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Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (37 page)

BOOK: Punto de ruptura
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15
La trampa

N
ick estaba parado en la posición clásica del pistolero: pistola de cartuchos en mano derecha, hombro izquierdo inclinado hacia delante, mano derecha cruzando el cuerpo, y mano izquierda cubriendo la derecha y la culata de la pistola.

Su sonrisa era como la cabeza de un alfiler, y resultaba un blanco apenas visible en la fisura del fondo de la cueva.

Mace se puso en pie despacio, pero de forma deliberada, sin hacer movimientos repentinos.

—No lo hagas, Nick.

—Preferiría no hacerlo —admitió Nick—. Pero lo haré si me obliga.

—Le he visto bloquear disparos láser. Puede hacer lo mismo con balas. No tienes ninguna oportunidad.

—Eso dices tú —la voz de Nick era desacostumbradamente calmada y átona; y sus manos, tan firmes como la montaña que les rodeaba—. No me has visto disparar.

—Este es mal momento para mostrármelo —Mace posó una mano en el brazo de Nick y dejó que su cansado peso le bajara la pistola—. Sal de ahí. Kar.

La oscuridad de la fisura se congregó en la forma del lor pelek. Los vibroescudos se habían alzado hasta los brazos.

Llevaba dos sables láser en las manos.

Mace se hundió cuando toda la fe y la esperanza le abandonaron. Sólo quedaba agotamiento en él.

Se había esforzado tanto, y durante tanto tiempo, en creer en ella, en sí mismo y en la Fuerza. Se había obligado a creer, y había disciplinado implacablemente su mente contra cualquier temor al fracaso. Después de todo, era Depa, su padawan, casi su hija. La había conocido durante casi toda la vida de ella.

Toda salvo sus primeros meses, y los últimos.

Vastor pasó junto a Nick sin dedicarle una mirada de soslayo, sosteniendo los sables láser en las palmas abiertas.

Una ofrenda de paz.

Ella me ha pedido que...

—Lo sé —murmuró Mace.

Dijo que no quería que perdieras más de lo amiga has perdido por venir aquí.

—No he perdido nada.

Y era verdad. No había perdido nada real. No en Haruun Kal. A ella la había perdido mucho antes de poner el pie en la rampa de descenso de la lanzadera, la había perdido antes de la masacre y del mensaje del óvalo, la había perdido antes incluso de enviarla aquí.

Depa Billaba era otra baja de su fracaso en Geonosis.

Sólo que estaba tardando más tiempo en morir.

Todo lo que había perdido en Haruun Kal era una ilusión. Un sueño. Una esperanza tan sagrada que no se había atrevido a admitirla, ni siquiera ante sí mismo. La fantasía de que algún día la galaxia volvería a estar en paz.

Que todo volvería a la normalidad.

¿Necesitas sentarte, dôshalo?
El ronroneo de Vastor era precavidamente preocupado.
No pareces bien.

—Así que esto es el beso de despedida, ¿eh? —Nick había devuelto la pistola a la cartuchera, pero parecía disparar contra Vastor en su mente—. Es una maniobra de lo más sucia, la verdad.

Dile a tu chico que vigile su lengua cuando habla de Depa.

Mace se limitó a negar con la cabeza, en silencio. No tenía palabras.

—Quiero decir que esto es muy bajo. Y yo sé lo que es ser bajo. La despedida ya es bastante mala, pero enviar también su sable láser para que pensaras que era ella...

—No lo ha enviado por eso —dijo Mace en voz queda—. Kar viene a entregarme los dos sables láser.

El rugido de Vastor fue tan absoluto como la mirada de un felino de las lianas. Sin piedad, pero, de alguna forma, no carente de compasión.

Ella dijo que lo entenderías.

Mace asintió de forma distante.

—Ya no le resulta útil.

Nick frunció el ceño.

—¿Ya no?

—Es el arma de un Jedi.

—Oh.

—Sí.

Mace agachó la cabeza.

—Intenta decirte que...

—Sí.

Mace cerró los ojos.

Ya no soportaba seguir mirando ese lugar.

La está matando —dijo débilmente—. Estar aquí. Hacer esas cosas. Si se queda, morirá.

Todo el mundo muere, dôshalo, pero Haruun
Kal
es su problema. Este es su sitio. Ahora lo sabe. Pertenece aquí. La jungla no la está matando.

La estás matando tú.

Mace abrió los ojos para encontrar la mirada concentrada del lor pelek.

Ella nunca dejó de pensar en ti
, retumbó Vastor.
La está matando imaginar lo que tú pensarás de ella. Lo que sabe que ni piensas de lo que ha hecho, y de lo que hará. Se mide a sí misma según tus estándares; y que sean terriblemente equivocados no hace menos doloroso su fracaso al intentar mantenerse a la altura de ellos.

Eres su sire, Mace Windu. ¿Acaso no comprendes lo mucho que te quiere?

