Muerte en Hamburgo (36 page)

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Authors: Craig Russell

Tags: #Policíaco, #Thriller

BOOK: Muerte en Hamburgo
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—No te ha gustado mucho Herr Janssen, ¿verdad?

Maria fingió un repentino escalofrío, hizo una mueca y soltó un «uurgh».

—Qué pena —dijo Fabel, y se subió al coche—. Diría que le has hecho tilín.

Maria no arrancó el motor de inmediato. Estaba pensativa y tenía la mirada perdida.

—Es raro, ¿verdad?

—¿El qué? —preguntó Fabel.

—El modo en que la gente quiere siempre agarrarse a algo. Y a veces ese algo da un miedo terrible.

—¿Te refieres al grupo escindido que ha mencionado Janssen? ¿El elemento marginal del elemento marginal?

—Sí. ¿Crees que Janssen cree de verdad en toda esa mierda de Asatru? ¿Y la gente que comete estas violaciones? ¿Creen que tienen algún tipo de justificación religiosa?

Fabel frunció la boca.

—Lo dudo, Maria. No a un nivel significativo, quiero decir. En cuanto a Janssen…, puede ser. Como dices, hay mucha gente que se aferra desesperadamente a una esperanza moral, que intenta dar forma y sentido a sus vidas. De lo contrario, éste es un universo oscuro y solitario.

Maria arrancó el motor y se incorporó al tráfico.

Viernes, 20 de junio. 12:00 h

POLIZEIPRÄSIDIUM (HAMBURGO)

Parecía que la única misión de la secretaria de Norbert Eitel era evitar que el mundo exterior tuviera algún contacto con su jefe. Al final pasó la llamada de Fabel, pero sólo después de que la amenazara con presentarse sin previo aviso con un equipo de agentes y empezar a detener a todo el mundo que los obstruyera.

—Diga, Herr Kriminalhauptkommissar… —Norbert Eitel parecía distraído, como si estuviera leyendo algo mucho más importante mientras hablaba con él—. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Me gustaría mucho ir a hablar con usted… y con su padre, si pudieran estar los dos disponibles a la vez.

—¿Puedo preguntarle con relación a qué?

—Tengo entendido que conocía a Angelika Blüm.

—Ah… sí…, un asunto horrible, horrible. Pero ¿en qué puedo ayudarle? —Fabel advirtió que ahora Eitel le prestaba toda su atención.

—Información, básicamente.

—Pero mi padre no conocía a Angelika. Creo que sólo se vieron una vez y muy poco tiempo… No veo de qué podría servirle hablar con él.

—Bueno, creo que eso mejor lo discutimos cuando nos reunamos. ¿Podría hacerme un hueco esta tarde a las dos y media?

—Bueno…, supongo que sí, pero no puedo hablar por mi padre. Él no trabaja aquí. Tiene sus propios negocios.

—Está bien, Herr Eitel. Si su padre no puede venir, podemos enviarle un coche a recogerlo para que lo traiga al Präsidium… No quisiera causarle ninguna molestia.

La voz de Eitel se volvió fría y áspera ante la amenaza.

—Veré lo que puedo hacer… —dijo, y colgó.

Fabel pidió a la cafetería que trajeran comida para todo el mundo a la Mordkommission. Mostró mucho interés en que Anna expusiera sus instrucciones para la operación MacSwain de la noche siguiente. Tan sólo había realizado algunos cambios respecto a su propuesta inicial. Pidió dos agentes más para el equipo de vigilancia, con lo que los integrantes pasaron a ser ocho, sin contarse a ella misma. Fabel aprobó la seguridad añadida y sospechó que Paul Lindemann había insistido en este punto. Como Fabel había esperado, Anna había elegido a Paul para dirigir los equipos de refuerzo. Habría cinco vehículos. El vehículo principal sería una furgoneta en la que estarían dos agentes del MEK armados hasta los dientes, Paul y Maria y el equipo electrónico para escuchar el micro de Anna. La furgoneta sería el centro de mando, haría el seguimiento de la actividad y daría las instrucciones al resto del equipo. Dos miembros del equipo irían en moto, lo cual les permitiría competir en velocidad con el Porsche de MacSwain, y habría dos coches, con un agente de la Mordkommission en cada uno. De ese modo podrían ir cambiando a los perseguidores de MacSwain continuamente para evitar sospechas, y si daba un paso en falso, los agentes de policía se le echarían encima en cuestión de segundos. Como ya había señalado Van Heiden, era una operación cara para realizarla basándose en la intuición de Fabel y la improvisación de Anna. Era la operación más segura que podían llevar a cabo con el presupuesto que tenían que justificar.

Después de la reunión, Fabel llamó a su despacho a Anna, Paul, Werner y Maria. Les habló de su cita con los Eitel para aquella tarde y les preguntó a Maria y a Werner si podían acompañarlo.

—Quiero superarlos en número…, o como mínimo ser los mismos que ellos —contestó Fabel cuando le preguntaron por qué—. Ellos son dos, y sospecho que al menos llevarán a un abogado. Sólo quiero que nuestra presencia se haga notar.

