Read La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica Online
Authors: Bruce Sterling
Tags: #policiaco, #Histórico
Cyberpunk
es un término que se usa para describir a ciertos escritores de ciencia-ficción que entraron en el género hacia los años 80.
Cyberpunk
, tal y como implica la etiqueta, tiene dos características diferenciadas: en primer lugar, los escritores tienen un gran interés por las tecnologías de la información, un interés muy cercano a la fascinación que sentían los primeros escritores de ciencia-ficción con el viaje espacial. Y en segundo lugar, esos escritores eran
punks
, con todos los rasgos distintivos que ello implica: bohemios, aficionados al arte, jóvenes desmadrados y un aire deliberado de rebelión, ropas y pelo curiosos, unas ideas políticas peculiares, cierta afición por el rock and roll abrasivo. En una palabra: problemas.
Los Escritores de ‘CF Cyberpunk’ eran un pequeño grupo de personas, la mayoría de las cuales tenían educación universitaria, blancos de clase media cultivada y distribuidos por los Estados Unidos y Canadá. Sólo uno, Rudy Rucker, un profesor de ciencias de la computación en Silicon Valley, podría acercarse a ser un humilde
hacker
informático. Pero con la excepción del profesor Rucker, los autores
cyberpunk
no eran ni programadores ni expertos en
hardware
; ellos se consideran artistas —y también el profesor Rucker—. Sin embargo, todos estos escritores son propietarios de ordenadores y se tienen un interés público intenso en las ramificaciones sociales de las industrias de la información.
Los
ciberpunks
tenían muchos seguidores entre la generación global que había crecido en un mundo de ordenadores, redes multinacionales y televisión por cable. Su perspectiva se considera mórbida, cínica y oscura, pero, de todas formas, también es la perspectiva de sus compañeros de generación. Los
ciberpunks
, como cualquier otra generación, maduró y aumentó en fuerza e influencia. Por lo que hace a su trabajo como escritores de ciencia-ficción, lo cierto es que les iba bastante bien. Hacia finales de los años 80, su trabajo había atraído la atención de las compañías de juegos, incluyendo Steve Jackson Games, Inc., que planeaba una simulación de
cyberpunk
para el floreciente sistema de juego GURPS.
Parecía que los tiempos ya estaban maduros para un proyecto así, que ya había sido probado en el mercado. Ya había una primera compañía, con un producto atrevidamente llamado
cyberpunk
, como desafiando posibles violaciones de propiedad intelectual. Se trata de un grupo que acababa de empezar, llamado R. Talsorian. El
Cyberpunk
de Talsorian era un juego bastante decente, pero los mecanismos de simulación dejaban mucho que desear. De todas formas, comercialmente, al juego le fue bien.
El siguiente juego
cyberpunk
todavía tuvo más éxito. Se trataba de
Shadowrun
de la FASA Corporation. Los mecanismos de este juego no estaban mal, pero el escenario se había estupidizado al incluir elementos de fantasía casposa como elfos, trolls, magos y dragones, algo ideológicamente muy incorrecto, según los estándares duros y de alta tecnología de la ciencia-ficción
cyberpunk
.
Otros diseñadores de juegos estaban interesados en el mercado. Entre ellos resultaba prominente
The Mentor
, un caballero, que al igual que la mayoría de sus amigos de la
Legion of Doom
, era un auténtico devoto del
cyberpunk
.
The Mentor
creía que ya había llegado la hora para un libro juego
cyberpunk real
, uno en el que los príncipes de la maldad computacional de la
Legion of Doom
pudieran jugar sin morirse de risa. Este libro, ‘GURPS Cyberpunk’, tendría autenticidad cultural on-line.
The Mentor
estaba particularmente bien cualificado para una tarea así. Desde luego, sabía mucho más de intrusión en ordenadores que cualquier otro autor de
cyberpunk
. No sólo eso, además era bueno en su trabajo. Una imaginación vívida, combinada con una afinidad instintiva con los sistemas y, especialmente, con los bucles que hay en ellos, son excelentes cualidades para el diseñador profesional de juegos
Hacia el 1 de marzo, ‘GURPS Cyberpunk’ ya estaba prácticamente listo, preparado para ir a la imprenta y empezar a distribuirse. Steve Jackson esperaba que se vendiera muy bien, lo cual permitiría mantener a su compañía a flote durante varios meses. ‘GURPS Cyberpunk’, como los otros
módulos
GURPS, no era un
juego
como el Monopoly, sino un
libro
. Un libro con el tamaño de una revista, con portada en color y páginas llenas de texto, ilustraciones, tablas y notas. Se anunciaba como un juego, y se usaba como ayuda para jugar, pero era un libro con su número de ISBN, publicado en Texas, con
Copyright
y que se vendía en librerías.
