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Authors: Greg Bear

Tags: #Ciencia Ficción

La ciudad al final del tiempo (74 page)

BOOK: La ciudad al final del tiempo
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Su visitante ve…

¡Jebrassy!

124

La armilar aceleró hacia dentro de forma asombrosa. Pero a instantes del final, de la comprensión infinita, llegando a cero y luego repitiéndose a menos que cero, y vibrando de esa forma hasta que todo quedó pulverizado… la métrica se expandió de pronto.

Algo enorme se agitaba.

La armilar tiene ahora kilómetros de ancho, girando mucho más lentamente.

El lago de hielo aplastado y turbulento se elevaba y caía en cascadas de olas fundidas para llenar el nuevo volumen.

La Princesa de Caliza se ha ido… desapareciendo por siempre con el Tifón. La armilar ya no es una prisión.

Es la cáscara de un huevo.

En su interior, como si se contuviese el aliento, una espera.

Otra presencia —ausente o retenida durante muchas eras— regresaba con asombro para encontrarse rodeada por algunos de los mismos progenies que mucho tiempo atrás ordenó crear. La han encontrado, la tarea para la que se les diseñó. Se han compenetrado y han traído a otros con ellos… formas similares de materia primordial.

Tal y como se les diseñó.

Hay una reunión. La meta de su padre casi se ha logrado.

Sólo queda una cosa.

Sostiene a la diminuta progenie hembra en su regazo desnudo como madre e hija. La progenie se retuerce en un halo de azul brillante, parte del cual salta siguiendo largos arcos para atravesar la niebla, la neblina.

—¿Has visto al Peregrino? —vuelve a preguntar Ishanaxade a su progenie, que apenas la oye.

125

Daniel no ha visto nunca nada tan hermoso.

Se había resistido y luchado contra incontables adversidades y destinos, pasando por incontables cuerpos, para regresar a este punto inicial. Trae el pequeño trozo redondeado de materia verde que Mnemosina le dejó en la habitación vacía de Bidewell, un suceso que ahora quedaba a una distancia física y temporal imposiblemente lejana. En ese momento la musa le otorgó un recuerdo catalítico, un disparador de transformación, como si en el futuro fuesen a encontrarse y conocerse de nuevo.

¿Qué debía hacer?

La mujer reluciente atraviesa la niebla y a él le tiemblan las rodillas.

Todo aquí. ¿Quién eres tú?

El rostro es tan adorable… su forma, atractiva e imposible, simultáneamente alienígena y tranquilizadora; tantas formas, tantos miembros, tanto poder. Algo muy antiguo, suprimido muy antiguamente, una condensación no más ni menos misteriosa que el trozo gastado por el tiempo que llevaba en la mano izquierda, se elevó en el interior de su ser.

Daniel intenta hablar.

Soy Sangmer
.

¿Tú?

Luego.

¿Adónde has ido, Peregrino? ¿Esposo? ¿Y qué has traído contigo?

Daniel alza la mano derecha, vacía.

¿Las has entregado?

Asiente.

Entonces ya está. Un quórum de pastores ha llegado
.

El ovoide rebotado en el tiempo de la otra mano es como una pieza comprimida y endurecida del lago que gira y se agita bajo ellos. Como los trozos que los Shen reunieron de todas las galaxias que visitaron, después de la Brillantez y el final de la creación.

Un trozo perdido de Mnemosina. Reavivará a Ishanaxade y la devuelve a lo que debía ser. Él podría retenerlo, negarlo, y reclamar a la mujer que había buscado por todo el Caos. O puede entregarlo y perderla para siempre.

126

Ishanaxade mira al cuerpo triste y antiguo del hombre, rodeado y ocupado por tanto dolor, gastado por el viaje, cruel, decidido a completar su tarea y regresar… a cualquier precio.

¿Qué hemos hecho?
, pregunta ella.

Lo que hacemos siempre. Lo que prometimos hacer. Renacimiento
.

Él ofrece su mano izquierda.

Ishanaxade extiende sus dedos y toma el fragmento. No es cristal, por supuesto. Es un fragmento de la madre de todo pensamiento, de los que ven y piensan, incluyendo a Daniel… y a Sangmer. Reconcilia, lo que permite la memoria y da forma a la creación del Durmiente, cuando escoge no dormir.

Si lo tomo… me convertiré en lo que fui. Entonces, ¿qué seremos el uno para el otro?

El cuerpo de Daniel es lastimero por el miedo. El lago ya se está elevando a través de la base del triángulo reluciente, a través de los pies difuminados de la mujer y sus piernas relucientes.

Cada pocas etapas, de toda la infinidad, nos encontraremos
, le dice él.
Para mí, eso tiene que ser suficiente
.

La armilar vuelve a expandirse. No se pueden ver sus límites.

127

Ginny y Jack sienten pasar la pesadilla. Saben que nadie les olvidará a menos que deba ser así. Ven cerca a Jebrassy y a Tiadba… y juntos forman cuatro puntos dentro de la tormenta a medida que la materia antigua se reencuentra, según reglas antiguas que sólo se manifiestan dentro de la fortaleza giratoria del Durmiente… y justo en este momento.

Tiadba y Jebrassy se han unido de tantas formas. Ginny y Jack se sienten confundidos… y envidiosos.

Jack y Ginny recogen las dos sumadoras de Daniel. Daniel no está con ellos… no saben dónde está.

