Authors: Herman Koch
Otro silencio. «Sí ...» Silencio. «No ...» Silencio. «Sí.» Conocía el menú de nuestro teléfono. Pulsando el 3 se borraba el mensaje. Ya tenía el pulgar encima del 3. «Adiós, cariño. Un beso.»
Apreté.
Media hora después llegó Michel a casa. Me dio un beso en la mejilla y me preguntó dónde estaba su madre. Le dije que tardaría un poco, que luego se lo contaría todo. Me fijé en que tenía los nudillos de la mano izquierda despellejados —es zurdo, como yo— y en el dorso había un rastro de sangre coagulada. Entonces lo observé con detenimiento. También tenía sangre en la ceja izquierda y manchas de barro en la cazadora y las zapatillas de deporte blancas.
Le pregunté cómo había ido.
Y me lo contó. Me contó que Men in Black III ya no estaba en YouTube.
Aún estábamos en el recibidor. En cierto momento, Michel interrumpió su relato y me miró.
—Papá.
—¿Qué? ¿Qué pasa?;
—¡Ya estás otra vez igual!;
—¿Con qué?
—¡Te estás riendo! Igual que la primera vez que te conté lo del cajero automático. ¿No lo recuerdas? ¿En mi cuarto? Mientras te contaba lo de la lámpara te echaste a reír, y cuando llegué al bidón aún no habías parado.
Se quedó mirándome. Y yo lo miré también. Miré a mi hijo a los ojos.
—Y ahora te echas a reír de nuevo. ¿Sigo contándotelo? ¿Estás seguro de que quieres saberlo todo?
No dije nada. Me limité a mirarlo.
Entonces Michel se acercó a mí y me abrazó con fuerza.;
—Te quiero, papá —dijo.