Sobre la muerte y los moribundos (12 page)

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Authors: Elisabeth Kübler-Ross

BOOK: Sobre la muerte y los moribundos
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El ejemplo del señor H. ilustrará la fase de depresión que empeoró por la falta de conocimiento y comprensión de las necesidades de este paciente por parte de los que le rodeaban, especialmente su familia inmediata. Ilustra ambos tipos de depresión, pues manifestaba muchos remordimientos por sus “fracasos” cuando estaba bien, por las oportunidades perdidas cuando todavía podía estar con su familia, y lamentaba no ser capaz de darles algo más. Su depresión era paralela a su creciente debilidad e incapacidad para funcionar como hombre y como proveedor. La posibilidad de someterse a otro tratamiento prometedor no le estimulaba. Nuestras entrevistas manifestaron que estaba dispuesto a alejarse de esta vida. Estaba triste porque se veía obligado a luchar por la vida cuando él quería prepararse a morir. Es esta discrepancia entre los deseos y disposición del paciente y lo que esperan de él los que le rodean lo que causa el mayor dolor y turbación a nuestros pacientes.

Si los miembros de las profesiones asistenciales llegaran a ser más conscientes de la discrepancia o conflicto entre el paciente y los que le rodean, podrían compartir sus conocimientos con las familias de sus pacientes y ser de gran ayuda para unos y otros. Deberían saber que este tipo de depresión es necesaria y beneficiosa si el paciente ha de morir en una fase de aceptación y paz. Sólo los pacientes que han podido superar sus angustias y ansiedades serán capaces de llegar a esta fase. Si las familias supieran esto, también ellas podrían ahorrarse mucha angustia innecesaria.

A continuación viene nuestra primera entrevista con el señor H.:

Paciente:
¿Tengo que hablar muy alto?

Doctora:
No, así está bien. Si no podemos oírle, se lo diremos. Hable todo lo alto que pueda mientras se sienta cómodo.

El señor H. dijo que si yo le sostenía psicológicamente, tendríamos una buena conversación, porque él había estudiado sobre relaciones humanas.

Paciente:
Le digo esto porque físicamente estoy muy mareado y cansado.

Doctora:
¿Qué quiere decir con eso de “sostenerle psicológicamente”?

Paciente:
Bueno, es posible sentirse físicamente bien aunque uno no lo esté. Siempre que tenga una especie de ayuda psicológica. En cierto modo te sientes mejor, ¿sabe?; como si te dieran buenas noticias o algo así: eso es lo que quiero decir.

Doctora:
Lo que está diciendo en realidad es que prefiere hablar de cosas buenas y no de cosas malas.

Paciente:
¿Eso cree?

Doctora:
¿Es eso lo que está diciendo?

Paciente:
Oh, no, en absoluto...

Capellán:
Creo que sólo decía que quiere un poco de apoyo moral.

Doctora:
Sí. Bueno, naturalmente.

Paciente:
Lo que quiero decir es que si estoy aquí sentado más de cinco minutos es probable que sufra un colapso, porque estoy muy cansado y he estado muy poco levantado.

Doctora:
Muy bien, pues ¿por qué no entramos directamente en el tema del que queremos hablar?

Paciente:
Muy bien.

Doctora:
No sabemos prácticamente nada de usted. Lo que estamos intentando aprender de los pacientes es cómo podemos hablar con ellos como seres humanos sin pasar primero por el historial y demás. O sea que quizá, sólo para empezar, podría decirnos muy brevemente qué edad tiene, cuál es su profesión, y cuánto tiempo lleva en el hospital.

Paciente:
Llevo aquí unas dos semanas aproximadamente, y soy ingeniero químico de profesión. Estoy graduado en ingeniería química y además hice unos cursos de relaciones humanas en la Universidad.

Doctora:
(Confuso.)

Paciente:
Bueno, en realidad no, porque cuando estaba haciendo esto, daban un curso de relaciones humanas, y cuando lo terminé, lo suspendieron.

Doctora:
Ya veo.

Capellán:
¿Qué le indujo a hacer este curso? ¿Era parte de su trabajo como ingeniero químico o tenía un interés particular?

Paciente:
Un interés particular.

Doctora:
¿Qué le trajo al hospital esta vez? ¿Es la primera vez que está en un hospital?

Paciente:
La primera vez que estoy en este hospital.

Doctora:
¿Qué le trajo aquí?

Paciente:
Bueno, necesitaba más tratamiento para mi cáncer. Me habían operado en abril...

Doctora:
¿Abril de este año?

Paciente:
... en otro hospital.

Doctora:
¿De este año? ¿Y entonces le diagnosticaron el cáncer?

Paciente:
Y luego, sin ningún otro diagnóstico, solicité el ingreso en este hospital, y vine.

Doctora:
Ya veo. ¿Cómo se tomó la noticia? ¿Le dijeron en abril que tenía cáncer?

Paciente:
Sí.

Doctora:
¿Cómo se lo tomó? ¿Cómo se lo dijeron?

Paciente:
Bueno, naturalmente fue un golpe.

Doctora:
Hum, hum. Pero las diferentes personas reaccionan de un modo muy diferente ante los golpes.

