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Authors: Lydia Cacho

Los demonios del Eden (16 page)

BOOK: Los demonios del Eden
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Asegura que es algo que no puede saberse con precisión, pues el negocio se pierde en la contabilidad privada de empresas de cable y televisión por satélite. Sin embargo, tan sólo la combinación de revista y canal de televisión de Playboy y New Frontier reporta ganancias por mil millones de dólares anuales.

En palabras del experto, casi todas estas empresas prefieren mantenerse silenciosas, lejos de la fiscalización del IRS y de los grupos de la sociedad civil que pueden cuestionarle al Estado el hecho de que permita que se enriquezcan con algo tan sucio como la pornografía (para el ciudadano promedio la pornografía con moderación está bien, pero oficialmente debe mantenerse como algo “marginal”). La única que ha hecho patentes sus millones es Playboy, una de las responsables de normalizar la cosificación (es decir, la visualización como objetos y no como personas) de las mujeres jóvenes y fomentar esa cultura entre las adolescentes y niñas.

La guerra de los números se publica constantemente. The New York Times habla de diez mil millones de dólares en tanto que Adult Video News sostiene que se trata de catorce mil millones de dólares.

La industria de la pornografía se ha cuadruplicado desde 2001, ya que las empresas como Pay Per View y ATT comienzan a fusionar el negocio de la televisión por cable, el pago por evento y los sitios especializados de internet. El truco —por llamarle de alguna manera— para subir páginas de contenido ilegal en sitios perfectamente legalizados, es jugar con el doble lenguaje tanto fotográfico como en textos. Basta abrir una veintena de sitios de internet con la frase “sexo y niñas” para dar con más de dos mil trescientas entradas iniciales para su exploración. En ellas aparecen jóvenes de veintiún años (supuestamente porque es la edad adulta legalizada en Estados Unidos) vestidas como colegialas, como niñas muy pequeñas; incluso algunas, sin maquillaje, aparentan tener catorce o quince años de edad. Los textos son por demás explicativos e invitan al cibemauta a “tirarse a una niñita ingenua y virgen”, a “ver lo que hacen las pequeñas al jugar a la casita con sus amigas”. O bien, en el caso de sitios con hombres, se muestra a jovencitos con rasgos pueriles y sexo depilado de tal forma que parezcan menores, con las mismas ofertas de “hacerlo con un cuerpo de Adonis virgen”, etcétera.

Especialistas como Dianne Russel sostienen que la inducción al abuso sexual de menores es innegable y, sin embargo, ni el FBI ni la POR pueden actuar al respecto, dado que la legislación protege el entretenimiento sexual para los varones.

23. La tecnología también
trabaja para la pornografía

La creación de las líneas de internet DSL o de alta velocidad ha permitido que en años recientes los videos digitales pornográficos se vean con claridad en la computadora y los usuarios los bajen sin la molestia de esperar dos o tres horas como tenían que hacerlo hace cinco años. Jean Succar enviaba los videos digitales por computadora. Una de las jóvenes que durante años estuvo cerca de él, pero que se negó a declarar ante la POR porque ahora está casada y decidió olvidar su pasado, asegura que el libanés contaba con un sistema de internet por satélite en su máquina portátil.

—El Johny tenía un amigo de Hong Kong que le vendía sus gadgets. El sabía perfecto que lo que nos incitaba a hacer era ilegal. Ahora quieren pintarlo como un señor mañoso y medio burdo... nada de eso. El viajaba constantemente y sabía cosas que nunca va a admitir. Por ejemplo, tenía un teléfono celular satelital para que no se pudiera saber desde dónde llamaba.

De acuerdo con el periodista Mcalpin, las mayores ganancias de la industria pornográfica recaen en los videos comerciales. Casi diez mil millones de dólares se embolsan quienes los filman y de esa cantidad probablemente dos mil millones corresponden a la industria casera, es decir, videos pornográficos caseros que circulan por las redes ilegales sin pagar impuestos ni recibir rating o clasificación oficial. El costo de la producción de una película pornográfica es de entre cinco y diez millones de dólares, lo cual significa que el staff de filmación y producción, así como “las actrices y los actores”, se quedan con la menor parte; el resto se distribuye entre los productores, los dueños de las empresas y los proxenetas que consiguen, compran y entrenan mujeres jóvenes. Una empresa capitalista perfecta.

Hustler comenzó como una revista pornográfica impresa en papel. La industria cinematográfica, ayudada por Milos Foreman y Oliver Stone, convirtió a su editor en un personaje famoso, incluso mostrándolo como un adalid de la libertad de expresión, cuando a finales de la década de los noventa filmó su vida denominándola The people vs Larry Flint (El pueblo contra Larry Flint). Su hija, Tonya Flint, fue una de las feministas que organizaron una campaña contra la película y lo llamó el rey de la misoginia (el odio contra las mujeres como seres humanos).