Y ahora, este libro, que estaba almacenado en un ordenador, se había ido por la puerta, en custodia del Servicio Secreto.
El día después del registro, Steve Jackson visitó los cuarteles generales del Servicio Secreto local con un abogado. Allí se enfrentaron con Tim Foley —que todavía estaba en Austin por aquel entonces— y pidió que le devolvieran su libro. Pero hubo problemas. ‘GURPS Cyberpunk’ —según alegaba un agente del Servicio Secreto ante el atónito hombre de negocios, Steve Jackson— era un
manual para el crimen informático
.
—¡Es sólo ciencia-ficción! —dijo Jackson.
—¡No!, es real.
Esta frase fue repetida varias veces, por diferentes agentes. El ominosamente correcto juego de Jackson, había pasado de ser una fantasía a baja escala, pura y oscura, para convertirse en la fantasía impura, ampliamente comentada y a larga escala, de
La Caza de Hackers
.
No se hizo ninguna mención a las razones reales de la investigación. Según la orden de registro, los asaltantes esperaban encontrar el
documento E911
en la BBS de Jackson. Pero la orden de registro estaba sellada, un procedimiento que la mayoría de agencias del orden, usarían sólo cuando claramente hay vidas en peligro. Los verdaderos motivos de los asaltantes, no se descubrieron hasta que los abogados de Jackson consiguieron retirarle el sello a la orden de registro. El Servicio Secreto y el Grupo de Abuso y Fraude Informático de Chicago, no dijeron nada a Steve Jackson de una amenaza al sistema policial del 911. No dijeron nada de los tres de Atlanta, nada acerca de
PHRACK
o de
Knight Lightning
, nada sobre
Terminus
.
Se dejó a Jackson que creyera que sus ordenadores habían sido incautados, porque intentaba publicar un libro de ciencia-ficción que la policía consideraba demasiado peligroso como para publicarse.
Esta confusión se repitió una y otra vez, durante meses, ante una audiencia cada vez más grande. No se trataba del verdadero caso, pero según pasaban los meses, y esta confusión se imprimía para el público una y otra vez, se iba convirtiendo en uno de los
hechos
conocidos públicamente acerca de la misteriosa
Caza de Hackers
. El Servicio Secreto había incautado un ordenador para detener la publicación de un libro de ciencia-ficción
cyberpunk
.
El segundo capítulo de este libro
El
Underground
Digital
, está ya casi acabado. Hemos conocido a las figuras principales de este caso, que realmente pertenecían al meollo de la intrusión informática. Ya sabemos algo de su historia, sus motivos, el modus operandi general. Ahora sabemos, o al menos eso espero, quienes son, de donde vienen, y más o menos lo que quieren. En el siguiente capítulo de este libro
Ley y Orden
, dejaremos ese meollo y entraremos directamente en el mundo de la policía de crímenes informáticos de América.
Pero en este momento hay otro personaje que quiero presentar: yo mismo.
Me llamo Bruce Sterling. Vivo en Austin, Texas, donde trabajo como escritor de ciencia-ficción. Más específicamente: un escritor de ciencia-ficción
cyberpunk
.
Como mis colegas
cyberpunk
en los Estados Unidos y Canadá, nunca me he sentido completamente feliz con esta etiqueta literaria, sobre todo al convertirse en un sinónimo de criminal informático. Pero una vez edité un libro con cuentos de mis colegas, llamado
‘MIRRORSHADES: the Cyberpunk Anthology’
40
y me he dedicado durante un tiempo a escribir manifiestos de crítica literaria sobre
ciberpunks
. No soy un
hacker
en ninguno de sus sentidos, aunque tengo lectores dentro del
underground
digital.
Cuando tuvo lugar el asalto a Steve Jackson Games, Inc., evidentemente me generó un interés intenso. Si los libros
cyberpunk
eran prohibidos por la policía federal, en la ciudad donde vivía, empecé a preguntarme si yo mismo podría ser el siguiente. ¿Se incautaría de mis ordenadores el Servicio Secreto? En aquel momento estaba en posesión de un anciano Apple IIe que ni tenía disco duro. Si me asaltaban, acusándome de ser un autor de manuales de crimen informático, la pérdida de mi procesador de texto tampoco generaría muchas simpatías.
