El agente frunció el ceño disgustado.
—Hay elementos entre nosotros que ven a los Brish'diri, o Cabezas de Bala o Calvos, o cómo sea, como monstruos. Aún hoy, siete años después que la matanza ha terminado.
—¿Y cree usted que un equipo de fútbol Brish'diri podría ayudar a superar el odio del pasado? —interrumpió Hill.
—Parcialmente. Pero ésta no es la parte más importante. Mire, existen asimismo elementos entre los Brish'diri que ven a los humanos como subhumanos, gentuza que debe ser barrida de la galaxia. Son una raza muy viril y competitiva. Toda su cultura se basa en el combate. El elemento disidente que yo mencioné antes, verá en la negativa a admitir un equipo Brish'diri un signo de miedo, como si se admitiera la inferioridad humana. Usarán esto como argumento para resucitar la guerra. No queremos correr el riesgo dándoles una victoria propagandística como ésta. Las relaciones están demasiado tirantes tal como están las cosas.
—Pero el Brish'dir con el que hablé… —objetó Hill—. Le expliqué todo. Una regla. Con seguridad su respeto por la ley…
—Remjhard es el líder de la facción pacífica Brish'diri. Será él quien personalmente defienda su posición. Pero él y su hijo estaban enojados por el rechazo de su petición.
Hablarán. Ya han estado haciéndolo. Y ello significa que eventualmente la facción militarista cogerá el asunto y lo volverá en contra nuestra.
—Ya veo. Pero ¿qué es lo que puedo hacer, llegado a este punto? Ya le he dicho a Remjhard que la inscripción se cerró el martes. Si he comprendido correctamente, su propia moralidad no le permitirá nunca aprovechar las ventajas de una excepción.
Tomkins sacudió la cabeza.
—Es cierto. Usted no puede hacer una excepción. Simplemente cambie la regla. Deje entrar todos los equipos que ha rechazado. Expanda la Liga.
Hill sacudió su cabeza, poniendo mala cara.
—Pero nuestro presupuesto… no podrá afrontarlo. Tendremos más partidos.
Necesitaremos más tiempo, más árbitros, más equipamientos.
Tomkins restó importancia al problema con un movimiento de su mano.
—El gobierno ya está comprando los uniformes especiales de fútbol para los Brish'diri.
Estaremos muy contentos de cubrir los gastos extras que puedan surgirle. Contará con un programa recreacional superior desde todo punto de vista.
Hill aún miraba dubitativo.
—Bueno…
—Más aún —dijo Tomkins— , estaremos en condiciones de arreglar una subvención del gobierno para reforzar otras inversiones en su programa. Ahora, ¿qué le parece?
Los ojos de Hill centellearon con súbito interés.
—¿Una subvención? ¿Cuál será su importe? ¿Podrían subvencionar una red de gravedad?
—No hay problema —dijo Tomkins. Una lenta sonrisa se desparramó sobre su cara.
Hill devolvió la sonrisa.
—Entonces, señor, Starport ya tiene su equipo de Brish'diri de fútbol. Pero, oh, cómo van a gritar. —Conectó el intercomunicador de su escritorio—. Que venga Jack De Angelis inmediatamente —ordenó—. Tengo una pequeña sorpresa para él.
El cielo sobre el Estadio Municipal de Starport estaba desapacible y monótono, una mañana de sábado ventoso una semana después, pero a Hill no le importaba en lo más mínimo. La fuerza de la burbuja del Estadio dejaba fuera la fina, húmeda llovizna que había empapado a Hill hasta los huesos en el camino al Estadio, y el tiempo se adaptaba a su estado de ánimo maravillosamente.
Normalmente, Hill se encontraba sumamente atareado como para asistir a alguno de los eventos deportivos de su departamento. Normalmente todo el mundo estaba demasiado ocupado para asistir a los eventos deportivos del departamento. Las Ligas del Departamento Recreativo recibían una buena cobertura en el periódico local, pero rara vez arrastraban muchos espectadores. El récord era algo así como 400 personas para la final de Liga unos años atrás.
O, más bien, aquél fue el récord, Hill se recordó a sí mismo. Nunca más. El Estadio estaba hoy abarrotado, a pesar de la hora, la lluvia o lo que fuera. El Estadio Municipal no se llenaba nunca salvo para el tradicional partido de fútbol para el Día de Gracias entre Starport High y su archirrival Grissom City Prep. Pero hoy estaba lleno.
Hill sabía por qué. Luego que tomara la maldita decisión de dejar entrar al equipo Brish'diri en la Liga. La ciudad toda se había levantado en armas. Seis equipos locales renunciaron a la Liga antes de jugar contra «monstruos inhumanos». La centralita del despacho se había inundado con llamadas diarias, en su mayoría enfurecidas denuncias a Hill. Un miembro del Concejo había pedido su renuncia.
