Villancico por los muertos (33 page)

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Authors: Patrick Dunne

Tags: #Intriga

BOOK: Villancico por los muertos
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Dejamos el vestuario y atravesamos el vestíbulo. «Esto es de lo más absurdo —pensé—. Aquí estamos discutiendo sobre mi vida amorosa cuando lo que de verdad debería preocuparme es seguir con vida». Sin embargo, era una agradable distracción.

—¡Escúchame! —afirmó Fran con decisión—. Deseo que se aclaren las cosas entre Finian y tú, aunque antes de Navidad quizá sea esperar demasiado, sobre todo si él ignora que se la está jugando. Jesús, no puedo creer que yo esté diciendo esto. Dale hasta fin de año. Pero díselo, por amor de Dios. Si entonces no se ha decidido, olvídalo y continúa. Y lo digo en serio, continúa. La vida es demasiado corta.

No tenía valor para decirle qué poco oportuno me parecía su último comentario en este momento.

—Vale —contesté.

Habíamos llegado al aparcamiento.

—Y una última cosa —añadió Fran abriendo su coche—. Vi un documental la semana pasada en televisión sobre Abelardo y Eloísa. Ella nunca quiso casarse con él, ¿sabes? Prefirió ser su amante.

—¿En serio? Pues si mi memoria no me falla, ella acabó sin ser su esposa ni su amante, sino encerrada en un convento. Y, como acabas de decir, puede que yo tenga una vocación tardía.

El Centro Deportivo estaba pegado a un gran centro comercial y, con la excusa de que un poco de terapia de
shopping
podría ayudarme a recuperar una vida normal, decidí aprovechar para completar mis regalos navideños. Dos horas después me dirigía a la salida con dos grandes bolsas de paquetes envueltos en papel de regalo, cuando mi nuevo móvil sonó. Dejé las bolsas en el suelo y respondí. Era Fran.

—Hola, Fran. ¿Qué me cuentas?

—La hermana Gabriela te recibirá esta tarde. Creo que le hace ilusión tener una visita en estas fechas.

—Bien hecho. Gracias.

—Tendré que ir contigo. Se pone nerviosa con cualquier novedad. Puede ayudar si me ve ahí.

—No hace falta. Estoy segura de que alguna enfermera estará pendiente.

—¿Pasarse por ahí mientras vosotras estáis cotorreando? Seguro, así es como trabaja el Servicio de Salud. Una enfermera para cada conversación.

—De acuerdo. Te agradezco que vengas. Yo conduciré. ¿A qué hora te paso a buscar?

—A las tres en punto. Lo que significa que llegaremos allí sobre y media. He prometido a los chicos que volvería antes de las seis.

Peggy me recitó toda la lista de personas que habían intentado localizarme el día anterior: Matt Gallagher, Keelan O’Rourke, un par de clientes incluyendo la Autoridad Nacional de Carreteras y, para mi sorpresa, Muriel Blunden a última hora de la tarde, según Peggy.

—¿Dijo por qué me llamaba?

—Sólo quería confirmar que tenía bien la dirección de
e-mail.

¿Habría descubierto algo más sobre Frank Traynor y Derek Ward? Pospuse la llamada a Gallagher y comprobé los mensajes hasta que encontré el de Muriel. Lo había enviado desde el Museo Nacional a las 17.35, lo que significaba que había vuelto a la oficina después de estar con Ward.

«Tengo un informe preliminar del C-14 (lleno de datos de la EMA, factura aparte) del laboratorio de radiocarbono de la universidad de Dublín. Se lo envío también al doctor Sherry a petición de éste. Parece que dijo al laboratorio que el museo lo avalaría y mencionó que tú habías conseguido el permiso. Aunque desapruebo tus métodos, admiro tu audacia. Considera esto, y el informe completo, como un regalo de Navidad».

No mencionaba a Ward, pero leyendo entre líneas no parecía que su mente estuviera ocupada con él. ¿Lo habrían dejado ya? Por su bien deseé que así fuera.

Abrí el archivo adjunto: C14/EMA Prelim. Resultados sin contrastar (no para publicar)… Mis ojos se saltaron el preámbulo que seguía y fueron directamente a los resultados que de verdad importaban.

«Muestra nº 4678/ mujer

(Edad: año AP +/50)

750 años»

«AP» era la abreviatura de «antes del presente», siendo este presente 1950, una fecha fijada por la convención de científicos a propósito de la datación del carbono. El margen de error era de cincuenta años arriba o abajo sobre la edad estimada para el material orgánico sometido a las pruebas. Y el «750» significaba los años transcurridos antes de 1950, hasta que la radioactividad isotópica del carbono-14 había cesado en Mona, es decir, cuántos años atrás había fallecido.

La mujer a la que yo había llamado Mona había muerto entre los años 1200 y 1300 de nuestra era, cuatro mil años después de que los constructores de Newgrange hubieran pasado a la prehistoria. No era del Neolítico, y ni siquiera de la Edad de Hierro. Más bien debió de ser enterrada en Monashee en la época en que los anglo-normandos se establecieron como señores del condado de Meath.

