Papel mojado (6 page)

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Authors: Mongolia,

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22.
Hay partido

Por mucho que el ERE tenga la firma de Sagardoy, que la empresa lo haya materializado y que el comité acabara sumándose al pacto, el partido no se ha acabado aún. Ni el del diario ni el de los otros ERE que tiene abiertos. La solvencia jurídica de Sagardoy no siempre está a la altura de su tarifa y parece que en los expedientes hay boquetes considerables. Y decenas de redactores despedidos mantienen la vía judicial. Algunos cálculos estiman ya en más de cuarenta millones de euros en provisiones si los tribunales no tragan con los trucos de Sagardoy.

 

23.
Alérgico al sótano

El consejero delegado del diario, José Luis Sainz, solo apareció el último día de negociación. Durante todas las semanas de conflicto, el director general, Julio Alonso, solía acudir al lugar de las reuniones (en la planta baja de la sede del diario) para advertir al comité de que debía subir a la quinta planta del edificio de
El País
para que Sainz pudiera sumarse a la negociación. Cuando alguien preguntó por qué no bajaba él, el director general espetó: «El consejero delegado solo se reúne en la quinta planta».

 

24.
Sensible coleccionista

Sainz participó poco, pero en un solo día pronunció muchas frases antológicas. Por ejemplo, solicitó una de las camisetas de protesta con las que los trabajadores de
El País
trataron de visibilizar el conflicto. «Aunque no os lo creáis, colecciono todo vuestro
merchandising
, me gusta tenerlo», dijo en la mesa que analizaba el despido de un tercio de la plantilla. Otras perlas: «Yo me agarraría a un palo ardiente [sic] si hubiera posibilidades de acuerdo»; «tal vez la compañía [Prisa] tenga que desaparecer en este clima de autodestrucción en la que la han sumido sus trabajadores. En otras compañías ha pasado».

 

25.
«¿Cuánto cobras?»

Dos horas antes de que expirara el plazo de negociación, Sainz anunció que iba a dejar sobre la mesa la que sería la última oferta de la dirección. Ni siquiera se molestó en explicarla, la dejó por escrito y cuando se levantó de la mesa mirando al presidente del comité, Manuel González, espetó: «Ahora veréis si queréis cargar sobre vuestras espaldas 149 despidos». González se levantó y replicó: «El comité no pone los despidos, los despidos los ponéis vosotros, que además os lo estáis llevando crudo. Dinos cuánto cobras y deja de faltarle al respeto a esta plantilla».

 

26.
El notario te despide

Los despedidos fueron citados inmediatamente, algunos con treinta años de experiencia en la cabecera, en dos notarías de Madrid para que recogiesen su carta y sus cheques con la indemnización: veinte días por año trabajado con un máximo de doce anualidades. La reforma laboral aplicada en sus términos más duros y sin ninguna comunicación personalizada, ni siquiera para los que durante tantos años tuvieron que llevar escolta para protegerse de ETA. A uno de los séniors «fusilados» —Txetxo Yoldi, al que la Asociación de la Prensa de Madrid nombró Periodista del Año 2012— incluso se le bloqueó en la entrada durante más de cuarenta minutos, vigilado por un guardia de seguridad, sin dejarle recoger sus papeles. Y eso que el propio director, Javier Moreno, se había comprometido a dar explicaciones personalizadas. Todavía las esperan.

 

27.
Los mejores periodistas de España

Entre los despedidos se encuentran algunos de los mejores periodistas de España: el que acababa de hacer dimitir a Carlos Dívar de la presidencia del Tribunal Supremo, el que dio la exclusiva del aval del Constitucional al matrimonio gay mientras estaba siendo despedido, el que más sabe de energía, el gran corresponsal de guerra, uno de los más reputados periodistas 2.0, el que firmó la caída del Muro de Berlín, el mejor escritor, el mejor polemista, el que mejor conoce la UE, el mejor conectado con América Latina, el gran experto en ETA y el proceso de paz…

 

28.
El libro pendiente

El talento arrojado por la borda es tan espectacular que la duda ahora es solo saber quién escribirá el gran libro pendiente sobre
El País
. Algunas editoriales han llegado a ofrecer anticipos de hasta veinticinco mil euros.