Fabel tenía el arma homicida de Klugmann y el informe completo de Brauner. Puso al día a todo el mundo respecto a los antecedentes del arma y lo que Hansi Kraus había dicho sobre los asesinos. Fabel les invitó a opinar.

—A mí me parece que su intención era que encontráramos la pistola —sugirió Maria—, y como Kraus estaba allí y la cogió primero, fastidió sus planes. Alguien quería que pensáramos que se trataba de un trabajo de los ucranianos.

—Pero tenían que saber que parecería artificial —dijo Fabel.

—Nos lo parece porque tenemos a alguien que los oyó y puede declarar que eran alemanes —dijo Werner—. Si no tuviéramos eso, podríamos haber interpretado que habían dejado deliberadamente el arma ahí para enviarnos algún mensaje…, una forma de reivindicar la acción. —Frunció el ceño—. Hay algo raro en ese Hansi Kraus, jefe.

»Anoche le tomé declaración y repasamos algunas fotos de los archivos policiales. Luego lo llevé a la cafetería para que comiera algo. No sé qué diablos le agarró, pero de repente me dijo que tenía que irse. Le pregunté a qué venía tanta prisa, pero lo que me contestó no tenía ningún sentido. Me prometió que volvería hoy, pero le dije que tenía que quedarse un poco más para mirar más fotos. Hice que se sentara a una mesa y fui a la barra; cuando volví, se había marchado. Fue cuando intentaste localizarme… Lo estaba buscando por todas partes.

—Pero ¿tienes su declaración? —preguntó Fabel. Werner confirmó que sí—. Yo no me preocuparía porque se fuera, Werner. Tiene que alimentar una adicción, y cuando lo vi por última vez, estaba bastante mal. Si no viene, iremos a buscarlo. —Fabel se volvió hacia Maria—. ¿Tienes la información que te pedí sobre los Eitel?

Maria le entregó a Fabel una carpeta que había traído debajo del brazo.

—No es agradable investigar a Eitel padre. Todas mis notas están ahí dentro, pero a modo de resumen… Wolfgang Eitel tiene 79 años. Es originario de la región de Passau en la Alta Baviera. Fue miembro de las Juventudes Hitlerianas hasta 1942, cuando se alistó en las SS. Como la mayoría de cabrones de las SS, parece sufrir una amnesia selectiva; pero los informes, con todo lo fiables que puedan ser, dicen que comenzó como teniente segundo de las SS, y que cuando lo detuvieron los aliados, era capitán.

Fabel sacó una fotografía en blanco y negro de un joven arrogante, de no más de veintiún años, pero que intentaba adoptar la actitud de alguien mayor y, por lo tanto, más autoritario. Llevaba un uniforme de las SS. Fabel esperó ver la doble S con forma de relámpago en el cuello. De repente, recordó que si la hubiera visto, habría estado mirando de nuevo una antigua runa germánica. Los nazis se habían apropiado de la
Sigrunen
—la antigua runa que significaba victoria— y la habían utilizado como la insignia de la doble S de la Schutzstaffel. Pero no aparecía en aquella fotografía. En su lugar, la insignia en la parte derecha del cuello de Eitel era un león blanco rampante sobre fondo negro. Fabel giró la fotografía hacia Maria.

—¿Qué significa esta insignia?

Maria esbozó una ancha sonrisa.

—Eso nos lleva a un terreno interesante. No tengo ninguna duda de que se trata de una coincidencia, pero es la insignia de la 14 Waffen-Grenadier Division de las SS. También conocida como la Division-Galizien, la División Gálata. Y como sabéis, Galacia era la región histórica que abarcaba parte de la Ucrania moderna. La División Gálata de las SS estaba integrada por ucranianos que consideraban que era una forma de liberar su país de Stalin.

—Hombres ucranianos, pero oficiales alemanes.

—Exacto. Y Eitel era uno de ellos. Después de su derrota en la batalla de… —Maria hizo una pausa y consultó sus notas— Brody la división regresó a Austria. Fue allí donde Eitel se rindió a los aliados; lo último que quería era caer en manos de los soviéticos. Después de la guerra, pasó cuatro años en la cárcel. Fundó Eitel Importing en Múnich en 1956 y para mediados de los sesenta ya era multimillonario. Su última esposa era de Hamburgo y trasladó su oficina central aquí en 1972. Ayudó a su hijo a crear el Grupo de comunicación Eitel y hace diez años vendió Eitel Importing al Grupo. Eso le permitió centrarse en su carrera «política». Fundó el BDD (el Bund Deutschland-für-Deutsche) en 1979. No tuvo mucha repercusión hasta la caída del Muro y la
Wende
. Incluso entonces el apoyo que recibió era débil y esporádico. En resumen, un tipejo asqueroso.

Fabel miró a Maria como si examinarla fuera a ayudarle a procesar mejor la información que acababa de proporcionarle. Luego dijo:

—Es curioso la de veces que ha surgido una conexión ucraniana en este caso.

—Como ya he dicho, esta vez lo más probable es que sea una coincidencia —dijo Maria.

Fabel se encogió de hombros.

—Supongo. —Hizo una pausa—. ¿Qué hay del hijo, Norbert?

