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Authors: James Luceno

Tags: #ciencia ficción

Velo de traiciones (23 page)

BOOK: Velo de traiciones
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—Eso es lo que le pasa a los traidores —le gritaba el humano a los esclavos congregados alrededor de la plaza.

Qui-Gon intercambió una breve mirada con Yaddle y Tiin. Siete sables láser volvieron a encenderse.

—Anulamos la tregua —anunció Tiin.

Capítulo 20

E
l Holograma mostraba a un crucero diplomático intentando maniobrar por un campo de minas espaciales con aspecto de asteroides, rozando primero una y después otra, perdiendo parte del casco en cada encuentro, para desvanecerse finalmente en una breve tempestad de rugiente fuego.

—Eso era el
Eclíptica
—le explicaba Valorum a los senadores Bail Antilles, Horox Ryyder y Palpatine, en su despacho en el Edificio Ejecutivo de la República—. Estas imágenes fueron transmitidas a Coruscant por el
Famulus
, una de las naves de la casa Vandron que servía de escolta a nuestra misión diplomática en el sector Senex. Los veinte judiciales que iban a bordo están presuntamente muertos.

Valorum apagó el holoproyector y se sentó.

—¿Ha habido más noticias del
Prominencia
? —preguntó Antilles.

Valorum negó con la cabeza.

—Sólo sabemos que los siete Jedi y los cinco judiciales que iban a bordo sobrevivieron al choque. En estos momentos deben estar cautivos.

—¿Hay alguna evidencia que implique a la casa Vandron en lo sucedido? —preguntó el senador Ryyder.

Era excepcionalmente alto incluso para ser un anx, y su larga cabeza barbuda se alzaba de su curvado cuello como si fuera una montaña. Tenía la piel amarillo verdoso y dedos largos y ahusados. Solía vestir brillantes túnicas rojas de cuello redondo.

—Ninguna evidencia que sepamos —dijo Valorum—. Lord Crueya sostiene que se ordenó a los comandantes de sus naves que evitaran cualquier posible enfrentamiento, pasara lo que pasara.

—Eso no me lo creo ni por un momento —dijo Antilles.

Valorum lanzó un resoplido.

—Yo tampoco sé si creérmelo o no. El Maestro Yoda tenía razón en lo referente a los gobernantes de Senex. No son mejores que los terroristas del Frente de la Nebulosa.

—¿Ha llamado ya el Frente comunicando sus exigencias? —preguntó Palpatine.

—Aún no. Pero creo saber cuáles serán: que se deshaga la Federación de Comercio, o que la República garantice tarifas reducidas para los sistemas fronterizos. No pienso aceptar ninguna de ellas, pero intentaré posponer la Cumbre hasta que se solucione esta crisis.

—Discrepo respetuosamente de eso —dijo Palpatine—. Estoy seguro de que eso es precisamente lo que busca el Frente de la Nebulosa.

—Podrían tener a los supervivientes de rehenes, senador. Y yo soy el responsable de enviarlos a ese peligro —repuso Valorum con el ceño fruncido.

—Más razón aún para mantenerse firmes —insistió Palpatine mirando a su alrededor—. Canciller Supremo, creo que este momento es el ideal para demostrar hasta dónde llega la autoridad de la República y así asegurarnos de que el Senado aprobará el impuesto a las rutas comerciales. Y lo que es más, puede que una vez eliminado el Frente de la Nebulosa, la Federación de Comercio esté más dispuesta a aceptar los impuestos.

—¿Acaso necesito recordarle que el sector Senex no está en espacio de la República? El envío de nuevas fuerzas a Asmeru sería una violación de la soberanía de Senex. El Senado nunca daría permiso para una acción así.

Palpatine conservó la calma.

—Vuelvo a discrepar. El Senado lo permitirá porque los intereses de la República están en juego. —Miró hacia Antilles y Ryyder—. Supongamos por un momento que los Jedi han fracasado en su misión diplomática. Eso implica que el Frente de la Nebulosa es libre para sabotear la Cumbre de Eriadu y llevar así el actual conflicto al Gremio de Comerciantes y a la Alianza Corporativa. Canciller, usted mismo ha dicho que la Cumbre debe celebrarse pase lo que pase. Ése fue el principal motivo para enviar a los Jedi a Asmeru.

—Sí —admitió Valorum—. Tiene razón.

—¿Y qué pasa con las casas de Senex? —preguntó Ryyder a Palpatine.

—Respaldarán cualquier acción que emprendamos, aunque sólo sea por la posibilidad de que rescindamos las restricciones que les impiden comerciar directamente con la República.

Valorum meditó un momento las palabras de Palpatine, negando luego con la cabeza.

—Incluso en el supuesto de conseguir el respaldo del Senado, cualquier exhibición de fuerza en Asmeru podría inducir al Frente de la Nebulosa a matar a sus rehenes.

—Canciller, esos rehenes son Caballeros Jedi —repuso Palpatine con una sonrisa tolerante.

—Hasta los Jedi pueden morir —intervino Antilles.

—Entonces, quizá debamos dejar que sea el Sumo Consejo Jedi quien decida cuál es el mejor rumbo a seguir.

