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Authors: John Scalzi

La colonia perdida (26 page)

BOOK: La colonia perdida
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—Tienes correo —dijo.

—Jesús, Savitri. Ahora no es el momento. Envíaselo a Jann.

Desde que Roanoke había sido redescubierta oficialmente, todos los medios posibles conocidos por el hombre habían contactado con Jane y conmigo suplicando o exigiendo entrevistas. Quinientas peticiones llegaron con la primera sonda de salto que recibió Roanoke. Ni Jane ni yo teníamos tiempo ni ganas de tratar con los medios, pero conocíamos a alguien que tenía ambas cosas, y por eso Jann Kranjic se convirtió oficialmente en el secretario de prensa de Roanoke.

—No te molestaría con una solicitud de los medios —dijo Savitri—. Esto es del Departamento de Colonización. Está marcado confidencial y extremadamente urgente.

—¿De qué se trata?

—No lo sé. No me permite abrirlo.

Me tendió la PDA para mostrarme que su acceso estaba bloqueado. Cerré su sesión en la PDA y me conecté. Un año entero sin PDA me había hecho darme cuenta de lo mucho que confiaba en ese aparato antes, y de lo poco que quería hacerlo ahora. Seguía sin llevar una encima y había encargado a Savitri de mantenerme al día.

La PDA aceptó mis datos biométricos y la clave, y abrió la carta.

—De putísima madre —dije un minuto más tarde.

—¿Todo va bien? —preguntó Savitri.

—Por supuesto que no —contesté—. Necesito que le digas a Jane que termine aquí lo antes posible y se reúna conmigo en el edificio de administración cuando lo haya hecho. Luego quiero que me localices a Manfred Trujillo y Jann Kranjic y les digas que se reúnan conmigo allí también.

—Muy bien —dijo Savitri—. ¿Qué ocurre? ¿Puedes decírmelo?

Le devolví su PDA. Ella la aceptó.

—Me han cesado como líder de la colonia —dije—. Y me piden que comparezca en la Estación Fénix.

* * *

—Bueno, tan sólo le han relevado temporalmente del cargo, así que es positivo —dijo Manfred Trujillo, pasando la PDA y la carta a Jann Kranjic. Ellos dos, Jane, Savitri y Beata, que venía acompañando a Kranjic, estaban apretujados en mi despacho, desafiando su capacidad de alojarnos a todos a la vez—. El hecho de que sea temporal significa que aún no han decidido lincharle. Querrán hablar con usted antes de tomar esa decisión.

—Parece que después de todo se va a quedar con mi puesto, Manfred —dije, desde detrás de la mesa.

Trujillo miró Jane, que estaba de pie a un lado.

—Creo que primero tendría que saltar sobre ella, y no estoy seguro de que eso vaya a suceder.

—No voy a quedarme en este puesto sin John —dijo Jane.

—Es más que capaz de hacerlo —dijo Trujillo—. Y nadie se opondría.

—No estoy cuestionando mi competencia. Es que no me quedaré en el cargo.

Trujillo asintió.

—En cualquier caso, no está claro que pretendan cesarlo permanentemente —dijo, señalando la PDA, que ahora estaba en manos de Beata—. Lo convocan a una investigación. Hablando como antiguo legislador, comprendo que el objetivo de una investigación suele ser cubrirle las espaldas a alguien, no investigar nada. Y hablando también como antiguo legislador, puedo decirle que el Departamento de Colonización tiene un montón de razones por las que cubrirse las espaldas.

—Pero no lo convocarían a menos que haya hecho algo que pudieran utilizar —dijo Kranjic.

—Muy bien, Jann —dijo Beata—. Siempre podemos contar con tu apoyo.

—No estoy diciendo que haya hecho nada malo, Beata —replicó Kranjic. La había vuelto a contratar como ayudante después de que lo nombráramos secretario de prensa de la colonia, porque estaba claro que su relación personal no había mejorado gran cosa tras el divorcio—. Estoy diciendo que hizo algo que ellos podrán usar como excusa para acusarle y emprender una investigación.

