Los mundos perdidos (34 page)

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Authors: Clark Ashton Smith

BOOK: Los mundos perdidos
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La figura dio por finalizada su perorata, y se quedó de pie mirando a los terrícolas en un silencio educado y hasta cierto punto inescrutable. Se quedó esperando su respuesta.

Como podría haberse esperado, las emociones con que los miembros de la delegación acogieron este notable discurso distaron de ser unánimes en su tono. Todos los hombres se encontraban más allá del pasmo y de la sorpresa, porque los milagros se habían amontonado sobre los milagros hasta que sus cerebros se encontraban atontados a causa del asombro; y habían llegado al punto en que tomaban la creación de una figura humana y su dotación de la capacidad de hablar completamente por supuesto. Pero la propuesta planteada por la planta, a través de su órgano de aspecto humano, era otra cuestión, y produjo diversas resonancias en las mentes de los científicos, los periodistas, el alcalde y el jefe de policía.

Gaillard, que se encontró a sí mismo completamente conforme con la proposición, y cada vez más unido con la entidad marciana, deseaba acceder al instante y dar su apoyo y el de sus compañeros al tratado planteado y al plan de intercambio. Se vio obligado a indicar al marciano que la delegación, aun siendo de la misma opinión, no tenía poderes para representar a las gentes de la Tierra en la formación de la planteada alianza; que lo más que podría hacer era plantear la oferta ante el gobierno de los Estados Unidos y los demás gobiernos de la Tierra.

La mitad de los científicos, después de alguna deliberación, se declararon favorables al plan y dispuestos a apoyarlo hasta el límite de sus habilidades. Los tres periodistas estaban igualmente dispuestos a hacer lo mismo, y prometieron, quizá impetuosamente, que la influencia de la prensa en el mundo se añadiría a la de los famosos sabios.

Stilton y los otros dogmáticos del grupo se mostraron enfática y hasta rabiosamente opuestos, y se negaron a considerar la oferta del marciano ni siquiera por un instante. Cualquier tratado o alianza de esta clase, mantenían, sería altamente indeseable e incorrecto. Nunca sería válido para las naciones de la Tierra mezclarse en un lío de una naturaleza tan cuestionable, o tener comercio con un ser de la clase del monstruo planta que carecía de un status biológico legítimo. Era impensable que científicos ortodoxos y de mente sólida defendiesen algo tan sospechoso. Consideraban además que había un sabor de truco o engaño en todo el asunto; y, en todo caso, era demasiado irregular como para ser considerado o contemplado con otra cosa que no fuese aprensión.

La escisión entre los sabios se volvió definitiva en una violenta discusión en que Stilton denunció a Gaillard y a los otros pro marcianos prácticamente como traidores del género humano, y como bolcheviques intelectuales cuyas ideas eran peligrosas a la integridad intelectual de la humanidad. Gresham y Polson estaban del lado de la ley y el orden mentales, siendo por profesión conservadores; y, así, el grupo estaba dividido en partes más o menos iguales de los que favorecían aceptar la oferta del marciano y quienes la rechazaban con más o menos sospecha e indignación.

Durante el curso de esta vehemente discusión, el sol se había puesto detrás de las altas murallas de hojarasca, y un frío gélido, como el que podría sentirse en un mundo medio desierto sin aire que lo atenúe, había tocado ya el crepúsculo rosa pálido. Los científicos comenzaron a temblar y sus pensamientos se vieron distraídos del problema que habían estado discutiendo por la incomodidad física de la que eran conscientes de una manera en aumento.

Escucharon la voz del extraño maniquí en el crepúsculo:

—Puedo ofreceros un selecto refugio durante la noche, además de durante vuestra estancia en Marte. Encontraréis la nave espacial bien iluminada y caliente, con todas las comodidades que podáis necesitar. Además, también puedo ofreceros otra hospitalidad. Mirad debajo de mi follaje, un poco a la derecha, donde estoy preparándoos ahora un refugio no menos cómodo y propicio que la nave... Un refugio que os ayudará a formaros una idea de mis variados poderes y potencialidades.

Los terrícolas vieron que la nave estaba brillantemente iluminada vertiendo una hermosa radiación amatista desde sus ventanas violeta. Entonces, debajo del follaje cercano por la derecha, notaron otra luminosidad todavía más extraña, que parecía ser emitida, como una especie de brillo nocturno, por las propias grandes hojas.

Incluso desde donde estaban de pie, notaron el agradable calor que comenzaba a calmar el frígido aire; y, avanzando hacia la fuente de estos fenómenos, descubrieron que las hojas se habían elevado y arqueado formando una amplia alcoba. El suelo estaba forrado con una especie de tejido de colores elástico, mullido y suave bajo sus pies, parecido a una alfombra fina. Jarras con líquidos y platos con comida estaban dispuestos en mesas bajas; y el aire en la alcoba era tan cálido como el de una noche de primavera en un clima subtropical.

