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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Ciencia Ficción, Fantástico

La invención de Morel (15 page)

BOOK: La invención de Morel
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La esperanza de suprimir la imagen de Morel me ha turbado. Sé que es un pensamiento inútil. Sin embargo, al escribir estas líneas, siento el mismo empeño, la misma turbación. Me vejó la dependencia de las imágenes (en especial, de Morel con Faustine). Ahora no: entré en ese mundo; ya no puede suprimirse la imagen de Faustine sin que la mía desaparezca. Me alegra también depender —y esto es más extraño, menos justificable— de Haynes, Dora, Alec, Stoever, Irene, etcétera (¡del propio Morel!).

Cambié los discos; las máquinas proyectarán la nueva semana, eternamente.

Una molesta conciencia de estar representando me quitó naturalidad en los primeros días; la he vencido; y si la imagen tiene —como creo— los pensamientos y los estados de ánimo de los días de la exposición, el goce de contemplar a Faustine será el medio en que viviré la eternidad.

Con una incansable vigilancia mantuve el espíritu libre de inquietudes. He procurado no investigar los actos de Faustine; olvidar los odios. Tendré la recompensa de una eternidad tranquila; más aún: he llegado a sentir la duración de la semana.

La noche que Faustine, Dora y Alec entran en el cuarto, contuve triunfalmente los nervios. No intenté averiguación alguna. Ahora tengo un ligero fastidio por haber dejado ese punto sin aclarar. En la eternidad no le doy importancia.

Casi no he sentido el proceso de mi muerte; empezó en los tejidos de la mano izquierda; sin embargo, ha prosperado mucho; el aumento del ardor es tan paulatino, tan continuo, que no lo noto.

Pierdo la vista. El tacto se ha vuelto impracticable; se me cae la piel; las sensaciones son ambiguas, dolorosas; procuro evitarlas. Frente al biombo de espejos, supe que estoy lampiño, calvo, sin uñas, ligeramente rosado. Las fuerzas disminuyen. En cuanto al dolor, tengo una impresión absurda: me parece que aumenta, pero que lo siento menos.

La persistente, la ínfima ansiedad por las relaciones de Morel con Faustine me preserva de atender a mi destrucción; es un efecto inesperado y benéfico.

Por desgracia, no todas mis cavilaciones son tan útiles: hay —solamente en la imaginación, para inquietarme— la esperanza de que toda mi enfermedad sea una vigorosa autosugestión; que las máquinas no hagan daño; que Faustine viva, y dentro de poco yo salga a buscarla; que nos riamos juntos de estas falsas vísperas de la muerte; que lleguemos a Venezuela; a otra Venezuela, porque para mí tú eres, Patria, los señores del gobierno, las milicias con uniforme de alquiler y mortal puntería, la persecución unánime en la autopista a La Guayra, en los túneles, en la fábrica de papel de Maracay; sin embargo, te quiero, y desde mi disolución muchas veces te saludo: eres también los tiempos de
El Cojo Ilustrado
: un grupo de hombres (y yo, un chico, atónito, respetuoso) gritados por Orduño, de ocho a nueve de la mañana, mejorados por los versos de Orduño, desde el Panteón hasta el café de la Roca Tarpeya, en el 10, abierto y deshecho tranvía, fervorosa escuela literaria. Eres el pan cazabe, grande como un escudo y libre de insectos. Eres la inundación en los llanos, con toros, yeguas, tigres, arrastrados urgentemente por las aguas. Y tú, Elisa, entre lavanderos chinos, en cada recuerdo pareciéndote más a Faustine; les dijiste que me llevaran a Colombia y atravesamos el páramo cuando estaba bravo; los chinos me cubrieron con hojas ardientes y peludas de frailejón, para que no muriera de frío; mientras mire a Faustine, no te olvidaré, ¡y yo creí que no te quería! Y la Declaración de la Independencia que nos leía todos los 5 de julio, en la sala elíptica del Capitolio, el imperioso Valentín Gómez, mientras nosotros —Orduño y los discípulos— para desairarlo, reverenciábamos el arte en el cuadro de Tito Salas «El general Bolívar atraviesa la frontera de Colombia»; sin embargo confieso que después, cuando la banda tocaba
Gloria al bravo pueblo // (que el yugo lanzó // la ley respetando // la virtud y honor)
, no podíamos reprimir la emoción patriótica, la emoción que ahora no reprimo.

Pero mi férrea disciplina derrota incesantemente a estas ideas, comprometedoras de la calma final.

Aun veo mi imagen en compañía de Faustine. Olvido que es una intrusa; un espectador no prevenido podría creerlas igualmente enamoradas y pendientes una de otra. Tal vez este parecer requiera la debilidad de mis ojos. De todos modos consuela morir asistiendo a un resultado tan satisfactorio.

Mi alma no ha pasado, aún, a la imagen; si no, yo habría muerto, habría dejado de ver (tal vez) a Faustine, para estar con ella en una visión que nadie recogerá.

Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré una súplica. Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso.

