Del autor de
«Árbol de Humo»
, ganador del
«National Book Award»,
llega este palpitante thriller ambientado en el oeste americano, una persecución frenética a través de las llanuras del valle central de California.
Un jugador compulsivo que debe dinero a las personas equivocadas, un matón encargado de cobrar la pasta y darle una lección, una preciosidad en apuros que ahoga sus penas en tequila sunrise, dos millones de dólares y una persecución frenética por las llanuras del valle central de California. Con ecos de Raymond Chandler y Dashiell Hammett,
«Que nadie se mueva»
es un homenaje y una variación de un clásico dentro de uno de los géneros literarios más duraderos y populares: la novela negra americana.
Esta novela se publicó el año 2008, serializada en capítulos, en la revista Playboy.
Denis Johnson
Que nadie se mueva
ePUB v1.0
Dirdam13.04.12
Título original: «Nobody Move»
Publicación original: 2009
Traducido por: Javier Calvo
Prólogo: Rodrigo Fresán
Editorial: Mondadori
Edición castellana publicada en: enero de 2012
ISBN: 978-987-658-123-3
Para Meir Ribalow
por Rodrigo Fresán
••• Uno.-
El diseño de Phil Pascuzzo para la edición norteamericana en hardback de
Que nadie se mueva
(2009) es tan sencillo como eficaz y veloz a la hora de informar al lector de lo que se cuece ahí dentro. Por si el título no fuera suficiente, la portada aparece como perforada a balazos. Y bajo la sobrecubierta, la ilustración de un hombre sosteniendo una pistola y mirándonos por encima del hombro como diciéndonos: «Cuidado con hacer algo raro, amiguitos».
Un año después, el rediseño para la edición norteamericana en paperback de
Que nadie se mueva
rescataba la ilustración de la contra cubierta del hardback: una de esas genéricas muñecas calientes, en ropa interior, otra pistola en su mano, una serpiente de humo picante brotando desde su cañón. Verla aquí mismo, en la contundente delantera de esta traducción Roja & Negra.
Y, sí, dos palabras:
pulp fiction.
••• Dos.-
Que nadie se mueva
empieza, en las afueras de Bakersfield, presentando a un tal Jimmy Luntz. No conforme con ser uno de esos típicos perdedores que suelen crecer y reproducirse como conejos sin pata de la suerte en el paisaje noir, Luntz —además de haber sido un boxeador noqueado y ser un jugador compulsivo y más bien desafortunado— es miembro de uno de esos infames y bastante ridículos coros/cuartetos estilo barbershop. Ya saben: camisas a rayas, sombreros de paja, armonías a capella tan complejas como anticuadas, canciones supuestamente graciosas pero no tanto.
Y Jimmy Luntz —cuyo alias terreno y real, aunque no quiera condicionar la imaginación de nadie, bien podría ser Steve Buscemi— debe mucho dinero.
Y —sus acreedores han perdido su de por sí poca paciencia— ha llegado la hora de devolverlo.
Y qué hacer.
O qué deshacer.
Y de repente alguien menciona que tiene la receta infalible para hacerse con 2.300.000 dólares que tal vez estén al alcance de la mano y tal vez no.
Y empiezan los problemas.
Muchos.
Y, con ellos, llegan una vampiresa tan melancólica como peligrosa con sangre native-american (y con el inolvidable nombre de Anita Desilvera, y que se emborracha al treinta por ciento, y es dueña de una sonrisa capaz de hacer perder la cabeza al mismísimo Jesucristo, y corrige a todo aquel que reduzca el botín a dos millones a secas, y hace el amor como una monja pasada de copas), sicarios muy pero muy pesados (alguno de ellos, se dice, con una particular propensión a comerse los testículos de sus rivales), una bolsa de dinero y una bolsa de colostomía, un juez corrupto, huesos quebradizos, un sediento camello de apellido Juárez (pero en verdad Made in Arabia), una enfermera dedicada a robar fármacos potentes, humor oscurísimo, diálogos chispeantes e inflamables
[1]
con sabor a Quentin Tarantino y/o Elmore Leonard, cadillacs ominosos y ambulancias aullantes, mañanas que se encienden como sopletes, un intimidante Hombre Alto que no se sabe si tose o se ríe y que tiene algún tipo de problema nunca del todo aclarado con su rostro/cabeza, y la venganza como plato frío, y etc.
Y otras dos palabras:
Hermanos Coen.
••• Tres.-
Y dos palabras más. El nombre y el apellido que disparan esa r decisiva y definitiva, hacen blanco en fiction y enrarecen y perturban todo el asunto, lo despegan del simple pastiche con sabor a hard-boiled, y lo distancian bastante de nobles productos como Sangre fácil, Fargo, El gran Lebowski o El hombre que nunca estuvo allí. La fiction que deviene en friction.
Aquí van, éstas son:
Denis Johnson.
Porque
Que nadie se mueva
es, más allá de su aparente rareza que no lo es tanto dentro de su bibliografía, una novela inequívocamente denisjohnsoniana.
Y ahí y aquí están las descripciones de un inquietante lirismo
[2]
los secundarios de primera y el inmemorial fluir del río Feather —cuya crecida «se parecía al vientre nervioso de una criatura viva que uno podía pisar y cruzar»— como el habitual y bucólico contrapunto naturalístico en las ficciones de Johnson a tanta violencia humana con bares, drugstores y moteles como sórdida arquitectura y escenografía de fondo y forma. Y, allí dentro, en ambientes sucios y mal iluminados, purísimas y encandiladoras epifanías a la Johnson.