—Y lo hizo, ¿verdad? —me preguntó Trujillo—. Cuando estuvo con el general Gau, le ofreció una salida. Le dijo que no llamara a su flota. No podía hacer eso.

—No, no podía —contesté.

—Me siento un poco confuso yo también —dijo Trujillo.

—Necesitaba poder decir que hice la oferta —contesté—. Por mi propia conciencia.

—Temas morales aparte —dijo Trujillo—, si alguien quisiera ponerse quisquilloso al respecto, podrían acusarlo de traición. El plan de la Unión Colonial requería congregar aquí a la flota del Cónclave. Usted puso intencionadamente en riesgo su estrategia.

Me volví hacia Kranjic.

—Ha hablado con otros periodistas —dije—. ¿Alguna noticia de esto?

—¿De que vayan a acusarlo de traidor? No —dijo Kranjic—. Sigue habiendo un montón de periodistas que quieren hablar con usted o con Jane, pero siempre por la noche en que cayó la flota del Cónclave o por cómo sobrevivimos aquí. He desviado a un montón de esos periodistas hacia la
Magallanes
o hacia otros miembros del Consejo. Tal vez hayan oído algo por ahí.

Me volví hacia Trujillo.

—¿Bien? —pregunté.

—Nada por este lado tampoco —contestó Trujillo—. Pero sabe mejor que nadie que lo que la Unión Colonial planea o piensa nunca se discute fuera de sus propias sedes.

—Así que van a tratar de acusarte de traidor porque no diste saltos de alegría por matar a un par de cientos de miles de seres inteligentes —dijo Savitri—. De repente acabo de recordar por qué me repugna la estructura de poder de la Unión Colonial.

—Tal vez haya algo más —intervino Jane—. Pueden convertir a John en chivo expiatorio, pero si es así nos queda por resolver la pregunta de para qué. Del mismo modo, si examinan su conducta con Gau, la Unión Colonial también va a tener que examinar cómo afectó los hechos.

—¿Crees que algo no salió según el plan? —le dije a Jane.

—Creo que no se buscan chivos expiatorios si tus planes se cumplen a rajatabla —contestó Jane—. Si el Cónclave está detrás de los ataques de esta noche, da la impresión de que se ha reorganizado más rápido de lo que la UC esperaba.

Miré a Kranjic, quien entendió el significado de mi mirada.

—No hay nada en los artículos que he visto que diga nada sobre el Cónclave, ni positivo ni negativo —dijo.

—Eso no tiene ningún sentido —contesté. El general Rybicki me había dicho que parte del plan era presentar el Cónclave a las colonias en su gran momento de derrota. Ahora que tenían ese momento, debería haber aparecido en todos los medios—. ¿No hay nada sobre el Cónclave?

—Nada con ese nombre —dijo Kranjic—. Los informes de los medios que he visto mencionan que la Unión Colonial descubrió que la colonia había sido amenazada por varias razas alienígenas, y por eso la UC urdió su engaño. También mencionan la batalla que hubo aquí. Pero en ninguna parte el Cónclave es descrito como «El Cónclave».

—Pero nosotros sabemos lo del Cónclave —dijo Savitri—. Aquí lo sabe todo el mundo. Cuando nuestra gente envíe cartas o vídeos a sus familiares y amigos, hablarán de ello. No va a permanecer en secreto mucho tiempo. Sobre todo después de esta noche.

—La UC cuenta con un montón de formas para manipular eso si quiere —le dijo Beata a Savitri—. No sabemos quién nos ha atacado esta noche. Podría ser cualquier raza, y no hay nada en el ataque que sugiera una alianza. Si la Unión Colonial quiere minimizar la idea del Cónclave, podría decirle a los medios que intencionadamente nos suministró mala información para nuestra propia protección. Estaríamos más dispuestos a cuidar de nuestra propia seguridad si pensáramos que todo el universo está en contra.