 

29.
Oda al gran periodista de Internacional…

El director de Comunicación de
El País
, Pedro Zuazua, llegó a declarar en un programa de radio que Ramón Lobo, el gran corresponsal de guerra del diario, seguiría siendo uno de los mejores periodistas en lengua castellana «aunque tuviera 130 años». Uau. Entonces, ¿por qué lo han despedido?

 

30.
…Y el director que un día cubrió unas elecciones

La comparación del currículum periodístico de los fulminados con el del mismo director es capaz de erizar la piel del más insensible. Cuando Javier Moreno llegó a la dirección, en 2006, el autor de la información en
El País
que daba cuenta del nombramiento sudó para rellenar el espacio. Y para ello tuvo que incluir la «proeza» de que una vez había cubierto unas elecciones en Venezuela.

 

31.
¿Capataz o esclavo?

Más del 70 por ciento de la plantilla de
El País
votó exigir la dimisión del director. Es un hecho insólito, sin precedentes en la prensa de referencia. Y el director estuvo a la altura del momento con una respuesta también única: dijo que no se sentía concernido porque él se debe, aseguró, al Consejo de Administración y no a la redacción (ni a los lectores). Jamás un director se había mostrado ante la tropa que se supone que tiene que liderar como mero capataz. ¿O en realidad como un esclavo?

 

32.
Un balance elocuente

Si lo que contó Moreno es cierto y realmente se debe al Consejo de Administración, el balance es elocuente: en los seis años en el cargo, la difusión del diario ha caído de 453.000 a 350.000 ejemplares y los beneficios han caído de 143 millones a los números rojos. Eso sí, ha dado menos problemas y ha dejado que las noticias las vaya publicando
El Mundo
. Al penúltimo redactor que ocasionó un lío —Txetxo Yoldi forzó con sus informaciones la renuncia de Carlos Dívar al frente del Poder Judicial— ya lo ha puesto de patitas en la calle.

 

33.
¿Existe aún el Libro de Estilo?

La dirección del diario se llenó la boca citando el Libro de Estilo para perseguir, incluso por la vía disciplinaria, a los redactores que dejaron de firmar. ¿Pero existe el Libro de Estilo? ¿Está vigente? Hace años que desapareció de las librerías porque está pendiente de actualizar. El anterior director, Jesús Ceberio, le encargó la actualización al histórico Victorino Ruiz de Azúa, quien tras meses de arduo trabajo voluntario lo entregó coincidiendo con el relevo en la cúpula. El nuevo director recibió el material y, en el mejor de los casos, lo guardó en un cajón y encargó lo mismo a una persona de su confianza. Nunca más se supo.

 

34.
Deserciones emblemáticas…

La represión de las voces disidentes desencadenó, en pleno conflicto por el ERE, un aviso público de amenaza de censura firmada por una veintena de grandes firmas muy vinculadas a la casa, encabezadas por el premio Nobel Mario Vargas Llosa. Algunas firmas tan emblemáticas como Santos Juliá y José María Ridao incluso decidieron dejar de escribir en
El País
.

 

35.
…Y adhesión inquebrantable

¿Alguien sabe por qué Juan José Millás no firmó la carta de los autores advirtiendo del peligro de censura y sí firmó en el diario editado con los trabajadores en huelga, justo antes de hacer grandes proclamas a favor de la huelga general? Razón: centenares de (ex) seguidores boquiabiertos.

 

36.
Perro no come perro

La crisis de
El País
se pudo seguir por toda la prensa internacional, pero no por los diarios de la competencia. Ya se sabe: Perro no come perro. El único que parecía entusiasmado aireando las miserias ajenas era
Publico.es
, que pocos meses antes había despedido al 85 por ciento de la plantilla mandándola al Fogasa tras ceder el expediente a Garrigues —el bufete que rivaliza con Sagardoy en dureza patronal— y sin ni siquiera pagar las últimas nóminas. ¡Qué tropa!

 

 

 

S
EGUNDA PARTE

PÚBLICO

 

 

 

Público
: anatomía de un asesinato

 

 

El 23 de febrero de 2012, el diario
Público
se imprimió por última vez. Sus accionistas de referencia, Jaume Roures y Tatxo Benet —ambos, principales referentes de Mediapro—, presentaron el deceso como el triste pero inexorable desenlace de un enfermo terminal.