Gaillard y los otros pro marcianos, profundamente asombrados, estaban dispuestos a servirse inmediatamente del refugio de esta taumatúrgica hostelería. Pero los antimarcianos no querían saber nada de esto, considerándolo como obra del diablo. Sufriendo agudamente a causa del frío, con dientes entrechocados y miembros temblorosos, permanecieron en el claro abierto durante algún tiempo, y por fin se vieron empujados a buscar la puerta hospitalaria de la nave espacial, considerándola el menor de entre dos males según un extraño razonamiento.

Los otros, después de comer de las mesas que misteriosamente se les había proporcionado, se tumbaron en los tejidos como colchones. Se encontraron muy refrescados con el líquido de las jarras, que no era agua, sino alguna especie de rosado vino aromático. La comida, un auténtico maná, estaba más agradablemente condimentada que la que habían consumido durante su viaje en la nave espacial.

En su estado de excitación nerviosa, que era consecuencia de sus experiencias, ninguno de ellos había esperado dormir. El aire poco familiar, la gravedad alterada, la radiación desconocida del exótico suelo, además de su viaje sin precedentes y los milagrosos descubrimientos y revelaciones del día, todos eran profundamente inquietantes y posibles causantes de un profundo desequilibrio de cuerpo y de mente.

Sin embargo, Gaillard y sus compañeros se sumieron en un profundo reposo sin sueños tan pronto como se hubieron tumbado. Quizá el líquido y el alimento sólido que habían consumido ayudase a esto; o quizá había algún narcótico o influencia mesmérica en el aire, cayendo desde las vastas hojas o procedente del cerebro del señor planta.

A los antimarcianos no les fue tan bien en este sentido, y su sueño resultó tenue e interrumpido. La mayoría de ellos habían comido muy poco de las viandas que se les ofrecía en la nave espacial; y Stilton en particular se había negado a comer y a beber en absoluto. Además de que, sin duda, su estado mental hostil era tal como para hacerles más resistentes al poder hipnótico de la planta, si tal poder estaba siendo ejercido. En cualquier caso, no compartieron los beneficios que se les concedieron a los otros.

Un poco antes del amanecer, cuando Marte estaba todavía enlutado en la oscuridad crepuscular, pero ligeramente iluminado por las dos lunas, Fobos y Deimos, Stilton se levantó de la suave cama en la que se había revuelto durante toda la noche, y comenzó a experimentar de nuevo, sin intimidarse ante su anterior fracaso e incomodidad, con los controles mecánicos de la nave.

Para su sorpresa, descubrió que las llaves de extraña forma ya no se resistían a sus manos. Podía moverlas y ordenarlas a voluntad; y enseguida descubrió el principio de su funcionamiento y fue capaz de hacer despegar y volar a la nave.

Sus compañeros se le unieron, llamados por su grito de triunfo. Todos estaban completamente despiertos y jubilosos con la esperanza de escapar de Marte y de la jurisdicción de la monstruosa planta. Animados por esta esperanza y temerosos a cada momento de que el marciano volviese a reafirmar su control esotérico sobre el mecanismo, se levantaron sin ser obstaculizados por el jardín oscuro del espacio extraterrestre y se dirigieron hacia la esfera brillante y verde de la Tierra, que podían distinguir entre las constelaciones desconocidas.

Mirando hacia atrás, vieron los grandes ojos del marciano mirándolos extrañamente desde la oscuridad, como estanques de clara fosforescencia azulada; y temblaron con el miedo de volver a ser llamados y capturados. Pero, por alguna razón inescrutable, se les permitió continuar su rumbo hacia la Tierra sin interferencia.

Sin embargo, su viaje se vio marcado hasta cierto punto por el desastre; y el torpe pilotaje de Stilton apenas representaba un sustituto para el conocimiento y la habilidad, medio divinos, del marciano. Más de una vez, la nave colisionó con meteoritos, ninguno de los cuales, afortunadamente, era lo bastante pesado como para penetrar el casco. Y cuando, después de muchas horas, se acercaron a la Tierra, Stilton fracasó en conseguir el grado necesario de deceleración. La nave cayó a una terrible velocidad y sólo se salvó de la destrucción cayendo en el Atlántico Sur. El mecanismo atascado se volvió inútil a causa de la caída, y la mayoría de los ocupantes fueron severamente golpeados y tuvieron moretones.

Después de flotar a la deriva durante varios días, la masa cobriza fue avistada por un buque de pasajeros con ruta al norte y arrastrada hasta el puerto de Lisboa. Allí, los científicos la abandonaron, y regresaron a América, después de narrar sus aventuras a los representantes de la prensa mundial, y emitieron una solemne advertencia contra los planes subversivos e infames propuestas del monstruo interplanetario.

