Authors: Matthew Stover
—Te he echado de menos, Mace —sus ojos brillaban con lágrimas—. No puedo decirte cómo te he echado de menos. Por supuesto, sabías el lugar exacto donde se desmoronarían mis defensas. Pero yo no soy tu verdadero problema —dijo ella cansinamente—. ¿Qué vas a hacer con Kar?
—Tú eres mi único problema —le dijo Mace—. Encontré tu punto de ruptura, ¿crees que no veré el suyo?
—No creo que tenga uno.
—Eso queda por ver.
—Tú y tus puntos de ruptura —su triste sonrisa resultaba deslumbrante en ese rostro manchado por las lágrimas—. ¿Quién sino Mace Windu habría pensado en tomarse como rehén a sí mismo?
Mace inclinó la cabeza a la derecha, en un encogimiento de hombros korun.
—Yo era el único disponible.
***
Mace saltó ligero del ankkox.
—Kar Vastor. Tenemos que hablar.
No tenemos
. Vastor no le miró a los ojos.
Como dijiste, la próxima vez que nos viéramos podría haber una pelea
.
—Lo que dije fue que la próxima vez que estuviéramos solos podría haber una pelea —repuso Mace perezosamente—. Pero te concedí demasiado crédito. Porque por eso has traído a todos tus cachorros, ¿verdad? Desde luego, no parecías interesado en verte conmigo sin ellos.
La cabeza de Vastor giró como la torreta de un rondador de vapor.
¿Qué?
—¿Tienes algún problema conmigo? —Mace abrió las manos—. Aquí me tienes.
Los tendones del cuello de Vastor inclinaron su cabeza centímetro a centímetro.
Ella no te quiere herido.
—¿Depa? ¿Piensas esconderte siempre tras ella? —Mace cruzó los brazos—. Siempre tienes una razón para echarte atrás, ¿verdad? Admiro tu... creatividad.
Los guardias akk miraban fijamente.
Los doce perros akk se encogieron y tensaron las ancas, azotando las colas hacia delante, más allá de las espinas de los hombros, dispuestos a saltar. Vastor ladró y se lanzó compulsivamente más allá de Mace. Cogió a Nick por el brazo y puso en pie al joven korun, sujetándolo en dirección a Mace.
—Eh, oye, auch, ¿eh?
Tengo herbosos ensillados y con suministros. Cógelos a ellos y al chico, y vete.
Sus dientes afilados parecieron brillar en la penumbra de las lumilianas.
Cógelos y vive.
—Verás, no me impresiona tu tono —dijo Mace.
Vastor abrió mucho los ojos. Su boca se movió en silencio.
—Y quita las manos de encima a mi ayudante. Ahora.
Vastor encontró la voz: un rugido de negra rabia. Un violento empujón envió a Nick tambaleándose hacia delante. Sólo le mantuvo en pie agarrarse a los hombros de Mace. Miró a los ojos del Maestro Jedi y le dirigió una sonrisa pesarosa.
—¿Sabes esa pregunta que no iba a hacerte más?
VETE
. El rugido de Vastor tenía potencia tectónica.
Vete antes de que olvide mi promesa de perdonarte.
Mace se volvió hacia uno de los guardias akk.
—¿Siempre ladra de este modo? Se callaría si lo hacéis capar.
El guardia empalideció. Negó con la cabeza con urgencia.
—De verdad, de verdad, no quieres hablarle así a Kar, tú. De verdad, de verdad, de verdad.
—Oh, no. Cierto. No habla nada bien el básico —repuso, enganchando los pulgares en el interior del chaleco.
Tendones como cables resaltaron en el cuello del lor pelek. El aura de su ira se tornó escarlata, brillando en la penumbra crepuscular como si su piel fuera lava brotando de la boca de un volcán.
Desplazó lenta y deliberadamente la mano hasta la parte trasera del escudo de su mano derecha, y lo bajó hasta la posición de combate, evitando con cuidado sus afilados bordes. Hizo lo mismo con el otro, de forma igualmente lenta y deliberada.
Los músculos ondearon en sus brazos cuando aferró las asas, y los escudos cobraron vida con un zumbido. Los juntó, dorso con dorso, generando un chillido ensordecedor que hizo encogerse hasta a los perros akk.
—¿Seguro que no se me permite que me lo haga encima? —susurró Nick desde detrás del hombro de Mace.
Mace caminó pausadamente, saliendo del centro del anillo, directo hacia Vastor y con los pulgares todavía enganchados en el chaleco.
—Haces mucho eso. No me extraña que tus cachorritos lo encuentren atemorizador.
Mace se abrió el chaleco, mirando fijamente a los ojos de Vastor, y mostró el mango del sable láser.
Entonces se quitó el chaleco, lo dobló una vez y lo arrojó por encima del hombro, con puntería casual, justo en las manos del asombrado Nick Rostu. El sable láser todavía dentro.
—Esto es todo el miedo que me das.
Los escudos de Vastor se separaron y la jungla quedó en silencio.
—Aquí todos sabemos que esto no tiene nada que ver con Depa —dijo Mace—. Tiene que ver con esos balawai a quienes fuiste demasiado débil y estúpido para retener.