Conocía desde hacía años a Steve Jackson, como colegas, pues frecuentábamos las mismas convenciones de ciencia-ficción. He jugado con los juegos de Jackson y reconozco su inteligencia, pero desde luego nunca me había dado la impresión de ser una mente criminal especializada en la informática.
También sabía un poquito de las BBS. A mediados de los años 80 había tenido un papel activo en una BBS de Austin llamada SMOF-BBS, una de las primeras BBS dedicadas a la ciencia-ficción. Tenía un módem, y en alguna ocasión me había conectado a Illuminati, que siempre me había parecido como algo muy colgado, pero también inofensivo.
En el momento del registro de Jackson, no tenía ninguna experiencia en BBS
underground
. Pero sabía que nadie de Illuminati hablaba de entrar ilegalmente en sistemas, o de robar a las compañías telefónicas. Illuminati ni siquiera ofrecía juegos de ordenador pirateados. Steve Jackson, como muchos otros artistas creativos, era muy sensible al tema de robo de propiedad intelectual.
Me parecía que o bien Jackson era claramente sospechoso de un crimen —en cuyo caso le acusarían pronto y tendría que ir a los tribunales— o bien era inocente, en cuyo caso el Servicio Secreto le devolvería enseguida su equipo, y todos nos echaríamos unas risas. Esperaba más bien las risas. La situación no dejaba de tener su lado cómico. La incursión, conocida como
el asalto cyberpunk
en la comunidad de la ciencia-ficción, estaba ganando mucha publicidad a nivel nacional, tanto por el mismo Jackson como por los otros escritores de ciencia-ficción
cyberpunk
.
Además, es típico malinterpretar a la gente de la ciencia-ficción. La ciencia-ficción es una ocupación colorista, llena de aspectos extraños y, desde luego, por eso nos gusta. Las flipadas pueden ser un accidente de trabajo en nuestra profesión. La gente que lleva disfraces de Halloween a veces se confunden con monstruos.
Érase una vez, allá por 1939 en Nueva York, los escritores de ciencia-ficción y el Servicio Secreto de los Estados Unidos chocaron en un caso cómico de confusión de identidad. Este extraño incidente implicaba un grupo literario bastante famoso en la ciencia-ficción, conocido como los
futurianos
, entre cuyos miembros figuraban genios futuros del género como Isaac Asimov, Frederik Pohl y Damon Knight. Los futurianos eran tan raros y flipados como cualquiera de sus descendientes espirituales, incluyendo a los
ciberpunks
, y se dedicaban a la vida en común, actuaciones espontáneas de opereta y exhibiciones nocturnas de esgrima en el césped. Los futurianos no tenían BBS, pero tenían el equivalente tecnológico de 1939, mimeogramas y una imprenta privada. Las usaban continuamente, produciendo un río de fanzines de ciencia-ficción, manifiestos literarios, y artículos raros, que recogían de lugares grasientos extraños jovenzuelos con gabardinas.
Los vecinos se empezaron a alarmar ante el comportamiento de los futurianos y los denunciaron al Servicio Secreto como posibles falsificadores. Era el invierno de 1939 y una patrulla de agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos con las pistolas desenfundadas asaltaron la
Casa Futuriana
, preparados para confiscar los billetes falsos y las imprentas ilegales. Allí descubrieron un fan de la ciencia-ficción llamado George Hahn, un invitado de la comuna futuriana que acababa de llegar a Nueva York. George Hahn intentó explicar lo que él y sus compañeros hacían, y el Servicio Secreto decidió dejar a los futurianos en paz a partir de entonces. —Desafortunadamente, Hahn murió en 1991, justo antes de que descubriera este sorprendente paralelo, así que no pude entrevistarle para este libro.
Pero el caso de Jackson no llegó a un final cómico. No llegaron respuestas rápidas ni para mí, ni para él, en ningún momento se nos tranquilizó diciendo que todo iba bien en el mundo digital. En mi papel alternativo de periodista de ciencia popular, entrevisté a Jackson y su equipo para un artículo en una revista británica. Los detalles extraños de la incursión me dejaron aún más preocupado que antes. Sin sus ordenadores, la compañía está indefensa, financiera y operacionalmente. La mitad de la fuerza de trabajo de SJG, un grupo de personas completamente inocentes, habían tenido que ser despedidas, perdiendo su estilo de vida tras la incautación. Empezó a apuntar en mi cabeza la sospecha, de que los autores —los escritores americanos— podrían perder sus ordenadores, al incautarlos mediante órdenes de registro, sin ningún cargo criminal y eso, como Steve Jackson había descubierto, no tenía una solución fácil. No era ninguna broma; no era ciencia-ficción: era real.