Valorum se pellizcó las bolsas que tenía bajo los ojos.

—Estoy de acuerdo. Me ocuparé personalmente de ello.

El fino aire de la meseta se llenó del siseo de los rayos láser, del zumbido de los sables láser y de las detonaciones de luz artificial.

Qui-Gon, Obi-Wan y Ki-Adi-Mundi luchaban espalda con espalda, desviando los disparos de los terroristas que entraban en la plaza. Las hojas verde, azul y púrpura de sus respectivos sables láser se movían más deprisa de lo que el ojo podía ver, brillando con fogonazos como novas a medida que desviaban los disparos contra los antiguos muros de piedra o los hacían rebotar en las inclinadas caras de las pirámides.

En otro lugar, muy erguida sobre sus alargadas piernas, Vergere lideraba una carga escalera arriba hacia la estructura adyacente, alzando la brillante hoja esmeralda sobre la inclinada cabeza. Dos de los judiciales seguían sus largas zancadas, disparando sus armas mientras corrían.

No lejos de allí, Saesee Tiin guiaba a otra pareja de judiciales en un asalto contra una docena de terroristas atrincherados entre dos de las pirámides, y su hoja era un borrón azul cobalto que desviaba los disparos para hacer saltar las armas de las manos de sus propietarios.

Yaddle y Depa permanecieron junto a la herida capitán del crucero en la entrada de la pirámide norte. Estaban inmovilizados por la lluvia de disparos provenientes de la cima del búnker en donde se encontraba el cañón de iones, y agitaban y giraban los sables láser, repeliendo las descargas como si fuera una enloquecida competición deportiva.

La mayoría de los esclavos se había dispersado a raíz de los primeros disparos posteriores a la brutal ejecución de los tres compañeros que ayudaron a los Jedi, pero algunos de los bípedos biocreados estaban siendo usados como escudos vivientes.

Qui-Gon, Obi-Wan y Ki-Adi-Mundi empezaron a internarse en la plaza con la intención de llegar hasta los aparcados cazas CloakShape, o quizá hasta la fragata, antes de que algún terrorista pudiera llegar a ellos.

Qui-Gon avanzó con decisión, apenas consciente del zumbido de su hoja, o de la caótica lluvia de disparos láser. Su mente se acomodaba a todos y cada uno de los actos de sus adversarios, girando a derecha, izquierda o donde fuera necesario. No se demoraba en ningún lugar o dirección concretos, concentrándose en lo que tenía delante, dejando atrás el pasado como si fuera la estela de una barca al atracar.

Se mantenía sutil e imperceptible, invisible en su distanciamiento, sin demorarse en observaciones, o aferrarse a pensamientos de lo que podía haber hecho o dejado de hacer.

Los terroristas caían a su paso, heridos por los disparos que desviaba con su sable láser, pero aún no se había enfrentado a ninguno cara a cara. Y todo indicaba que no llegaría a hacerlo, pues se estaban retirando con rapidez hacia los cazas.

—Si los hacen despegar, estaremos en un verdadero aprieto —le dijo a Obi-Wan en un momento de paz.

Un nuevo sonido rasgó el gélido aire, y dos de las barcas con repulsores que los Jedi habían visto en el lago asomaron por el cortante borde de la pirámide sur.

Los cañones gemelos de los vehículos escupieron disparos contra la plaza, carbonizando las piedras talladas ahí donde impactaban. Qui-Gon y Obi-Wan saltaron al unísono buscando abrigo, mientras Ki-Adi-Mundi bloqueaba una sucesión de disparos que estuvo a punto de hacerle girar sobre sí mismo.

Las barcas efectuaron una segunda pasada, disparando salvajemente.

El trío de Jedi se vio forzado a retroceder, momentáneamente abrumado. Qui-Gon se dio cuenta de que los grupos de Vergere y Tiin también estaban siendo rechazados escaleras abajo y en dirección a la plaza. La primera en llegar fue Vergere, que dirigió a los judiciales en dirección al refugio de la pirámide norte, pero sólo uno de ellos consiguió llegar. El otro fue derribado por los disparos de una torre cercana.

Los dos judiciales que habían combatido junto a Tiin estaban heridos. El iktotchi cargaba con uno de ellos bajo el brazo izquierdo, mientras seguía desviando disparos con el sable láser que enarbolaba en la mano derecha. El otro judicial se tambaleaba hacia atrás, cubriendo su retirada en medio de una tormenta de fuego proveniente de los cañones de las barcas.

Qui-Gon y Obi-Wan eran un borrón de movimiento cuando acudieron en ayuda de Tiin, girando y saltando ante el embate.

Las barcas habían completado el pase y ya giraban para iniciar un nuevo ataque. Ante un gesto de Qui-Gon, Obi-Wan y él dieron un salto de diez metros de altura con las espadas alzadas, cortando el motor repulsor del primer vehículo.

Sobre ellos llovieron chispas cuando aterrizaron y rodaron por el suelo para ponerse a cubierto. Encima de ellos, la barca se desviaba descontrolada, golpeando el piso superior del palacio, estallando en fragmentos al rojo blanco y desencadenando una avalancha de piedras sobre la plaza.