Las piernas se le tensaron como las caderas a los akk.
¡Eran míos! ¡MÍOS! Míos para matarlos. Míos para perdonarlos. Eran MÍOS para entregarlos a la justicia de la jungla...
—Hasta que te encontraste conmigo. Y entonces fueron míos —dijo Mace—. Míos para dejarlos marchar.
Yo te enseñaré lo débil y estúpido...
—Eso ya lo has hecho.
Vastor desplazó su peso para lanzarse en un salto, pero entonces se congeló como si un lazo invisible se hubiera cerrado en su cuello. Miró un momento hacia atrás, a la sombra tras las cortinas de la howdah. Cuando se volvió para mirar tina vez más a Mace, sus labios se habían contraído en una sonrisa depredadora y sus ojos ardían como cráteres gemelos.
Depa te prefiere ron vida. Pero no le importa si sufres algún daño.
Mace se encogió de hombros.
—Siempre que a ella no le importe que tú sufras algún daño.
Vastor empezó a soltarse los escudos. Mace dio desdeñosamente la espalda al lor pelek y se dirigió al centro del anillo de akk y personas.
No había nada lento ni deliberado en la forma en que Vastor se quitó los escudos de los brazos: un latigazo de la muñeca que los arrojó contra el borde de la concha del ankkox, donde chocaron con estruendo.
Nick sostenía inseguro el bulto del chaleco y el arma de Mace.
—Esto, creo que debería habértelo dicho: lo del perro grande no funciona con Kar.
—Todo lo contrario —replicó en voz baja el Maestro Jedi—. Está funcionando a la perfección.
Nick pestañeó.
—En cuanto a ti... —dijo Mace.
—No te preocupes por mí. Sé muy bien lo que debo hacer —se puso el chaleco bajo un brazo y trotó hasta el guardia akk más cercano—. ¡Cien créditos a que el Jedi hace que Kar llore como un bebé! ¿Quién entra?
El lor pelea se agazapó y posó una mano en el suelo, hundiéndola en el moho de las hojas. Su pecho se agitaba reluciente de sudor, respirando oscuridad que entraba y salía de él. Acumulando ira. Acumulando poder.
El aura que lo rodeaba había pasado del rojo al negro.
Mace agitó los brazos para soltarlos.
—¿Reglas?
La réplica de Vastor fue el resoplido de un akk de caza.
Las reglas de la jungla.
Un estallido de poder lanzó al lor pelek como un misil humano, abriéndose paso en el crepúsculo hacia el Maestro Jedi.
Que sean las reglas de la jungla
, pensó Mace, y saltó para encontrarlo en el aire.
C
hocaron con un estrépito que hizo temblar la jungla que los rodeaba. La colisión no era sólo entre dos cuerpos humanos, sino entre dos nódulos canalizadores de la Fuerza. Energía invisible chisporroteó en el aire e intensas chispas azules saltaron de hoja a hoja en las copas de los árboles que los cubrían. Pendieron en el aire por un momento, sostenidos por esa energía, agarrándose, atacándose el uno al otro. Los perros akk saltaron, giraron y cortaron el aire con sus colas. Los guardias entrechocaron los escudos, rugiendo con feroz exhuberancia animal.
Vastor parecía ser todo dientes, garras y feroces rugidos de ataque. Brazos como vigas de duracero se cerraron sobre Mace en un abrazo irrompible, clavando los codos del Jedi contra sus crujientes costillas. Mace reacciono más veloz que el pensamiento con un golpe instintivo que rompió la piel de una de las mejillas de Vastor. El lor pelek bajó la cabeza hasta el hombro de Mace, como acurrucándose con un amante, y hundió profundamente los afilados dientes en el cuello del Jedi, mordiendo en busca de la arteria carótida.
Mace alzó una rodilla para golpear la parte interna del muslo de Vastor. El lor pelek se limitó a gruñir y a morder con más fuerza, moviendo la cabeza de un lado a otro como un akk tirando de la pata de un colmilludo. La presión de la mandíbula en la arteria bloqueaba la circulación de la sangre a Mace. Crecientes nubes de tinieblas se acumularon en su cerebro, pero cuando volvió a disparar la rodilla, Vastor apartó las piernas de golpe.
La rodilla le acertó un decímetro bajo el ombligo.
Eso provocó en él un gruñido agudo y un ladrido que vibró en el cuello de Mace, que en vez de apartar la rodilla para volver a golpear, la hundió aún más, forzando a Vastor a apartar el cuerpo. De ese modo se creó espacio suficiente para que el Jedi pudiera deslizar un brazo entre ambos torsos y hundir los rígidos dedos en el hueco del esternón de Vastor.
Y apretar.
El lor pelek soltó el cuello de Mace con un repentino sobresalto. Mace siguió apretando, hundiendo los dedos en la tráquea. Vastor se quedó sin aire y aflojó los terribles brazos.
Cayeron juntos, girando, y Mace se las arregló para quitarse a su contrincante de encima, colándole una patada rápida y repentina en la punta de la barbilla que le hizo girar como una pelota peonza.
