—Papá —repite, molesto porque no le he contestado.
—¿Qué ocurre? —murmuro—. ¿Están bien tus hermanos?
Asiente. Lo que me tiene que decir obviamente no tiene nada que ver con Ellis o Josh.
—La tele se ha estropeado —gruñe.
Me dejo caer en la almohada, aliviado. ¿Eso es todo? Gracias a Dios.
—¿Qué le pasa? —pregunto, intentando parecer interesado.
—No se ve ninguna imagen.
—¿Está enchufada?
—Sí —gruñe—. No soy idiota.
Estoy demasiado cansado para regañarle por ser tan maleducado.
—¿Has comprobados los cables de la parte de atrás?
—No los he tocado. Ayer funcionaba, ¿no?
—¿Y la tele de tu dormitorio?
—No sintonizo el canal que quiero en mi tele. Venga, papá, levántate.
—Iré a echarle un vistazo en un par de minutos —bostezo—. Déjame un rato más...
—Pero mi programa se emite ahora —protesta—. Por favor, papá.
Cierro los ojos durante unos pocos segundos pero es evidente que no voy a tener paz hasta que Ed consiga que arregle la tele. Maldiciendo en voz baja me levanto, atravieso tambaleándome el frío suelo del dormitorio y sigo hasta el pasillo, evitando a Harry cuando me lo encuentro en la puerta de la cocina. Ed pasa a mi lado cuando llegamos a la sala de estar. Coge el mando a distancia y enciende la tele.
—Mira... —dice mientras va cambiando de canales.
Me siento y contemplo la pantalla.
—¿Qué ocurre? —pregunta Harry, entrando en la habitación detrás de nosotros.
—Se ha roto la tele —le explica Ed.
—No está rota —replico mientras voy cambiando de canal.
—¿Has comprobado la antena? —sugiere Harry.
—No le ocurre nada —le digo a los dos—, mirad.
Harry se aparta para poder ver la pantalla. Y ahora puede ver lo que yo he estado mirando. En todos los canales aparece lo mismo. Una pantalla negra con un texto de color muy blanco.
MANTENGAN LA CALMA NO SE DEJEN LLEVAR POR EL PÁNICO.
MANTÉNGANSE A CUBIERTO ESPEREN NUEVAS INSTRUCCIONES.
LA SITUACIÓN ESTÁ BAJO CONTROL.
Son las once, y Lizzie, Harry y los niños están sentados en la sala de estar. Algo está ocurriendo en el exterior. Los demás todavía no se han dado cuenta. No quiero que los niños y Liz tengan otro sobresalto, de manera que no le he dicho nada a nadie. Empezó hace una media hora. He oído vehículos pesados moviéndose en la distancia y algún chillido y grito ocasional. También he oído disparos.
He intentado mirar por todas las ventanas del piso pero no puedo ver lo que está pasando. Tengo que saberlo. Me aseguro de que los demás están distraídos y me escabullo del piso. Me paro en mitad del rellano. Todo parece igual a como estaba cuando salí ayer, pero hoy la sensación es diferente a causa de lo que hay escaleras arriba. Me paro al pie de las escaleras y, durante un segundo, me planteo volver al piso. Tendré una mejor vista desde los pisos superiores pero me da miedo subir. No creo que haya nadie ahí arriba; el coche de la gente del piso superior sigue sin aparecer y no puedo oír nada. Pero ¿qué pasa con el cuerpo? Sé que el hombre en el rellano está muerto pero ¿tengo huevos para pasar al lado del cadáver? Mi cabeza se llena de repente con estúpidas imágenes de pesadilla de unas manos sin vida que intentan agarrarme. El sonido de otro disparo en la distancia me espolea para entrar en acción. Respiro hondo y subo corriendo las escaleras, sin parar hasta llegar al último piso. Espío por la puerta medio abierta para asegurarme de que sigue vacío, después entro.
