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Gavin asintió.

—Biggs era así… Te volvía loco con sus pequeñas manías hasta que hacías algo al respecto, o hasta que dejaban de molestarte.

—Era su forma de conseguir que todo el mundo diera lo mejor de sí mismo e intentara llegar el primero a la nieta. Por eso solía decirle a Luke que tenía que ingresar en la Academia. No quería que nadie desaprovechara sus capacidades cuando podía sacar más provecho de ellas. —Wedge se rascó la nuca—. Si Biggs hubiera sobrevivido a Yavin, ahora tendríamos que presentarle nuestros informes.

Corran levantó un dedo.

—Sí, pero el tipo de la tercera presa… ¿consiguió llegar a expiar su pecado?

La curva de la sonrisa de Wedge se desplomó.

—Ese tipo… se llamaba Karsk, Amil Karsk. Bien, pues Karsk se encargó de la tercera de la serie de cinco patrullas programadas para Biggs. Era un trabajo bastante sencillo, ya que sólo tenía que acompañar a una burladora de bloqueos en una misión de correo. Incluso prometía un par de días de descanso y diversión. Se trataba de una auténtica ocasión de oro, pero Biggs dejó que Karsk le quitara la misión sin hacer nada para tratar de evitarlo. Esa misión y ese correo llevaron a Karsk a Alderaan. Estaba en la superficie del planeta cuando apareció la Estrella de la Muerte.

—Uf. —Corran alzó los brazos y se levantó—. Biggs tuvo mucha suerte de que le robaran esa misión.

—Sí, pero la suerte siempre se termina tarde o temprano. —Los ojos castaños de Wedge se endurecieron de repente—. La nuestra todavía no se ha terminado…, o no del todo. Me alegro de que volváis a estar con nosotros. Preferiría no tener que añadiros a la lista de amigos que me ha robado el Imperio, porque esa lista ya es demasiado larga.

Gavin tragó saliva y después le ofreció la mano a Wedge.

—Gracias, señor. Ahora tengo la sensación de que conozco un poco mejor que antes a Biggs.

Wedge estrechó la mano del joven.

—Gracias a ti por haberme dado ocasión de recordar todas esas cosas buenas relacionadas con Biggs. La guerra nos obliga a dedicar demasiado tiempo a recordar las pérdidas y ese momento en el que la gente deja de contribuir a esta vida. Biggs, Porkins, Dack, Lujayne… Todos tienen que ser recordados como algo más que bajas. No es algo que haga con la frecuencia suficiente.

Su comandante echó una mirada al cronómetro del mamparo.

—Dentro de poco he de reunirme con el almirante Ackbar. Disponéis de unas cuatro horas antes de que celebremos un servicio conmemorativo por Lujayne y las otras personas que perdimos en Talasea. Y después de eso, como Ackbar lo desea y Salm está tozudamente decidido a ello, cancelaremos las reservas de suerte de unos cuantos imperiales y haremos que nuestros muertos puedan descansar mucho más tranquilos.

20

El nada característico silencio que Emetrés mantuvo durante el vuelo desde el
Aplazamiento
hasta el
Hogar Uno
había hecho que Wedge empezara a preguntarse si la galaxia no habría cambiado súbitamente a su alrededor mientras dormía. El androide no había suplicado, pedido, insistido ni aburrido con detalles sobre lo necesario que era el que fuese al
Hogar Uno
y, de hecho, se había limitado a hacer acto de presencia y a decir que tenía ciertos asuntos que atender a bordo del navío insignia rebelde.

Tycho se había encogido de hombros, por lo que Wedge decidió permitir que los acompañara. El androide parecía desusadamente callado, pero eso no tenía nada de siniestro y, en realidad, constituía una novedad muy bienvenida. Mientras pilotaba la
Prohibido
en su rumbo hacia el crucero mon calamariano, Wedge cayó en la cuenta de que apenas había visto a Emetrés durante su estancia en Talasea, y de que le había oído todavía menos. De hecho incluso había oído menos quejas acerca del androide, y decidió tomárselo como una buena señal. Wedge pensaba que el cuidar de los pilotos ya era una labor bastante dura por sí sola para que además tuviera que agravarla preocupándose por los androides.

La sonrisa que iluminó el rostro del general Salm cuando Wedge y Tycho entraron en la sala de reuniones del almirante Ackbar, incrementó la extraña sensación de distanciamiento de la galaxia que estaba experimentando el corelliano.

—Capitán Tycho, comandante Antilles… Me alegro de verlos. Han sido muy amables al hacer que su androide M-3P0 enviara esa remesa de trajes de vuelo nuevos al Ala Defensora. Aceptamos sus disculpas, y tenemos muchas ganas de colaborar con ustedes en esta misión.

Wedge miró a Tycho, pero su oficial ejecutivo meneó la cabeza en una negativa casi imperceptible. «Si eso hace feliz a Salm, ¿realmente necesito saber qué está ocurriendo?».