Savitri me señaló.

—¿Y su encuentro con el general Gau fue sólo una especie de engaño? —preguntó.

—Lo han llamado a consultas —dijo Beata—. Es muy posible que en la investigación le pidan que revise sus recuerdos del incidente.

—No me había dado cuenta de que eras una obsesa de las conspiraciones —le dijo Savitri a Beata.

—Bienvenida a mí —contestó Beata.

—Es posible que los periodistas y otra gente sepan lo del Cónclave —dijo Kranjic—. Simplemente, no aparece en los medios oficiales de noticias. Y si la UC está desanimando activamente a los periodistas a hablar de ello, entonces no es probable que lo discutan con nosotros…

—Porque todas nuestras comunicaciones se hacen a través de sondas de salto —dijo Jane—. Lo cual significa que están controladas por la Unión Colonial.

—Así es —dijo Kranjic.

Recordé la preocupación de Hickory por que la UC escuchara su comunicación con otros obin. Al parecer, no era el único que recelaba de la UC.

—¿No tienen ustedes un código o algo? —le pregunté a Kranjic—. ¿Algún modo de hacer saber algo a los otros periodistas aunque estén siendo controlados?

—¿Quiere que escriba «El halcón vuela a medianoche»? No, no tenemos ningún código, y aunque lo tuviéramos, nadie se arriesgaría. ¿Cree que la UC no busca idiosincrasias semánticas y pautas esteganográficas? —señaló a Jane—. Hay rumores de que ella trabajó en inteligencia para las FDC durante un tiempo. Pregúntele.

—Así que no sólo
no sabemos
qué sabe la UC, sino que
no podemos saber
qué sabe —dijo Savitri—. Bien podríamos seguir todavía perdidos.

—No —dije—. Podemos saberlo. Pero no podemos saberlo desde aquí.

—Ah —intervino Trujillo—. Su viaje a la Estación Fénix. ¿Cree que allí podrá descubrir algo más?

—Sí.

—Estará ocupado con la investigación —dijo Trujillo—. No tendrá mucho tiempo para ponerse al día con los chismorreos.

—Usted aún conoce a gente en el gobierno de la Unión Colonial —le dije a Trujillo.

—A menos que haya habido un golpe de Estado, sí —respondió Trujillo—. Sólo ha pasado un año. Puedo ponerle en contacto con unas cuantas personas.

—Preferiría que viniera conmigo. Como ha dicho, voy a estar muy ocupado con la investigación. Y su gente le hablará con más sinceridad que a mí. Sobre todo considerando lo que pensaban de mí la última vez que hablé con ellos —miré a Kranjic—. Usted también, Jann. ¿Sigue conociendo a gente en los medios?

Beata hizo una mueca.

—Conoce a las cabezas parlantes —dijo—. Deje que vaya yo. Conozco a los productores y los editores… la gente que le suministra las líneas a los tipos como él.

—Vendrán los dos —dije, antes de que Kranjic fusilara a Beata con la mirada—. Tenemos que descubrir tanto como podamos de tantas fuentes distintas como sea posible. Manfred en el gobierno. Ustedes dos con sus contactos en los medios. Jane con las Fuerzas Especiales.

—No —dijo Jane—. Yo me quedo aquí.

Me detuve, más que sorprendido.

—Las Fuerzas Especiales llevaron a cabo el ataque a la Flota del Cónclave —dije—. Probablemente saben más que nadie sobre cuáles son las consecuencias. Necesito que lo averigües, Jane.

—No.

—John —dijo Savitri—. Nos han atacado. Alguien tiene que dirigir la colonia mientras estás fuera. Jane tiene que quedarse aquí.

