Sobre la muerte y los moribundos (29 page)

Read Sobre la muerte y los moribundos Online

Authors: Elisabeth Kübler-Ross

BOOK: Sobre la muerte y los moribundos
3.88Mb size Format: txt, pdf, ePub

La entrevista que viene a continuación, con la señora L., hablará por sí misma. La he incluido en este libro porque representa el tipo de paciente que puede frustrarnos más, ya que fluctúa entre el deseo y la negociación de toda necesidad de ayuda. Es importante que no impongamos nuestros servicios a estos pacientes, sino que estemos disponibles para cuando nos necesiten.

Doctora:
Señora L., ¿cuánto tiempo lleva en el hospital?

Paciente:
Vine al hospital el 6 de agosto.

Doctora:
No es la primera vez, ¿verdad?

Paciente:
No, no. Creo que he estado aquí veinte veces o más.

Doctora:
¿Cuándo fue la primera vez?

Paciente:
Bueno, la primera vez fue en 1933, cuando tuve mi primer hijo. Pero la primera vez que ingresé en este hospital fue en 1955.

Doctora:
¿Para qué vino entonces?

Paciente:
Entonces fue la adrenalectomía.

Doctora:
¿Para qué fue la adrenalectomía?

Paciente:
Porque tenía un tumor maligno en la base de la columna vertebral.

Doctora:
¿En 1955?

Paciente:
Sí.

Doctora:
¿O sea que lleva once años con este tumor maligno?

Paciente:
No, llevo más de once años. Me estirparon un pecho en 1951. Y el segundo me lo extirparon en 1954, y la adrenalectomía y la extirpación de los ovarios fueron aquí en el 55.

Doctora:
¿Qué edad tiene ahora?

Paciente:
Tengo cincuenta y cuatro, pronto cumpliré cincuenta y cinco.

Doctora:
Cincuenta y cuatro. Y lleva enferma, que usted sepa, desde 1951.

Paciente:
Eso es.

Doctora:
¿Puede decirnos cómo empezó todo?

Paciente:
Pues estábamos celebrando una pequeña reunión de familia en el 51, y tenía en casa a todos los parientes de mi marido de fuera de la ciudad. Subí a arreglarme y a tomar un baño y me di cuenta de que tenía un bulto encima del pecho. Llamé a mi cuñada y le pregunté si creía que era algo como para preocuparse. Ella me dijo que sí, que telefoneara a un médico y le pidiera hora, y así lo hice. Esto era un viernes, y fui al consultorio del médico el martes siguiente, y el miércoles fui al hospital a hacerme unas radiografías. Me dijeron que era un tumor maligno y a principios de la semana siguiente me operaron, y me extirparon un pecho.

Doctora:
¿Cómo se tomó todo eso? ¿Qué edad tenía aproximadamente?

Paciente:
Tenía unos treinta... bueno, cerca de cuarenta años. No sé, todo el mundo pensó que me derrumbaría. No podían entender que me lo tomara con tanta tranquilidad. En realidad, bromeé sobre el asunto. Mi cuñada no podía entender que yo pasara por alto el comentario de que podía ser un tumor maligno cuando descubrí el bulto. Y yo me lo tomé muy a la ligera. Mi hijo mayor fue quien se lo tomó peor.

Doctora:
¿Qué edad tiene?

Paciente:
Tenía diecisiete años, aún no, le faltaban unos meses para cumplir los diecisiete. Estuvo en casa hasta después de que me operaron y luego se fue al servicio porque tenía miedo de que yo estuviera enferma o no pudiera levantarme de la cama o algo así, o sea que se fue al servicio. Pero aparte de eso, no me preocupó... lo único que me molestó fueron los tratamientos a base de radiaciones que me aplicaron después.

Doctora:
¿Qué edad tenían sus otros hijos? Me ha parecido que tenía más.

Paciente:
Sí, tengo otro chico que tiene veintiocho años.

Doctora:
¿Ahora?

Paciente:
Ahora. Entonces estaba en la escuela elemental.

Doctora:
¿Tiene usted dos hijos?

Paciente:
Dos chicos.

Doctora:
Su hijo tenía verdadero miedo de que usted fuera a morirse.

Paciente:
Creo que sí.

Doctora:
Y se fue.

Paciente:
Se fue.

Doctora:
¿Cómo se lo tomó más adelante?

Paciente:
Bueno, él tiene una cosa por la que yo suelo tomarle el pelo: la “hospitalofobia”, porque no puede venir al hospital y verme echada en la cama. La única vez que ha venido fue cuando me estaban practicando una transfusión de sangre. Su padre le pide a veces que se lleve algo a casa o que me traiga algo que es demasiado pesado para llevarlo él.

Doctora:
¿Cómo le dijeron que tenía un tumor maligno?

Paciente:
Muy bruscamente.

Doctora:
¿Y eso es bueno o malo?