—Gracias, general. Después de todo, nos encontramos en el mismo bando.

El rostro de Corran se apartó lentamente de Wedge para volverse hacia Salm y luego volvió a girar hacia Wedge. El almirante parpadeó y juntó las manos-aletas.

—Aguas limpias y poco oleaje… Magnífico. —El mon calamariano se sentó y pulsó uno de los botones del brazo del asiento—. Nuestros androides han vuelto a comprobar los hallazgos del equipo forense que llevó a cabo las autopsias de los soldados de las tropas de asalto que ustedes trajeron de Talasea, y han confirmado que el sarpullido presente en tres de ellos ha sido producido por la roséola de Rachuk. El análisis de ADN del virus muestra una variación con respecto al secuenciamiento comunicado hace dos años y, dada la velocidad a la que tienen lugar las mutaciones espontáneas, eso indica que debería tratarse de la variedad más reciente.

Wedge asintió.

—Así que los imperiales vinieron de Rachuk.

Ackbar señaló la imagen holográfica generada por ordenador que estaba creciendo en el centro del grupo, y que mostraba un mundo relativamente pequeño en el cual había unas cuantas islas selváticas dispersas.

—En sí el sistema de Rachuk carece de importancia, pero su situación en la zona centro de la galaxia significa que un gran número de naves lo atraviesan mientras se dedican al comercio. El Imperio estableció una base en Vladet para mantener alejados a los piratas, una labor que fue llevada a cabo relativamente con éxito. El sistema de Chorax se encuentra dentro del sector controlado por Rachuk, al igual que el sistema de Hensara, por lo cual parece lógico suponer que el comandante del sector decidió que había que eliminar al Escuadrón Rebelde.

—Pero ¿cómo llegaron a enterarse de dónde estábamos?

La expresión del rostro de Salm se ensombreció ligeramente.

—La presencia de un espía en su base no puede ser totalmente descartada.

Wedge lanzó una rápida mirada de soslayo a Tycho, pero no percibió ninguna reacción a la observación del general. «Admirable, desde luego. Aun así, no estoy dispuesto a quedarme callado…».

—El resultado de que no hubiera ningún espía sería que su inexistencia produciría la misma falta de evidencias que la presencia de un espía que conoce muy bien su trabajo, y estoy pensando en alguien tan bien camuflado que no hemos podido dar con él.

—Eso sigue sin constituir una razón por la que no debamos buscar a un espía.

Tycho meneó la cabeza.

—El nivel de seguridad de la base era excelente. Todos los mensajes recibidos o enviados contaban con la autorización correspondiente.

—Que usted sepa.

—No se trata de eso, señor, porque…

—O quizá prefiere limitarse a hablar de ciertos mensajes —dijo Salm, y sonrió.

—General, el capitán Celchu está exponiendo los resultados de toda una serie de comprobaciones que llevé a cabo personalmente. No hubo ninguna filtración por parte del Escuadrón Rebelde.

Ackbar puso punto final a la discusión agitando una mano-aleta.

—Es más que probable que el Imperio colocara unos cuantos sensores pasivos en los edificios después de que Vader matara a los colonizadores. Si esos sensores recogieron datos y luego los transmitieron pasado un tiempo, o utilizando un formato que no reconoceríamos fácilmente, entonces la transmisión lograría escapar a nuestros sistemas de vigilancia. Teníamos varios equipos barriendo la zona, pero detectar la presencia de sensores pasivos no resulta nada fácil.

—También podría haber sido un caso de suerte pura y simple.

Salm miró a Tycho.

—¿Qué quiere decir, capitán?

Tycho apartó un par de mechones de cabellos castaños de su frente.

—Los imperiales tienden a ser poco sutiles. Si yo hubiera estado al mando y supiera dónde se encontraba el Escuadrón Rebelde, habría utilizado todos los recursos a mi disposición. Sabemos que el mando de Rachuk cuenta con un Interdictor y que dispone como mínimo de un crucero de ataque capaz de transportar a tres escuadrones de cazas TIE. Dado que todos esos efectivos no hicieron acto de presencia, sospecho que se limitaron a enviar pelotones de soldados de las tropas de asalto para que reconocieran los sistemas deshabitados del sector…, eso presuponiendo, por supuesto, que tienen espías en la mayoría de los sistemas habitados. Un pelotón dio con nosotros, y el comandante decidió ser ambicioso y destruirnos sin la ayuda de nadie.

Ackbar asintió.

—Otra conclusión lógica obtenida de las evidencias disponibles. También ha habido una considerable cantidad de tráfico llevado a cabo por pequeños navíos mercantes que entran y salen de Talasea.

—Sí, señor. Emetrés puede proporcionarle todos los datos sobre ellos.

