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Authors: Patricia Sverlo

Tags: #Biografía, Histórico

Un rey golpe a golpe (5 page)

BOOK: Un rey golpe a golpe
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Franco ponía como condición que Don Juan se retractara de lo que había declarado en el Manifiesto de Lausana, pero Juan se negó. La ruptura con Franco era definitiva y la prensa lo publicó, tanto en Suiza como en Portugal.

Pero Don Juan seguía a su aire, estaba seguro de que la cuestión del visado iba por buen camino y visitó el palacete de Bel Ver, de los condes de Feijó, que quería alquilar cuando llegaran sus hijos.

También estuvo en Monte Estoril, que era mucho más grande que Vila Papoila, la primera casa donde vivió, que le habían dejado los marqueses de Pelai. Bel Ver se correspondía más con sus aspiraciones. Tenía piscina y espacio para los caballos. En Lausana, mientras tanto, hacían y deshacían las maletas.

Para ir adelantando trabajo antes que los niños llegaran, los condes se decidieron a comprar los muebles y cuatro furgonetas bensen; y también diversos turismos, uno de los cuales era un Bentley de cuatro puertas.

El viaje de los niños desde Lausana a Estoril tuvo lugar a mediados de abril de 1946. Los dos niños, «Juanito» y Alfonso, eran considerados como posibles herederos y se decidió que viajaran en aviones separados para asegurar la continuidad sucesora en caso de catástrofe. Primero voló Alfonso con sus hermanas, y dos días después lo hizo «Juanito» con su abuela hasta la escala de Londres. Pero «Juanito» sólo iba a Estoril de vacaciones, no para quedarse. Tenía que volver al internado. Su estancia en Estoril, sin embargo, se prolongó por problemas de salud, una intoxicación persistente, que retrasó su primera comunión y el retorno a Friburgo hasta noviembre de 1947. El colegio al que debían asistir en Estoril, incluido «Juanito» cuando hacía estancias más o menos largas, que fueron varias, era la Escuela das Religiosas do Amor de Manantiales. Era un centro de acogida de niños, que recibía indigentes de la zona y niños pobres de las colonias portuguesas.

Pero ellos ni se enteraron, porque se formó un grupo de 7 u 8 niños españoles: los hermanos Eraso, los Arnoso, los hijos de Gil-Robles y los de otros colaboradores de Don Juan. Era la única opción para que estudiaran con profesores españoles, porque del otro colegio que había, el Instituto Español de Lisboa, era director Eugenio Montes, que por su relación con la Falange y por su dependencia del Gobierno español no gozaba de la simpatía de Don Juan. Las monjas del Amor de Manantiales pertenecían a una congregación fundada en Zamora y eran españolas. Además, el colegio estaba muy bien situado, junto a la plaza, cerca de Monte Estoril.

Pero «Juanito» fue sometido a una disciplina especial. Su preceptor continuó siendo Eugenio Vegas Latapié, a quien se puso una casa, Vila Malmequer («margarita»), un chalé ofrecido por los propietarios, los marqueses de Pelai, que también les habían dejado Vila Papoila como residencia en un primer momento. Con profesores especiales, «Juanito» pasaba las mañanas y las tardes estudiando. «Al pobre, muchas veces sólo le veíamos en vacaciones», recuerda la infanta Margarita. Incluso en verano, tenía que pasar horas y horas en Malmequer. A Margarita, su hermana ciega, también le pusieron una profesora especial, la polaca madame Petzenick. En mayo de 1946 su madre la había traído a Fátima para implorar «la gracia de iluminar sus dulces ojitos apagados», según lo que publicó el diario
ABC
. Pero no había nada que hacer. Aparte de ciega, Margarita era bastante extravagante. Un día explicó un chiste sobre Franco que había escuchado, y Don Juan le dio una sonora bofetada delante de todo el mundo.