Paciente:
No me molestó. No sé cómo se lo tomaría otro, pero yo prefería saberlo cuanto antes, ésa es mi opinión. Yo prefería saberlo antes que nadie. Creo que si no, te vuelves más susceptible al hecho de que todo el mundo te presta demasiada atención y te figuras que algo va mal: así es como lo siento.

Doctora:
Sospecharía de todos modos.

Paciente:
Creo que sí.

Doctora:
Entonces era 1951, y ahora estamos en 1966, y usted ha estado veinte veces en el hospital.

Paciente:
Yo diría que sí.

Doctora:
¿Qué cree que puede enseñarnos?

Paciente:
(Risas.) No sé, todavía tengo mucho que aprender.

Doctora:
¿Cuál es su estado físico ahora? Veo que lleva un corsé ortopédico. ¿Tiene dificultades con la columna vertebral?

Paciente:
Es por la columna. Me hicieron una fusión espinal el mes de junio pasado, hace un año, el 15 de junio último, y me dicen que tengo que llevar el corsé continuamente. Ahora estoy aquí porque tengo un pequeño problema con la pierna derecha. Pero con la ayuda de los buenos médicos que hay en este hospital... bueno, también me arreglarán eso. La tenía como dormida. Había perdido un poco el uso de ella y tenía una sensación de hormigueo en las piernas, como si me pincharan con agujas. Ayer desapareció. Ahora puedo mover libremente la pierna y la vuelvo a sentir normal.

Doctora:
¿Ha tenido alguna reaparición del tumor maligno?

Paciente:
No. Me dijeron que no hay por qué preocuparse, que está latente.

Doctora:
¿Cuánto tiempo lleva latente ahora?

Paciente:
Bueno, supongo que debe de estar latente desde la adrenalectomía; desde luego, no sé demasiado. Si los médicos me dan buenas noticias, yo me las creo.

Doctora:
Le gusta oírlas.

Paciente:
Cada vez que salgo por esa puerta digo a mi marido: “Ésta es la última vez que vengo aquí, no voy a volver más.” Cuando salí de aquí el 7 de mayo último, lo dijo él para que yo no tuviera que decirlo. Pero no duró mucho. Estaba otra vez aquí el 6 de agosto.

Doctora:
Tiene usted una cara sonriente, pero en el fondo seguro que guarda mucho más dolor y tristeza.

Paciente:
Bueno, supongo que uno se pone así a veces.

Doctora:
¿Cómo se toma usted todo esto? Tener un tumor maligno, haber estado veinte veces en el hospital, que le hayan extirpado los pechos, y la adrenalectomía.

Paciente:
Y las fusiones espinales...

Doctora:
Las fusiones espinales. ¿Cómo se lo toma?

¿De dónde saca fuerzas y cuáles son sus preocupaciones?

Paciente:
No sé, supongo que la fe en Dios y en los médicos me ayuda.

Doctora:
¿Cuál va primero?

Paciente:
Dios.

Capellán:
Hemos hablado de eso antes y, aunque tenga esta fe que la sostiene, hay veces que se siente desgraciada.

Paciente:
Oh, sí.

Capellán:
Esto es algo difícil de evitar, la depresión, a veces.

Paciente:
Sí. Creo que me siento deprimida sobre todo cuando llevo un tiempo sola. Recuerdo el pasado y pienso que es inútil estar allí echada pensando en eso. Todo queda atrás. Debería pensar más en el futuro. Cuando vine la primera vez, y supe que iban a operarme de cáncer... bueno, tenía a aquellos dos chicos para educarlos.

Doctora:
Ahora son mayores, ¿verdad? O sea que dio resultado. (La paciente llora.)

Paciente:
Eso es todo lo que necesito, perdóneme, necesito desahogarme llorando.

Doctora:
Muy bien. Me pregunto por qué ha dicho eso de evitar la depresión. ¿Por qué debería evitarla?

Capellán:
Bueno, he utilizado una palabra poco adecuada. La señora L. y yo hemos hablado mucho de cómo hay que habérselas con la depresión. En realidad no ha de evitarse. Hay que enfrentarse con ella y superarla.

Paciente:
A veces he de llorar, no puedo evitarlo. Lo siento...

Doctora:
No, no, yo la animo a que lo haga.

Paciente:
Oh, usted...

Doctora:
Sí, creo que evitarlo sólo sirve para hacer todo más duro de soportar, ¿no?

Paciente:
Bueno, no, yo no lo creo. Creo que te sientes peor después de dejarte llevar, ésa es mi opinión. Porque cualquiera que lleve así tanto tiempo como yo... bueno, creo que debería estar agradecido por lo que ha pasado. He tenido muchas cosas que muchas otras personas no han tenido la oportunidad de lograr.

Doctora:
¿Se refiere al tiempo extra?

Paciente:
El tiempo extra por una parte. He presenciado esa experiencia en mi propia familia hace pocos meses. Y creo que he tenido mucha suerte de que no me ocurrieran a mí esas cosas.

