio o algo así.

—Khali —susurró Logan.

Kylar los estaba internando en las profundidades del agujero. Logan volvió a tropezar y, cuando abrió los ojos, descubrió que estaba atado a la espalda de Kylar. Eso no podía estar bien. Aun con todo el peso que había perdido, Kylar no debería haber podido llevarlo a cuestas con tanta facilidad. Sin embargo, la sensación no desapareció. Se estaban adentrando cada vez más abajo. Allí no había camino ni musgo luminoso, pero Kylar se desplazaba con movimientos seguros y sin parar de hablar, y con su misma voz mantenía a raya el terror a la oscuridad de Logan.

—... estuve una vez en las Chimeneas, y he recordado que las tuberías parecían bajar hasta el centro mismo de la tierra. Entonces he pensado que las Fauces van hacia abajo y las tuberías de las chimeneas también, y que están al lado. Me he figurado que, si bajaba lo suficiente, los túneles quizá se encontrarían.

»¿Has visto alguna vez el interior de esas tuberías de las Chimeneas, Logan? Metal pulido que baja a pico, yo diría que sin fin. Unas aspas enormes de ventilador que giran cuando el aire asciende hacia arriba. He pensado que podía tomar la ruta lenta o la ruta rápida. Ya me conoces, imagínate por dónde he tirado. He cogido un escudo y me he hecho un pequeño trineo con frenos de mano para poder orientarlo un poco... Te diré una cosa, ¡ha sido acojonante! Casi llegué hasta abajo del todo, cuando tuve el problemilla con el último ventilador. Nunca habría imaginado que las aspas giraran tan despacio. Por suerte, ya había perdido velocidad cuando choqué. Me dan pena los pobres pringados que tengan que bajar hasta allí para arreglarlo.

Entonces Kylar se calló y respiró hondo.

—No te mentiré. Ahora viene lo malo. Tenemos que pasar por debajo del agua. Esta es la frontera, Logan. Lo que separa el Agujero de las Chimeneas. El agua está caliente y el paso subterráneo es muy estrecho, te va a dar la sensación de que te han enterrado. Te prometo que, si llegas al otro lado de esta muerte, saldrás a una nueva vida. Tú aguanta la respiración, y yo haré todo el trabajo.

—Chirríos —dijo Logan.

—¿Chirríos? Ah, ¿el grandullón? Hum, parece que no le gusta mucho el agua, Logan.

Logan no veía al Chirríos. Allí abajo no reinaba una simple oscuridad. Era la negrura absoluta. Ni siquiera había matices. Se trataba de una oscuridad única, compacta, omnipresente. Unas tinieblas calientes, húmedas y opresivas que calaban hasta los mismos pulmones. No tenía ni idea de cómo veía Kylar al Chirríos, pero no pensaba abandonarlo allí.

—¿Volverás... a por él? —preguntó.

Hubo un largo silencio.

—Sí, mi rey —respondió Kylar por fin.

—Estoy... Estoy preparado.

—Tú cuenta. Yo he tardado más o menos un minuto. Puede que nos cueste un poco más yendo juntos.

¿Un minuto?

—Antes de que nos metamos, quisiera decirte que... Lo siento, Logan. Siento todo esto y lo mucho de ello que es culpa mía. Siento no haberte contado quién era. Siento no haber matado a Tenser cuando tuve ocasión. Siento... Lo siento, ya está.

Logan no dijo nada. No encontraba ni las palabras ni las fuerzas para dar a Kylar lo que se merecía.

Su amigo no esperó. Empezó a tomar bocanadas profundas de aire y Logan siguió su ejemplo. Al cabo de un momento, se zambulleron juntos en el agua. Logan se pegó al cuerpo de Kylar, intentando no obstaculizarle el movimiento de los brazos.

El agua estaba caliente, tanto que escocía, y era evidente que Kylar no esperaba que aquello fuese un chapuzón relajante. Logan sintió que se volvían boca arriba, y luego Kylar debió de agarrarse a las rocas para propulsarlos hacia abajo, porque avanzaron con rapidez. A decir verdad, buceaban más deprisa de lo que Logan hubiese creído posible. Sabía que Kylar era fuerte: había luchado y practicado con él, pero se desplazaba a una velocidad imposible con un hombre atado a la espalda.

Diez... Once... El agua presionaba desde todos los lados, como si los constriñera. Una parte de Logan se maravillaba de que Kylar hubiese hecho ya esto, solo, sin ninguna certidumbre de que los túneles estuvieran conectados o de cuánto tiempo tendría que bucear. Pasados catorce segundos, ya le ardían los pulmones.

Aguantó, intentando no hacer demasiada fuerza, intentando conservar las energías. El dolor no era nada, se dijo.

Habían pasado otros veinte segundos cuando notó que dejaban de descender. Se arañó la espalda con la roca. La sensación era diferente, aunque no podría haber dicho qué sentido le informaba de ello. Le daba la impresión de que habían entrado en un túnel, y a juzgar por cómo se movía Kylar era angosto.

Cuarenta... Cuarenta y uno... El dolor ya era innegable. El aire le presionaba garganta arriba, suplicando que lo soltase, que lo dejara escapar. Suelta solo un poco, solo un poco...

A los cincuenta, se atascaron. Todo el movimiento cesó de sopetón. De la impresión Logan abrió los ojos. Un agua caliente y ácida se los irritó y le hizo toser. Una burbuja enorme de aire, de vida, abandonó sus pulmones.

Kylar tiró y tiró. Logan sintió que algo se desgarraba, sin saber si había sido su astrosa túnica o su piel, pero volvieron a moverse.

Le quedaba menos de medio pulmón de aire. Kylar volvía a bucear a una velocidad increíble, pero todavía no se dirigían hacia arriba.

Entonces Logan notó que su amigo se giraba, pero no se impulsaba hacia arriba. Con un movimiento frenético iluminado por un mágico resplandor azul, desenvainó una espada corta que llevaba al cinto. Logan se movió de un lado a otro mientras Kylar lanzaba tajos y estocadas a algo que centelleaba como un relámpago plateado en el agua.

Ya no aguantaba más. Kylar empezó a ascender, pero Logan no resistiría otros veinte segundos. No podía soportar tanto tiempo.

A los sesenta y siete segundos, soltó el poco aire que le quedaba.

Estaban subiendo a tal velocidad que ese aire le cosquilleó en la cara al atravesarlo. Dejaron atrás la burbuja.

Le quemaban los pulmones. Se rindió y respiró.

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