Sólo hay dos pisos entre mi casa y ésta pero la vista desde aquí es completamente distinta. Esos pocos metros adicionales de altura suponen una gran diferencia y desde aquí puedo ver kilómetros alrededor. Casi puedo abarcar todo el barrio y ver el centro de la ciudad. Esta mañana el mundo parece como las imágenes que envían los corresponsales de guerra. El horizonte es oscuro y gris. Un humo sucio y espeso se eleva de los ennegrecidos esqueletos de edificios quemados. No queda mucho del centro médico de Colville Way. Las calles están desiertas.
¿Cómo se supone que voy a proteger a mi familia de esto? Siento que el peligro aumenta casi cada segundo y no hay nada que pueda hacer para detenerlo. Pienso en los niños abajo y me siento aterrorizado e indefenso. Dependen de mí y yo no sé qué puedo hacer para mantenerlos a salvo.
Ahora veo movimientos en la distancia. Desde aquí no puedo saber exactamente qué es. Me doy la vuelta y cojo la cámara de vídeo que vi cuando estuve ayer aquí. Dios sabe para qué la utilizaban los hombres que vivían aquí. No tengo interés en saberlo. Acerco la cámara a la ventana y la enciendo. Casi no queda batería. Encuentro el botón del zoom y hago que enfoque lo más lejos posible. Me lleva unos pocos segundos dirigir la cámara en la dirección correcta y ubicar el movimiento que acabo de ver.
Creo que estoy mirando hacia el área alrededor de Marsh Way pero no estoy seguro. Sea cual sea el nombre de la calle que estoy mirando, por ella están circulando dos grandes camiones de color gris verdoso. A ambos lados de los camiones hay figuras uniformadas. Maldita sea, son soldados con lo que parece el equipo completo de campaña. Llevan máscaras o visores que les oscurecen las caras. Los camiones se detienen a medio camino de la calle y los guardias que los rodean se dividen en grupos más pequeños. Algunos permanecen cerca de la parte trasera de los vehículos mientras que otros se mueven hacia las casas que hay a ambos lados de la calle. Desde aquí sólo puedo ver con claridad un grupo de figuras pero supongo que todos están haciendo lo mismo. Parece una inspección casa por casa.
El soldado al frente del grupo golpea con el puño en la puerta. Joder, no esperan a que les abran. Cuatro de los soldados del grupo de cinco fuerzan la entrada en la casa en cuanto se abre la puerta. La quinta figura uniformada les sigue adentro, lleva algo. Es difícil mantener el enfoque de la cámara desde la distancia y no puedo decir si lo que tiene en las manos es un portapapeles o uno de esos ordenadores portátiles. Todos desaparecen en el edificio y espero a que salgan. Y espero. Y espero.
En todas partes a lo largo de la calle está pasando lo mismo. Grupos de soldados se separan de los camiones y examinan cada una de las casas. Levanto la vista de la pantallita de la cámara durante un segundo y vislumbro movimiento en otra calle cercana. Otra vez lo mismo. Bizqueo cuando el sol traspasa hoy, por primera vez, la densa capa de nubes y puedo ver como mínimo dos filas más de camiones y soldados avanzando por otras calles, todas ellas en un radio de pocos centenares de metros. Vuelvo a enfocar la casa que estaba mirando en Marsh Way cuando salen los cinco soldados e inmediatamente centran su atención en el edificio de al lado, dejando atrás a una aturdida y desconcertada pareja de mediana edad que cierra tímidamente la puerta a sus espaldas.
Hay helicópteros volando sobre la ciudad. Qué raro. Quizás estén coordinando los movimientos de las tropas en tierra.
Los soldados que he estado observando han forzado la entrada en otra casa. Reaparecen en menos de un minuto, esta vez arrastrando a alguien tras ellos. No puedo distinguir si es un hombre o una mujer pero está golpeando, pataleando y haciendo todo lo que puede para que la dejen ir. Ahora puedo ver que es una mujer. Sólo está medio vestida. Le han dado la vuelta y la están llevando hacia el camión más cercano. Ella sigue resistiéndose. Cuando la empujan hacia la parte trasera del vehículo, consigue liberarse del soldado que la estaba agarrando. Empieza a correr por la calle y... y ahora no puedo creer lo que estoy viendo. Uno de los soldados da un paso adelante y levanta el fusil. En lugar de correr tras ella, sencillamente le dispara por la espalda.
