Read Una Discriminacion Universal Online
Authors: Javier Ugarte Perez
Como eran los años del post mayo del 68 y de los hippies, el estereotipo se amplió con la inclusión de un nuevo modelo caricaturesco de gay, que unía las pestañas rizadas y la pose ambigua a una vestimenta californiano-pacifista, con zapatos multicolores de plataforma, pantalones campana, pechuga al descubierto, guitarra y pulseritas étnicas, como el que aparece en la portada de la que se anunciaba como «la revista más audaz para el lector más inteligente» el 15 de julio de 1973
{154}
. Es llamativo que la carga de homofobia la heredaran sin pensarlo las revistas de humor que aparecieron en los últimos años del franquismo, semanarios con vocación decididamente opositora y cuyo público era claramente de izquierdas, como
Hermano Lobo,
que nació, con cien mil ejemplares de tirada, el 13 de mayo de 1972
{155}
. El tema de la homosexualidad se trata en una de las entregas de la sección fija titulada «Opiniones de Mac Arra». El título era «Inversiones e invertidos»
{156}
:
¿La inversión? —se pregunta Mac Arra-. Pues, hombre, yo, usté ya méntiende, estas cosasss son de un delicado, porque si uno es sarasa, o sá, como se dice de la cáscara amarga o inversito, que les llaman, o sá, los fino, pues con su pan se lo coman, que yo, masho, soy mu masho, mehorando lo presente, pero pa mi qu'er mariquita, o loca, pues si, un por ehemplo, no le soba mayormente a los menores, que le disen el piederasta, masomeno, pues son, al iguar que los negro, hiho é Dios, y antose si se está en lo suyo y se va conlasotra locasss, puesoye, ayá el. Lo más peor es si se mete con los shicos pequeño no están todavida en lo qu'están ni saben si pelo o si pluma y los invierten a eyo también...
El texto no es, sin duda, una defensa de la Ley de Peligrosidad Social, y en el medio y momento en el que se publicó constituía incluso una tibia defensa del derecho a la libertad de «las locasss», pero abordando el tema con distanciamiento —el autor se confiesa muy macho para disipar las dudas—, calificando a los homosexuales de invertidos —y por tanto de anormales— y rompiendo una lanza a favor de la protección de nuestros menores para que no se contagien. En el mismo número, más adelante, aparecía en una página par un agujero de cerradura negro con la siguiente recomendación: «Acerque su ojo derecho a la cerradura. Si no ve nada, dé la vuelta a la página y, en su mismo lugar, podrá ver claramente hasta dónde vamos a llegar con estas libertades». Al pasar la página, el lector se encontraba en el mismo espacio con una viñeta en negro, obra de Summers, donde dos bocadillos entablaban el siguiente diálogo:
—¡I love you, Ramón!
—¡Yo también te quiero, Sebastián!
Era la versión del también cineasta Manuel Summers de un popular y zafio chiste escolar de los muchos que servían para denigrar a los gays desde la tierna infancia. Summers es uno de los humoristas de
Hermano Lobo
que más transita por el terreno de la homofobia
{157}
. En una doble página
{158}
, narra la historia de
El hijo rana de Supermán
quien, tras ser violado en la infancia por un sirviente negro con taparrabos y hueso en el pelo, por si faltaba algún tópico, se dedica a cazar por los prados «mariposas vagorosas ricas en tintes y en olores», a mirarse en los espejos y a plancharse el traje para horror de su padre, hasta que recibe un telegrama de Pasolini —que ya había estrenado
Los cuentos de Canterbury,
prohibidos en España— quien le cita en el local
Drugstore
de Madrid, lo que en 2007 es el Vips de la calle Fuencarral, cuya barra del fondo era en esos años lugar de encuentro nocturno de homosexuales. Y, como Summers, Perich
{159}
y Chumy Chúmez
{160}
y, sobre todo, Forges, que añade a la caricatura del mariquita un lunar en la mejilla y uñas pintadas, como
The famous sisters brothers
{161}
,
o en personajes que son piratas que buscan diademas de diamantes
{162}
, boxeadores con tutu
{163}
, transeúntes maquillados en busca de un taxi que los ignora
{164}
, bañistas con bolso
{165}
, náufragos a los que sus compañeros de tripulación abandonan en una isla desierta por besucones
{166}
, examinadores de oposiciones que cambian notas por secretos de maquillaje
{167}
, gladiadores que interrumpen la lucha a muerte para lucirse como cupletistas ante el público del circo
{168x}
y así sucesivamente (véase Anexo 1, ils. 1-8).
