La reliquia de Yahveh (70 page)

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Authors: Alfredo del Barrio

BOOK: La reliquia de Yahveh
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Ahora el Arca era un arma, igual que lo había sido en tiempos remotos, un arma ideológica que serviría para debilitar e intentar derrotar con ella a otras religiones, a otras filosofías, a otras culturas. Todo seguía igual bajo el reino de los cielos.

Cuando el prior de la Orden de Malta y cuatro de sus ayudantes ordenaron a Marie y John que les acompañasen a un coche cercano con el propósito de dejarlos en un hotel, el avión amarillo y blanco del cardenal era ya casi invisible para cualquier observador situado en el aeropuerto de Malta.

La noche era más impenetrable que nunca, las débiles nubes que habían menudeado en el atardecer se habían cerrado con una rapidez inusitada, cubriéndolo todo hasta la extenuación: la tierra, el mar, la luna, las estrellas y el avión donde viajaba el Arca de Yahvéh, de Moisés, de Salomón, de Sheshonk, de Nefiris. Había empezado a llover con fuerza y un viento huracanado parecía querer llevárselo todo para sumirlo en el olvido. De fragores y estallidos se cubrió el mundo enfurecido.

Y se abrió el santuario de Dios que está en el cielo,

y apareció el Arca de su Alianza en su

santuario. Y hubo relámpagos y voces y

truenos y terremoto y una gran granizada.

(Apocalipsis 11, 19)

Epílogo

En dulce ovillo enmarañado despertaron Marie y John en la cama del hotel donde les había abandonado el prior Humberto de Gasperi y sus acólitos. Habían pasado toda la noche entregados a la pulsión del amor, ajenos a los relámpagos y centellas que parecían querer desgajar la isla de su asiento. Pero el nuevo día apareció pacífico, con el sol queriendo secar y enmendar todos los estragos que había causado su enemiga la noche aliada con la tempestad.

Se dieron una larga y placentera ducha y pidieron el desayuno al servicio de habitaciones. Por primera vez en mucho tiempo no tenían nada urgente que hacer, habían decidido que usarían el par de meses, que por fuerza mayor tendrían que permanecer en la isla hasta que les devolviesen sus pasaportes, en recorrer todos los rincones históricos del archipiélago, todavía no hacía el calor suficiente como para disfrutar de sus playas.

John encendió la televisión de la habitación con la emoción del que lleva mucho tiempo lejos de su hogar sin haber tenido noticias de los acontecimientos que se habían producido en ese lapso, los importantes y los triviales. Pulsó todos los botones del mando a distancia hasta dar con un canal informativo y se tiró en la cama para volver a los brazos de Marie.

El locutor, con tono monótono y algo desagradable, estaba concluyendo un rápido resumen de la última hora periodística.

La confusa crisis diplomática que se produjo en el día de ayer entre Israel y Egipto por una supuesta incursión de un helicóptero del ejército hebreo en territorio nacional del país árabe, parece en vías de solución. El primer ministro israelí, Isaac Ben Wise, ha cesado a David Leví, el reciente ministro de defensa. David Leví es uno de los miembros del gabinete judío que menos tiempo ha permanecido en el ejercicio de sus funciones.

Y volviendo a nuestro país, seguimos sin tener ninguna noticia de posibles supervivientes del avión del Vaticano que se estrelló en el mar al poco de despegar del aeropuerto de Luqa. La Santa Sede ha confirmado que en él viajaba el cardenal Carlo María Manfredi de regreso a Roma. La causa del accidente, según todos los datos, ha sido la violenta tormenta eléctrica que de repente estalló ayer por la noche en la región. No se ha encontrado ningún resto de la aeronave que, con toda probabilidad, descansa en estos momentos en algún lugar de las profundidades del Mediterráneo.

John apagó el receptor de televisión cuando el presentador pasaba a referir los últimos resultados deportivos que se habían producido en la liga italiana de fútbol. Él y Marie permanecieron mudos por el asombro durante un momento.

—Vaya, así que el avión se ha perdido en el mar —murmuró Marie parsimoniosamente.

