La sombra de Ender (40 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La sombra de Ender
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Absurdos procedimientos burocráticos. Graff había empleado esa misma frase en la discusión que había mantenido hacía apenas unos minutos. Pero Graff no había elevado la voz. ¿Cuánto tiempo llevaba Bean escuchando ante la puerta? Graff se maldijo en silencio. Había trasladado su despacho allí arriba expresamente porque sabía que Bean era un fisgón y un espía, recopilando información como podía. Luego ni siquiera apostaba un guardia para impedir que el niño pasara por delante y se pusiera a escuchar tras la puerta. ¿Y tú sí? — preguntó.

—Ender me ha ordenado que piense en las estupideces que se les pueden ocurrir a ustedes para amañar el juego contra nosotros, y en formas de tratar con ellas.

—¿Qué crees que vas a encontrar?

—No lo sé —respondió Bean—. Lo único que sé es que tan sólo vemos nuestros uniformes y trajes refulgentes, nuestras armas y consolas. Hay otros recursos aquí. Por ejemplo, hay papel. Nunca nos dan papel excepto para los exámenes escritos, cuando nuestras consola están cerradas.

—¿Qué harías con papel en la sala de batalla?

—No lo sé. Hacer una bolita y tirarlo. Romperlo en pedazos; convertirlo en una nube de polvo.

—¿Y quién limpiaría todo eso?

—No es mí problema.

—Permiso denegado.

—Eso no es aceptable, señor.

—No pretendo herir tus sentimientos, Bean, pero me importa menos que un pedo de cucaracha que aceptes mi decisión o no.

—No pretendo herir sus sentimientos, señor, pero claramente no tiene idea de lo que está haciendo. Está improvisando. Jorobando el sistema. El daño que está haciendo tardará años en deshacerse, y no le importa. Eso significa que no importa en qué estado se encuentre esta escuela dentro de un año. Eso significa que todo el mundo que importa va a ser graduado pronto. El entrenamiento se está acelerando porque los insectores se están acercando demasiado y no hay retrasos que valgan. Así que están presionando. Y están presionando especialmente a Ender Wiggin.

Graff se sintió enfermo. Sabía que Bean tenía una capacidad de análisis extraordinaria. Y también una gran capacidad para engañar. Algunas de las deducciones de Bean no eran acertadas, pero ¿eso era debido a que no sabía la verdad, o porque simplemente no quería que ellos supieran cuánto sabía, o cuánto deducía? Nunca lo quiso allí, a Bean, porque era demasiado peligroso.

Bean siguió exponiendo su caso.

—Cuando llegue el día en que Ender Wiggin busque medios de impedir que los insectores lleguen a la Tierra y arrasen todo el planeta como empezaron a hacer en la Primera Invasión, ¿van a darle una respuesta de mierda sobre qué recursos puede utilizar y cuáles no?

—En lo que a ti respecta, los suministros de la nave no existen.

—En lo que a mí respecta —dijo Bean—, Ender está así de cerca decirles que se metan su juego por donde les quepa. Está harto. Si usted no puede verlo, no vale mucho como profesor. A él no le importan las calificaciones. No le importa derrotar a otros niños. Lo único que le importa es prepararse para combatir a los insectores. ¿Cuánto costará persuadirle de que su programa está amañado, y que es dejar de jugar?

—Muy bien —dijo Graff—. Dimak, prepare el calabozo. Bean será confinado hasta que la lanzadera esté lista para llevarlo de regreso a la Tierra. Este niño queda expulsado de la Escuela de Batalla.

Bean sonrió.

—Adelante, coronel Graff. He terminado de todas formas. Tengo todo lo que quería conseguir aquí: una educación de primera fila. Nunca tendré que volver a vivir en la calle. Soy libre. Expúlseme de su juego ahora mismo, estoy listo.

—Tampoco estarás libre en la Tierra. No podemos permitirnos que cuentes historias descabelladas sobre la Escuela de Batalla.

—Bien. Tome al mejor estudiante que ha pasado por aquí jamás y métalo en la cárcel porque pidió acceso al armario de los suministros y a usted no le gustó. Vamos, coronel Graff. Trague con fuerza y hasta el fondo. Necesita usted mi cooperación más de lo que yo necesito la suya.

Dimak apenas pudo ocultar su sonrisa.

Si tan sólo enfrentarse a Graff de esta manera fuera prueba suficiente del valor de Bean… Y pese a todas las dudas que Graff tenía sobre Bean, no negaba que era bueno maniobrando. Graff habría dado cualquier cosa por no tener presentes a Dimak y Dap en la habitación en este momento.

—Fue decisión suya tener esta conversación delante de testigos —dijo Bean.

¿Es que el chico sabía leer la mente?

No, Graff había mirado a los otros dos profesores. Bean simplemente sabía leer el lenguaje corporal. No se le escapaba una. Por eso era tan valioso para el programa.

¿No depositaron por ese motivo todas sus esperanzas en esos chicos? ¿Porque eran buenos maniobrando?

Si sabía algo sobre el mando, ¿no sabía eso? ¿Que había ocasiones en que era preciso hacer recuento de las pérdidas y abandonar el campo?

