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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (37 page)

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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—Gracias, Maestro.

Luke dio una palmadita a Corran en el hombro.

—Encontraremos la forma de hacer llegar el mensaje a Shedao Shai. Te daré los planes en cuanto los tengamos.

Kre'fey se levantó y tendió la mano a Luke.

—Por si no hubiera más ocasiones para decirlo, aprecio el sacrificio que van a realizar los Jedi. Quiero que lo sepáis, por si no conseguimos superar este conflicto.

La imagen de Chewbacca le pasó a Luke un segundo por la cabeza, pero el contacto firme y seco de la mano del bothan la borró de su mente.

—Gracias, almirante. Que la Fuerza nos acompañe a todos.

Capítulo 30

Jacen Solo vio cómo el capitán del carguero recogía el datapad de manos de Corran, comprobaba el mensaje de la pantalla e indicaba al androide de carga binario que llevaba el reluciente baúl de aluminio que avanzara.

—Debo informarle de que la doctora Pace dijo que estaba dispuesta a llegar adonde fuera para protestar en contra de esta apropiación de objetos yuuzhan vong.

El capitán negó con la cabeza.

—Tomo nota —Corran le saludó brevemente con la cabeza—. Gracias por desviarse hasta aquí. No le retrasaré.

—No hay problema. Su mujer se ha portado bien conmigo en más de una ocasión. Encantado de poder agradecérselo —el hombre se despidió de Corran y dirigió el androide de carga de vuelta al carguero.

—¿Quieres que te lleve eso, Corran?

El Jedi de más edad alzó el baúl por el asa y se lo acercó a Jacen.

—¿Has cambiado de idea? En la reunión estabas totalmente en desacuerdo. ¿Lo has pensado mejor?

Jacen cogió el baúl y se sorprendió de lo ligero que era.

—Pues no. En parte te estás tomando esta guerra como algo personal, eres tú contra Shedao Shai. Y eso no está bien. Es sedicente. Es propio del..

—No me digas que es propio del Lado Oscuro, Jacen —Corran alzó una mano y negó con la cabeza—. No estoy de humor para…

—Sí, sí lo estás, Corran. Pero no quieres oírlo porque sabes que es verdad —Jacen dio un paso adelante, mirándole por encima del hombro—. Fuiste tú quien me dijo que todos tenemos que tirar en la misma dirección, pero tú lo haces en una propia. Quieres vengar a tu amigo. No puedo culparte por eso, pero si la situación fuera al revés, estarías discutiendo conmigo por condicionar mis sentimientos a los estándares de otros.

—Puede que eso sea cierto.

—¿Y por qué no te aplicas el cuento?

—Porque… —Corran frunció el ceño. Luego cogió a Jacen de la túnica y lo llevó a un pasillo lateral—. Ven aquí.

Los dos caminaron en silencio y salieron a una pasarela que daba a la parte central del
Bahía de Tafanda.
Si Jacen no hubiera sabido que estaban flotando sobre la Madre Jungla, habría creído que la nave ithoriana era una ciudad cubierta cómodamente ubicada en el suelo del planeta. La cúpula de transpariacero dejaba ver un cielo azul lleno de cargueros volando hacia el espacio, y el frondoso bosque de la ciudad sólo dejaba entrever aquí y allá las paredes blancas y las avenidas.

—Mira ahí fuera, Jacen. He ahí una ciudad que está siendo abandonada por las personas que la aman, que trabajaron para crearla. ¿Por qué? Porque es un objetivo militar. Sabemos que los vong van a por ella, así que hemos trasladado a la gente y hemos colocado un par de sorpresas para el enemigo. Y también lo estamos haciendo en el resto del planeta.

El joven asintió.

—Eso lo entiendo.

—Pues entiende esto: Por lo que yo hice en Bimmiel, por lo que hicimos en Garqi, Shedao Shai ha decidido que yo también soy un objetivo. Va a ir a por mí y a por los huesos de ese baúl, lo que significa que va a estar desconcentrado. Y eso es lo que queremos, porque un líder distraído nos proporcionaría más tiempo, y, en última instancia, fracasará.

—Eso lo capto, pero lo otro..

Corran suspiró y apoyó la mano en el hombro de Jacen.

—Mira, Jacen, yo no quiero vengar a Elegos. Su muerte me afectó muchísimo, pero le conocía lo suficiente como para saber que lo último que hubiera querido es que alguien matara en su nombre. Te acordarás de que en Dantooine aceptó pilotar ese transbordador porque estaba dispuesto a asumir la responsabilidad de matar, de proteger a otros para que no aguantaran esa carga. Si yo fuera a por Shedao Shai en nombre de Elegos, él lo vería como que estoy asumiendo la carga de la violencia por él. Y yo no le haría eso.