Y ello, Hill reflexionó tristemente, era lo que sucedería finalmente. El periódico local, que había mantenido siempre una posición conservadora en lo referente a asuntos exteriores, apoyaba el movimiento para forzar la salida de Hill del departamento. Uno de sus editoriales le había recordado jubilosamente que el Estadio Municipal de Starport estaba dedicado a aquellos que habían perdido sus vidas en la guerra Brish'diri, y gritaba acerca de una «profanación». Entretanto, en sus páginas deportivas, el periódico había comenzado a llamar al equipo Brish'diri, «las Águilas Calvas».
Hill se retorció incómodamente en su asiento de la línea 50, y rezó en silencio para que el juego comenzara. Podía sentir las miradas enfadadas directamente en su nuca, y tenía la nada cómoda impresión de que sería golpeado por una piedra en cualquier instante.
A través del campo, podía ver la instalación de la cámara de una de las tres grandes cadenas de 3V. Todas las cinco cadenas estaban aquí, por cierto; el juego había promovido una publicidad a todo lo largo del planeta. Las agencias planetarias habían mandado también reporteros, aunque se los notaba un poco confundidos acerca de qué tipo de evento estaban presenciando. Uno había enviado un reportero de política, el otro un reportero gráfico.
Sobre el césped artificial del Estadio, el equipo humano hacía sus ejercicios de precalentamiento. En sus brillantes uniformes color rojo se podía leer KEN'S COMPUTER REPAIR. En letras blancas, y usaban cascos blancos. Tenían bastante buen aspecto, decidió al observar sus evoluciones. A pesar de que estaban lejos del calibre de un campeón de Liga. De todas maneras, frente a un equipo que jamás había jugado al fútbol con anterioridad, deberían darles una buena paliza.
De Angelis, con una expresión dolorosa y vistiendo una camisa de arbitro rayada, estaba fuera en el campo hablando con sus ayudantes. Hill no quería dejar ninguna chance a los problemas en este juego. Había tenido la precaución de colocar a los mejores hombres del departamento para actuar de ayudantes.
Tomkins también estaba allí, sentado en las gradas unas pocas secciones alejado de Hill. Pero los Brish'diri no se encontraban presentes. Remjhard había querido asistir, pero Relaciones E.T., avisado por Hill, le aconsejaron se quedara en la misión. A cambio, el juego estaba siéndoles transmitido por circuito cerrado de 3V.
Hill se enderezó en su asiento súbitamente. El equipo Brish'diri, que se llamaba Kosg-Anjehn en honor a un carnívoro volador originario de Brishun, había arribado, y sus jugadores caminaban lentamente hacia el campo.
Hubo un breve instante de silencio, y entonces alguien entre la multitud comenzó a abuchear. Otros recogieron la propuesta. Luego otros. El estadio se llenó de abucheo. De todas formas, Hill advirtió con alivio, que no todos se les unían. Puede que hubiera gente que mirara las cosas según su punto de vista.
Los Brish'diri ignoraron los aullidos de gato. O así lo parecía, en cierta manera. Hill no había visto nunca un Brish'dir enfurecido, y no estaba seguro cómo demostraría uno de ellos su furia.
El Kosg-Anjehn lucía un ajustado uniforme negro, con extraños cascos alargados color plata para cubrir sus cabezas de balas lustrosas. No se parecían a ningún equipo de fútbol que Hill hubiera visto nunca. Sólo un puñado de ellos medían más de un metro sesenta y cinco pero eran todos tan rechonchos y anchos como un placaje para los Packers. Sus brazos y sus piernas eran finos y como muñones, pero ondulados con músculos sobresaliendo en lugares incorrectos. Las cabezas protegidas por los cascos, igualmente, daban la impresión de fragilidad, como cáscaras de huevos prontas a hacerse añicos al más débil impacto. Dos de los Brish'diri se separaron del grupo y caminaron hacia De Angelis. Evidentemente consideraban que no necesitaban tipo alguno de precalentamiento, y querían comenzar inmediatamente. De Angelis habló con ellos unos instantes, luego se volvió y se dirigió al capitán del equipo humano.
—¿Cuál piensa será el resultado?
Hill se volvió. Era Tomkins. El agente del E.T. había luchado contra la multitud, pudiendo finalmente llegar a su lado.
—Difícil de decir —respondió el director—. Los Brish'diri no han jugado al fútbol realmente con anterioridad, por lo que las probabilidades son de que pierdan. Siendo un planeta con gravedad más pesada, han de ser más fuertes que los humanos, lo cual podría darles una ventaja. Pero son también sumamente lentos según lo que he escuchado.
—Tendré que animarlos —dijo Tomkins con una sonrisa—. Para reforzar la causa de las relaciones interestelares y todo aquello.
Hill frunció el ceño.
—Anímelos usted, si así lo cree conveniente. Yo lo haré a favor de los humanos.
Gracias a usted, ya estoy metido en demasiadas complicaciones. Si me cogieran animando a los Brish'diri me cortarían en pedacitos.
Volvió su atención otra vez al campo de juego. Los Computermen habían ganado el sorteo, y eligieron recibir. Uno de los Brish'dir más altos se disponía a dar la patada inicial.
—Tugayh-dei —le comentó Tomkins con ánimos de ayudar—. El hijo del jefe lingüista de la misión. —Hill asintió con la cabeza.
