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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

Las amenazas de nuestro mundo (11 page)

BOOK: Las amenazas de nuestro mundo
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Eso significa que los quásares estaban alejándose de nosotros a una velocidad mucho más elevada que la de cualquier galaxia visible y se hallaban, por tanto, mucho más lejos de cualquier galaxia visible. El quasar 3 C 273 es el más próximo a nosotros y se halla a una distancia superior a mil millones de años luz. Se han descubierto docenas de otros quásares, más distantes. El más alejado puede hallarse a una distancia de doce mil millones de años luz.

Para poder alcanzar alguna visibilidad a tan enormes distancias, los quásares han de tener un brillo cien veces superior al de una galaxia como la nuestra. Si lo tienen, no será porque sean un centenar de veces más grandes que la galaxia de la Vía Láctea y posean cien veces más de estrellas. Si los quásares fuesen tan grandes, nuestros grandes telescopios, aun estando a tan considerables distancias, nos los mostrarían como zonas nebulosas y no simples como puntos brillantes de luz. Han de ser mucho más pequeños que las galaxias.

La pequeñez de los quásares también queda demostrada por el hecho de que su brillo varía de un año a otro; en algunas casos, de un mes a otro. Esto no puede suceder en un cuerpo grande del tamaño de una galaxia. Algunas partes de una galaxia pueden palidecer y otras hacerse más brillantes, pero es probable que el promedio siga igual. Para que todo ello brille o empalidezca, una y otra vez, ha de existir algún efecto que experimentan todas sus partes. Ese efecto, sea lo que fuere, debe trasladarse de uno al otro extremo de la galaxia y no puede viajar a una velocidad superior a la de la luz. En el caso de la galaxia de la Vía Láctea, por ejemplo, se necesitarían por lo menos cien mil años para que cualquier efecto se trasladara de un extremo al otro, y si nuestra galaxia modificara su brillo o su palidez, como un todo, repetidamente, podríamos suponer que el período de este cambio de brillo sería de cien mil años o quizá de mayor tiempo.

Los cambios rápidos en los quásares demostraron que no podían tener un diámetro de más un año luz, y, en cambio, emitían radiaciones en una proporción de un centenar de veces las de nuestra galaxia que es de cien mil años luz de diámetro. ¿Cómo podía ser eso? Ya en 1943, debió surgir el inicio de una respuesta cuando un estudiante graduado en astronomía, Carl Seyfert, observó una galaxia peculiar, miembro de un grupo que ahora se denomina «galaxias de Seyfert».

Las galaxias de Seyfert no son de tamaño descomunal ni se hallan a distancias inconmensurables, pero tienen unos centros muy compactos y brillantes que parecen densamente ardientes y activos más bien parecidos a quásares, en efecto. Estos centros brillantes muestran variaciones en la irradiación, como suelen mostrar los quásares, y es posible que no lleguen a alcanzar más de un año luz de diámetro.

Si imaginamos una galaxia de Seyfert muy distante con un centro especialmente luminoso, todo lo que podríamos ver sería ese centro luminoso; el resto resulta demasiado débil para ser visto. En resumen, parece muy probable que los quásares son galaxias de Seyfert muy distantes de las que nosotros vemos únicamente sus centros luminosos (aunque las nebulosidades débiles alrededor de los quásares más cercanos podrían ser parte visible de las galaxias). Puede haber mil millones de galaxias ordinarias por cada enorme galaxia de Seyfert a distancias superiores a mil millones de años luz, pero nosotros no vemos las galaxias corrientes. Ninguna zona de ellas es lo suficientemente brillante para que podamos distinguirlas.

Las galaxias que no son de Seyfert también parecen tener centros activos; centros que, de uno u otro modo, son fuente de radiación, o que dan señal de haberse producido explosiones, o ambas cosas.

¿Puede ser posible que el agrupamiento de las estrellas en los centros galácticos establezca unas determinadas condiciones que originen los agujeros negros y que los agujeros negros aumenten continuamente y puedan ser enormes y sean precisamente éstos los que produzcan la actividad de los centros galácticos responsables del brillo de los centros de las galaxias de Seyfert y de los quásares?

Sin embargo, surge aquí la cuestión de cómo pueden los agujeros negros ser el origen de la extremada radiación energética de los centros galácticos, si tenemos en cuenta que de un agujero negro no puede emerger nada, ni tan siquiera radiación. La respuesta es que la radiación no ha de salir precisamente del propio agujero negro. Cuando la materia entra en espiral dentro del agujero negro, su órbita extraordinariamente rápida por efecto de la embestida de la enorme intensidad del campo gravitacional en las proximidades del agujero negro, causa de la emisión de una intensísima radiación energética. Los rayos X, que son como la luz, pero que tienen ondas de longitud en proporción 1/500.000, son emitidos en grandes cantidades.