Paciente:
Sí, bueno, todavía fue mayor de lo que podía haber sido porque no me dieron ninguna esperanza.

Doctora:
¿Ni un poco?

Paciente:
Ni un poco. El propio médico dijo que a su padre le habían hecho una operación similar, en el mismo hospital, con el mismo cirujano, y que no había podido recuperarse y había muerto al cabo de un año y medio, a mi misma edad. Y todo lo que podía hacer yo era esperar el amargo final.

Doctora:
Eso es bastante cruel. Me pregunto si ese médico lo hizo porque había pasado en su propia familia.

Paciente:
Sí, el resultado final fue cruel, pero la causa era que él desgraciadamente había tenido aquella experiencia.

Doctora:
Usted piensa que eso lo excusa. Lo hace comprensible.

Paciente:
Sí.

Capellán:
¿Cómo reaccionó usted cuando él hizo esto, cuando se lo dijo?

Paciente:
Bueno, naturalmente, me quedé muy abatido y permanecí en casa como dijo él y procuré descansar. Pero hice demasiadas cosas, me moví un poco, ¿sabe?, fui a hacer visitas, y ahora esto, ahora aquello. Pero cuando vine aquí y descubrí que había alguna esperanza para mi estado y que mi condición no era desesperada, entonces descubrí que me había equivocado, que había hecho demasiado ejercicio, y que si lo hubiera sabido antes ahora estaría en muy buena forma.

Doctora:
¿Significa esto que usted se reprocha haber hecho demasiadas cosas?

Paciente:
No, no quiero decir esto, yo no lo sabía. Nadie tiene la culpa. No se lo reprocho al médico por lo que a él le había ocurrido, y no me lo reprocho a mí mismo porque yo no lo sabía.

Doctora:
Sí. ¿Antes de ir a ese hospital, tenía usted algún presentimiento? ¿Qué clase de síntomas tenía? ¿Tenía dolor o tenía la impresión de que había algo grave?

Paciente:
Bueno, yo estaba cada vez peor, y un día, como tenía muy mal los intestinos, me hicieron una colostomía. Ésa fue la operación que me hicieron.

Doctora:
Sí. Lo que en realidad le estoy preguntando es si estaba preparado para ese golpe. ¿Tenía algún presentimiento?

Paciente:
Ninguno en absoluto.

Doctora:
Nada en absoluto. ¿Hasta cuándo estuvo bien, fue un hombre sano?

Paciente:
Hasta que entré en el hospital.

Doctora:
¿Y por qué entró en el hospital?

Paciente:
Bueno, simplemente para que me examinaran, porque tenía estreñimiento y diarrea alternativamente.

Doctora:
Um hm. Lo que está diciendo es que no estaba preparado.

Paciente:
En absoluto. No sólo eso, sino que me envió al hospital a las dos horas de llegar a su despacho, y al cabo de una semana o así me operó.

Doctora:
O sea que había cierta urgencia. Y entonces, ¿le hicieron la colostomía o qué?

Paciente:
Sí.

Doctora:
Sí, y eso también es difícil de aceptar, ¿verdad?

Paciente:
¿Cómo?

Doctora:
Eso es difícil de aceptar.

Paciente:
Oh, no. La colostomía es fácil.

Doctora:
¿Es fácil de aceptar?

Paciente:
En el sentido de que sólo era una parte; en otras palabras, se supone que la colostomía revela toda clase de cosas, y las cosas que reveló no eran buenas.

Doctora:
¡Qué relativo es todo! Hm, yo creía que la colostomía era dolorosa, pero cuando es cuestión de vida o muerte, entonces la colostomía es el menor de los males.

Paciente:
Claro, no sería nada si la persona fuera a vivir.

Doctora:
Sí. Después de saber la noticia, debió usted de pensar qué pasaría cuando muriera. Cuánto tiempo iba a vivir. ¿Cómo afronta estas preguntas un hombre como usted?

Paciente:
Ah... en realidad, tenía tantos problemas personales por entonces en mi vida, que no lo pensé mucho.

Doctora:
¿Ah, sí?

Capellán:
¿Problemas personales?

Paciente:
Una colección, en un período relativamente corto de tiempo.

Capellán:
¿Le apetece hablar de ello?

Paciente:
Oh, sí, muy bien.

Doctora:
¿Significa eso que tuvo usted muchas pérdidas personales?

Paciente:
Sí, mi padre y mi madre murieron, murió un hermano, y murió una hija de veintiocho años, dejando dos niños pequeños, de los que nos encargamos durante tres años, hasta el diecinueve pasado. Y éste era el peor golpe de todos, porque me recordaban constantemente la muerte de ella.

Capellán:
Los niños en casa. ¿De qué murió?

Paciente:
Murió a consecuencia del clima riguroso de Persia.

Capellán:
¿Mientras estaba allí?

Paciente:
Eran ochenta grados a la sombra la mayor parte del año.

Capellán:
O sea que estaba lejos de casa.

Paciente:
Y no era de las que pueden resistir una vida rigurosa.

Doctora:
¿Tiene usted otros hijos? ¿Era hija única?