—Pero tienes intención de matar a Shedao Shai.

El rostro de Corran adquirió una expresión solemne.

—Si surge la oportunidad, sí. Mira, Jacen, no es por venganza, que, como tú bien dices, sería algo propio del Lado Oscuro. Es por responsabilidad. Shedao Shai quiere matarme. Si no me enfrento a él, entonces tendrás que hacerlo tú, o Ganner u otro. Sí, es peligroso, de eso no hay duda. Y puede que me mate, y entonces será problema vuestro. Pero hasta ese momento es problema mío.

Jacen se estremeció.

—No estoy seguro de eso.

—Bueno, tampoco hace falta que lo estés —el hombre suspiró sin pesar, como soltando la tensión acumulada—. Sé que estamos haciendo lo correcto, Jacen. Esta batalla tiene dos motivos. El primero es proteger Ithor y a su población de refugiados. El segundo, igual de importante, infligir una derrota a los vong. Necesitamos que sepan que ha terminado la parte fácil de la invasión. Si lo pagan caro, quizá se lo piensen dos veces. No espero que lo entiendas a tu edad, porque yo no lo entendí hasta que no fui mucho mayor, pero sé que lo que hago está bien —sonrió—. Puedo sentirlo. Es lo que hay que hacer.

Jacen pudo percibir la convicción en la voz de Corran y se agarró a ella por un segundo, pero frunció el ceño.

—Yo me sentía así cuando quise liberar a los esclavos de Belkadan, y ya sabes lo que pasó.

Corran pasó el brazo por los hombros a Jacen.

—Bueno, creo que te queda mucho por aprender sobre el tema de la moral, chico.

—Sólo pretendo ser realista.

—Sí, lo sé —Corran sonrió y llevó a Jacen a la zona de preparativos—. Tengo la sensación de que vamos a bañarnos en realismo. Sólo espero que no nos ahoguemos en él.

—Lo cierto es que me sorprende bastante verte todavía aquí, primo —el almirante Traest Kre'fey estaba en el puente del
Ralroost,
contemplando las vistas del espacio sobre Ithor. A lo lejos se veían muchas naves en forma de puñal, orbitando alrededor del planeta, y había más del Remanente que de la Nueva República—. Supuse que volverías al Núcleo con el sumo sacerdote Tawron.

Borsk Fey'lya no se dignó ni a encogerse de hombros, aunque se le erizó el pelo de la nuca.

—Tenía razones para quedarme.

¿No será una de ellas que Leia Organa Solo no ha huido, como el resto de tu séquito?

Traest no expresó en voz alta sus pensamientos, pero sintió como si el jefe de la Nueva República los leyera en su sonrisa burlona.

—¿Y tenías razones para hablar conmigo?

—¿Para hablar contigo? No —Fey'lya sonrió cauteloso—. Te quería aquí como testigo —señaló al oficial de comunicaciones—. Ya puede comenzar la conexión.

El teniente Arr'yka miró al almirante pidiendo permiso.

Traest alzó la mano un instante.

—¿Y con quién quieres hablar?

—Con el almirante Pellaeon —Fey'lya señaló con la cabeza al
Quimera,
que brillaba en la distancia—. Dado que no tienes la valentía necesaria para representar a tu propia causa, me corresponde a mí esa responsabilidad. Voy a exigir que el mando de esta operación recaiga sobre ti. Es un planeta de la Nueva República. Deberías ser tú quien liderara su defensa.

—Entiendo —dijo Traest con un gruñido. Luego hizo un gesto al teniente—. Abra la comunicación con el almirante Pellaeon, por favor.

Ambos bothanos esperaron en silencio durante unos segundos. Pellaeon apareció en un holograma en tamaño natural, tan imponente como en la vida real.

—¿Sí, almirante Kre'fey? Saludos, almirante. No quisiera molestarle, pero el jefe Borsk Fey'lya desea instarle a que me ceda el mando de la defensa ithoriana. Pero, antes de que lo haga, creo que es mejor que él oiga lo que usted tiene que decir al respecto.

El humano asintió y se mesó el mostacho blanco con la mano.

—Según la regulación imperial 59826, si se me sustituye al mando de la defensa ithoriana, todas las naves y el personal imperiales serán retirados de inmediato a Bastion.

—Gracias, almirante. Discúlpeme por hacerle perder el tiempo. Kre'fey fuera.

El bothan se giró para mirar a su primo.

—Supongo que eso es todo.