—Muy bien, Bean. Una mirada al inventario de suministros.

—Con alguien que me explique qué es todo.

—Creía que ya lo sabías todo.

Bean fue amable en la victoria: no respondió a la puya. Gracias al sarcasmo, Graff salió algo más airoso de la derrota que había sufrido. Sabía que era lo único que conseguiría, pero este trabajo no tenía muchas gratificaciones.

—El capitán Dimak y el capitán Dap te acompañarán —dijo Graff—. Un repaso, y cualquiera de ellos podrá vetar cualquier cosa que solicites. Ellos serán responsables de las consecuencias de cualquier herida derivada de alguno de los artículos que te permitan usar.

—Gracias, señor —dijo Bean—. Probablemente no encontraré nada útil. Pero agradezco su disposición a dejarnos investigar los recursos de la estación para ampliar los objetivos educativos de la Escuela de Batalla.

El chico sabía hablar. Todos aquellos meses de acceso a los datos de los estudiantes, con todas las anotaciones de los archivos, habían servido de algo; Bean había sabido ver más allá de los contenidos de los dossieres. Y ahora le estaba dando la clave que debería utilizar en el informe escrito sobre su decisión. Como si Graff no fuera perfectamente capaz de hacerlo.

El chico se está portando de manera condescendiente conmigo. El pequeño hijo de puta se cree que está al mando, pensó Graff. Bueno yo también tengo algunas sorpresas para él.

—Puedes retirarte —dijo Graff—. Pueden retirarse todos.

Se levantaron, saludaron, se marcharon.

Ahora, pensó Graff, tengo que sopesar todas mis decisiones futuras, preguntándome cuántas de mis opciones están condicionadas por el odio que siento hacia este niño.

Mientras repasaba la lista del inventario, Bean buscaba en realidad algo, cualquier objeto, que pudiera convertirse en arma para que Ender o algún otro miembro de su escuadra pudiera llevarla y protegerse de los ataques físicos de Bonzo. Pero no había nada que pudiera ser ocultado a los profesores y fuera a la vez lo bastante potente para dar a los niños pequeños ventaja suficiente sobre los más grandes.

Se sintió frustrado, pero ya encontraría otros medios de neutralizar la amenaza. Y ahora, ya que estaba repasando el inventario, ¿había algo que pudiera ser utilizado en la sala de batalla? Los útiles de limpieza no eran muy prometedores. Tampoco las herramientas tenían mucho sentido en la sala de batalla. ¿Qué podían hacer, lanzar un puñado de tornillos?

Sin embargo, el equipo de seguridad…

—¿Qué es una estacha? — preguntó.

Dimak respondió:

—Una cuerda muy fina y fuerte que se usa para asegurar a los trabajadores de construcción y mantenimiento mientras trabajan fuera de la estación.

—¿Qué longitud tiene?

—Con empalmes, podemos asegurar varios kilómetros de estacha —constató Dimak—. Pero cada bobina alcanza unos cien metros.

—Quiero verlo.

Lo llevaron a partes de la estación a las que no iban nunca los niños. El decorado era bastante más utilitario allí. Por todas las placas de las paredes se advertían tuercas y tornillos. Los conductos de entrada, en vez de quedar ocultos bajo el techo, estaban al descubierto. No había franjas de luz para que los niños las tocaran y encontraran la dirección de sus barracones. Todas las cerraduras de palma estaban demasiado altas para que los niños se sintieran cómodos con ellas. Y el personal veía pasar a Bean y luego miraba a Dap y Dimak como si estuvieran locos.

La bobina era sorprendentemente pequeña. Bean la sopesó. Desenrolló unos cuantos decámetros. Era casi invisible.

—¿Aguantará?

—El peso de dos adultos —dijo Dimak.

—Es muy fino… ¿Corta?

—Es tan redondeado y tan pulido que no puede cortar nada. No nos serviría de nada si cortara el material de los trajes espaciales, por ejemplo.

—¿Puede cortarse en trozos pequeños?

—Con un soplete.

—Esto es lo que quiero.

—¿Sólo uno? — preguntó Dap, con sarcasmo.

—Y un soplete —dijo Bean.

—Denegado —dijo Dimak.

—Estaba bromeando.

Bean salió de la sala de suministros y empezó a correr pasillo abajo, siguiendo el camino que acababan de tomar.

Los oficiales corrieron tras él.

—¡Espera! — llamó Dimak.

¡Alcáncenme! — respondió Bean—. Tengo un batallón esperándome para que los entrene con esto.

—¿Entrenarles para hacer qué?

—¡No lo sé!

Llegó a la barra y se deslizó hacia abajo. La barra lo condujo directamente a los niveles de los estudiantes. En esa dirección, no había necesidad de permisos de seguridad.

Su batallón le esperaba en la sala de batalla. Habían estado trabajando duro en los últimos días, probando todo tipo de chorraditas. Formaciones que pudieran explotar en el aire. Pantallas. Ataques sin armas, desarmar a los enemigos con los pies. Girar a voluntad, lo que hacía que fueran casi imposibles de alcanzar pero también les impedía disparar a su vez.