Capellán:
¿Se refiere a la experiencia de su cuñado?

Paciente:
Sí.

Capellán:
Murió aquí.

Paciente:
Sí, el 5 de mayo.

Doctora:
¿Qué fue esa experiencia?

Paciente:
Bueno, él no estuvo enfermo mucho tiempo, y no tuvo la oportunidad de durar tanto como yo. No podía decirse que fuera viejo. Tenía una enfermedad que, si se la hubiera cuidado desde el principio... Creo que fue pura negligencia por su parte, pero a pesar de todo, no duró mucho.

Doctora:
¿Qué edad tenía?

Paciente:
Tenía sesenta y tres años.

Doctora:
¿Qué tenía?

Paciente:
Tenía cáncer.

Doctora:
¿No le prestó atención o qué?

Paciente:
Había estado mal durante seis meses, y todo el mundo le había dicho que debía ir a ver a un médico, ir a algún sitio y hacerse cuidar. Él se abandonó hasta que ya no pudo seguir cuidándose de sí mismo. Entonces decidió venir aquí y pedir ayuda. Él y su mujer estaban muy afectados porque no podían salvarle la vida como salvaron la mía. Como he dicho, él esperó hasta que ya no pudo aguantar más.

Doctora:
Este tiempo extra ¿es un tiempo especial? ¿Es diferente de otro tiempo?

Paciente:
No, no puedo decir que sea diferente. No puedo decirlo porque yo siento que mi vida es tan normal como la suya y la del capellán. No tengo la impresión de estar viviendo un tiempo prestado, ni creo que tenga que aprovechar más este tiempo que me queda. Me parece que mi tiempo es el mismo que el suyo.

Doctora:
Algunas personas tienen la impresión de que están viviendo más intensamente.

Paciente:
No.

Doctora:
Bueno, no es así en todos los casos. ¿Usted no comparte ese sentimiento?

Paciente:
No, no, yo sé que no. Y sé que todos tenemos un tiempo para marcharnos, y que no me ha llegado el momento, eso es todo.

Doctora:
¿Ha intentado pensar, de alguna manera, que durante este tiempo es cuando puede prepararse más para la muerte?

Paciente:
No. Sigo tirando, de un día para otro, como hacía antes.

Doctora:
¡Oh! ¿Nunca ha pensado siquiera en cómo será y en lo que significa?

Paciente:
No. Nunca he pensado en ello.

Doctora:
¿Cree usted que la gente debería hacerlo? Porque todos tenemos que morir un día.

Paciente:
Bueno, en realidad nunca se me ha ocurrido pensar en prepararme para morir. Creo que, cuando llega el momento, algo en tu interior debe advertírtelo. Todavía no me siento preparada. Creo que tengo mucho tiempo.

Doctora:
Sí, nunca se sabe.

Paciente:
No, pero quiero decir que me imagino que, así como he criado a mis dos chicos, ahora tengo que ayudar a cuidar a los nietos.

Doctora:
¿Tiene nietos?

Paciente:
Siete.

Doctora:
Y está esperando que crezcan.

Paciente:
Estoy esperando que crezcan para poder ver a mis biznietos.

Doctora:
Cuando está en el hospital, ¿qué clase de cosas le ayudan más?

Paciente:
¡Oh! Estaría con los médicos todo el día si pudiera.

Capellán:
Creo que yo también conozco otra respuesta para eso, y es que usted siempre se imagina el futuro, tiene en perspectiva el objetivo que quiere. Siempre está diciendo que lo que quiere es poder irse a casa y moverse.

Paciente:
Tiene razón. Quiero volver a andar. Y estoy bastante segura de que voy a hacerlo igual que lo hice hace muchos años. Es una determinación.

Doctora:
¿Qué cree que la ha ayudado a no ceder, a no abandonarse?

Paciente:
Pienso en el único que ahora queda en casa, mi marido, que es más niño que todos los niños juntos. Es diabético, y eso le ha afectado a los ojos, y no puede ver demasiado bien. Cobramos la pensión de invalidez.

Doctora:
¿Qué cosas puede hacer?

Paciente:
Bueno, no puede hacer demasiadas. Tiene muy poca vista. No puede ver los semáforos por la calle. La última vez que estuve en el hospital él estaba charlando con la señora S., y ella estaba sentada a un lado de la cama y le preguntó si podía verla. Él dijo que sí, pero que la veía borrosa, de lo que deduzco que tiene muy poca vista. Puede ver los grandes titulares de los periódicos, pero para los titulares de segunda línea tiene que usar una luna, y lo demás no puede verlo.

Other books

Who Are You? by Anna Kavan
B for Buster by Iain Lawrence
The Unexpected Holiday Gift by Sophie Pembroke
Biting Nixie by Mary Hughes
The Easter Egg Murder by Patricia Smith Wood