—Con todo su contenido —completó John con igual lentitud.

—Por una parte me alegro —dijo Marie al cabo de otro rato de silenciosa meditación—. Desde que la sacamos de su escondite no ha traído más que muerte, ni musulmanes, ni judíos, ni cristianos merecían tenerla.

—¿Sabes que todavía hay algo que no te he dicho, Marie? —declaró el inglés cauteloso.

—¿El qué?

—Verás —argumentó John buscando la cercana mirada de su compañera de aventuras—, no me di cuenta en un primer momento por el apremio de la situación; pero, cuando me metí en el habitáculo del Arca para intentar engañar a los soldados israelíes, estaba mucho más encogido de lo que debería haber estado si realmente la cavidad tuviese 70 centímetros de altura.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Marie algo desorientada.

—Que en estos últimos dos días me ha rondado en la cabeza si no habría algo que pasamos por alto.

—¿Te refieres a qué el Arca podría tener un doble fondo? —entendió de pronto la francesa.

—Exacto —manifestó John algo consternado.

—Así que el Arca se ha llevado parte de sus secretos de nuevo a lo desconocido — dijo sonriendo Marie ya que la idea le hacía algo de gracia—. ¿Y qué crees que habría en ese doble fondo?

—No lo sé —confesó John taciturno—. Tal vez el cayado de Aarón que se transformaba en serpiente y que luego floreció, el maná con el que Yahvéh dio de comer a los hebreos en su travesía por el desierto, las pociones mágicas de Moisés, más vasijas con muestras de la nube venenosa de Nefiris, las Tablas de los Mandamientos… ¿qué se yo?

—Pues me temo que todos esos misterios y maravillas se han perdido en el fondo del mar irremediablemente —aseguró Marie.

—Sí, tal vez por otros 3.000 años —sentenció John mientras estrujaba cariñosamente la mano de su querida compañera de aventuras.

—Bueno —emitió cínicamente Marie devolviendo el apretón—, así lo ha querido Yahvéh.

Personajes

John Winters: arqueólogo y detective del departamento de contrabando de obras de arte de Scotland Yard.

Jeremy Cohen: inspector de Scotland Yard, superior de John.

Lord Stanley: encargado de asuntos árabes del Foreign Office.

Sir Arthur Willian: consejero del gobierno británico en materias culturales.

Patrick Allen: agregado cultural del gobierno de los Estados Unidos.

Marie Mariette: egiptóloga francesa.

Leopold Quinet: jefe del departamento de egiptología de la Sorbona.

Henri Legentil: jefe de relaciones externas de la Universidad de París.

Carlo María Manfredi: Cardenal de la Iglesia Católica.

Alí Khalil: egiptólogo egipcio, conservador del Museo de El Cairo.

Ayman Khalil: tío de Alí, funcionario del Ministerio de Cultura egipcio.

Osama Osman: militar egipcio, jefe de suministros.

Yusuf al-Misri: coronel, alto cargo plenipotenciario del gobierno egipcio.

Mohamed Galeel: director del Museo del Cairo.

Isaac Ben Wise: primer ministro israelí.

David Leví: nuevo ministro de defensa israelí.

Ahmed Zarif, Amir Zarif, Ramzy Zarif, Husayn Zarif: trabajadores.

Ismail Zarif y Omar Zarif: vigilantes.

Gamal Zarif: cocinero.

Nicos Zoilos: diácono de Santa Catalina en Alejandría.

Humberto de Gasperi: prior de la Soberana Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta

Personajes históricos

Sheshonk I (Sosaq, Sisaq o Shoshenq): faraón de Egipto (reinó 951-913 a.C.)

Shiskag: padre de Sheshonk, faraón de Egipto

Nefiris (nombre ficticio): esposa de Salomón, hermana y esposa de Sheshonk

Salomón: rey de Israel (reinó 961-922 a.C.)

Roboam: Rey de Judá (reinó 922 a.C.), hijo de Salomón y Nefiris.

Yeroboam: Rey de Israel (reinó 922-902 a.C.), antiguo funcionario de Salomón.

Menelik: hijo de Salomón y la reina de Saba.

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