Cuando eran niños, «Juanito» y sus amigos hacían brincadeiras (bromas) a costa de ella. Cuando nadaba en la playa de Tamariz, le decían «más a la izquierda, más a la derecha», y ella nadaba con seguridad, sin ningún temor, mientras su hermano y sus amigos se partían de risa. «Juanito» también le hacía bromas cuando intentaba pescar, tirando disimuladamente del hilo de la caña: «¡Margarita, que ya pican, ya pican!»

El 1947, cuando «Juanito» tenía nueve años, para él los reyes seguían siendo magos que traían juguetes a los niños: «Queridos Reyes: os escribo porque a lo mejor me traéis algo. Pero os digo que si no he sido bueno no tenéis que darme nada. Sólo carbón. Si me permitís, voy a pedir unas cositas para el 6 de enero: una escopeta de aire comprimido, una pistola con balines y una cosa que se pone en los oídos con una antena que se puede oír la radio». Los monárquicos de Bilbao le regalaron, aquel año, un balandro para aprender a navegar, el Sirimiri. Fue su primer barco. Más tarde supo que diferentes reyes en paro forzoso pasaban a menudo por su casa, sin que fuera el 6 de enero.

Días de «dry Martini» y rosas

La vida que los condes de Barcelona y sus hijos llevaban en Estoril, aunque se trataba del exilio y teóricamente estaban sin ingresos, no fue precisamente un infierno. Cada semana o cada mes, representantes de la nobleza española se trasladaban a Portugal para hacer turnos y asistirles como mayordomos. La marquesa de Pelai, acostumbrada a tener gastos importantes como financiar la CEDA, les había dejado gratuitamente dos palacetes: uno para vivir, y otro, Malmequer, para que montaran aquella especie de colegio particular sólo para «Juanito», a quien sus padres veían que le hacía falta toda la ayuda que pudieran conseguirle. Además, Juan March consiguió que Pedro Galíndez Vallejo, otro altruista, les cediera un velero de 30 toneladas y 26 metros de eslora todos los veranos, con tripulación y con todos los gastos pagados, del cual disfrutaron durante 17 años, hasta que el barco se murió de viejo.

Al médico de la familia, el doctor Loureiro, tampoco le pagaban nada. Juan Carlos iba a menudo a la consulta, no se sabe por qué motivo, y cuando ya era adolescente y salía con sus amigos y tomaba cerveza u otros bebidas, le pedía que le diera algo para que en casa no notaran que estaba alegre.

La Casa Real de los Borbón pasaba los días en una actividad febril. Iban al picadero de la Sociedad Estoril Plage, de caza a Herdade don Pinheiro o al Condado da Palma; a practicar el tiro de palomos; a jugar al golf por las tardes con contrincantes como el embajador de los Estados Unidos, entre otros, en el Club de Golf de Estoril; al Casino…

Dicen que las relaciones entre Don Juan y Nicolás Franco, hermano mayor del Caudillo y embajador en Portugal, siempre fueron muy difíciles. Pero lo cierto es que, una vez normalizada la residencia de la familia Borbón en Estoril, pasaron a saludarse cordialmente, y los descendentes respectivos —Juan Carlos de Borbón y Nicolás hijo— hicieron una gran amistad que duró muchos años. Fue tan intensa que en la década de los setenta se pusieron a colaborar juntos en los prolegómenos de la Transición.

El embajador, cuando le preguntaban por la relación, decía: «Me encuentro frecuentemente con Don Juan, primero porque me gusta beber whisky, y segundo porque así evito que lo hagan otros con ideas conspiradoras». Así como a la esposa del Conde de Barcelona, Doña María, le iba el Old Fashion (un combinado de whisky del Canadá, un terrón de azúcar, gotas de bíter amargo, unas lonchas de limón y naranja, hielo y una cereza), se sabe que al conde de Barcelona le gustaba beber «dry Martini». A veces en el bar los camareros comentaban: «Ahora no puede más». Pero siempre podía. Los camareros decían entre ellos «un dry Martini de medida rey», porque su cóctel, en lugar de una copa de ginebra, llevaba dos (dos terceras partes de ginebra, un poco de vermut francés, una gotita de whisky y mucho hielo). Siempre lanzaba unas carcajadas sonoras que llamaban la atención, donde quiera que estuviese.