Tiin y los judiciales alcanzaron la seguridad de la entrada de la pirámide justo antes de que cayera la avalancha. Qui-Gon y Obi-Wan le siguieron al interior, mientras los disparos de la segunda barca llovían contra las columnas grabadas y el frontispicio monolítico del portal.

Yaddle y los demás se amontonaron al final del pasillo de la entrada pegándose a la pared. Qui-Gon miró a la plaza.

—Hay que conseguir esos cazas.

—Si hay que conseguirlos, los conseguiremos —dijo Tiin.

Obi-Wan asintió a Qui-Gon y reactivó el sable láser.

Volvieron a cargar en dirección a la plaza, enarbolando los sables láser.

º º º

La cámara del Sumo Consejo parecía vacía sin los tres Maestros que habían acompañado a Vergere, Qui-Gon y su padawan hasta Asmeru. Quien estaba en el centro del mosaico del suelo era Yoda, caminando de un lado a otro mientras Mace Windu y los demás discutían lo que debía hacerse.

—No podemos asumir que la nave fuera destruida, por las pocas noticias que tenemos del
Prominencia
, ni que hayan matado a todos los que iban a bordo —decía Windu—. Todas mis sensaciones respecto a este asunto me dicen que tanto Yaddle como los demás siguen con vida.

—Viva está —dijo Yoda—. Los demás también. Pero grave peligro corren.

—Eso respalda la afirmación del Frente de la Nebulosa de que tienen una docena de rehenes —dijo Adi Gallia—. Exigen que se cancele la Cumbre de Eriadu.

—Valorum no debe ceder ante ellos —avisó Oppo Rancisis.

—No piensa ceder a sus exigencias —aseguró Windu a todos—. Es consciente de que si lo hace sólo reducirá las posibilidades de que se ratifique su propuesta de ese nuevo impuesto.

—El Frente de la Nebulosa no es aquí lo que importa —dijo Yarael Poof—. Lo que importa es la Federación de Comercio.

Yoda se volvió hacia el Maestro de largo cuello.

—Que el Frente de la Nebulosa menos importante es, creía yo. Pero ellos detrás de esto están. Detrás de todo esto. —Caminó en círculo y se paró de pronto—. Como a piezas en un holojuego nos mueven.

—Entonces debemos acabar la partida —dijo Even Piell con convicción.

—Aseguré al canciller supremo Valorum que no había necesidad de que se disculpase en persona —dijo Windu asintiendo—. Estuvimos de acuerdo en intervenir en este asunto. Por tanto, somos tan responsables como él.

—Este asunto poco meditamos —repuso Yoda pensativo—. Aquí fuerzas ocultas actúan. Nublado está. Enfangado por motivos difíciles de percibir.

Windu entrecruzó los dedos y posó los codos en las rodillas.

—El Senado ha prometido al Canciller Supremo que le concederá toda la autoridad que necesite para resolver la crisis. Pero no podemos dejar que él tome la decisión.

Yoda asintió.

—Concentrado en la Cumbre está.

—Al Departamento Judicial también se le han aumentado sus capacidades —continuó Windu—. Están pensando en enviar fuerzas adicionales desde Eriadu, que sólo está a un salto de Asmeru.

—Los judiciales están en Eriadu para proteger al Canciller Supremo y a los delegados —dijo Gallia.

—El Departamento Judicial cree tener personal suficiente para ocuparse de ambas situaciones.

—¿Tenemos alguna seguridad de que las casas de Senex se mantendrán al margen? —preguntó Poof.

—Podemos ofrecerles un trato —dijo Piell—. Hace mucho que quieren comerciar con la República, pero se les ha negado por sus violaciones continuas de los Derechos de las Razas Inteligentes. Estoy seguro de que si les ofrecemos arbitrar un acuerdo entre la República y ellos, pasarán por alto cualquier posible infracción territorial que pueda surgir de la situación en Asmeru.

Yoda miró al suelo y negó con la cabeza.

—Más oscuro y enfangado esto se vuelve —repuso, mirando a Windu—. ¿Cuántos Jedi en Eriadu hay?

—Veinte.

—Envía diez a Asmeru con los judiciales para que al Maestro Tiin y a los demás ayuden —dijo Yoda con tono preocupado—. Nuestras deudas cuando llegue el momento pagaremos.

Windu asintió sombrío.

—Que la Fuerza vaya con ellos —dijo Gallia por todos.

Capítulo 21

Q
ui-Gon, Obi-Wan, Tiin y Ki-Adi-Mundi salieron de golpe de la entrada de la pirámide, enfrentándose a los terroristas que los habían hecho retroceder hasta allí. Una vez recorrieron la cuarta parte de la plaza, los Jedi se pusieron en formación de cuña, moviendo constantemente las hojas para desviar los disparos que les llegaban tanto de arriba como de los laterales de la plaza. Tras la barrera de energía creada por los sables láser, Yaddle, Depa, Vergere y dos de los judiciales corrían para distraer el fuego que les llegaba por detrás.

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