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Authors: Alexander Kent

Tags: #Histórico

Rumbo al Peligro (42 page)

BOOK: Rumbo al Peligro
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Todavía quedaba por superar el día siguiente. Como la línea del horizonte, nunca parecían alcanzarlo.

Bulkley entró y se sentó pesadamente entre ellos.

—Acabo de estar con nuestro testarudo oficial de infantería de marina.

Bolitho asintió apagadamente. Colpoys había insistido en permanecer a bordo con sus hombres. Vendado y fajado de tal forma que sólo podía utilizar un brazo, a duras penas conservaba la fuerza suficiente para mantenerse en pie.

Palliser apareció por la puerta y lanzó su sombrero sobre un cañón. Por un momento se quedó mirándolo, probablemente imaginando el desolado aspecto que tendría aquel lugar al día siguiente, sin las puertas, sin los objetos personales, que habrían sido puestos a resguardo del humo y el fuego del combate.

Entonces dijo estridentemente:

—Si no me equivoco es la hora de su guardia, señor Rhodes. No puede esperar que el piloto lo haga todo, ya me comprende.

Rhodes se puso en pie tambaleándose y respondió entre dientes:

—A la orden, a la orden, señor. —Abandonó la cámara de oficiales como si caminara dormido.

Bolitho casi ni les oía. Estaba pensando en ella, recurriendo al recuerdo que guardaba de ella para poder olvidar las imágenes y las hazañas del día que acababa de vivir.

Se levantó de pronto, y tras pedir a los demás que le excusaran, se retiró a la intimidad de su camarote. No quería que ellos notaran su desánimo. Cuando había intentado ver mentalmente su rostro sólo había obtenido una imagen desvaída de ella, nada más.

Bulkley empujó una botella a través de la mesa y preguntó:

—¿Ha sido muy duro?

Palliser lo pensó un instante.

—Podría haber sido peor. —Pero no podía dejar de pensar en la valiosa gargantilla que ahora se encontraba en el fondo del mar, tras aquel particular enterramiento en popa.

El médico añadió:

—Me he alegrado por Murray. No es más que un pequeño detalle en medio de tanta desgracia, pero me alegro de saber que está libre de culpa.

Palliser miró al vacío.

—Voy a hacer mi ronda y luego a dormir unas horas.

Bulkley suspiró.

—Me gustaría poder hacer lo mismo. Creo que lo mejor será que solicite que releven a Spillane de sus obligaciones como secretario. Yo también tengo pocos hombres.

Palliser se detuvo en la puerta y le miró con indiferencia.

—Entonces será mejor que se dé prisa, porque puede que mañana cuelgue de una soga. Aunque sólo sea para aumentar la cólera de Garrick. Era espía suyo. Murray le vio registrando el cuerpo del viejo Lockyer en Funchal cuando subieron su cadáver a bordo. —La debilidad y la fatiga no le permitían a Palliser vocalizar correctamente—. Spillane hizo sus conjeturas e intentó incriminar a Murray en el asunto del reloj de Jury. Con eso conseguiría que hubiera tensión entre la marinería y el alcázar. Es algo que ya se ha hecho muchas veces. —Con un tono de voz repentinamente cargado de amargura añadió—: Es un asesino de la peor calaña, ni un ápice mejor que Garrick.

Salió a grandes zancadas de la cámara de oficiales sin pronunciar una palabra más; al girar la cabeza, Bulkley vio que el sombrero del primer teniente continuaba colgando del cañón.

Pasase lo que pasase el día siguiente, ya nada volvería a ser lo mismo, pensó, y ese descubrimiento le produjo una profunda tristeza.

Cuando la oscuridad cayó finalmente, borrando por completo la línea del horizonte, y una vez que la achatada colina de la isla Fougeaux había desaparecido también de la vista, las luces de la
Destiny
seguían brillando en el agua como si fueran ojos al acecho.

17
EN COMBATE

Durante la noche, la isla de Fougeaux parecía haber encogido, de forma que cuando la primera y débil luz del día apareció en el horizonte parecía poco más que una línea de arena frente a la amura de estribor de la
Destiny
.

Bolitho bajó el catalejo y dejó que la isla volviera a sumirse en las sombras. En una hora brillaría la luz del sol. Dio la espalda a la isla y empezó a caminar lentamente arriba y abajo por el alcázar. La tarea de preparar el barco para la batalla había sido un tanto irreal, un trabajo casi pausado que se había ido realizando guardia tras guardia a lo largo de la noche.

Los marineros conocían a la perfección sus posiciones en los mástiles y el casco, así que les quedaba muy poco por hacer que requiriese disponer de luz diurna. Dumaresq había pensado en esto con la misma meticulosidad con que planeaba todo lo que hacía. Quería que sus hombres aceptaran la idea de que la batalla era inevitable, el hecho de que algunos de ellos, si no todos, nunca volverían a navegar en la
Destiny
. Sólo existía un paso alternativo, y estaba señalado en la carta de navegación del piloto. Doscientas brazas directamente hasta el fondo.