Dos de ellos recogen el cuerpo caído y lo tiran sin ceremonias en la caja de uno de los camiones.
Finalmente deben estar eliminando a los Hostiles. Gracias a Dios.
Ya era hora. Espero que los muy hijos de puta reciban lo que se merecen.
Es un alivio saber que finalmente alguien parece que está tomando el control de la situación. Los soldados en la calles es el primer indicio que hemos tenido de que las autoridades están haciendo algo para ayudarnos. Estoy contento, pero seré mucho más feliz cuando se hayan ido. No le digo nada a los demás. No quiero que Lizzie y los niños vuelvan a inquietarse.
La cabeza me da vueltas. Cada vez encuentro más difícil soportar estar atrapado en la habitación segura con el resto de la familia. Esta intensa claustrofobia me está matando. Hemos estado sentados juntos durante horas y casi no hemos hablado, excepto los niños, que no dejan de pelear y discutir. Sé que no pueden evitarlo pero están empezando a ponerme de los nervios. No parece que afecte a Lizzie y a Harry. Quizá sólo sea yo. Quizá porque sé que hay soldados ahí fuera. Me estoy poniendo cada vez más ansioso, aquí sentado, esperando el inevitable golpe en la puerta.
Voy al baño como una excusa para levantarme y salir de la habitación. Cierro la puerta de la sala de estar a mis espaldas y me apoyo en ella, aliviado. La atmósfera ahí dentro era opresiva y el aire de aquí fuera es mucho más frío y fresco. Avanzo por el pasillo y me paro ante la puerta de entrada. ¿Debo subir otra vez y observar las calles? ¿Qué pasará si el ejército ya está aquí? ¿Qué iba a parecer si abro la puerta y me doy de bruces con una de esas patrullas? Pueden pensar que soy un Hostil. ¿Me darán la oportunidad de explicarme antes de apuntarme con sus fusiles?
Utilizo el baño y después me dirijo a la habitación de Ed y Josh. Subo a la cama de Ed como hice ayer y miro durante un rato por la ventana. No puedo ver nada. Si ignoro los cadáveres, todo parece tranquilo, en silencio y relativamente normal. Es una ilusión. Bajo la superficie todo el mundo se está cayendo en pedazos.
Me duele la cabeza. Estoy cansado de pensar continuamente en todo lo que está ocurriendo. Sólo quiero desconectar durante un rato.
Me tiendo de espaldas, cierro los ojos y espero el golpe en la puerta.
Oigo movimiento dentro del piso, fuera de la habitación segura. No sé cuánto tiempo he estado aquí tendido. Me debo haber quedado dormido. Me siento enfermo. Necesito beber algo. Me incorporo, dejo caer las piernas por encima de la barandilla y bajo. Me duele el cuerpo cuando me estiro y tambaleo por el pasillo.
Hay alguien en la cocina. Me acerco y veo a través de la puerta abierta que se trata de Harry. Está de pie ante el fregadero, de espaldas a mí, bebiendo o fregando algo. Doy un paso al frente, entro en la cocina y me paro. No sé por qué. Algo no va bien. No me quiero acercar. Puedo sentir algo en el aire que me inquieta. No, es algo más que eso, me hace sentir inseguro. Harry deja de hacer lo que estaba haciendo. ¿Sabe que estoy aquí? Por lo que parece una eternidad ninguno de los dos se mueve. Entonces se empieza a dar la vuelta con lentitud. ¿Él es...?
