• Raúl Álvarez Garín, del
CNH
.
Me gusta octubre; es el mes del año que más me gusta. El aire es tan transparente que la ciudad se arrellana como en una cuna de montañas, las calles desembocan en los volcanes morados, azul oscuro, afelpado de pronto —como si pudiera yo extender la mano, tocarlos y mi mano se hundiera en lomos aborregados, tibios, calientes bajo el sol de octubre; un sol que todavía calienta… Desde aquí no se ve nada, sólo barrotes verdes con las púas que regresan hacia nosotros, sólo la lámina verde de las celdas cerradas. Pero huele a octubre, sabe a octubre —ahora en 1969—, y trato de pensar que este octubre nuevo se llevó al de 68, antes de que todos muriéramos —porque nosotros también morimos un poco— en la Plaza de las Tres Culturas.
• Ernesto Olvera, profesor de Matemáticas de la Preparatoria 1 de la
UNAM
.
En la madrugada, a veces, cuando empieza el día, me da por recordar Tlatelolco, recordar a los muertos. Los repaso mentalmente —al menos los que salieron en los periódicos— en el
Ovaciones
, porque ése leí; dieciocho cadáveres en la Tercera Delegación; Leonardo Pérez González, era maestro del Poli, Cornelio Caballero Garduño, de la Prepa 9, Ana María Regina, la edecán tan bonita, José Ignacio Caballero González, el niño de trece años sacado de un departamento, del 615 del Chihuahua, Gilberto Ortiz Reynoso de la
ESIQIE
… y tantos más, tantos cuerpos más tirados en la plaza… ¿Quiénes eran? ¿Qué serían ahora? ¿Qué hubieran hecho de estar vivos?
• Ceferino Chávez, de las Juventudes Comunistas, preso en Lecumberri.
Un régimen que se ensaña contra sus jóvenes, los mata, los encierra, les quita horas, días, años de su vida absolutamente irrecuperables, es un régimen débil y cobarde, que no puede subsistir.
• Isabel Sperry de Barraza, maestra de primaria.
Sí, pensamos en Tlatelolco, pero nos cuesta mucho trabajo hablar de ello. Personalmente Tlatelolco me trastorna. Recuerdo cómo veíamos desde la tribuna la plaza convulsionada, las corrientes de gente que intentaban huir y no podían, los remolinos que se hacían en el centro de la explanada, los muros de bayonetas que yo no podía ver… Yo no entendía nada. Disparaban hacia la tribuna. Como que los que estaban abajo creían tirarnos a nosotros y les tiraban a los del guante blanco. ¡Fue un desmadre pavoroso! Después, cuando nos encerraron, recuerdo los orificios que se abrían en el techo, el yeso que nos caía encima, el terror y la muerte que cubrían la Plaza. Sabes, la verdad, no me gusta hablar de Tlatelolco; es más, no puedo… Así es que dispénsame… no puedo… No puedo con Tlatelolco… Aquí en Lecumberri hablamos de ello lo menos posible, por salud mental.
• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
Para mí, lo único que le dio sentido a la Olimpiada fue el comportamiento del Black Power, el puño negro en el aire, el puño negro en el aire de los atletas, Tommie Smith, John Carlos, Lee Evans, Harry Edwards. Los campeones negros al usar su triunfo en el deporte como arma política impresionaron profundamente a los espectadores mexicanos y esto aunque en forma indirecta le sirvió a nuestro Movimiento.
• Samuel Bello Duran, estudiante de Odontología de la
UNAM
.
El
Tibio
Muñoz, el que ganó la medalla de oro pertenecía a la Prepa Isaac Ochoterena que peleó contra las Vocacionales 2 y 5. ¡Qué paradoja! El día 22 de julio, cuando los granaderos intervinieron con sus gases y sus macanas, habría de ser el principio del Movimiento Estudiantil de 68.
• Pedro Bolaños, padre de familia.
—Te traje fabada…
—¡Ay abuela, estoy malo del estómago!
(Entra Gilberto Guevara con una gorra de lana que según Luis y Raúl y Saúl el Chale, no se quita jamás. La abuela le tiende los brazos).
—¡Mi Guevara!
Lo abraza un largo rato. Es la clásica abuelita de los cuentos para niños; gordita, dulce, el pelo blanco, una bolita de ternura.
—¿Decías que estás malo del estómago Raúl?
—¡Ay, abuela es que aquí todos los días comemos de día de fiesta!; el molito negro de los domingos, el pipián, la paella, los chiles en nogada, la fabada, la cochinita pibil ¡La familia nos va a matar! Tengo el estómago hecho puré.