Hoy parece más bien un asesinato.

Pese a la brutal crisis que asuela al sector de la prensa,
Público
ya acariciaba la rentabilidad: el ejercicio de 2011 cerró con unas pérdidas de solo tres millones de euros, mucho mejor que
El Mundo
y
ABC
. Y era el único periódico que durante cuatro ejercicios consecutivos redujo pérdidas mientras los demás empeoraban, el único que año tras año aumentó los ingresos —tanto por venta de ejemplares como por publicidad— mientras todos caían. Y también el único que disparó su audiencia —y a un ritmo espectacular— cuando la del resto se hundía.

El periódico contaba además con dos características singulares que le beneficiaban: era el menos dependiente de la publicidad —el único en que representaba menos del 40 por ciento de los ingresos— y, por tanto, el menos afectado por el pinchazo de la brutal burbuja publicitaria. Además, la victoria del Partido Popular dejaba una auténtica autopista en el flanco izquierdo del quiosco, con todos los demás periódicos respaldando los ajustes de Mariano Rajoy, una ventaja que el administrador concursal, Ignacio Marroquín, que en casi todo ha dado cobertura a Roures y Benet, transformó increíblemente en un problema: en su informe de liquidación, citó como elemento justificativo del cierre que el «cliente objetivo» de
Público
era de «un determinado perfil ideológico y social» que, tras la victoria del PP, «se encuentra en minoría frente a las actuales tendencias ideológicas».

Pese a tener el viento a favor,
Público
cerró tres semanas después de la derrota de Carme Chacón en el PSOE y a los tres meses de la mayoría absoluta del PP. Pero para entender mejor esta muerte hay que retroceder a finales de 2009.

El 17 de septiembre de 2009, el Congreso aprobó la reforma legal que autorizaba la TDT de pago, justo a tiempo para que Mediapro lanzara Gol TV ya para la Liga recién estrenada: la ventana por la que Roures llevaba años suspirando, imprescindible para rentabilizar su arriesgado pulso con Prisa por los derechos del fútbol.

Menos de dos meses después, el 13 de noviembre de 2009, Luis Fernández dejaba la dirección de RTVE. Durante su mandato, Mediapro había entrado hasta la cocina de TVE, hasta el punto de que los sindicatos denunciaron que la productora acaparaba programas y concesiones en detrimento de los trabajadores de la casa.

Algunos críticos de Mediapro sostenían entonces que sus ejecutivos estaban imitando con
Público
el esquema que con tanto éxito siguió José Manuel Lara con
La Razón
. El dueño de Planeta creó el periódico que podía gustarle a José María Aznar, gracias al cual logró penetrar en el círculo del presidente y hacerse con Antena 3. Según este supuesto diseño, Roures editaba el diario que podía gustarle a José Luis Rodríguez Zapatero, con lo que la empresa catalana escaló muchos enteros en todos los proyectos cocinados en La Moncloa.

Lograda la vital TDT de pago y despedido el hombre que abrió de par en par las puertas de TVE a Mediapro, llegaba la hora de la verdad para poner a prueba esta teoría: ¿Roures y Benet iban a seguir invirtiendo en
Público
, que seguía creciendo, reduciendo pérdidas y consolidándose como alternativa a
El País
?

La respuesta resultó finalmente obvia: no. Y estaba decidida con mucha antelación. El informe del administrador concursal ayuda a entenderlo: entre el verano de 2007 y la marcha de Luis Fernández de RTVE, en noviembre de 2009, Roures y Benet inyectaron 24,5 millones de euros en capital de la empresa, siempre a través de vehículos participados por Mediacapital BV, radicada en Holanda, que tiene un régimen tributario que algunos expertos califican de paraíso fiscal. Pero desde la marcha de Luis Fernández, las nuevas aportaciones de capital totalizaron apenas cien mil euros.

En toda la etapa de Jesús Maraña como director, que se inauguró en mayo de 2010 al asumir Félix Monteira la Secretaría de Estado de Comunicación, no hubo ninguna aportación de capital. Y todas las vías abiertas para lograr nuevas fuentes de financiación —créditos bancarios, entrada de nuevos socios y aportaciones de los lectores— se abortaron tras polémicas decisiones de Roures.

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