El linchamiento gráfico discurría paralelo al informativo. Los diarios y semanarios de información general reforzaban la asociación popular entre homosexualidad y marginación en las informaciones sobre redadas policiales, los artículos de opinión sobre los gays y las noticias relacionadas con la homosexualidad en otras latitudes por entonces mucho más permisivas -y democráticas— que España. En
El moviment gai a la clandestinitat del franquisme (1970-1975),
Armand de Fluvià
{169}
ofrece una primera y valiosísima aproximación al estudio del tema. El autor recoge noticias aparecidas en la prensa desde 1954, cuando la revista
El Español
habla, el 13 de febrero de ese año, del Informe Kinsey sobre sexualidad (al que, como hemos visto, también aludiría Mauricio Carlavilla en su
Sodomitas
...). Con el mismo punto de vista que Karl, la información, titulada
Una internacional cuyo nombre no pude darse,
considera que la internacional pederasta «parece amenazar el mundo y ofrece un cauce y un caldo bastante favorable a los manejos marxistas». El texto instaba a los hombres de verdad a protegerse contra esa ofensiva «contranatura» de individuos que eran pervertidos sexuales, tarados, masones, despreciables, desviados, y abominables. Recoge también Fluvià la reacción de
Tele/Express
del 13 de mayo de ese año a la despenalización de las relaciones homosexuales entre adultos, que aprobó el Parlamento británico en 1966: «Al margen de creencias religiosas, morales o sociológicas, existen lacras y vicios rechazados de siempre y con repugnancia por la humana condición...» Por tanto, sigue el artículo, autorizar esas lacras «o por lo menos admitirlas, con el carisma de una ley, nos parece, sencillamente, monstruoso».
Una reacción que casi parece tibia con las propuestas de otro periodista, Enrique Rubio, director del semanario de sucesos
Por qué,
quien considera en ese mismo año que la homosexualidad es un asunto «más delictivo que un atraco a mano armada y tan punible como un homicidio», por lo que pide: «Antes de que prospere la 'Generación de los tumbados', levantémosla a palos». «Mano dura a quienes de negocios tan repugnantes quieran vivir. Españoles y hombres-hombres, lo exigimos de aquellos que tienen la obligación de velar por todos nosotros», termina Rubio.
Por qué. Semanario nacional de sucesos y actualidades
siguió echando leña al fuego de la hoguera en la siguiente década. Amistado con la policía, Enrique Rubio publicaba fotos exclusivas que le proporcionaban los comisarios; instantáneas tomadas tras la detención de homosexuales en redadas en bares y servicios. El 21 de marzo de 1973, la portada de
Por qué
mostraba tres fotografías de otros tantos detenidos en la discoteca Los Tarantos, de Sitges, donde se divertían vestidos de mujer. Con las manos detrás, en actitud sumisa, una raya negra ocultando sus ojos, recortados contra un fondo blanco por el flash de la cámara, los detenidos llevaban el traje y la peluca con que se habían vestido y eran expuestos a la vergüenza pública desde todos los quioscos de prensa. Aquel caso, al que también se refiere Armand de Fluvià
{170}
, se hizo tristemente célebre precisamente por el tratamiento espectacular y ejemplarizante que recibió de los medios de comunicación, no sólo de
Por qué,
aunque ninguno con tanto lujo gráfico.
El reportaje, firmado por Javier Peña, constituye una antología del prejuicio. Para los detenidos, escribe, «todo el año es carnaval» y «los doce meses del año son buenos para maquillarse, pintarse, depilarse, cuidar su melena o su peluca, calzar altos tacones, usar medias, y ponerse collares y pulseras. Se sienten más ellas que ellos». Una parte de la culpa del confusionismo, para Peña, es que las corrientes de la moda parecen creadas para satisfacer a los afeminados o para «camuflar a las machorras». Pero la mayor parte de la responsabilidad la tienen los homosexuales y las lesbianas, porque en eso la ciencia es clara, y cita al ginecólogo madrileño Sopeña, que declaró al diario
Arriba:
«El niño nunca nace homosexual». Además, la homosexualidad tiene impulsores, como los artistas populares, que «contagian y corrompen a chicos imberbes que sueñan con llegar a ser artistas como aquéllos». A otros los corrompen los homosexuales adinerados que se llevan a los jóvenes a conocer el mundo «en viajes a todo confort». A pesar de que a los homosexuales les acosan chantajistas y jóvenes que les roban y dan palizas, ellos arrastran estos peligros; saben que les acechan peligrosos enemigos, pero su desviación moral es tan fuerte que nada les detiene a la hora de dar rienda suelta a sus vicios. Atacan a los niños, buscan ávidamente a los jovencitos y se unen con otros invertidos y con la fuerza tremenda de cualquier mafia, que en este caso es internacional y está sólidamente apiñada.
Éste es el prólogo de la nodcia, acompañado de más fotos de detenidos sometidos a la infamia con pies como éste: «Pues, sí, señor. Así andaba por Sitges y por la «discotheque» este grueso caballero que viste tan original y sugestiva prenda... luciendo una linda melenita rubia». El pie se refiere a un hombre en bañador de mujer. Todos los detenidos aparecen con peluca y sin peluca, de frente y de espaldas. En la reconstrucción insidiosa de los hechos, el periodista pretende que la Guardia Civil detuvo a los homosexuales sin saber que eran hombres, sólo por el escándalo que armaban y del que se quejaban a los vecinos, y que su verdadera identidad sólo se desveló en el cuartelillo, cuando fueron preguntados por sus nombres y resultaron ser Alberto, Antonio, Matías, Jorge... No sólo las fuerzas de orden público habían tomado a los gays por mujeres, sino hasta el dueño de la discoteca.... Los detenidos eran un camarero de Mallorca, un modisto de La Bisbal y administrativos y estudiantes de Barcelona. Puestos en libertad provisional, y a la espera de que el juez dicte sentencia, el periodista anima a los lectores:
>Entreténganse contemplando las fotografías de las detenidas, o los detenidos; podrán apreciar que cuidaron el detalle para mejor disfrutar unas jornadas de carnaval, que quizás para ellos sean diarias, porque todo el año sea carnaval...