En medio de la vorágine festiva de la familia, hasta el espía que los servicios secretos de Salazar le habían puesto para estar informados puntualmente, Joao Costa, que oficialmente ejercía como guardaespaldas, resultó ser un personaje simpático, que encajaba bien con el resto de la troupe.

Antes de ser policía había trabajado en el circo como trapecista y, cuando estaba de buen humor, hacía saltos mortales en el jardín para distraer a los niños.

El día de su santo, en una costumbre que después heredó su hijo «Juanito», el conde de Barcelona celebraba grandes fiestas. Y como todo el mundo quería salir en las fotos con él, Don Juan hacía avisar a un fotógrafo profesional, César Cardoso. Pero después Don Juan tenía la curiosa costumbre de llevar las compras personalmente: él mismo iba a recoger las copias al fotógrafo, se las compraba y después las revendía a los invitados. Hacía lo mismo cuando los fotografiaban en grupo en Villa Giralda o en el Club de Golf.

La familia real Borbón no era la única que se había instalado en Estoril en aquella época de «dry Martini» y rosas. El vecindario no podía ser mejor. Aparte de residentes de lujo como el almirante Nicolás Horty (que había sido regente de Hungría y había combatido a favor de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, posteriormente acusado de crímenes de guerra y liberado en 1946 con tal de vivir siempre en el exilio), el barrio de Monte Estoril estaba lleno de palacetes habitados por reyes en el exilio. Como el rey Carol de Rumanía y su esposa, la presunta familia real de Francia, la de Bulgaria, la del Brasil… Y también la del ex-rey de Italia, Víctor Manuel, con toda su prole, que había tenido que abandonar su país en 1946, tras el referéndum que puso fin a la monarquía, acusado de connivencia y simpatía hacia Benito Mussolini. Todos vivían felices esperando tiempos mejores. El barrio tenía tantas figuras que hasta los jugadores de mus solían decir: «Tiene más reyes que Estoril».

La familia de Don Juan tenía relación, sobre todo, con los italianos y los franceses. Eran amigos, se trataban de tú, hacían excursiones juntos, se visitaban asiduamente, asistían en grupo a los mismos espectáculos y sitios de recreo, tenían profesores comunes para los hijos.., y los niños de Don Juan, como era lógico, tenían que compaginar toda esta vida con los estudios, primero en el colegio de las monjas de Zamora y más tarde en los Salesianos. En los Salesianos, a «Juanito» le explicaban las lecciones aparte de los demás niños, en el despacho del padre Valentini. Además, seguía con las clases especiales en Malmequer, tanto en verano como en invierno, y con la presencia constante de la sombra de su preceptor, Eugenio Vegas Latapié, que le abucheaba a diestro y siniestro. Un día le dijo: «Por este camino, nunca podrá ganarse la vida. Y tal como está el mundo, todos debemos prepararnos para poder trabajar de un modo u otro«. »Juanito» se quedó muy afectado y al día siguiente desapareció. Cuando volvió a Villa Giralda, dijo que había estado recogiendo pelotas en el Club de Tenis y le enseñó a su preceptor un puñado de monedas que tenía en la mano: «Tú creías que no me podía ganar la vida… Claro que sí». La de las pelotas fue la única actividad remunerada en la que tuvo que doblar la espalda, que recuerden quienes, hasta hoy, han hecho públicas sus memorias.