Lo más positivo era el hecho de que Ender se pasara casi todo el tiempo de la práctica observando a la escuadrilla de Bean, siempre que no tenía que responder a las preguntas de los jefes y soldados de los otros pelotones, por supuesto. Encontraran lo que encontrasen, Ender sabría cómo emplearlo y tendría sus propias ideas al respecto cuando hubiera que utilizarlo. Y, sabiendo que Ender los observaba, los soldados de Bean trabajaban aún más duro. Bean cobraba más estatura a sus ojos, simplemente por el hecho de que a Ender le importaba lo que hacían.

Ender es bueno en esto, advirtió Bean por enésima vez. Sabe cómo darle a un grupo la forma que quiere que tenga. Sabe cómo hacer que la gente trabaje en común. Y lo hace con los mínimos medios posibles.

Sin duda, si Graff fuera tan bueno en esto como Ender, hoy no habría tenido que comportarme como un matón.

Lo primero que Bean intentó con la estacha fue extenderla a lo largo de la sala de batalla. Llegaba, con un poco de espacio para permitir que se ataran nudos a ambos lados. Pero unos cuantos minutos de experimentación demostraron que sería completamente inútil como cable trampa. La mayoría de los enemigos simplemente pasarían de largo; los que chocaran contra el cable podrían sentirse desorientados o dar la vuelta, pero una vez que supieran que estaba allí, podrían usarlo como parte de una rejilla, lo que significaba que trabajaría a favor de un enemigo creativo.

La estacha estaba diseñada para impedir que un hombre quedara flotando a la deriva en el espacio. ¿Qué sucedía cuando se llegaba al final de la cuerda?

Bean dejó un extremo atado a un asidero de la pared, pero enrosco el otro alrededor de su cintura varias veces. La cuerda era ahora mas corta que la anchura del cubo de la sala de batalla. Bean ató un nudo de la cuerda, luego se abalanzó hacia la pared opuesta.

Mientras volaba por los aires y la estacha se tensaba tras él, no pudo dejar de pensar: espero que tuvieran razón y este cable no pueda cortar. Vaya forma de terminar, rebanado en dos en la sala de batalla. Eso sí que sería un estropicio impresionante que limpiar.

La cuerda se tensó cuando él estaba a un metro de la pared. En cuanto la tuvo a la altura de la cintura, Bean dejó de avanzar de inmediato. Su cuerpo se dobló por la mitad y sintió como si le hubieran dado una patada en el estómago. Pero lo más sorprendente fue la forma que su inercia pasaba de un movimiento hacia delante a un arco lateral, que lo sacudió por toda la sala de batalla hacia el lugar donde practicaba el batallón D. Golpeó la pared con tanta fuerza que se quejó sin respiración.

—¿Habéis visto eso? — gritó Bean, en cuanto pudo volver a respirar. Le dolía el estómago; tal vez no hubiera quedado rebanado por la mitad, pero tendría una magulladura enorme, eso lo supo de inmediato y si no hubiera tenido puesto el traje refulgente, bien podría haber creído que tenía heridas internas. Pero se pondría bien, y la estacha le había permitido cambiar bruscamente de dirección en el aire—. ¿Lo habéis visto? ¿Lo habéis visto?

—¿Estás bien? — gritó Ender.

Se dio cuenta de que Ender pensaba que estaba herido. Controlando el habla, Bean volvió a gritar:

—¿Has visto lo rápido que iba? ¿Has visto cómo he cambiado de dirección?

Toda la escuadra dejó de practicar para ver cómo Bean seguía jugando con la estacha. Atar a dos soldados era una maniobra eficaz cuando uno de ellos se detenía, pero era difícil aguantar. Pero todavía se obtuvo un mejor resultado cuando Bean hizo que Ender utilizara su gancho para sacar una estrella de la pared y la situara en mitad de la sala de batalla. Bean se ató y se lanzó desde la estrella; cuando la cuerda se tensó, el borde de la estrella actuó como punto de apoyo, reduciendo la longitud de la cuerda mientras cambiaba de dirección. Y cuando la cuerda se enroscó alrededor de la estrella, se acortó aún más al alcanzar cada borde. Al final, Bean acabó moviéndose tan rápido que perdió el conocimiento durante un instante cuando golpeó una estrella. Pero toda la Escuadra Dragón se quedó sorprendida por lo que había visto. La estacha era completamente invisible, así que parecía que aquel niño pequeño se había lanzado solo y de repente empezaba a cambiar de dirección y a acelerar en pleno vuelo. Era un espectáculo perturbador.

—Repitámoslo otra vez, a ver si puedo disparar mientras estoy haciéndolo —sugirió Bean.

Las prácticas de la tarde no terminaron hasta las 21,40, por lo que dispusieron de poco tiempo antes de acostarse. Pero tras haber visto las acrobacias que la escuadrilla de Bean preparaba, toda la escuadra sentía muy exaltada, y todo el mundo corría nervioso por los pasillos. La mayoría de ellos con toda probabilidad comprendía que lo que Bean había descubierto eran acrobacias, nada que resultara decisivo una batalla. Al menos era divertido. Era nuevo. Y era Dragón.

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