Larry Flint es el ejemplo perfecto del proxeneta corrupto insertado en el crimen organizado que se profesionaliza y se integra a las filas de la empresa legal, del “American dream” de la explotación sexual y la promoción del sexo forzado y violento. Adquirió fama por verbalizar todo lo que pensaba sin ambages. Entre las frases célebres de su anecdotario se encuentran “A woman’s no is a man’s yes” (El no de una mujer es sí para un hombre) y “She is not being raped, she is playing hard to get” (Ella no está siendo violada, juega a hacerse la difícil).

Oliver Stone argumentó que su película recibió críticas infundadas de las feministas, que él mostró la vida de un personaje famoso. Sin embargo, tanto él como Milos Foreman omitieron mostrar la violencia que este oscuro personaje ejercía contra las mujeres y su abierta promoción de la violación y el comercio de jóvenes para “que sus hombres hagan dinero”. Aunque grupos feministas conformados por mujeres y hombres lograron boicotear la película en Suecia y Estados Unidos, la venta de la revista Hustler subió treinta por ciento a partir de la exhibición del filme.

Las películas producidas por Hustler, la multimillonaria industria de Larry Flint, se pasan al aire en los ocho canales de Playboy y en New Frontier (el Canal del Niño Juguetón).

Las clasificaciones del cine pornográfico que se conocen popularmente en casi todo el mundo no son, en realidad, reconocidas por las autoridades. Según Mcalpin, la “XXX” la inventaron en los años cincuenta los dueños de los pequeños cines estadounidenses que querían distinguir entre el cine erótico y el “sucio”. La única clasificación oficial es Cable X y se refiere, de acuerdo con el mismo analista, a la cantidad de sexo explícito que se puede mostrar en pantalla. Existe una clasificación alternativa denominada NC- 17 y, si bien nadie puede explicar qué significan las siglas, con ellas muchas películas de cine de arte y alternativo, no pornográficas pero con escenas sexuales gráficas, han logrado llegar a las salas de cine.

Lo curioso es que quienes clasifican las películas trabajan para los gobiernos y se rigen por las legislaciones relativas al tema. En el caso de Estados Unidos y México, un grupo de especialistas ve las películas y evalúa, por ejemplo, cuántos segundos de desnudo frontal tienen; puede haber entre diez y quince segundos sin ser pornografía. Las reglas son muy flexibles y los argumentos de los productores mejoran con el tiempo. Lo que queda claro es que resulta sumamente difícil para los clasificadores de filmes pornográficos y eróticos sustraerse de una cultura y sociedad que, en el fondo, acepta la violencia sutil como parte del sexo “normal”.

Lo cierto es que hay un tipo de cine porno que no llega a los cines, excepto unas cuantas salas pequeñas y oscuras, como aquella en la que hallaron masturbándose al millonario actor cómico Pewee Herman, lo cual le costó ir a prisión y ser objeto del desprestigio en la industria fílmica. En cambio, otros miles de famosos pueden, en la comodidad de su hogar, pagar de manera legal por una película pornográfica y masturbarse alegremente sin ser juzgados por nadie. Las industrias de cablevisión y de internet han permitido que la pornografía regrese a donde estaba en un principio: el silencio, la privacidad, el hogar.

Con ello se torna más complejo el fenómeno. Por un lado, permite que los menores tengan acceso a la pornografía, tanto en lo que se refiere a verla como a caer, a través del chat, víctimas de engaños que los acercan a personajes nefastos como Jean Succar. Por otro lado, de esta manera se encuentran resquicios en la red para introducir hard core (sexo explícito y a veces con violencia) y otro tipo de pornografía que fomenta y celebra la violencia extrema, e incluso el asesinato y la tortura como “expresiones eróticas” del hombre macho y sexualmente potente. Se incluye también una nueva forma de pornografía adolescente y adulta denominada Live sex webcams (sexo en vivo con cámaras de video en la red). Uno de los agentes investigadores de la AFI sostiene la hipótesis de que Succar grababa a las y los adolescentes a quienes invitaba a sus villas y les “prestaba los cuartos para tener sexo con sus novias o novios”. De ser cierto, dichos videos se hallan en el mercado “informal” del denominado “Real fucking” (Sexo real) que tiene gran demanda en el mundo entero, porque combina la pornografía con el voyeurismo.

Hoy día los canales legales de televisión por cable y de paga muestran escenas que antes estaban prohibidas incluso en el cine comercial pornográfico. ATT Broadband cuenta con quince millones de suscriptores y se calcula que quince por ciento de ellos paga por ver pornografía, a diez dólares la película; eso significa veintidós y medio millones de dólares anuales sólo de pago por evento porno. Para las empresas de cable ATT y otras el negocio es uno de los más rentables del mundo, ya que el margen de ganancias es asombroso. Y es que, por ejemplo, CNN, ABC O Discovery Channel le cobran a las empresas por la programación mediante todo un sistema formal dado el cual las ganancias netas de la empresa de cable ascienden a dieciocho o diecinueve por ciento, en tanto que la pornografía se compra directamente a los productores y es tan grande la oferta de películas de este giro que el operador de cable se queda hasta con ochenta y cinco por ciento libres de polvo y paja.