Por otra parte, Dumaresq también quería que su gente hubiera descansado y estuviera lo más relajada posible, sin la habitual tensión nerviosa que se apoderaba de todos cuando veían aparecer al enemigo y tenían que entrar en acción.

Palliser apareció en el alcázar, y tras el rutinario vistazo a la aguja magnética y a cada una de las velas dijo:

—Tengo entendido que la guardia de abajo está terminando de desayunar, ¿no es así?

Bolitho replicó:

—Sí, señor; a la orden, señor. Ordené a los cocineros que apagaran el fuego de sus fogones en cuanto hubieran terminado.

Palliser cogió una copa de manos del guardiamarina Henderson, que había estado ayudando en la guardia de las cuatro de la mañana.

También se le había encomendado esa tarea al guardiamarina Cowdroy durante la noche. Los siguientes en la lista de los candidatos a obtener un ascenso podían encontrarse desempeñando las funciones propias de un teniente antes de que los cocineros de la
Destiny
volvieran a encender sus fogones.

Palliser lanzó una escrutadora mirada a la isla.

—Un lugar terrible. —Le devolvió la copa a Henderson y dijo—: Suba a la arboladura. Quiero saber exactamente el momento en que Garrick intente salir de la laguna.

Bolitho observó al guardiamarina trepar por los flechastes. Se estaba haciendo de día rápidamente. Podía ver incluso las cadenas que el contramaestre había eslingado a cada verga, los motones y cabos adicionales que se habían izado hasta las plataformas de palo de batería por si era necesario realizar reparaciones urgentes.

—¿Cree usted que será hoy, señor? —preguntó.

Palliser sonrió impasible.

—El comandante está seguro. Para mí eso basta. Y Garrick debe de saber que es su única oportunidad. Luchar y vencer; largarse antes de que la escuadra envíe ayuda.

Vagas siluetas se movían por el combés entre los cañones. Sus negras bocas, ahora húmedas por la bruma de la noche, pronto estarían demasiado calientes como para tocarlas.

Algunos suboficiales estaban ya discutiendo los cambios de última hora en las dotaciones para reemplazar a los que habían muerto o los que se dirigían hacia lugar seguro a bordo de la goleta capturada.

El teniente Colpoys se encontraba junto al coronamiento de popa con su sargento mientras los marineros recorrían las pasarelas para plegar las hamacas bien apretadas en las redes, de forma que sirvieran de protección para quienes se encontraran en el alcázar. Era un lugar expuesto y peligroso, vital para cualquier barco, un blanco prioritario para los tiradores y para los mortíferos cañones giratorios.

El guardiamarina Jury llegó a la escalerilla del alcázar con un mensaje:

—Los fogones ya están apagados, señor.

Bolitho pensó que tenía un aspecto muy pulcro y juvenil, como si se hubiera esmerado a la hora de vestirse y arreglarse.

Sonrió y dijo:

—Un día perfecto.

Jury levantó la vista hacia el calcés buscando a Henderson.

—Por lo menos contamos con la agilidad, señor.

Bolitho le miró, pero se vio a sí mismo hacía sólo uno o dos años.

—Eso es muy cierto. —No tenía sentido mencionar que en lugar de viento soplaba sólo una ligera brisa.

Para virar y maniobrar rápidamente era necesario que las velas estuvieran bien hinchadas. El viento y el velamen eran lo más importante para una fragata.

Rhodes subió de un salto al alcázar y miró curioso hacia la franja de tierra que tenían más allá del bauprés. Llevaba su mejor espada, una que había pertenecido a su padre. Bolitho pensó en la vieja espada que solía llevar su padre. Aparecía en la mayor parte de los retratos familiares de Falmouth. Hugh la heredaría algún día, muy pronto ya si su padre volvía a casa definitivamente. Se apartó de Jury y Rhodes. De alguna manera, tenía la sensación de que no viviría lo suficiente como para volver a verlo. Le alarmó descubrir que era perfectamente capaz de aceptar aquella idea.

Palliser volvió y ordenó secamente:

—Dígale al señor Timbrell que apareje un dogal en la verga de mayor, señor Bolitho. —Notó cómo todos intercambiaban miradas—. ¿Y bien?

Rhodes se encogió de hombros desconcertado.

—Perdone, señor, pero yo creía que justo en un momento como éste…

Palliser le interrumpió:

—¡En un momento como éste, tal como lo define usted, un cadáver más puede hacer que todo sea muy distinto!

Bolitho envió a Jury en busca del contramaestre y pensó en Spillane y en lo que había hecho. Había tenido todas las ocasiones que pudiera desear para robar información y transmitirla a la costa, tanto en Río como en Basseterre. Igual que sucedía con el timonel personal del comandante, su secretario también gozaba de más libertad que la mayoría para moverse a sus anchas.

Garrick debía de haber tenido agentes y espías en todas partes, quizá incluso en el almirantazgo, donde alguien había seguido cada movimiento de la
Destiny
desde el momento en que fue botada. Cuando el barco se preparaba para zarpar de Plymouth, Spillane ya estaba allí. Debía de haber sido fácil para él enterarse del paradero de las partidas de reclutamiento de Dumaresq. Todo lo que había tenido que hacer era leer los anuncios.