—¿Debemos? —pregunta Jack, y levanta piedras, y el poliedro.

—Bidewell diría que debemos —dice Ginny—. Tanto dolor y tanto esfuerzo.

Jack hace malabarismos con las piezas que quedan, sonriéndole a Ginny. Pensando en las últimas palabras del Custodio.

—No le pregunto a Bidewell. Te pregunto a ti.

—No me seas arrogante —dice ella.

—Así soy yo —dice Jack.


No
me resulta encantador.

—Los viejos dioses observan. Nos perdonarán… ¿no es así? —No estoy tan segura…

Jack sigue haciendo malabarismos. Su sonrisa es infinitamente dulce y atractiva. —Tú eliges —dice Jack.

Entreacto

Es un momento inesperado. A los dioses no se les puede predecir o juzgar, sus motivaciones nunca serán conocidas. Ishanaxade disfruta de un breve respiro antes de retomar sus tareas. Sangmer está allí.

Cuando se separen, empezará de nuevo: la labor de ella y la búsqueda solitaria de él.

Pronto el Durmiente tomará el control. Hasta entonces, los niños jugarán, todos ellos, y su juego es tosco, primitivo y dulce, el material del que siempre se forjarán los sueños.

De un dominio anteriormente gris, Ginny se aprovecha de este
interludio
, el entremundo maleable, y da forma a su visión de Tule. Los acantilados nevados y las nubes pintadas por el sol, los campos verdes, amarillos y púrpuras, las amplias regiones de brezo llenas de pájaros, la cadena costera de antiguos castillos entre los que los niños huyen y hallan refugio… su propio lugar, su propia aventura.

Jack se contenta con dejarla guiar.

A Jebrassy y a Tiadba esta tierra abierta les resulta encantadora, con su amplio cielo azul. Les gustan especialmente los periodos largos entre noche y día, anochecer y amanecer. No hay estrellas, por supuesto. Pero el sol es brillante, pleno y da calor… cuando no se congregan las nubes y cae la lluvia.

Han construido una pequeña choza en un valle oculto y han aprendido a recolectar bayas y a hacer
fuego
. Jebrassy, por supuesto, aprende a cazar… más o menos. Habitualmente hay pan en el hogar, si regresa con las manos vacías, lo que sucede a menudo, ya que hay pocos animales, y los que hay no son muy convincentes.

Tiadba va redondeándose. Se preguntan: ¿qué pasa cuando un niño nace entre creaciones?

Por todo Tule los detalles se van definiendo. Hay una ciudad, con su propia biblioteca… y una librería llena de libros y con algunos gatos, algunos con dedos quemados y orejas chamuscadas. En la librería aparecen cinco libros verdes. En el lomo cada uno tiene un número —¿o es un año?—: 1298.

Un día, Ginny abre el primero de los cinco libros y lee, y ve que una araña diminuta recorre la página. Está a punto de apartarla, pero se da cuenta de que es la primera araña que ve aquí. No es parte del texto, y no presta ninguna atención a las palabras bajo sus patitas.

La araña entre las líneas.

En la biblioteca, en una repisa de la ventana, hay un pequeño trozo redondeado traído por las olas a la playa, del color del jade pálido, reflejando la luz cambiante de cada nueva mañana.

Un día desaparece.

La memoria está regresando.

Algunos dicen, incluso ahora, que Jack viaja con Ginny por todos los caminos que se puedan imaginar. Algunos dicen que los puedes encontrar en una esquina, acompañados de dos o más gatos, preguntando a los que miran qué deberían hacer a continuación… ¿cómo deben caer las piezas del puzle?

Todas las historias por siempre, dando forma a todos los destinos, hasta el final del tiempo… ¿o es un único relato, repleto de amor, suficiente para reavivar el tiempo y crear un paraíso?

Esperando a que el Durmiente despierte al fin.

Y hasta este mismo día, Jack hace malabarismos. Nunca deja caer nada.

Otros dicen…

Al principio existía la Palabra
.

Lynnwood, Washington

28 de septiembre de 2007

Greg Bear nació el 20 de agosto 1951, escritor de ciencia ficción. Actualmente vive en el estado de Washington con su familia, donde se dedica profesionalmente a la escritura. Es yerno de otro famoso autor de ciencia ficción: Poul Anderson.

Bear ha sido un destacado autor de los que ha marcado el estilo en la década de los 80. Es conocido por ser una de las "tres B" de la ciencia ficción (junto a Gregory Benford y David Brin). Su obra ha acaparado numerosos premios, como el premio Nébula en 1994 por Marte se mueve y en el año 2000 por La radio de Darwin, y tanto el Hugo como el Nébula por Música en la Sangre, en 1984.

Las novelas de Bear suelen tener un desarrollo muy similar: tres sucesos aparentemente desconectados ocurren en lugares distantes del mundo y son la señal de alarma de un proceso que generalmente acaba cambiando a la humanidad, destruyéndola, o ambas cosas; y lo hace siempre desde una perspectiva de ciencia ficción dura, tratando de usar argumentos ciencitíficos fundamentados y detallados como base principal de las tramas.

Es además especialista en bioquímica-ficción y muchas de sus novelas contienen avanzados y rigurosos planteamientos hipotéticos sobre genética.

Además de las mencionadas, otras obras suyas de relevancia que se podrían destacar son: Reina de los Ángeles (1990), Alt 47 (1997), Fundación y Caos (1998), Vitales (2001), y Los niños de Darwin (2003).

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