ADOLFO BIOY CASARES, (Buenos Aires, Argentina; 15 de septiembre de 1914 – ibídem, 8 de marzo de 1999) fue un escritor argentino que frecuentó las literaturas fantástica, policial y de ciencia ficción, y que debe parte de su reconocimiento a su gran amistad con Jorge Luis Borges, con quien colaboró literariamente en varias ocasiones. Esto no quiere decir, en absoluto, que su obra propia carezca de interés; su amigo lo consideró incluso uno de los más notables escritores argentinos. La crítica profesional también ha compartido la opinión: Bioy Casares recibió, en 1990, el Premio Miguel de Cervantes.

Bioy nació en Buenos Aires y fue el único hijo de Adolfo Bioy Domecq y Marta Ignacia Casares Lynch. Perteneciendo a una familia acomodada, pudo dedicarse exclusivamente a la literatura y, al mismo tiempo, apartarse del medio literario de su época. Escribió su primer relato,
Iris y Margarita
, a los 11 años. Cursó parte de sus estudios secundarios en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza de la Universidad de Buenos Aires. Luego, comenzó y dejó las carreras de Derecho, Filosofía y Letras. Tras la decepción que le provocó el ámbito universitario, se retiró a una estancia —posesión de su familia— donde, cuando no recibía visitas, se dedicaba casi exclusivamente a la lectura, entregando horas y horas del día a la literatura universal. Por esas épocas, entre los veinte y los treinta años, ya manejaba con fluidez el inglés, el francés (que hablaba desde los cuatro años) y, naturalmente, el español. En 1932, Victoria Ocampo le presenta a Jorge Luis Borges, quien en adelante será su gran amigo y con quien escribirá en colaboración varios relatos policiales bajo diversos seudónimos, el más conocido de los cuales fue el de Honorio Bustos Domecq. En 1940, Bioy Casares se casa con la hermana menor de Victoria, Silvina Ocampo, también escritora y pintora. Entre sus premios y distinciones destacan la membresía a la Legión de Honor francesa en 1981, su nombramiento como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1986, el Premio Cervantes y el Premio Internacional Alfonso Reyes en 1990 y el Premio Konex de Brillante en 1994. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.

N
OTAS

[1]
Lo dudo. Habla de una colina y de árboles de diversas clases. Las islas Ellice —o
de las lagunas
— son bajas y no tienen más árboles que los cocoteros arraigados en el polvo del coral. (
N. del E.
)
<<

[2]
Ha vivido, sin duda, debajo de los árboles cargados de cocos. No los menciona. ¿Ha
podido
no verlos? ¿O será más bien que, atacados por la peste, los árboles no daban frutas? (
N. del E.
)
<<

[3]
Se equivoca. Omite la palabra más importante:
geminato
(de
geminatus
, geminado, duplicado, repetido, reiterado). La frase es:
…; tum sole geminato, quid, ut e patre audivi, Tuditano et Aquilio consulibus evenerat; quo quidem anno P. Africanus sol alter extinctus est:…
Traducción de Menéndez y Pelayo:
Los dos soles que, según oí a mi padre, se vieron en el Consulado de Tuditano y Aquilio; en el mismo año que se extinguió aquel otro sol de Publio Africano
(183 a. de C.). (
N. del E.
)
<<

[4]
Para mayor claridad hemos creído conveniente poner entre comillas lo que estaba escrito a máquina en esas páginas; lo que va sin comillas son anotaciones en los márgenes, a lápiz, y de la misma letra en que está escrito el resto del diario. (
N. del E.
)
<<

[5]
La omisión del telégrafo me parece deliberada. Morel es autor del opúsculo
Que nous envoie Dieu?
(palabras del primer mensaje de Morse) y contesta:
Un peintre inutile et une invention indiscrète
. Sin embargo, cuadros como el
Lafayette
y el
Hércules Moribundo
, son indiscutibles. (
N. del E.
)
<<

[6]
Siempre
: Sobre la duración de nuestra inmortalidad; sus máquinas, simples y de materiales escogidos, son más incorruptibles que el Metro, que está en París. (
N. de Morel
)
<<

[7]
Bajo el epígrafe de

Come, Malthus, and in Ciceronian prose

Show what a rutting Population grows,

Until the produce of the Soil is spent,

And Brats expire for lack of Aliment.

el autor se demora en una apología, elocuente y con argumentos poco nuevos, de Tomás Roberto Malthus y de su
Ensayo sobre el principio de la población
. Por razones de espacio la hemos suprimido. (
N. del E.
)
<<

[8]
No aparece en el encabezamiento del manuscrito. ¿Hay que atribuir esta omisión a un olvido? No sabemos; como en todo lugar dudoso elegimos el riesgo de críticas, la fidelidad del original. (
N. del E.
)
<<

[9]
La hipótesis de la superposición de temperaturas no me parece necesariamente falsa (un pequeño calentador es insoportable en un día de verano), pero creo que la verdadera explicación es otra. Estaban en primavera; la semana eterna fue grabada en verano; al funcionar, las máquinas reflejan la temperatura del verano. (
N. del E.
)
<<

[10]
Queda el más increíble: la coincidencia, en un mismo espacio, de un objeto y su imagen total. Este hecho sugiere la posibilidad de que el mundo esté constituido, exclusivamente, por sensaciones. (
N. del E.
)
<<

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