• Conversación de Raúl Álvarez Garín con su abuelita.
El viernes 4 de octubre de 1968 al salir de
Excélsior
, donde había ido a poner un desplegado de protesta por la matanza de Tlatelolco, la policía agarró al escritor Juan García Ponce. Lo soltaron a las cuatro horas después de las acostumbradas vejaciones. Quizá lo confundieron con el líder del
CNH
Marcelino Perelló, porque Juan también anda en silla de ruedas. Quizás se proponían amedrentarlo. Juan García Ponce pertenece a la Asamblea de Intelectuales y Artistas que el viernes 16 de agosto de 1968 se solidarizó con el Movimiento Estudiantil; ha escrito, ha participado, ha firmado manifiestos, hizo pública su indignación. Dice: «Lo que importa es que ahora salgan los muchachos —hay tantos golpeados brutalmente— no lo que a mí me pasó… No podemos tolerarlo…». Y más tarde añade: «¡Jamás volveremos a vivir días así!».
• Conversación con Juan García Ponce, para el número 802, noviembre 6 de 1968, de
Siempre
!
La cárcel es el lugar más ruidoso del mundo. Los patios siempre están llenos, salvo el domingo después de que sale la visita a las cuatro de la tarde. Entonces se vacía el patio y todos nos encerramos en nuestra celda: el carcelazo. Pero si no, a las seis y treinta de la mañana cuando toca la banda empieza un ajetreo de los mil demonios. La corneta toca «alevante», la corneta toca «a rancho», la corneta toca para romper filas, la corneta toca a las nueve para que sepamos que son las nueve: las nueve significa «defensores». ¡Luego otra vez a las once! ¡A la una para el rancho! A las cuatro pasa la banda de nuevo por el redondel —es ese círculo alrededor del Polígono— para el parte de las cuatro. Es como pasar lista; decir cuántos hay de población. Ese parte lo firma Raúl que es el jefe de la crujía C. A las ocho otra vez la banda —cornetas y tambores—, puros instrumentos dados al queso que emiten unos sonidos que se te pone la carne de gallina —bueno no es para tanto—, y a las diez tocan
silencio
… ¿Sabes? El silencio es lo que más cala, porque entonces empieza la guardia nocturna, los vigilantes que gritan en las murallas: «¡Alerta!» cada cuarto de hora… En la noche te zumban en los oídos todos los gritos del día: «
población: 61, Bajas 0, Altas 01», ¡Población! ¡Población! ¡Población! ¡Población!
… los
cantidos
de los vendedores que van de crujía en crujía, el redoble de los tambores en el redondel, el chirrido de cualquier fierro contra las rejas, el golpe de tu propia puerta de hierro y entonces se te viene la cárcel encima; toda su herrumbre, sus púas, el sonido oxidado de las ruedas de los carritos en que vienen los peroles del rancho: guisado, frijoles, atole, frijoles, guisado, frijoles, guisado, caldo con trozos de carne y huesos, algunas verduras, atole, peroles, peroles… Creo que yo quepo en uno de esos peroles…
• Luis González de Alba, del
CNH
.
Aquí hay un preso que se llama Mario Hernández —le decimos
El Chamaco
porque es el más joven de toda la crujía C. Tiene 67 años y es uno de los tipos más queridos y respetados de la C… ¡Ése sí, es la antimomia! Es un tipo fenomenal y además guisa muy bien.
• Eduardo de la Vega Ávila, del PC.
«Defensores» es un cuarto largo con bancas y mesas de cemento.
• Arturo Martínez Nateras, Secretario General de la
CNED
(Central Nacional de Estudiantes Democráticos), preso en Lecumberri.
Un joven es siempre una incógnita. Matarlo es matar la posibilidad del misterio, todo lo que hubiera podido ser, su extraordinaria riqueza, su complejidad.
• José Soriano Muñoz, maestro de la Escuela Wilfrido Massieu.
Matar a un joven es matar la esperanza.
• Cristina Correa de Salas, maestra de primaria.
Casi nadie tiene reloj. De los compañeros que me tocan para la cocina «colectiva» ninguno. Excepto yo. Algunos me preguntan para qué quiero reloj en la cárcel. Aquí no hay horas. Sólo la mañana, la tarde y la noche. Y el tiempo se contrae. Dicen los presos: un día muy largo, de lunes a sábado; y uno chiquitito, pequeñito que es el domingo.
• Heberto Castillo, de la Coalición de Maestros.