Me quedé bastante decepcionada sobre la edad de Mona, aunque de alguna forma me lo esperaba. El bebé era tema aparte.

«Muestra nº 4679/ niña

(Edad: 1950 + 11 años)»

El bebé que habíamos deducido era un aborto de Mona respondía a lo que a veces se llama un «cálculo de futuro». Había venido al mundo y fallecido en 1961. No sólo no existía ninguna relación entre ella y Mona; una era medieval y la otra de la era moderna, sino que el que estuvieran sepultadas juntas había sido puramente accidental.

Y de alguna manera Traynor lo había descubierto.

Peggy estaba trabajando en el balance de fin de año, así que para no distraerla me metí en casa y llamé a Gallagher desde allí.

—Matt Gallagher al habla. ¿Quién es? —podía jurar que estaba estresado, pues sonaba impaciente.

—Soy Illaun Bowe. Necesito hablarle.

—Escuche, lo único que puedo hacer es repetirle mi advertencia.

—¿Qué quiere decir?

—No puedo enviarle protección.

—No le llamo por eso, Gallagher. Tengo información para usted, pero quiero algo a cambio.

—Le sugiero que pruebe con las Páginas Amarillas —ironizó—. Ahora, si no le importa…

—Sí que me importa.

—Soy un hombre ocupado, señorita Bowe. Y en este momento, por lo que se refiere a la información sólo me interesa la que entra, y no la que sale.

—Si me hubiera escuchado, he dicho que tengo información para usted.

Se rió con disimulo.

—Oh, acabemos con esto. ¿Qué quiere saber?

—De su advertencia deduzco que ha comprobado que la felicitación me fue enviada por el asesino.

—¿Quiere una respuesta larga o corta?

—La corta me vale.

—La respuesta es no.

—Pero pensé…

Gallagher se rió de nuevo.

—Lo que le estoy diciendo es que no lo sabemos con seguridad. Se han distribuido por toda Irlanda más de diez mil felicitaciones en paquetes de diez con ese dibujo y número de serie, pero sólo un comercio de la zona las ha vendido, una papelería de Drogheda. En conclusión, parece razonable conjeturar que el asesino las compró allí. Pero los extractos de las compras indican que todos los lotes que vendieron el fin de semana pasado se pagaron al contado. También hemos comprobado personalmente las cámaras de seguridad de la tienda, pero son de tan baja calidad que uno se pregunta por qué las han instalado. Mientras tanto, hemos enviado las felicitaciones y los sobres para que les hagan un análisis de ADN que los pueda relacionar, si es que el asesino ha dejado algún resto en ellos. Ese es el trabajo de la policía, señorita Bowe. Molesto y aburrido la mayoría del tiempo, pero lo que todavía lo hace más aburrido es tener que gastarlo hablando sobre ello.

El tono condescendiente de Gallagher me indignó. Ya era hora de pararle los pies.

—A ver qué le parece esto como trabajo policial. Hasta su muerte, Frank Traynor estuvo extorsionando a Derek Ward, el ministro de Turismo y Patrimonio.

Se hizo el silencio al otro lado. Y después se oyó cómo se aclaraba la voz.

—¿Traynor? ¿Un chantajista?

—Que no sólo obligó a Muriel Blunden, del Museo Nacional, a acudir a la radio el viernes por la mañana, sino que le dictó lo que tenía que decir.

Gallagher balbuceó.

—¿Y también extorsionaba al ministro?

—Sí. Y el sargento O’Hagan conocía perfectamente lo que su cuñado estaba haciendo. Por eso se aseguró de que no le llegaran noticias sobre la mujer que iba con Traynor en el coche, no fuera que les descubriera sus turbios secretos. ¿Le parece esto suficiente para tomarme en serio y no ser tan impertinente?

—Lo siento. Le pido disculpas. Es que desde el asesinato de O’Hagan todos los de arriba tienen los ojos puestos en mí. Fuera lo que fuese, el sargento era un policía y no nos gusta ver a uno de los nuestros cortado a tajos de esa manera.
Pax,
¿de acuerdo?

—De acuerdo entonces. Y ya que estamos con latinajos, ¿ha mandado analizar la escritura de la felicitación?

—Sí. A un profesor del Maynooth College. Él cree que «Concupiscenti» es una palabra como
paparazzi
o
literati,
que se refiere a un grupo que practica algo o que pertenece a algún tipo de hermandad.

Lo mismo que yo pensaba.

—¿Qué tenía Traynor contra Derek Ward? —preguntó.

—Eso es lo que tiene que averiguar del ministro en persona —sugerí.

—No estará insinuando que él tuvo algo que ver con las muertes, ¿verdad? —podía imaginar que Gallagher ya se veía con toda la cúpula policial sobre su cabeza si acusaba a un ministro de estar implicado en un homicidio.

—No lo sé. Pero mi corazonada sobre Traynor ha demostrado ser cierta.

—¿Y cuál era? —no había ningún rastro de sarcasmo en su voz.

—Que él estaba interesado en el bebé encontrado en Monashee. Puede que estuviera buscando sus restos, porque después de su visita secreta a la morgue le dijo a Muriel Blunden que el terreno ya no le interesaba.