Paciente:
Oh, no, tengo otros tres.

Doctora:
Tiene otros tres. ¿Cómo están?

Paciente:
Muy bien.

Doctora:
¿Están bien? ¿Sabe lo que no entiendo? Usted es un hombre de mediana edad —todavía no sé cuántos años tiene—, pero a menudo un hombre de media edad ha perdido al padre y a la madre. La hija, naturalmente, es lo más doloroso, un hijo siempre es más doloroso. ¿Por qué dice que debido a estas pérdidas su propia vida le parecía algo insignificante?

Paciente:
No puedo responder a esa pregunta.

Doctora:
Es paradójico, ¿verdad? Porque si su vida fuera insignificante, sería muy fácil perderla, ¿no? ¿Ve lo que no entiendo?

Capellán:
Me estaba preguntando si esto era lo que él estaba intentando decir. ¿Es esto lo que estaba usted tratando de expresar? No estoy seguro, pero he creído entender que la noticia de que tenía cáncer le había supuesto un golpe diferente dadas las pérdidas que había tenido.

Paciente:
No, oh no, no quería decir eso. Quiero decir que, además del cáncer, tuve estos otros golpes. Sin embargo, yo diría... Estoy pensando en una idea que tenía, que era importante. Usted ha suscitado la cuestión de por qué me interesaba más la muerte que la vida si tenía otros tres hijos.

Doctora:
La he suscitado para mirar también el lado bueno.

Paciente:
Sí, bueno, no sé si usted lo comprende, pero, cuando vienen estos golpes, no sólo tienen un impacto sobre el padre sino sobre toda la familia. ¿Entiende?

Doctora:
Sí, eso es cierto.

Capellán:
¿O sea que su mujer también ha pasado un mal momento?

Paciente:
Mi mujer y todos los hijos, todos. Así que yo estaba viviendo en un depósito de cadáveres, podríamos decir.

Doctora:
Durante un tiempo. Sí.

(Conversación confusa.)

Paciente:
Seguía allí, y yo lo consideraba una cuestión de dolor sin solución.

Doctora:
Sí. Lo que está diciendo en realidad el señor H. es que sentía tanto dolor que ahora es muy difícil experimentar más.

Paciente:
Eso es.

Doctora:
¿Cómo podemos ayudarle? ¿Quién puede ayudarle? ¿Hay alguien que pueda hacerlo?

Paciente:
Creo que sí.

Doctora:
(Confuso) ¿Le ha ayudado alguien?

Paciente:
Nunca se lo he pedido a nadie más que a usted.

Doctora:
¿Ha hablado alguien con usted como estamos hablando ahora nosotros?

Paciente:
No.

Capellán:
Bueno, y sobre esas otras pérdidas. Cuando murió su hija, ¿habló entonces con alguien? ¿O habló su mujer con alguien? ¿Fue algo que los dos se guardaron dentro? ¿Hablaron de ello entre ustedes?

Paciente:
No mucho.

Capellán:
¿Tenía usted que guardárselo?

Doctora:
¿Está su mujer tan afectada ahora como lo estaba entonces? ¿O se ha recuperado de aquello?

Paciente:
Nunca se puede decir.

Doctora:
¿Es una persona que nunca se comunica?

Paciente:
No habla sobre esto. Ella, ella es muy capaz de explicarse, es profesora.

Doctora:
¿Qué clase de mujer es?

Paciente:
Bueno, es una mujer ancha de espaldas, de mucho temple, el tipo de persona que es acogida con una ovación al empezar el curso y que recibe un estupendo regalo al final.

Doctora:
Esto significa algo, ¿no?

Capellán:
Estas personas son verdaderamente difíciles de encontrar.

Paciente:
Es verdad.

Doctora:
Sí.

Paciente:
Además es una persona que se vuelca en mí y en la familia.

Doctora:
Me parece que una persona así podría hablar de esas cosas prestando un poco más de ayuda.

Paciente:
Sí, usted lo cree así, ¿verdad?

Doctora:
¿Tiene usted miedo de hablar de ello o es ella la que se inhibe?

Paciente:
Dígalo otra vez.

Doctora:
¿Cuál de ustedes dos impide que surja una conversación así?

Paciente:
Bueno, en realidad tuvimos conversaciones sobre ello. Y su respuesta fue irse a Persia a criar a los niños. O sea que se fue dos años seguidos durante el verano, incluido este último. Naturalmente, nuestro yerno pagó el viaje. Los nietos estuvieron con nosotros hasta diciembre y luego volvieron. Y entonces mi esposa fue allí en diciembre a pasar las vacaciones, y luego volvió a pasar un mes este verano. Iba a quedarse dos meses, pero en atención a mí estuvo sólo un mes, porque era durante el período de mi convalecencia.

Capellán:
Me estaba preguntando qué clase de conversación desearía tener sobre su estado cuando su mujer está tan preocupada con su responsabilidad respecto a los nietos. Quizás esto afectó a su capacidad de compartir sus sentimientos, o quizá tuvo la impresión de que no debía cargarla con algo más. ¿Ha habido algo de eso?

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