Por otra parte, el alquiler de películas pornográficas en los hoteles del mundo entero crece a pasos inimaginables.

De tal manera, en todos los países del mundo, al autorizar la proliferación de este negocio el Estado contradice de nuevo las leyes modernas que defienden los derechos de las mujeres, los millones de pesos, dólares y euros invertidos por los gobiernos en el combate a la violencia contra éstas y a la violencia sexual contra niños y niñas.

Tanto en televisión como en sitios de internet debidamente legalizados que pagan impuestos y cuentan con aprobación gubernamental aparecen escenas de penetración vaginal y anal, orgías, sexo en grupo, sexo forzado o violaciones sutiles, inducción al deseo por “niñas y niños vírgenes” y sadomasoquismo “light”. Nada nuevo si entendemos que muchas de las empresas de cablevisión, Pay Per View y Playboy cotizan en la bolsa de Wall Street.

Jazmín fue traída a los diecisiete años de Venezuela a México para bailar en un table dance de Monterrey y, por medio de amenazas de sus “compradores”, fue vendida después a Estados Unidos, donde acabó haciendo cine pornográfico. Entre la vida de Jazmín y los beneficios millonarios que su miserable trabajo arroja en Wall Street, hay un camino perfectamente pavimentado por un grupo de agentes de migración, policías, empresarios respetables, políticos famosos con la protección del fuero, banqueros que aceptan dinero de orígenes cuestionables y vendedores de películas. Todos ellos tienen una cosa en común: saben que la cultura les favorece y les protege “porque son hombres y sienten deseos sexuales que se nutren sanamente con la pornografía y la prostitución”.

Si bien doce por ciento de quienes participan en los delitos de tráfico de mujeres e inducción a la prostitución y al comercio sexual está compuesto por mujeres, habría que revisar la perspectiva de la doctora Dianne Russel, quien afirma que la gente cree aún que este debate es una “guerra de los sexos” (de las feministas contra los hombres), pero en realidad constituye una masacre contra mujeres, niñas y niños. Lo cierto es que no podemos pelear solas desde el hogar. El que nos ocupa es un asunto político. La doctora Russel es ganadora del C. Wright Milis Award por su aportación a las ciencias sociales con una investigación sobre pornografía y abuso sexual de menores.

24. Ni monstruo ni bestia:
hombre de poder

El abuso sexual infantil no es cometido por psicópatas, ni monstruos, ni bestias, es cometido por hombres con poder sobre sus víctimas. Ellos piensan: “esta niña es el objeto de mi poder y mi placer” y actúan sobre su deseo.

Julia Monarres, Colegio de la Frontera Norte, México

Si tuviéramos que definir el perfil que pudiera recoger al agresor en todas sus manifestaciones, éste vendría dado por tres características fundamentales: hombre, varón, del sexo masculino. No hay perfil, se trata de un perfil elástico y maleable que puede adoptar cualquier forma sin que se modifique su esencia.

Éstas son palabras del doctor Miguel Lorente Acosta (Almería, 1962), médico forense, profesor asociado de medicina legal en la Universidad de Granada y autor del libro El rompecabezas: anatomía del maltratador.

En el mundo entero se han escrito miles de libros sobre abuso sexual infantil y tráfico sexual de niñas, niños y mujeres en general. Sin embargo, casi todos se centran en las historias de las víctimas y las secuelas de su dolor. Excepto los textos académicos especializados, en pocas ocasiones se habla de los perpetradores. De esos millones de hombres de negocios, padres de familia, políticos, policías, curas, obispos, maestros, rabinos, empresarios y estudiantes, que a diario buscan comprar sexo, activando así uno de los negocios más rentables del mundo después del narcotráfico.

Según informes del Unicef (Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Socorro de la Infancia), noventa por ciento de los negocios de prostitución es comandado, coordinado, controlado y protegido por hombres. Además, los principales consumidores son, claro está, varones. En México, sólo en 2004, trece mil niñas mexicanas fueron explotadas sexualmente por connacionales.

En su gran mayoría, los estudios que abordan el tema del comercio sexual en el mundo sostienen una visión parcial del fenómeno. Su complejidad se pierde casi siempre cuando las y los autores enfrentan la necesidad de explorar el fondo del debate políticamente conecto de “el derecho de las mujeres adultas a ejercer la prostitución” o “la necesidad biológica de los hombres a tener sexo sin necesidad de relacionarse afectivamente”.

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