Había algo más, pero la mirada de Jane era plana e inexpresiva. Fuera lo que fuese lo que estaba pasando, yo no iba a averiguarlo en ese momento. Y en cualquier caso Savitri tenía razón.

—Bien —dije—. Todavía hay unas cuantas personas con las que puedo hablar yo también. A menos que planeen meterme en una celda.

—¿No cree que alguien puede preguntarse por qué le acompañamos los tres? —dijo Trujillo.

—No lo creo. Nos han atacado. Van a someterme a un interrogatorio. Manfred, tendrá que plantarse delante de la puerta de la gente e intentar que la UC aumente nuestras defensas, y rápido. Beata se presentará como nuestra ministra de cultura; además de hablar con sus contactos intentará conseguir permisos para programas recreativos y educativos. Ahora tenemos capacidad para eso. Y como secretario de prensa, Jann se ocupará de dar a conocer la historia del primer año de Roanoke. Todos tendrán razones para ir. ¿Tiene sentido?

—Tiene sentido —reconoció Trujillo. Kranjic y Beata asintieron también.

—Bien —dije—. Nuestra nave llegará dentro de dos días.

Me levanté para poner fin a la reunión. Me volví hacia Jane para alcanzarla antes de que se marchara, pero fue la primera en salir por la puerta.

* * *

—¿Dónde está Zoë? —le pregunté a Jane cuando regresé a casa.

—Está en casa de los Trujillo —respondió ella. Estaba sentada en su silla del porche, acariciando a
Babar—.
Gretchen y ella y todos sus amigos están de luto por Enzo. Probablemente se quedará allí toda la noche.

—¿Cómo se encontraba?

—Alguien a quien quería ha muerto. Es difícil para cualquiera. Ha perdido antes a seres queridos, pero ésta es la primera vez que era uno de los chicos. Uno de sus amigos.

—Y un primer amor además —dije—. Eso complica las cosas.

—Sí. Todo se ha complicado ahora.

—Hablando del tema, quería preguntarte qué pasó antes. Por qué te negaste a ir a la Estación Fénix.

—Lo explicó Savitri —dijo Jane—. Ya es bastante malo que la colonia te pierda por una investigación, y que te lleves a Trujillo contigo. Alguien tiene que quedarse aquí.

—Pero eso no es todo. Te conozco lo suficiente para saber que te guardas algo.

—No quiero ser responsable de comprometer la seguridad de la colonia.

—¿Cómo podrías hacer eso?

—Para empezar, la próxima vez que vea al general Szilard le voy a partir el cuello a ese hijo de puta —dijo Jane—. No es probable que siguiera en mi cargo después de eso. Y entonces no habría ningún líder en la colonia.

—Siempre has tenido tu lado práctico.

—Soy así —reconoció Jane—. Tal vez lo heredé de Kathy.

—Tal vez —dije. Era raro que Jane hablara directamente de Kathy; es difícil hablarle a tu marido de su primera esposa, sobre todo cuando te han hecho a partir del ADN de esa mujer. Cuando Jane mencionaba a Kathy, era indicativo de que tenía otras cosas en la cabeza. Guardé silencio hasta que estuvo dispuesta a decirme qué era.

—Sueño con ella algunas veces —dijo por fin—. Con Kathy.

—¿Qué sueñas?

—Que ella y yo hablamos. Y me cuenta cómo eras cuando estabas con ella, y yo le cuento cómo eres conmigo. Y hablamos de nuestras familias y de nuestras vidas y de nuestras cosas. Y cuando me despierto no recuerdo nada concreto de lo que hemos hablado. Sólo que hemos hablado.

—Eso debe de ser frustrante.

—No lo es. La verdad es que no. Me gusta que hablemos, nada más. Me gusta sentir esa conexión con ella. Es parte de mí. Madre e hija y esencia. Todo. Me gusta que me visite. Sé que es sólo un sueño. Pero sigue siendo bonito.

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