Dios santo. Miro profundamente en los ojos del anciano y me quedo helado de miedo. ¿Puede ser éste el mismo hombre? Me devuelve la mirada con ojos fríos y acerados, llenos de un odio y un desprecio inexplicables. Puedo sentir que su repugnancia por mí mana de él como un hedor y sé que por alguna inexplicable pero innegable razón me quiere ver muerto. Quiere destruirme. Mis piernas se aflojan a causa de los nervios cuando me doy cuenta que el odio ha llegado finalmente a mi hogar.
Harry se mueve de repente y yo reacciono con velocidad. Sólo da un paso adelante pero es suficiente y sé que mi vida está en peligro si no actúo ya. Me asalta un irresistible e instintivo deseo de supervivencia cuando me alejo de él. Miro hacia la derecha. Junto a la encimera se encuentra nuestro cuchillero de madera. Cojo el cuchillo del pan que tiene el mango negro y lo saco del taco de madera como si esgrimiese una espada. Con un solo movimiento cargo contra Harry y lo hundo profundamente en su carne, justo por encima de la cintura. Lo abrazo con el otro brazo y lo acerco a mí, forzando que la hoja penetre más y más en sus entrañas, girándolo a medida que va penetrando. Siento cómo se desliza el filo aserrado a través de la piel y corta músculos, venas y arterias, y lo empujo profundamente dentro de él hasta que ha desaparecido toda la hoja del cuchillo. Siento un flujo repentino de sangre caliente cuando mana sobre mi mano y suelto el cuchillo y le doy un empujón a Harry. Él se tambalea hacia atrás. Sus piernas tiemblan y se derrumba sobre el suelo, golpeando la parte de atrás de la cabeza contra la puerta del horno al caer. Estoy sobre él. Respira pero no va a durar mucho. Tengo que asegurarme de que está muerto.
Oigo un grito que viene del quicio de la puerta —un chillido agudo y ensordecedor— y me doy la vuelta para ver a Lizzie y a los niños. Me mira con la misma expresión fría de su padre y vuelvo a sentir el odio. Saco el cuchillo de las tripas del moribundo y lo esgrimo hacia ella, sabiendo que también ella debe morir. Ella se echa para atrás, sacando con ella a los niños de la cocina. Edward y Josh me miran enfadados, con tanto odio como su madre.
—¡Papi! —grita Ellis.
Miro a la cara de mi pequeñina y sé al instante que ella no es como los otros. Ella es como yo. Ella no ha cambiado. Corro rodeando la mesa de la cocina para agarrarla pero es demasiado tarde. Su madre ya la ha cogido por el cuello y la ha alejado fuera de mi alcance. Su delgado rostro, cubierto de lágrimas, muestra miedo y aturdimiento, y sus ojos se abren de par en par cuando Liz la coge por la ropa y la aleja de mí. Ed me mira. Incluso Josh me desprecia. Mis hijos me desprecian y sé que también los tengo que destruir a ellos.
Me vuelvo a precipitar sobre Liz, sabiendo que la debo matar antes de que yo pueda resultar herido y ella pueda hacerle daño a Ellis. Ella grita a los niños que se muevan y corren por el pasillo hacia la sala de estar. Edward atraviesa la sillita de Josh en el vestíbulo y yo tropiezo con ella, cayendo de bruces. Antes de que me pueda levantar y llegar a la sala de estar, atrancan la puerta. Oigo cómo cierran los pestillos.
¿Qué demonios voy a hacer ahora? ¿Cómo ha ocurrido? ¿Cómo es posible que mi familia se haya vuelto contra mí con tanta rapidez? Tengo que olvidarlos y recuperar a Ellis. Ella no ha cambiado y sé que me necesita. Reúno fuerzas y me precipito contra la puerta. La golpeo con el hombro pero no se mueve. Vuelvo atrás y cargo una y otra vez, y la quinta vez que la golpeo siento cómo cede el pestillo. Intento abrir la puerta pero sólo se mueve unos centímetros. La han atrancado con muebles para impedir que entre. ¿Por qué me están haciendo esto?