Tugayh-dei corrió hacia delante con un medido torpe galope, prácticamente se detuvo cuando finalmente llegó a la pelota y la golpeó con su pie, torpe pero fuertemente. La pelota aterrizó en las gradas superiores, y un murmullo recorrió la multitud.
—Bastante bien —dijo Tomkins—. ¿No lo cree así?
—Demasiado bien —replicó Hill, sin pensarlo.
Los humanos cogieron la pelota en sus veinte yardas. Los Computermen se agruparon en un montón, lo rompieron con una fuerte palmada, y corrieron a sus posiciones. Una desigual ovación salió de las tribunas.
Los humanos se colocaron en la zona de tres puntos. Sus oponentes Brish'diri no hicieron lo mismo. La línea de jugadores alienígenas siguió parada ahí, los brazos balanceándose a ambos lados, encogiéndose un poco.
—No saben mucho de fútbol —dijo Hill—. Pero luego de ese puntapié inicial, me pregunto si es necesario que sepan.
La pelota fue recogida y el quarterback del Computer Repair, un ágil ex estudiante de enseñanza media, estrella del equipo, llamado Sullivan, retrocedió para intentar pasar.
Los Brish'diri se abalanzaron hacia delante como un relámpago, y penetraron dentro de la línea humana.
Un instante más tarde, Sullivan se hallaba boca abajo sobre el césped, enterrado bajo tres Brish'diri. Los alienígenas habían penetrado a través de la línea de ataque como si no hubiera existido.
Los humanos se agruparon nuevamente, se escuchó una nueva ovación, no tan fuerte como la precedente. La pelota fue cogida. Sullivan la pasó a un fornido fullback, quien se estrelló unos pasos más adelante. Uno de los Brish'diri lo derribó antes que recorriera media yarda. Fue un placaje torpe, alrededor de los hombros. Pero la fuerza del contacto arrojó al fullback varias yardas en la dirección contraria.
Cuando los humanos rompieron su formación por tercera vez, la ovación apenas pudo ser oída. Otra vez fue Sullivan quien trató de pasar. Otra vez los Brish'diri perforaron la línea masivamente. Nuevamente Sullivan dio por tierra.
Hill refunfuñó:
—Esto se pone peor cada minuto —dijo.
Tomkins no estaba de acuerdo.
—No pienso lo mismo. Lo están haciendo bien. ¿Qué importa quién sea el ganador?
Hill no se molestó en responder aquello.
No hubo ninguna aclamación cuando los humanos se dispusieron en formación. Una vez más los Brish'diri atacaron con fuerza, pero esta vez el jugador se hizo con la pelota tirándola afuera antes que lo alcanzaran.
Fue una buena patada, profunda. El Kosg-Anjehn puso en juego el balón en su propia línea de 25 yardas. Marhdaln-nei, el hijo de Remjhard, jugaba como quarterback de los Brish'diri. En el primer juego de melée, entregó el balón al halfback, un bóvido construido como un tanque.
Los bloqueadores Brish'diri aplastaron a sus oponentes humanos casi sin esfuerzo, y el bóvido se abrió camino a través del agujero abierto, corrió esquivando dos placajes y prorrumpió en el claro. Era terriblemente lento, de todas maneras, y los defensores finalmente lo voltearon luego de haber ganado unas modestas treinta yardas. Pero se necesitaron tres jugadores para detenerlo.
En la siguiente jugada, Marhdaln intentó pasar. Consiguió una excelente cobertura, pero quienes tenían que recibir luego el balón, caminaban dificultosamente a máxima velocidad, y ya tenían a todos los defensas sobre ellos. Y el balón, al ser lanzado, pasó silbando por sobre las cabezas de los Brish'diri y de los humanos también.
Marhdaln volvió al terreno después de aquello, y una vez más entregó el balón a un bóvido halfback. Esta vez intentó llegar hasta el final, pero fue tirado por tierra, luego de haber ganado tan sólo cinco yardas por un cuarteto de placadores humanos.
Otra vez Marhdaln entregó el balón a su otro halfback, y el fornido Brish'dir rompió la línea humana por el centro. Era un poco más rápido que el bóvido. Cuando llegó al claro, sólo un hombre se las ingenió para cogerlo de atrás. Y uno solo no era suficiente. El alienígena evitó el placaje y se movió pesadamente hacia la línea de gol.
El punto extra por ensayo se perdió por debajo del larguero en lugar de pasar sobre el mismo. Pero igualmente casi mata al pobre muchacho de la tribuna que intentó coger el balón.
Tomkins sonreía. Hill sacudió la cabeza con disgusto.
—Ésta no es la manera en la que se suponía se desarrollaría el partido —dijo—. Nos matarán si los Brish'diri resultan vencedores.
Esta vez el puntapié de salida sobrepasó enteramente los límites del Estadio. En el primer juego de la veintena, un jugador de línea Brish'diri irrumpió entre la línea humana y derribó a Sullivan precisamente en el momento en que efectuaba un pase. Sullivan cayó.