Ahora, como las líneas de una carta de navegación, todos habían coincidido allí, en aquel lugar preciso. Un punto marcado con una cruz en las cartas sobre las que Gulliver hacía cabalas. Algo más relacionado con el destino que planificado.

La mayor parte de los hombres que se encontraban en cubierta levantaron la vista para observar cómo los hombres del contramaestre bajaban una soga con un nudo corredizo desde la verga de mayor hasta la pasarela. Como Rhodes, no tenían estómago para presenciar una ejecución sumaria. Aquello no entraba en su código de honor de una batalla, en su concepto de la justicia.

Bolitho oyó a uno de los timoneles murmurar:

—El comandante está subiendo, señor.

Bolitho se giró para mirar hacia la escala de cámara en el momento en que Dumaresq, ataviado con una camisa recién lavada y con su sombrero de ribetes dorados firmemente ajustado en la cabeza, hacía su aparición en el alcázar.

Saludó con un gesto de cabeza a cada uno de sus oficiales y a los hombres de guardia, mientras que a Colpoys, que intentaba llamar su atención, le dijo secamente:

—¡Ahorre fuerzas! ¡Obstinado casaca roja!

Gulliver saludó y le informó:

—Norte cuarta al nordeste, señor. Pero el viento es aún muy ligero.

Dumaresq le miró impasible.

—Ya lo veo.

Se giró hacia Bolitho.

—Quiero que tenga a los marineros en popa a las seis para que sean testigos del castigo. Informe al oficial de policía y al médico, por favor. —Esperó, observando las emociones que embargaban a Bolitho, y los esfuerzos que realizaba para dominarlas—. No ha aprendido aún a mentir, por lo que veo. —Taconeó ligeramente sobre cubierta—. ¿Qué le sucede? ¿Es por la ejecución?

—Sí, señor. Es como un mal presagio. Una superstición. Yo… no… no estoy muy seguro de lo que quiero decir.

—Evidentemente. —Dumaresq fue hasta la batayola y observó el combés—. Ese hombre intentó traicionarnos, igual que intentó destruir a Murray y todo aquello en lo que él creía. Y Murray era un buen hombre, considerando lo cual… —Se interrumpió para observar a algunos infantes de marina que empezaban a trepar lentamente a las cofas de mayor y trinquete.

—Me gustaría ver a Murray antes de que se vaya, señor.

Dumaresq le preguntó bruscamente:

—¿Para qué?

A Bolitho le sorprendió la reacción de Dumaresq.

—Quería darle las gracias.

—Ah. Eso.

El guardiamarina Henderson hizo que todos levantaran la vista.

—¡Atención en cubierta! ¡Un barco se dispone a salir de la isla, señor!

Dumaresq hundió la barbilla en el cuello de su casaca.

—¡Por fin!

Vio al guardiamarina Merrett junto al palo de mesana.

—Vaya y dígale a mi sirviente que le dé las Reglas de tiempo de Guerra. Acabemos con este asunto cuanto antes y luego nos prepararemos para entrar en combate.

Se sacudió el chaleco escarlata y eructó con suavidad.

—Un pedazo de cerdo magnífico. Y el vino también ayuda a empezar el día. —Vio que Bolitho vacilaba—. Haga subir al prisionero. Quiero que vea el barco de su amo antes de que cuelgue de esa soga, ¡Dios lo maldiga!

El sargento Barmouth dispuso una fila de infantes de marina a lo largo de popa; el sonido de su silbato llamando a popa a todos los marineros para que fueran testigos de la ejecución resonó entre cubiertas; en ese momento, escoltado por el oficial de policía y por el cabo Dyer, salió Spillane del castillo de proa.

Los marinos, desnudos ya de cintura para arriba y preparados para que en cualquier momento los tambores les llamaran a sus puestos, se hicieron a un lado para dejar paso al pequeño grupo.

Se detuvieron tras la batayola del alcázar y Poynter anunció:

—¡El prisionero, señor!

Bolitho se obligó a mirar el rostro vuelto hacia arriba de Spillane. Si se podía decir algo de su expresión es que estaba completamente vacío de emociones, como si aquel pulcro y habitualmente sosegado hombre fuera incapaz de aceptar lo que había sucedido.

Bolitho recordó cómo Spillane había ido a su camarote llevando un mensaje de Aurora, y se preguntó con aprensión hasta qué punto se habría enterado Garrick.

Dumaresq esperó a que sus oficiales se hubieran quitado el sombrero y luego dijo con su profunda voz:

—Sabe usted por qué se encuentra aquí, Spillane. Si hubiera sido usted presionado o forzado a servir al rey en contra de su voluntad quizá las cosas habrían sido distintas. Sin embargo, se presentó usted voluntario, sabiendo de antemano que traicionaría su juramento y que intentaría, si le era posible, llevar al desastre a su barco y sus compañeros. La suya fue una conspiración destinada a cometer asesinatos a gran escala. Mire hacia allí.

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