El interés despertado por su regreso y por las noticias que traían fue tremendo. Una ola de profunda alarma y pánico, debida en parte a la inmemorial aversión humana por lo desconocido, se extendió inmediatamente por las naciones e inmensos miedos, exagerados y sin forma, crecieron como hidras oscuras en las mentes de los hombres.

Stilton y los demás conservadores siguieron cultivando estos miedos y creando con sus declaraciones una ola de prejuicios antimarcianos que abarcaba todo el mundo, una ciega oposición y una animosidad dogmática. Alistaron en su bando a cuantos de la hermandad científica pudieron; es decir, a los que tenían una mentalidad como la suya, además de a aquellos que se sentían impresionados o sometidos por la autoridad. Intentaron también, con mucho éxito, unir los poderes políticos en una fuerte liga que aseguraría el rechazo de cualquier nueva oferta de alianza procedente del marciano.

En toda esta reunión de fuerzas hostiles, de las fuerzas del conservadurismo, de la insularidad y la ignorancia, el factor religioso, como era inevitable, pronto se hizo notar. La pretensión de poder y conocimientos divinos hecha por el marciano fue tomada por las diversas jerarquías mundanas: por cristianos, mahometanos, budistas, hindúes e incluso por el vudú, como una blasfemia supremamente repugnante. La impiedad de semejantes pretensiones y la amenaza de un dios no antropomórfico y el tipo de culto que podría introducirse en la Tierra no podía tolerarse ni un momento. Califa y Papa, lama e imán, pastor y mahatma, todos hicieron causa común contra este invasor extraterrestre.

Además, los poderes políticos gobernantes consideraron que podía haber algo de bolchevique detrás de la oferta del marciano de impulsar un estado utópico en la Tierra. Y los intereses financieros, comerciales y manufactureros, de igual manera, consideraron que podía representar una amenaza a su bienestar o estabilidad. En resumen, cada rama de la vida y de la actividad humanas estaba bien representada en el movimiento antimarciano.

En el intervalo en Marte, Gaillard y sus compañeros habían despertado de su sueño para descubrir que el brillo luminoso de las hojas arqueadas había dado paso a la luz dorada de la mañana. Descubrieron que podían alejarse con comodidad de la alcoba, porque el aire del claro en el exterior se estaba calentando rápidamente bajo el sol que ascendía.

Incluso antes de que hubiesen notado la ausencia de la nave cobriza, fueron advertidos de su marcha por el órgano humanoide de la planta. Este ser, al contrario que sus prototipos humanos, se encontraba exento de la fatiga; y había permanecido de pie toda la noche, o apoyado contra la pared carnosa a la que estaba unido. Ahora se dirigió a los terrícolas para decirles esto:

—Por razones propias, no he hecho el menor intento de impedir la fuga de vuestros compañeros, quienes, con su actitud ciegamente hostil, serían inútiles para mí, y cuya presencia tan sólo serviría para entorpecer el lazo que existe entre nosotros. Alcanzarán la Tierra e intentarán advertir a sus gentes contra mí y envenenar sus mentes contra mi benéfica oferta. Por desgracia, semejante resultado no puede evitarse, incluso si les hiciese volver a Marte utilizando mi control sobre la nave o les enviase para siempre al vacío entre los mundos. Noto que hay mucha ignorancia y dogmatismo y ciego autointerés que vencer, antes de que la excelente luz que ofrezco pueda disipar la oscuridad de las mentes terrícolas. Después de que os haya retenido aquí durante unos días, y os haya instruido profundamente en los secretos de mi sabiduría trascendente, y os haya imbuido de sorprendentes poderes que servirán para demostrar mi omnivalente superioridad a las naciones de la Tierra, os enviaré de regreso allí como mis embajadores, y, aunque encontraréis gran oposición de vuestros semejantes, mi causa vencerá al final gracias al apoyo infalible de la verdad y de la ciencia.

Gaillard y sus compañeros recibieron este mensaje, además de los muchos que le siguieron, con supremo respeto y una reverencia que era medio religiosa. Cada vez estaban más convencidos de que se encontraban en presencia de una entidad mayor y más elevada que el hombre, de que el intelecto que así les hablaba por medio de una forma humana era prácticamente inagotable en su amplitud y profundidad, y poseía muchas de las características de la infinitud y más de uno de los atributos de la deidad.

A pesar de ser agnósticos por inclinación o educación la mayoría de ellos, empezaron a concederle un cierto culto al sorprendente señor planta; y escuchaban con una actitud de completa sumisión, cuando no de abyección, los torrentes de su sabiduría acumulada al cabo de años, de secretos inmortales de la ley cósmica de la vida y la energía, con los que el gran ser comenzó a instruirles.

La educación así proporcionada era a un tiempo simple y esotérica. El señor planta comenzó a hablar sobre la naturaleza monística de todos los fenómenos de materia, luz, color, sonido, electricidad, gravedad y otras formas de radiación, además del tiempo y del espacio; que eran, dijo, tan sólo distintas variaciones perceptivas de un único principio o sustancia subyacente.

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