—Es un editor de tabloides con ambiciones políticas. Estudió en Hamburgo y en Heidelberg y creó
Schau Mal
! con el apoyo de su padre, que incluía ayuda económica. A través de diversas adquisiciones y de su propio crecimiento, el Grupo Eitel participa en todas las formas de medios de comunicación, incluido internet…

—Por eso necesitan a alguien como MacSwain —le interrumpió Werner.

Maria continuó.

—El Grupo también publica tabloides en Holanda, Polonia y la República Checa. Además de medios de comunicación, tiene un negocio inmobiliario y una constructora pequeña. A todo esto hay que añadir el negocio de importación-exportación que Norbert le compró a su padre. Políticamente, es de centro-derecha. Más de derechas que de centro. Pero se presenta como independiente. Es obvio que es consciente que ser candidato del BDD sería un hándicap. Insiste en que no es neonazi ni pertenece a la extrema derecha. Pero su plataforma se posiciona principalmente contra la inmigración y a favor de la ley y el orden. Está casado con una aristócrata, Martha von Berg.

—¿Tiene algo que ver con Jürgen von Berg, el senador? —preguntó Fabel.

—No lo sé, jefe. Lo que sí sé es que ha mantenido su nombre de soltera y que durante un tiempo él se hacía llamar Norbert von Berg Eitel. Pero ahora ya no. Al incluir el apellido aristocrático de su mujer, la gente creyó que adoptaba la costumbre moderna de alemanes más liberales de combinar su apellido con el de la esposa. Eso no encajaba con la imagen tradicionalista de Eitel. También tenía fama de mujeriego, y se ha esforzado mucho por quitarle importancia al asunto.

Fabel se frotó la barbilla.

—Buena gente. —Miró la hora—. Creo que ha llegado el momento de hacerles una visita.

Viernes, 20 de junio. 14:30 h

NEUSTADT (HAMBURGO)

El Grupo de comunicación Eitel tenía sus oficinas en un monolito comercial de acero bruñido y cristal situado en el corazón del distrito financiero de Neustadt. A Fabel le interesaba la buena arquitectura; razón por la cual aquel edificio no despertó su interés. Era una caja corporativa sin alma acabada con accesorios caros, pero tenía la personalidad de un vestíbulo de hotel. El conserje de uniforme, que atendía el mostrador de recepción de la planta baja, condujo a Fabel y a su séquito hasta los ascensores.

Los dos primeros pisos del edificio estaban ocupados por las oficinas editoriales de
Schau Mal
!; el tercero, por
TVEspresso
, una guía semanal de la programación televisiva publicada por el Grupo Eitel. La cuarta planta se denominaba Departamento de Comunicación. El piso de arriba estaba dedicado a las oficinas corporativas y administrativas del Grupo. Era allí donde Norbert Eitel tenía su despacho.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron a una gran oficina, vieron a una mujer de mediana edad con expresión imperturbable que los estaba esperando. Fabel supuso que era la persona con quien se las había tenido por teléfono. Su semblante revelaba que no estaba acostumbrada a que burlaran su autoridad.

—¿Vienen a ver a Herr Eitel?

Fabel mostró su placa oval de la Kriminalpolizei.

—Soy el Hauptkommissar Fabel.

Examinó a los demás con un desdén estudiado y presuntuoso, que Werner reventó al momento con una carcajada.

—Síganme —dijo la mujer de mala gana.

Condujo a Fabel, Werner y Maria a una triste área de recepción situada en el otro extremo de la oficina, una orilla donde iba a romper el murmullo de voces procedentes de un mar de mesas. Al cabo de diez minutos, la secretaria imperturbable los llevó a una sala de reuniones con una pared de cristal.

Norbert Eitel entró en la sala un minuto después. No llevaba chaqueta, se había subido las mangas de la camisa por encima de las muñecas y aflojado la corbata. Les ofreció una sonrisa educada, pero su lenguaje corporal expresaba que era un hombre que tenía cosas más importantes que hacer. Sujetó la puerta a un hombre mayor, alto y enjuto, de aspecto aristocrático y pelo abundante color marfil que se negaba a desaparecer del lugar que había ocupado durante sesenta años. Fabel reconoció en aquel hombre mayor al oficial de las SS de la fotografía, sólo que ahora había alcanzado por completo la madurez autoritaria que tanto se había esforzado por proyectar cuando era un joven arrogante. A Eitel lo seguía un hombre de estatura media y unos treinta y cinco años.

—Buenos días, Herr Hauptkommissar Fabel —dijo Norbert Eitel—. Le presento a mi padre, Wolfgang Eitel… —Eitel padre extendió la mano e hizo un saludo brusco con la cabeza. Fabel casi esperó oír cómo chocaba los talones—. Y a Wilfried Waalkes, nuestro jefe de asuntos legales.

Fabel y Maria se miraron. El abogado. Fabel presentó a Werner y a Maria. Examinó un momento al abogado. Waalkes era un nombre frisio, pero el letrado dijo
«Guten Tag
» en un
Hochdeutsch
que no permitía un rastreo geográfico.

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