En octubre todavía hay flor de calabaza, hongos, huitlacoche que dejan los meses de lluvia y que tanto le gustan a Eduardo. Empiezan las verdolagas, los chilacayotes, los quentoniles. Se los preparo en la casa, y siempre tengo la esperanza de que la «
mona
» no los cucharee demasiado al hacernos pasar por el registro.
• María Elena Rodríguez de De la Vega.
Todos estamos solos, es una perogrullada. Pero pocos saben de la inmensa soledad de un joven entre los quince y los veinte años.
• Georgina Rubio de Marcos, maestra de primaria.
Por último, deseo decir lo siguiente: Tal vez nosotros no pertenezcamos a esa calidad de hombres como Ricardo Flores Magón, Filomeno Mata y Valentín Campa, armados entre otras cosas de un maravilloso estoicismo, pero es indudable que su ejemplo nos alienta constantemente.
• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
¡Claro que he ayudado a mis compañeros! Incluso creo que logré por medio de una entrevista que me hizo Mercedes Padrés que es una gente muy linda: que regresaran al D.F. los que andaban prófugos, muriéndose casi, escondidos en el monte. El
Toto
, Sostenes Torrecillas es uno de ellos. El
Toto
pesaba ciento doce kilos y regresó pesando setenta y tantos, muy mal, muy mal. Está deshecho. Era del
CNH
, de la Escuela de Medicina Homeopática y anduvo escondido, durante meses, en esteros, en el monte, comía raíces o no comía y tiene delirio de persecución. Creía que lo iban a matar. Me han contado otros compañeros que no puede ni atravesar la calle; lo tienen que agarrar entre dos. Si se revienta una llanta por poco y se desmaya. Cualquier ruido lo saca fuera de quicio. Él y otros muchachos leyeron este artículo en el que yo afirmaba que no pasaría nada si regresaban y por eso se reincorporaron nuevamente. Ahora el
Toto
está mejor; salió adelante, y lo mismo sucede con otros muchachos que sufrieron tremendamente.
• Sócrates Amado Campos Lemus, del
CNH
.
Y otra cosa también de sumarísima importancia. Creo que antes no habría podido amar a mi novia como ahora la amo. Es muy bonito, no sé por qué, pero el caso es que así lo siento. Éstos son cambios muy bonitos que en mí se han operado. En mí y en todos, desde luego.
• Félix Lucio Hernández Gamundi, del
CNH
.
Además, el vivir encerrado entre cuatro paredes, como ninguna otra cosa le enseña a uno a amar intensamente, profundamente la libertad.
• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
Después de veinticinco meses de prisión, somos más fuertes como seres humanos y estamos convencidos que en último término no hay hombres que merezcan, por muy criminales que sean, vivir enjaulados como animales.
• Artemisa de Gortari.
Y es que en América
está ya en flor la gente nueva
que pide peso a la prosa
y condición al verso
y quiere trabajo y realidad
en la política
y en la literatura.
• José Martí.
Primer curso de alfabetización para América Latina.
La libertad es el sujeto
El verbo es el fusil
La muerte es el complemento.
• Anónimo del siglo XX.
Gusanos pululan por calles y plazas
y en las paredes están salpicados los sesos…
Rojas están las aguas, están como teñidas
y cuando las bebimos
es como si bebiéramos agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.
Hemos comido palos de colorín,
hemos masticado grama salitrosa
piedras de adobe, lagartijas,
ratones, tierra en polvo, gusanos…
Comimos la carne apenas,
sobre el fuego estaba puesta.,
Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban, ,
en el fuego mismo, la comían.
TODOS
¡Han aprehendido a Cuauhtémoc!
¡Se extiende una brazada de príncipes mexicanos!
¡Es cercado por la guerra el tenochca,
es cercado por la guerra el tlatelolca!
SOLISTA
El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco
¿A dónde vamos?, ¡oh amigos! Luego, ¿fue verdad?
Ya abandonan la ciudad de México:
el humo se está levantando; la niebla se está extendiendo.
Motelhuihtzin
el Tailotlacall Tlacotzin
el Tlacatecuhtli Oquihtzin
Llorad, amigos míos,
tened entendido que con estos hechos,
hemos perdido la nación mexicana.
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.
Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
TODOS
¡Es cercado por la guerra el tenochca,
es cercado por la guerra el tlatelolca!
• Textos escogidos, para su representación, por los estudiantes presos de la Crujía C de Ieccumberri, de la
Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista
, traducidos de textos nahuas por Ángel María Garibay K.
UNAM
, Biblioteca del Estudiante Universitario.
Es necesario dejar constancia de nuestro indignado asombro por esa noche de Tlatelolco que presidieron la barbarie, el primitivismo, el odio y los más siniestros impulsos.