La cantidad de radiación que se emite de este modo, depende de dos cosas: primero, de la masa del agujero negro, ya que un agujero negro más voluminoso puede absorber más materia con mayor rapidez, y de esta manera producir mayor radiación, y segundo, de la cantidad de materia presente en las proximidades del agujero negro. En su proximidad, la materia se agrupa cerca del agujero negro y se sitúa en una órbita llamada un
accretion disc
(disco de crecimiento)
[17]
. Cuanto mayor sea la cantidad de materia en las proximidades, tanto mayor puede ser el «disco de crecimiento», y más elevada será también la cantidad de materia que entre en espiral en el agujero negro y tanto más intensa será la radiación producida.

Un centro galáctico, además de constituir un sitio ideal para la formación de un agujero negro, ofrece también materia próxima en las máximas cantidades. Por tanto, no es de extrañar que se provoquen fuentes de radiación compacta en los centros de tantas galaxias y de que en algunos casos la radiación sea tan intensa.

Algunos astrónomos consideran que todas las galaxias tienen un agujero negro en su centro. De hecho, es posible que cuando se contraen las nubes de gas, poco después del
big bang,
las porciones más densas se condensen en agujeros negros. Se producen entonces otras contracciones dentro de las zonas gaseosas atraídas por el agujero negro y en órbita a su alrededor. De esta manera se formaría una galaxia como una especie de disco de supercrecimiento alrededor de un agujero negro central que se convertiría en la parte más vieja de la galaxia.

En la mayor parte de los casos, los agujeros negros serían más bien pequeños y no producirían suficiente radiación para que nuestros instrumentos observaran nada anormal en el centro. Por otra parte, algunos agujeros negros pueden ser tan enormes que los discos de crecimiento que se hallan más próximos de ellos están compuestos por estrellas intactas que virtualmente se empujan en órbita y que es posible que sean enteramente absorbidas, y este proceso inunda de extraordinaria luminosidad las zonas inmediatamente próximas al agujero negro y las hace resplandecientes por la radiación energética.

Y lo que es más, al caer rodando en un agujero negro la materia puede desprender hasta un 10 °/o, o más, de su masa en forma de energía, mientras que la radiación normal de las estrellas corrientes a través de la fusión en el centro es el resultado de la conversión de masa en energía en un 0,7 % únicamente.

En estas condiciones, no es sorprendente que los quásares sean tan pequeños, pero tan luminosos. Es fácil también comprender por qué los quásares se debilitan o brillan de esa manera. Eso dependería de la forma irregular con que la materia realizara su espiral hacia dentro. Algunas veces podrían entrar pedazos extraordinariamente grandes y otras cantidades más bien pequeñas.

Según las Investigaciones llevadas a cabo en 1978, sobre la radiación de rayos X del espacio, se considera posible que una galaxia típica de Seyfert tenga agujeros negros centrales con masas de diez a cien millones de veces la del Sol. Los agujeros negros en el centro de los quásares aún deben ser mayores con masas mil millones de veces la del Sol, o quizá más.

Incluso las galaxias que no son de Seyfert pueden ser sorprendentes al respecto si son lo bastante grandes. Hay una galaxia conocida como M 87, por ejemplo, que quizás es cien veces la masa de nuestra propia galaxia Vía Láctea, y quizá contenga treinta billones de estrellas. Forma parte de una gran agrupación galáctica en la constelación de Virgo, y está a una distancia de sesenta y cinco millones de años luz. La galaxia M 87 tiene un centro muy activo, que es inferior (quizá muy inferior) a los 300 años luz de una parte a otra, comparándolo con el diámetro total de toda la galaxia. Y lo que es más, parece existir un chorro de materia lanzado desde el centro más allá de los límites galácticos.

En 1978, los astrónomos informaron sobre una investigación efectuada respecto al brillo del centro comparándolo con zonas exteriores y sobre la proporción en que las estrellas parecían moverse cerca del centro de la galaxia. Los resultados de estos estudios parecían indicar que existe un enorme agujero negro en el centro de esa galaxia, con una masa igual a seis mil millones de veces la del Sol. No obstante, a pesar de ser tan enorme, ese agujero negro únicamente posee 1/2.500 de la masa de la galaxia M 87.

Dentro de nuestra galaxia

Evidentemente, el agujero negro, en el centro de la galaxia M87, y los agujeros negros, en los centros de las galaxias de Seyfert y de los quásares, no pueden representar realmente una amenaza para nosotros. Los sesenta y cinco millones de años luz que nos separan del agujero negro de M87 y las distancias todavía superiores que nos separan de las galaxias de Seyfert y de los quásares representan un aislamiento más que suficiente contra lo peor que los agujeros negros pueden hacer en este momento. Además, los quásares están alejándose de nosotros a enormes velocidades, que llegan de una décima a nueve décimas la velocidad de la luz, e incluso la galaxia M87 se aleja de nosotros a una respetable velocidad.