Mace recuperó su contacto con la Fuerza justo a tiempo de dar una voltereta hacia arriba y aterrizar agazapado y equilibrado. Vastor aterrizó a cuatro patas, absorbiendo el impacto con tan poco esfuerzo como un felino de las lianas.
Se miraron el uno al otro.
La sangre brotaba de la mordedura del cuello de Mace, pintando de escarlata el hombro y parte del pecho, pero sólo era un reguero, no un chorro. La arteria debía de seguir intacta. Un reguero similar descendía de la mejilla abierta de Vastor y goteaba desde su mandíbula.
Ninguno de los dos pareció notarlo.
El gruñido de Vastor resonó en el pecho de Mace.
No hay muchos hombres que puedan romper mi abrazo. No lo harás dos veces.
Mace no respondió. Probablemente. Vastor tenía razón.
De pronto fue consciente de que no había dormido desde la noche anterior a la batalla en el desfiladero; desde la noche en que Lesh, ebrio de corteza, había acudido a él sumido en lágrimas para decirle que, si Mace vivía lo suficiente, Kar y los guardias akk le enseñarían ciertas cosas.
Tenía la impresión de que eso había pasado muchos años antes.
Se preguntó por un momento si, pese a lo que Depa afirmaba haberle dicho, el lor pelek habría continuado mordiendo hasta desgarrarle la garganta, o si se habría conformado con estrangularlo.
Decidió que podía vivir sin conocer la respuesta.
Si conseguía vivir, claro está.
Vastor se acercó a él a cuatro patas.
¿Así pelean los Jedi? ¿Pellizcando y apretando? ¿Dando pequeños golpes para detener al perro grande? No me impresiona.
Mace permaneció inmóvil, a excepción de su pecho agitado. Sabía que no podía igualar a Vastor en poder crudo. Con cada respiración. Mace se despojaba de una capa de contención e inhibición. De una capa de serenidad. Tenía que deshacerse de su paz interior para poder sumirse en el placer, en la emoción, en la pura sensación del
por-qué-no-dejarse-llevar-por-la-PELEA
. Porque el vaapad era mucho más que una forma de lucha con sable láser.
Era un estado mental.
La noche se había cernido sobre la jungla, y las lumilianas empezaban a latir débilmente a su alrededor. Emplear el vaapad en ese momento, en ese lugar, resultaba increíblemente peligroso, casi tan peligroso como no emplearlo.
La solución definitiva para vencer la fuerza bruta es la habilidad.
—¿Quieres quedar impresionado? —dijo Mace—. Veamos la impresión que deja mi bota en tu cara.
Sin previo aviso, el acercamiento de Vastor se tornó un relampagueante salto. El lor pelek engarfió los dedos como si fueran garras y abrió mucho los brazos para volver a cerrarlos sobre Mace. Pero Mace ya no estaba allí. Un ligero paso a la derecha y un movimiento de cabeza le situó a un lado del salto de Vastor, y cuando éste pasó junto a él, Mace le propinó un revés con el puño en la base del cráneo. Un golpe demoledor.
Pero Vastor debió de sentirlo venir, y saltó hacia delante, rodó con el golpe y dio un salto mortal. Aterrizó perfectamente equilibrado y volvió a saltar hacia arriba. La patada que Mace dirigió a sus riñones sólo le rozó el músculo de la pantorrilla. Vastor empleó ese impacto para girar en el aire y caer sobre el Maestro Jedi como un leopardo arbóreo sobre un colmilludo.
Pero cayó sobre el puño de Mace, que se alzaba hacia su plexo solar con la potencia combinada de la Fuerza y casi cincuenta años de entrenamiento Jedi en combate.
La mano de Mace se hundió hasta la muñeca, y el combativo rugido de Vastor se tornó un agónico forcejeó para respirar. Mace empleó la Fuerza para hacerlo girar en el aire hasta que chocó contra el flanco de un agitado perro akk. El lor pelek se deslizó inerte por las acorazadas costillas del akk, medio aturdido, con ojos vidriosos, y tambaleándose cuando sus pies resbalaron sobre unas raíces retorcidas.
Tuvo a Mace encima antes incluso de poder recuperar el equilibrio.
—¿Sigues sin estar impresionado?
En pie, uno junto al otro, la coronilla de la cabeza de Mace apenas llegaba a la barbilla de Vastor. Todo el musculado torso del Jedi podría meterse dentro del pecho de Vastor, y aún quedaría sitio de sobra. Vastor, incluso estando dolorido y tambaleándose como un borracho, fue capaz de mover los brazos en sendas palmadas, cegadoramente rápidas, contra la cabeza y el cuello herido de Mace.
Pero si la velocidad de Vastor era cegadora, la de Mace era invisible. Ninguna de las palmadas dio en el blanco.
Antes de que Vastor pudiera enfocar la vista, Mace ya le había golpeado seis veces: dos ganchos atronadores en las costillas flotantes, un fuerte rodillazo en el mismo muslo que había golpeado antes, un codazo en la punta de la barbilla y dos devastadores golpes con el canto de la mano en las articulaciones de la mandíbula.