Aparte del hecho de que «Juanito» no era demasiado listo, dicen los amigos que tuvo en aquella época que tampoco era atrevido y no solía tener éxito con las mujeres. Cuando ya era adolescente, aunque durante la semana prácticamente no le veían porque tenía que estudiar mucho, los fines de semana le dejaban salir algo e iba a bailar a una boite llamada Ronda. A pesar de las dificultades, tuvo varias «novias». En primer lugar, Chantal de Quay, una belga muy adelantada y moderna para la época. También vivió una pasión profunda por una tal Viky o Piky, de la familia Posser de Andrade, que le acabó robando su amigo Babá Arnoso. Pero la más importante fue María Gabriela de Saboya, la segunda hija de las tres que tenía Humberto, aspirante al trono de Italia. La hermana mayor, María Pía, tenía fama de inteligente; la pequeña, Titi, de alocada; y Gabriela, de «paradita», de ser «la más sosa», aunque era, eso sí, la más guapa de las tres.

Así vivieron, matando el tiempo, en la que para el resto de Portugal fue la dura etapa de la dictadura de Oliveira Salazar. A finales de los años cuarenta y durante los primeros cincuenta, en el margen sur del río Tajo, zona industrial con abundante población obrera, «el cinturón rojo» del Alentejo, había huelgas y manifestaciones constantes. La detención, tortura, juicio y condena a cadena perpetua del líder comunista Alvaro Cunhal en 1950 fue uno de los puntos culminantes. Lo que para las clases dominantes en el exilio era el paraíso significaba un campo de concentración de mordaza y miseria para la población lusitana.

El ruido de la lucha de clases casi no llegaba a la residencia de los condes de Barcelona. Tras Bel Ver, donde vivieron desde l abril de 1946 hasta finales de 1947, se fueron a Villa Giralda. No se sabe con qué dinero consiguió comprársela a los Figueredo el supuestamente arruinado Don Juan.

Pero no debieron darse demasiada prisa, puesto que antes de trasladarse definitivamente, en 1948, hicieron unas obras importantes para habilitarla que duraron casi un año. Villa Giralda estaba rodeada de un jardín de más de 3.000 metros cuadrados, contaba con 51 habitaciones y una terraza que miraba a la costa de Cascais. Cabían hasta 400 personas, a juzgar por algunas fiestas que tuvieron lugar allí. Muy sensibles a la realidad social, los condes de Barcelona formaban en el jardín, una vez por semana, una ordenada fila de pobres, a quienes daban de comer. No se sabe si las sobras de los ágapes reales o un menú de puchero para
sans-culottes
.

CAPÍTULO 3

MONEDA DE CAMBIO CON EL FRANQUISMO

Negociando con el Régimen

Algunas de las 51 habitaciones de Villa Giralda se utilizaban como oficinas de la secretaría de Don Juan, que seguía con sus actividades político-conspirativas. No estaba allí sólo para darse la gran vida. Entre otras ocupaciones, rodeado por el consejo privado que había formado, aparte de redactar comunicados y manifiestos, se dedicaba a negociar con el Régimen de Franco. Para ello no dudaba incluso en utilizar a sus hijos herederos como moneda de cambio, para ir consolidando la idea de la restauración monárquica, un objetivo al que no renunció nunca. Posturas internacionales como la retirada de los embajadores extranjeros de España, tras la condena de la ONU al Régimen de Franco, le permitían conservar la esperanza. Franco también tenía gestos de buena voluntad, hacia los aliados y hacia Don Juan. En 1947 convirtió oficialmente a España en Reino, con la Ley de Sucesión dictada en marzo y ratificada mediante referéndum el 6 de julio.

Un reino sin rey

Toda una paradoja. Además, a partir de este momento, el Gobierno franquista empezó a pasar una renta anual de 250.000 pesetas a Victoria Eugenia como reina viuda. No hay constancia de que también pasara alguna renta a Don Juan, que en todo caso recibía ayuda de nobles y empresarios con el consentimiento del Régimen.

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