—Ya lo ha hecho y todos parecen estar limpios, comandante, pero bastaría con que un tripulante cometiese un error para que su seguridad se viera en peligro. Aun así, y en última instancia, la razón por la que la base de Talasea fue localizada no tiene tanta importancia como el hecho de que hayamos descubierto el origen de los soldados de las tropas de asalto. Han transcurrido dos días estándar desde la muerte de esos soldados, por lo que existen muchas probabilidades de que su ausencia haya sido notada.

Wedge se cruzó de brazos.

—La respuesta imperial estándar sería la de enviar las fuerzas necesarias, tomar el planeta e impedir que pudiéramos volver a utilizarlo.

—Esperamos que el
Devastación
y el
Áspid Negro
sean utilizados para impedir que el Escuadrón Rebelde lleve a cabo un ataque rápido seguido por una huida todavía más rápida contra la fuerza expedicionaria de Talasea, lo cual significa que no estarán defendiendo Rachuk. —Salm estiró el brazo y tocó el mundo holográfico con las puntas de los dedos. La isla que había seleccionado fue aumentando de tamaño para acabar sustituyendo al planeta del que formaba parte. A medida que la imagen se iba expandiendo, el ordenador añadió edificios, montañas, baterías de cañones iónicos y demás detalles de importancia militar. Dos cordilleras (los bordes del cráter de un volcán apagado) rodeaban la base a la manera de un par de paréntesis—. Disponemos de otras informaciones sobre las situaciones y rutas de patrullaje de las naves del sector de Rachuk. Creemos que Vladet debería poder ser sometido a un ataque de represalia, y que la Gran Isla nos ofrece el objetivo ideal para ello.

Wedge se acercó un poco más a la isla holográfica suspendida en el aire.

—¿Escudos de defensa?

Salm sonrió, y a Wedge le complació que aquella mueca de depredador no estuviera dirigida hacia él.

—No si quieren disparar sus cañones iónicos. Como puede ver, la isla forma parte de un antiguo volcán. Los generadores son del tipo geotérmico y bastante viejos, y nunca conseguirían elevar el escudo al mismo tiempo que suministraban energía a los cañones iónicos.

—¿Y si prefieren jugar a hacerse la tortuga en vez de tratar de disparar?

El piloto de bombarderos trazó un círculo alrededor de lo que originalmente había sido el perímetro del cráter. En el sur el muro se había desmoronado hasta casi desaparecer, y una gran parte de la base había sido construida sobre la planicie que unía el volcán con la bahía. En el lado norte del cráter el muro había empezado a erosionarse, pero aun así apenas se trataba de una pequeña mella en comparación con la brecha que había hacia el sur.

—El generador del escudo tiene que proteger desde la playa hasta las cimas de las montañas. En el lado norte debería ser posible abrirse paso a través de la montaña y crear una brecha lo suficientemente grande para que nuestros bombarderos pudieran pasar. En cuanto estemos debajo del escudo, los generadores dejan de existir y todo se ha acabado.

«Parece que debería dar resultado…». Wedge deslizó una mano sobre su mentón.

—¿Nos limitaremos a atacar y luego nos iremos, o tomaremos posesión del objetivo?

—Queremos causar los daños suficientes para que el Imperio tenga que trasladar nuevos contingentes a Vladet. —Ackbar pulsó otro botón del brazo de su asiento, y la isla se desvaneció—. En estos momentos se puede considerar que el sector de Rachuk sólo existe en tanto que símbolo, y como una herida que el Imperio debe taponar de alguna manera. Queremos que la incursión empiece dentro de doce horas. ¿Cuál será el nivel operacional del Escuadrón Rebelde en ese instante, comandante?

—Tendré que prescindir de dos pilotos. Podría entregarle el ala-X de Forge al capitán Celchu.

—No —dijo el general Salm, sacudiendo la cabeza en una firme negativa.

Ackbar abrió la boca para sonreír.

—Lo que realmente quiere decir el general Salm con esa negativa es que utilizaremos a la
Eridain
como centro de mando y de control. El capitán Celchu operará allí para coordinar al Escuadrón Rebelde con el Ala Defensora. Hemos optado por este arreglo a petición del capitán Afyon.

Wedge miró al general Salm y frunció el ceño. «¿Cómo puede estar dispuesto a confiarle todas nuestras fuerzas a Tycho cuando no quiere confiarle la cabina de un ala-X? ¿Acaso no resulta obvio en cuál de los dos sitios puede causar mayores daños?».

—¿Le parece una solución aceptable, capitán? —preguntó, empleando un tono lo suficientemente seco y cortante para poder estar seguro de que Tycho comprendería que su comandante se enfrentaría a Salm en el caso de que el piloto quisiera tomar parte en la incursión.

—Sí, señor. De todas maneras, no he acumulado las suficientes horas de vuelo a bordo de un ala-X para que se me pueda considerar cualificado con vistas a esta misión, así que me encantará ocuparme de la coordinación y el control de vuelo.

Salm tiró de los extremos de su guerrera azul.

—Dispondré de mi propio controlador de vuelo a bordo de la
Eridain
, y usted trabajará con él.

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