Por la forma en la que se le erizó el pelo del cuello a Borsk Fey'lya, supo que eso no iba a ser todo.

— ¡Esto es un ultraje! No ha lugar a la defensa de este planeta por parte del Remanente. Es nuestro planeta. Nosotros somos quienes debemos estar al mando de su defensa. ¡No puede ser de otra forma!

Traest extendió una mano con la palma hacia arriba, hacia Fey'lya, y sacó las garras.

—En Coruscant estuviste de acuerdo en dejar la defensa de la Nueva República a los militares. Te advertí que si intentabas interferir me llevaría mis fuerzas a las Regiones Desconocidas. Todavía puedo hacerlo, y lo haré. Y, si lo hago, el almirante Pellaeon se retirará con su potencial. Ithor se quedará sin defensas.

Los ojos violetas de Fey'lya se abrieron de par en par.

—Pero no puedes hacerlo. Las tropas que hay en tierra se quedarían abandonadas. Y los Jedi… Tú no los dejarías..

—¿No? Ponme a prueba. A ti no te importan los Jedi. Si por ti fuera, ninguno sobreviviría al conflicto. Y tú alabarías su sacrificio, levantarías monumentos en su honor y bailarías alegremente sobre sus tumbas —la mirada amatista de Traest se endureció, las vetas doradas relucían—. Y en cuanto a lo de dejar atrás Ithor, no tienes ni la más mínima idea de adónde he mandado a los refugiados.

Habrá colonias ithorianas por toda la Nueva República y las Regiones Desconocidas. Sí, los árboles bafforr tardarán años en crecer y producir polen de nuevo, pero puedo pasarme ese tiempo construyendo ejércitos para enfrentarme a los yuuzhan vong y aplastarlos. Ya te advertí que eso es lo que haría, y lo haré. Una palabra mía y todo el personal que está bajo mi mando se trasladará a los planetas que yo diga.

—¡Esto es una insubordinación! Te retiraré el mando —Fey'lya se dio la vuelta y señaló a dos oficiales de seguridad bothanos que estaban junto a la puerta de acceso al puente—. Arrestad al almirante Kre'fey y sacadle del puente.

Ninguno de los bothanos se movió ni dio señal alguna de haber oído la orden.

Traest miró a su primo.

—Estamos en zona de guerra, primo. Tu jurisdicción acabó en el momento en el que entraste en el sistema. Tienes una opción… —le interrumpió la repentina aparición holográfica de Pellaeon.

—Disculpe, almirante, pero los vong han entrado en la zona de ataque y han iniciado el asalto. Ya vienen. Ha comenzado. Parece ser un Caso Siete.

—Gracias, almirante. Es un Caso Siete, efectivamente —Traest miró a través del holograma imperial que se desvanecía—. Caso Siete, aíslen los ordenadores de objetivos en telemetría del
Quimera.
Todos los cazas listos. Esto no es un simulacro. Luchad como es debido y veremos a los yuuzhan vong huyendo.

Traest se acercó a Fey'lya y bajó la voz hasta que fue un susurro.

—La opción que iba a ofrecerte era que regresaras a tus aposentos o que te metieras en una nave para largarte antes de que apareciera el enemigo. La segunda opción ya no es viable, pero te ofrezco otra. Puedes quedarte aquí, en el puente, y demostrar en silencio tu apoyo a aquellos que van a luchar para salvarte la vida, o puedes salir con el rabo entre las piernas y rezar para que el ataque yuuzhan vong no sea tan potente como para atravesar las paredes de tu camarote.

Fey'lya alzó la barbilla.

—Quizá me desprecies ahora, primo, pero en mis tiempos, cuando los imperiales eran nuestros enemigos, yo derramé mi sangre. Conozco el combate, y jamás he huido de él.

—Bien, porque los yuuzhan vong son peor que cualquier cosa a la que te hayas enfrentado —Traest alzó la voz para que le oyeran todos en el puente—. Sí, primo, tu ayuda aquí es muy bienvenida. Si necesitamos algo te lo haré saber. Mientras tanto, tenerte aquí, honrando a mi personal con tu mera presencia, es más valioso que cualquier esfuerzo.

El Ala-X de Jaina Solo voló por encima del
Ralroost y
giró a la izquierda para entrar en la formación del Escuadrón Pícaro. Anni Capstan se le unió a estribor en su alerón-s
y
retrocedió unos cuantos metros. Una mirada rápida a los monitores le mostró las pantallas al máximo, con el campo del compensador de inercia ampliado para protegerla de los dovin basal de los yuuzhan vong, y los sistemas de armamento totalmente cargados y en verde.

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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