—¿Qué interés podía haber tenido en un niño que llevaba cientos de años muerto?

—Sabía que no era así. Tengo las pruebas científicas de que murió en 1961.

—¿Qué? ¿Por qué coño no se me ha comunicado?

No lo había oído hablar así hasta ahora.

—Solicité una rápida prueba de datación por medio del radiocarbono con los restos de los dos. Y antes de que me pregunte, le adelanto que la mujer es de la Edad Media.
Ergo,
no tiene ninguna relación con el bebé.

—O sea, ¿que habla latín? Debería encerrarla, ¿sabe?

Gallagher se había relajado bastante.

—¿Acaso no le he oído decir
pax
hace un par de minutos?

—Touché.

—Pero bueno, ¿qué es esto? ¿Una sopa de letras? Y ya puestos, añadamos una palabra:
«cillín».
¿La ha oído alguna vez?

—Eh… me ha pillado.

—Es un terreno donde se entierra a los niños sin bautizar.

—Repítalo… ¿Es que hay cementerios especiales para gente que muere sin ser bautizada? Pero por qué, por amor de Dios.

—No entremos en eso ahora. Creo que Monashee fue utilizado por las monjas de la abadía de Grange para esos fines. Puede que también diseccionaran los cuerpos de algunos niños nacidos muertos con propósitos de investigación. Frank Traynor y Derek Ward, en su día, estuvieron enamorados al mismo tiempo de Geraldine Campion, ahora abadesa de Grange. ¿Continúo?

—Jesús, ha estado desenterrando un montón de basura. No me extraña que le mandaran una de esas felicitaciones.

—Eso significa que he escarbado en el sitio justo. ¿Qué me dice de su gente? ¿Qué es lo que han descubierto?

—Creemos que el asesino tiene conocimientos arqueológicos.

Ahora era mi turno de sorprenderme.

—No quiero decir un arqueólogo experto; podría ser alguien del tipo Nueva Era con nociones sobre los misterios de la Tierra, algo completamente nuevo para mí, pero que aparentemente puede tener mucho que ver con las arcaicas construcciones que no sabemos explicar. De cualquier forma, hemos descubierto algunas cosas al situar la posición de los dos cuerpos en un mapa. O’Hagan estaba en una pradera al norte de Newgrange, Traynor al sur. Si trazamos una línea entre ambos se corta en el centro de Newgrange.

—¿Y?

—Que no fue accidental. El cuerpo de O’Hagan fue trasladado desde donde lo asesinaron y abandonado en el punto exacto marcado por la línea de intersección.

—Puede que hayan descubierto algo —no me parecían muy impresionantes sus deducciones, pero no quería discutírselas. Quería contarle lo del mensaje enviado a Muriel Blunden—. ¿Recuerda que le conté que me robaron el móvil…?

—Hura…, no tiene mucho sentido —comentó cuando terminé—. Todo lo demás apunta a que el asesino no quería que Monashee fuera tocado.

Eso era cierto. Estaba a punto de contarle cómo Muriel Blunden y yo habíamos especulado sobre que el asesino dejara pistas falsas, cuando una idea totalmente diferente me asaltó. Si Gallagher nunca había oído hablar sobre el
cillín,
¿por qué habría de estar Traynor mejor informado?

Si él hubiera sabido que se trataba de un terreno con sepulturas, entonces sabría que era probable que la excavadora desenterrara el cuerpo, la prueba del crimen, en la que él estaba interesado. Si, por otra parte, desconocía que Monashee fuera un
cillín,
eso explicaría su reacción al desenterrar un bebé. En otras palabras, estaba esperando encontrar el cuerpo de un niño, y además deforme.

Había empezado a contárselo a Gallagher cuando le oí cuchichear con alguien a lo lejos.

—Perdone la interrupción —dijo al volver al teléfono—. Me tengo que ir a las oficinas del Concejo del condado en Navan. Estamos tratando de descubrir cómo consiguió Traynor la autorización para construir el hotel. La llamaré después.

—De acuerdo. Por cierto, ya tengo móvil nuevo. El mismo número.

—Le agradecería que no contara a ningún periodista sus afirmaciones sobre que el ministro estaba siendo extorsionado por Traynor. O que O’Hagan estaba ocultando pruebas.

—Por lo que a mí respecta, usted es quien lo debe investigar.

—Tiene mi palabra —me aseguró mientras colgaba.

Capítulo 24

Encendí la
kettle
y volví al vestíbulo. Escuché para ver si oía la radio en la zona de mi madre y, saliendo al porche, llamé a su puerta —mi entrada oficial a su parte, aunque menos utilizada que la del cuarto trastero al fondo de la casa—. Podía haber abierto directamente, pero me gustaba que supiera que aún dependía de ella si quería tener compañía o no.

Horacio
dio un gruñido bajo, y después resolló en el quicio de la puerta. Oí a mi madre hablar con él, convenciéndole para que se apartara, mientras se acercaba. Cuando abrió la puerta me recordó a un
hobbit
al lado de un perro gigante.

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