Pasen y vean y lean: «Igual que el exterior del edificio, las paredes de aquella habitacioncita eran de troncos de imitación. Luntz extendió la mano y descubrió que estaba tocando madera de verdad. No tenía ni idea de que todavía hicieran cosas de troncos de verdad. Simplemente había dado por sentado que todos los troncos eran falsos».
O el modo en que —con precisión y belleza— Johnson se las arregla para poner por escrito el revitalizante pánico de un protagonista a veces presa y a veces cazador y a veces las dos cosas al mismo tiempo: «Luntz persiguió a su objetivo hasta el arcén de la carretera. Ahora el hombre iba dando brincos en dirección a un coche. Luntz levantó el arma hasta la altura de los hombros, apuntó y volvió a disparar, dejándose el brazo derecho entumecido y el oído derecho sordo. El hombre dio un salto, se volvió y se desplomó. Luego se apoyó en una mano para incorporarse y se puso de rodillas, con los dos brazos juntos y extendidos hacia delante. Luntz se dio la vuelta y se tiró al suelo, oyendo disparos, y los sentidos dejaron de funcionarle. Cuando se terminaron la oscuridad y el silencio, estaba en la ladera, de pie junto al edificio y oyendo el río, y ahora tenía agudizados los sentidos. Oyó que se cerraba la portezuela de un coche. Oyó que arrancaban el motor. Un momento más tarde estaba otra vez delante del restaurante, amartillando la escopeta y apretando el gatillo hasta quedarse sin balas. Vio que las luces traseras del coche se alejaban parpadeando por la carretera entre los árboles. Estaba temblando de pies a cabeza. El aire le entraba y le salía a empujones de los pulmones. Giró el arma a un lado y al otro. Cuando tocó el cañón, alguien dijo "¡Hostia!", y él se preguntó quién estaba hablando, y la persona dijo "¡Mierda!", y entonces se dio cuenta de que era él mismo».
••• Cuatro.-
Él mismo, sí. El mismísimo Denis Johnson. "Y, sí, muchos se sorprendieron —e inquietaron— cuando Johnson decidió seguir a su triunfal en todo sentido Árbol de humo (2007)
[3]
con lo que, a todas luces, parecía apenas un divertimento o un capricho.
[4]
Y la vocación pastiche de lo de Johnson venía, además, potenciado por su método y procedimiento: el autor iba a escribirla especial e inicialmente para publicarla en cuatro entregas, a modo de folletín, en la edición USA de la revista Playboy.
Y la alegría sin frenos ante la velocidad obligada por el cierre mensual de las satinadas páginas con conejitas —luego de la lenta maduración de su magnum opus vietnamita— se nota y se disfruta como, seguro, la disfrutó Johnson.
[5]
El escritor David Means apuntó que si Árbol de humo era el Guernica de Picasso, entonces
Que nadie se mueva
era una de esas latas de sopa Campbell's marca Warhol. La analogía es válida: el pop revisitador como lente formador y deformante, los guiños cómplices y tics nerviosos a los originales lugares comunes de Horace McCoy & James M. Cain & Jim Thompson & David Goodis, y el talento propio y singular —lo mismo ocurre con John Banville a la hora de Benjamin Black— para celebrar y jerarquizar un género mayor pero, a menudo, empequeñecido por aquellos que lo consideran menor y no saben nada de la vida ni de la muerte.
••• Cinco.-
Aunque, si se lo piensa un poco, no hay mucha novedad en la tonalidad noir de
Que nadie se mueva
. Denis Johnson —quien suele vestir siempre de negro— siempre pintó oscuro en sus libros anteriores.
A saber:
•
Su espléndido estreno, Ángeles derrotados (1983),
[6]
ya daba cuentas del tránsito sin brújula de una pareja de amantes malditos
[7]
recordando mucho —en su desolación, paisajes y tempo pausado pero implacable, así como en su ejecución final— a otro estreno legendario: el film Malas tierras (1973) del gran Terrence Malick.
•
La extraña distopía futurista Fiskadoro (1985), donde se investigaba, a su muy particular manera y en una Florida postatómica donde florecían flores vudú, lo que acaso fuese el asesinato final y sin retorno: el fin del mundo tal como lo conocemos.
•
La protagonista femenina perdida en la Centroamérica de The Stars at Noon (1986) metiéndose, sin darse muy bien por qué o para qué, en asuntos peligrosos y recordando a esas heroínas turísticas y en caída libre de Joan Didion o Robert Stone.
•
El más bien poco eficaz detective con tendencias suicidas de Resucitation of a Hanged Man, más poseído que enamorado de una lesbiana.
•
Los jóvenes delincuentes heroinómanos en Hijo de Jesús(1992).
[8]
•
La bizarra y metafísica violencia en ese «gótico californiano» ahumado en marihuana que es Already Dead(1998), donde el «estado soleado» muta a asfixiante mundo de nieblas, dealers, brujas poseídas por espíritus demoníacos, infidelidades, crímenes pasionales y el más allá, en un estilo hipnótico que recuerda a las pesadillas despiertas de David Lynch en Blue Velvet y Mulholland Dr.
•
El viudo al borde del abismo de la autodestrucción cayendo en brazos y entre las piernas de la más perturbadora chica fatal en El nombre del mundo (2000).
[9]
•
El buen hombre súbitamente endurecido por la tragedia familiar en Train Dreams (2002).
•
Vietnam como conspirativa y paranoide escena del crimen en Árbol de humo (2007).
•
Y, por supuesto,
Que nadie se mueva
.
••• Seis.-
«El dios en el que quiero creer tiene una voz y un sentido del humor como los de Denis Johnson», rezó alguna vez Jonathan Franzen. Amén a eso; y, sí, cómo no creer en Denis Johnson y cómo no sentir orgullo y felicidad de tenerlo dentro de esta colección.