—Si —deseaba que ella pudiera comprender lo mucho que él la quería...; pero, si lo hubiera comprendido, ¿acaso habría hecho las cosas de otro modo? ¿O sólo sufriría más aún?—. Sí, lo comprendo.

Por eso me ha enviado a entregarte estas armas, y su despedida. No podía enfrentarse a ti.

Mace lanzó un hondo suspiro y luego enderezó los hombros.

—Tendrá que superarlo —dijo despacio, triste, reticente.

¿Eh?

—Siento que esto sea doloroso para ella. Tampoco es una diversión para mí. Lo más parecido a la diversión que he tenido en este planeta fue quedar inconsciente de una paliza. Le dije que no saldría de este mundo sin ella. Y no lo haré. No ha cambiado nada.

¿Crees que no? Ven aquí, dôshalo
. El lor pelek salió de la sombra de la cueva a la brillante tarde manchada de rojo del prado en el risco.
Ésta no es la única cueva de la montaña.

Mace le siguió, y Kar agitó un sable láser hacia la vasta ladera montañosa, salpicada de sombras.

En una de ellas espera uno de mis hombres. A lo largo de los últimos meses hemos capturado varias armas pesadas de infantería a los balawai. Una de esas armas es un
lanzatorpedos
de protones que se dispara desde el hombro.

—Las amenazas no me harán cambiar. Dije a Depa que moriré aquí antes que dejarla atrás.

Me malinterpretas. El torpedo no es para ti; yo mismo te mataría, si quisiera verte muerto.

—Eso queda por ver —dijo Mace Windu.

Pronto llegará la lancha a recogerte. Si no te marchas en ella, mis hombres la destruirán. A tus pilotos, artilleros y soldados, y a quien sea que venga a sacarte de aquí: Morirán todos.

Esta vez, por fin, Mace miró al cielo. Era de un turquesa ilimitado. Las únicas nubes que se veían eran rastros de vapor en el horizonte.

¿Te das cuenta? No eres el único
aquí que puede
coger
rehenes.

—¿Sabes que casi me siento agradecido contigo por hacer esto? —dijo Mace meditando.

Lo comprendo, te facilita hacer lo
que
tienes
que
hacer.

—Sí. Así es. Has decidido por mí.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Nick desde las sombras—. ¿Qué te está diciendo? Seguimos marchándonos, ¿no?

—Pasan muchas cosas malas —replicó Mace—. No me ha dicho nada importante, y no, no nos vamos. No sin Depa.

La cabeza de Vastor se echó hacia atrás, y el peligro brilló en sus ojos.

Yo no amenazo en vano.

—Que tú estés aquí quiere decir que no conozco a Depa tan bien como creía. Que los dos esperéis que yo ceda ante esa amenaza quiere decir que ella me conoce todavía menos.

La lancha será destruida. Será como si los hubieras matado tú mismo.

—Nada de "será como" —Mace se volvió y alzó la cabeza para mirar a Kar Vastor a los ojos—. Será que tú, Kar Vastor, te habrás alzado contra la República.

La República no tiene nada que ver con esto. Esto es personal. No puedes pretender...

—Hace tres días que arresté formalmente a Depa. Ella me dio su palabra, es decir, su palabra de Jedi de que no intentaría escapar, o de que no evitaría volver para responder de sus actos ante el Consejo Jedi. Ha faltado a su palabra y a su honor. Debo ponerla bajo mi custodia. Y también a ti.

¿A mí? Tú estás loco.

—Kar Vastor —dijo Mace con voz inexpresiva—, se te acusa del asesinato de Terrel Nakay.

—Esto, Maestro, mmm, general... ¿Señor? ¿Seguro que sabes lo que haces?

Vastor le miraba incrédulo.

Tus hombres morirán.

—Son soldados, y estamos en guerra. Comprenden los riesgos a que se enfrentan. ¿Y tú?

¿Qué riesgos?

—Cuando tus hombres disparen sobre la lancha habrás cometido un acto de traición. Al estar implicada en tu crimen, Depa será acusada del mismo cargo. La estás haciendo correr un riesgo capital; es decir, que será ejecutada al mismo tiempo que tú.

El gruñido de Vastor no tenía palabras. Sólo desdén y furia.

—Quizá debas ordenar a tus hombres que depongan las armas. Mientras aún puedas.

Depa tiene razón; los Jedi están locos.

—La gente me dice lo loco que estoy desde que llegué a este planeta. Me lo han dicho tantas veces que hasta empecé a preguntarme si no sería cierto. Pero ahora me doy cuenta que no lo dices porque sea cierto. Ni siquiera porque tú lo creas cierto. Lo dices porque esperas que sea cierto. Porque si yo estoy loco, tú no eres la repugnante alimaña de baboso corazón que, en el fondo, sabes que eres.