Por qué
sigue en la línea con la noticia de los chantajes en los urinarios de la plaza de Cataluña y da amplia cobertura a la manifestación del orgullo gay de Nueva York, al asegurar que se han reunido ese año más de 20.000 mariposos y miembros del
gay power.
«¡El colmo! 20.000 homosexuales se manifiestan en Nueva York»
{171}
. Una información valiosísima sobre el pase a la ofensiva de quienes eran tratados como basura, entre otros, por esa misma revista que se dedicaba al linchamiento moral. Enrique Rubio, que da la información, empieza así su crónica:
La evolución de la homosexualidad es una de las cosas que en estos últimos años está dando un mayor auge en la loca carrera que el mundo emprende hacia una degeneración, si no total, sí por lo menos abundante
{172}
.
Quizá no era tan mala noticia.
Hubo que esperar a la muerte del dictador para que la homosexualidad fuera objeto de tratamiento informativo digno en publicaciones de izquierda, aunque no de partido. El teólogo Enrique Miret Magdalena
{173}
, en un artículo publicado en
Triunfo,
titulado «Reflexiones sobre el problema homosexual», hizo una aproximación aséptica, pero respetuosa, al tema al hilo de la publicación en España de
El problema homosexual
del sacerdote francés Marc Oraison. Ante la pregunta de si la homosexualidad es una enfermedad, Miret Magdalena aboga por responder «sin frases hechas ni simplismos, a la luz de una moral científica». En mayo de ese mismo año,
Triunfo
da cuenta de la celebración en Valencia de un congreso internacional de homosexualidad
{174}
para estudiar la marginación del gay «a través de un prisma cristiano». El 1 de octubre de 1976, apareció el número 1 de
El Viejo Topo,
una revista mensual de pensamiento cuyo primer director fue Francisco Arroyo, apodado por Claudi Montañá, Miguel Riera y Joseph Sarret y con un innovador y sorprendente diseño gráfico de Vivas. Con la colaboración de firmas que eran o se harían pronto conocidas, como J. M. Carandell, el colectivo Pipirijaina, Félix Fanés, Biel Mesquida, Quim Monzó, Jordi Teixidor o Fernando Savater, entre otros.
El Viejo Topo
fue una publicación de izquierda —de venta en los quioscos— que se convirdó en breve en un mensual de referencia, en el que la lucha por la defensa de los homosexuales fue uno más de sus campos informativos. Con el aséptico título «Nuevo Frente Homosexual», se informaba de la reciente creación del Front d'Alliberament Gai de les Illes, que se sumaba a los de Cataluña y Valencia para integrar el «Front d'Alliberament Gai dels Països Catalans». La noticia está redactada de forma plana y se limita a informar de los doce puntos reivindicativos de los colectivos homosexuales militantes españoles. Pero lo novedoso no es el contenido, sino el tratamiento desideologizado que se da a la información, cuando todavía los partidos políticos españoles de izquierda se resisten a que los derechos de los homosexuales figuren en su programa.
Las cosas, sin embargo, estaban cambiando. En febrero de 1977, Eduardo Haro Ibars publicó un texto
{175}
titulado
El camino hacia la libertad del cuerpo
, en el que denunciaba la coacción social que obligaba a los homosexuales a refugiarse en guetos para escapar a la persecución. Pocos meses después, Barcelona asistió a la primera manifestación del orgullo gay celebrada en España, que, de nuevo según
Triunfo,
«ha sido el detonante que ha puesto en evidencia la cantidad de homosexuales que hay en España y que están dispuestos a salir a la calle»
{176}
. En mayo de 1977, a un mes de las primeras elecciones generales libres en España desde febrero de 1936,
El Viejo Topo
dedicó un
dossier
a la homosexualidad, en su octavo número, que empezaba así: «Homosexualidad: Palabra que cuadricula con una sola significación unas conductas sexuales afectivas, unos flujos, unas prácticas sexuales que poseen diversas significaciones y múltiples sentidos». El
dossier
incluye un artículo genérico de Cario Frabetti titulado «Los homosexuales, marginación y rebelión», que se ocupa de la reciente historia del movimiento gay (está escrito sólo ocho años después de la revuelta de Stonewall, en junio de 1969 en Nueva York); un texto de Teresa Inglés sobre «Lesbianismo y feminismo»; una entrevista al secretario general del FAGC, que ocultaba su identidad y su rostro tras un ejemplar del boletín
Aghois,
y un cuestionario sobre la homosexualidad a algunos partidos políticos de izquierda. En los números sucesivos, en
El Viejo Topo
destacaría por sus artículos sobre el tema la firma de Héctor Anabitarte
{177}
.