De hecho, desde que el Universo se halla en expansión, todos los agujeros negros situados en alguna parte fuera de nuestro grupo local se desplazan rápida y continuamente alejándose de nosotros. No podrían afectarnos en modo alguno hasta muy adelantado el período de contracción que por sí mismo sería como la catástrofe definitiva.

¿Qué sucede entonces con las galaxias de nuestro propio grupo local que continuarán próximas a nosotros a pesar del tiempo durante el cual el Universo siga en expansión? ¿Podrían las galaxias de nuestro grupo contener agujeros negros? Es posible. Ninguna de las galaxias del grupo local fuera de nuestra galaxia dan señales de actividades sospechosas en sus centros y no es probable que los pequeños miembros posean grandes agujeros negros. La galaxia de Andrómeda, algo mayor que nuestra galaxia de la Vía Láctea, podría tener un agujero negro en su centro bastante grande, y ciertamente, en ningún momento se alejará demasiado de nosotros. Por otra parte, tampoco se acercará excesivamente.

¿Y nuestra propia galaxia? Existe actividad sospechosa en su centro. La Vía Láctea no es realmente una galaxia activa en el sentido de la M 87 o de las de Seyfert y los quásares, pero su centro está mucho más cerca de nosotros que el centro de cualquier otra galaxia del Universo. Mientras que el quásar más cercano se halla a mil millones de años luz de distancia; M87, a 65.000.000 años luz, y la galaxia de Andrómeda a 2.300.000 años luz, el centro de nuestra propia galaxia está únicamente a 32.000 años luz. Naturalmente, podríamos observar cualquier pequeña actividad en nuestra galaxia con más facilidad que en cualquier otra.

La actividad de un objeto con una amplitud de 40 años luz en el centro exacto de nuestra galaxia es lo suficientemente grande para justificar la posibilidad de un agujero negro. De hecho, algunos astrónomos están dispuestos a hacer una estimación de un agujero negro situado en el centro de nuestra galaxia con una masa tan grande como cien millones de veces la masa de nuestro Sol.

Semejante agujero negro representa únicamente la 1/60 de la masa del agujero negro que se supone está en el centro de la galaxia M 87, pero hay que tener en cuenta que nuestra galaxia es mucho menos masiva que la galaxia 87. Nuestro agujero negro tendría aproximadamente 1/1.500 de la masa de nuestra galaxia. En proporción al tamaño de la galaxia en donde se halla, nuestro agujero negro sería 1,6 veces mayor que la de M 87.

¿Supone una amenaza para nosotros el agujero negro en el centro de la Vía Láctea? Y si es así, ¿para cuándo?

Podríamos considerarlo de ese modo. Nuestra galaxia se formó muy pronto después del
big bang
y el agujero negro en el centro pudo haberse formado incluso antes que el resto de la galaxia. Digamos que el agujero negro se formó mil millones de años después del
big bang,
o sea, hace mil cuatrocientos millones de años. En este caso, el agujero negro tardó mil cuatrocientos millones de años en absorber el 1/1.500 de nuestra galaxia. En esa proporción tardará unos dos mil cien millones de años en absorber toda la galaxia, en cuyo momento ya debería haber acabado con nosotros la catástrofe de la muerte por el calor, o, más probablemente (creo yo), la próxima catástrofe del «huevo cósmico».

De todas maneras, ¿es acertado decir «en esa proporción»? Después de todo, cuanto mayor se hace un agujero negro, tanto más engulle la materia que le rodea. Es posible que necesitara mil cuatrocientos millones de años para absorber 1/1.500 de nuestra galaxia y únicamente mil millones de años para completar el trabajo.

Por otra parte, la capacidad de un agujero negro para absorber materia depende también de la densidad de la materia próxima. A medida que aumenta el agujero negro en el centro de una galaxia, absorbe por completo las estrellas del núcleo galáctico y forma, eventualmente, lo que podríamos llamar una «galaxia hueca», es decir con un núcleo vacío con excepción de su gigantesco agujero negro en el centro, con una masa de hasta cien mil millones de veces la de nuestro Sol, o incluso un billón de veces en una galaxia realmente grande. Unos agujeros negros de tan enorme tamaño alcanzarían un diámetro entre 0,1 y 1 año luz.

Aun siendo así, las estrellas restantes en los extremos de las galaxias continuarían su órbita alrededor de ese agujero negro central con una relativa seguridad. De vez en cuando, alguna estrella determinada, por influencia de otras estrellas, podría alterar su órbita, quedando demasiado cerca del agujero negro y siendo capturada por ella, pero ese incidente sería extraño y todavía resultaría más extraño con el paso del tiempo. Normalmente, habría tanto peligro en rodear el agujero negro central como el que puede haber en la Tierra en su giro alrededor del Sol. Después de todo, si, por cualquier razón, la Tierra se acercara demasiado al Sol, quedaría absorbida por él con la misma eficiencia que lo haría un agujero negro.

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