Pero Vastor ya no parecía escucharle. Había cruzado los enormes brazos de forma que los sables láser de sus manos desaparecieron tras sus bíceps con escudos de ultracromo. Se alejó, sumido en meditación, en dirección al borde del risco del prado, y miró a la vasta jungla que se extendía bajo él. El paisaje parecía vivo con las motas del metal de las fragatas y el distante fogonazo de los cañones.

Hoy patrullan muchas fragatas
, zumbó.
Más de las que he visto nunca
.

—Mace... —siseó Nick desde la cueva—. ¿Sabes ese mal presentimiento del que te hablaba? Está empeorando.

—Sí.

—Igual deberías volver aquí dentro, que es más seguro.

—No hay ningún lugar seguro —dijo Mace, y salió fuera para unirse a Vastor en el borde del barranco.

Lo he intentado
, ronroneó Vastor cuando Mace llegó a su lado.
He
hecho todo
lo que se me pedía. Ni
siquiera
Depa
podrá decir que
no he intentado salvarte la vida. Pero sigues sin ser razonable.

—No está en mi naturaleza.

Es como dijiste antes: tú has decidido por mí. Sólo hay un modo de protegerla de ti.

—Eso es cierto.

Mace buscó en su interior hasta encontrar la calma central dentro de su agotamiento y su dolor. Respiró hasta situarse en ese centro, hasta encontrarse dentro de él. Y todo dolor, fatiga y duda quedaron fuera.

—¿Peleamos ya?

Debemos hacerlo.

Es un trago amargo que los últimos miembros del ghôsh Windu deban ser enemigos. Quisiera que esto hubiera acabado de otro modo, pero no esperaba que fuera así. Depa me dijo que no sabes perder.

—No he tenido mucha práctica.

Vastor inclinó la cabeza en un pesaroso gesto de respeto.

Adiós, Mace, Jedi de los Windu.

Sintió un tirón de la Fuerza...

Apenas un pellizco. Un encogimiento de hombros. El más leve de los codazos, ni siquiera dirigido a Mace, sino enviado a algún lugar entre los árboles situados bajo el paso...

Una señal.

Vio la escena congelada en el tiempo, inmovilizada en el ámbar que era la sensación de Mace en la Fuerza; Vastor parado, de brazos cruzados y sin el menor atisbo de amenaza; los escudos subidos a los brazos, esos brazos todavía cruzados para enterrar los sables láser bajo los enormes bíceps...

Mace a su lado, expuesto al borde del barranco, desarmado...

Fragatas rozando a lo lejos el mar de jungla, en ondas de choque silenciosas en la distancia...

Nick, en la cueva, con el rifle apoyado en la roca y una mano sacando la culata de su pistola enfundada con una velocidad que sería cegadora para hombres corrientes...

Y un hombre escondido a un kilómetro de distancia en las sombras de la jungla, apretando con suavidad el gatillo de un rifle de alta potencia para francotiradores y disparando un único paquete de asesina energía escarlata en dirección al prado...

Apuntando al corazón de Mace Windu.

Mace vio todo eso en un único instante, sin esfuerzo, y el punto de ruptura que encontró y localizó por instinto fue el equilibrio de Vastor al borde del barranco.

Con calma, sin especial prisa, Mace posó la mano en el hombro de Vastor y le dio un empujón.

Hacia el borde.

Los ojos de Vastor se abrieron por la sorpresa al caer hacia delante, y sus brazos se descruzaron para agitarse en busca de equilibrio. Se tambaleó, desplazando la cabeza lo bastante y en la dirección adecuada como para que la bala de la pistola de cartuchos de Nick le chamuscara la sien en vez de sacarle los sesos a través de los ojos. Al agitar los brazos, se aflojó su asidero en los sables láser. Mace empleó la Fuerza para coger ambas armas. Los encendió con refulgente vida y los llevó a sus manos con apenas seis o siete milisegundos de sobra antes de necesitarlos para desviar el disparo procedente de la jungla de abajo.

Los reflejos de felino de Vastor le hicieron girar en el aire y agarrarse a la cara de roca, un metro más abajo del borde del barranco. Su cómplice en la jungla disparó contra Mace y le hizo retroceder, mientas Nick salía de la cueva situada detrás de él, gritando: "¿Le he dado? ¿Está muerto? ¿Está muerto?", hasta que Vastor se propulsó hacia arriba con la Fuerza y desplazó los vibroescudos a la posición de combate.

Nick disparó todo lo deprisa que su dedo podía apretar el gatillo de la pistola, y las balas repicaron contra los refulgentes escudos de Vastor...

Y Mace se quedó parado.

Mirando la hoja de su sable láser.

***

En la Fuerza, el mundo se había convertido en cristal.

La llama púrpura de su hoja abría astilladas grietas por todo el planeta. Fracturas de tensión se proyectaban desde su hoja, como telas de araña, hacia Vastor, hacia Nick, entrando en las montañas que tenía detrás, llegando al paso de abajo y hasta al espacio de arriba, desplazándose en crecientes oleadas que lo unían a él con lo que era, pero también con lo que había sido y lo que sería.

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