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Authors: Kevin J. Anderson
Han pasado siete años desde la batalla de Endor y la derrota de Darth Vader y el Emperador Palpatine. El reinado del terror al que el Imperio tenía sometida la galaxia parece haber llegado a su fin, y los héroes de la Rebelión han podido presenciar el surgimiento de la Nueva República.
Sin embargo, durante este tiempo, la Nueva República ha tenido que enfrentarse a un buen número de situaciones desesperadas: la guerra contra el imperio alienígena Ssi-ruuk, la reaparición del gran almirante Thrawn y su intento de reconstruir el Imperio y, por si fuera poco, la resurrección del Emperador y sus gigantescas máquinas Devastadoras de Mundos. Pese a que parecía que la época de paz había llegado a su fin, la continua sucesión de conflictos ha hecho mermar considerablemente los recursos de la República. Además, ahora que ha dejado de existir un enemigo común, empiezan a surgir conflictos de intereses entre distintas facciones de la Alianza, y algunos mundos quieren ser independientes.
Leia Organa Solo, como Ministra de Estado de la Nueva República, desempeña tareas diplomáticas en la Ciudad Imperial; mientras tanto, sus tres hijos, los gemelos y el nuevo varón nacido recientemente, son criados en un lugar secreto para protegerlos debido a su ascendencia Jedi. Por su parte, Luke Skywalker se decide a exponer en el Senado un proyecto que viene acariciando desde hace tiempo: la fundación de una Academia Jedi mediante la que poder reinstaurar la orden. Cree que sólo la existencia de los Caballeros Jedi puede salvaguardar la libertad de la galaxia.
Lejos del centro administrativo del planeta Coruscant, Han Solo y Chewbacca han viajado como embajadores hasta el planeta Kessel, productor de la valiosa especia y foco de incontables actividades de contrabando. Pero en el momento de su llegada, el viejo Halcón Milenario es atacado. Han y Chewbacca se encuentran poco después prisioneros de las minas de especia de Kessel, y a partir de ese momento van pasando de una situación peligrosa a otra todavía peor, hasta llegar a descubrir una amenaza inimaginable: un antiguo centro de investigación imperial al mando de la almirante Daala.
Kevin J. Anderson
La búsqueda del Jedi
Trilogía de la Academia Jedi 1
ePUB v1.0
LittleAngel07.01.12
Título Original:
Jedi Search
1995, Editorial Martínez Roca
Traducción: Albert Solé
El cúmulo de agujeros negros que se desplegaba cerca de Kessel extendió sus colosales mandíbulas de gravedad hacia el
Halcón Milenario
, atrayéndolo hacia él. Todavía se encontraban en la deslumbrante confusión llena de puntitos luminosos del hiperespacio, pero aun así Han Solo podía distinguir la inmensa distorsión bajo la forma de un torbellino repleto de sombras y manchas que intentaba aspirarlos hacia el infinito.
—¡Eh, Chewie! ¿No te parece que estamos demasiado cerca? —Clavó la mirada en el ordenador de navegación del
Halcón
, deseando que hubieran escogido un curso distinto que les mantuviese lo bastante lejos de las Fauces para no correr ningún peligro—. ¿Qué crees que es esto, una misión de contrabando como las de los viejos tiempos? Esta vez no tenemos nada que ocultar.
Chewbacca pareció levemente desilusionado y gruñó una excusa junto a Han mientras agitaba sus peludas manazas en la sofocante atmósfera de la cabina.
—Bueno, estamos llevando a cabo una misión oficial, así que se acabó el andar escondiéndose... Intenta comportarte de la manera más digna y solemne posible, ¿de acuerdo?
Chewbacca bufó una réplica impregnada de escepticismo, y se volvió hacia sus pantallas de navegación.
Volver a los lugares que tanto había frecuentado en el pasado estaba haciendo que Han sintiera una leve punzada de nostalgia y se acordara de la época en que se encontraba al otro lado de la ley, cuando se dedicaba al tráfico de especia y era perseguido por las patrulleras del Imperio, aquellos tiempos en que había llevado la existencia despreocupada y carente de complicaciones de un hombre libre.
Han y Chewbacca casi habían perdido la quilla del
Halcón
durante una de aquellas misiones frenéticas cuando tomaron por un atajo y se aproximaron al cúmulo de agujeros negros de las Fauces hasta quedar mucho más cerca de él de lo que jamás se había hecho en toda la historia de la navegación espacial. Los pilotos que tenían una pizca de sentido común evitaban aquella zona y utilizaban rutas más largas que mantenían a sus naves lejos de los agujeros negros, pero la gran velocidad que era capaz de alcanzar el
Halcón
les había llevado sanos y salvos hasta el otro lado, permitiéndoles llegar hasta Kessel en una ruta de menos de doce parsecs. Aun así, esa misión «de éxito garantizado» había terminado en el desastre a pesar de todas las seguridades que les habían dado, y Han tuvo que lanzar su cargamento de especia al vacío un instante antes de ser abordado por los imperiales.
Pero esta vez Han volvía a Kessel en circunstancias muy distintas. Leia, su esposa, le había nombrado representante oficial de la Nueva República. De hecho, y aunque el título parecía vagamente honorífico, ese nombramiento le convertía en una especie de embajador.
Pero incluso un título honorario tenía sus ventajas. Han y Chewbacca ya no tenían que esquivar a las patrulleras, deslizarse por entre los agujeros de las redes de vigilancia planetaria o utilizar el compartimiento secreto que había debajo de las planchas de la cubierta. Han Solo se encontraba en la improbable e incómoda posición de ser un hombre respetable. En realidad, no había ninguna otra palabra para definirla.
Pero las nuevas responsabilidades de Han consistían en algo más que pequeñas molestias inesperadas y pintorescas. Estaba casado con Leia —¿quién hubiera podido imaginárselo?— y tenía tres hijos.
Han se recostó en su sillón de pilotaje y juntó las manos detrás de la cabeza mientras permitía que una sonrisa entre sarcástica y melancólica apareciera en sus labios. Veía a los chicos tan a menudo como podía, visitándoles en el aislamiento protector en un planeta secreto, y los gemelos llegarían a Coruscant dentro de una semana. Anakin, el bebé, había hecho que Han se sintiera lleno de un respetuoso asombro mientras le hacía cosquillas en sus diminutas costillas y veía cómo una expresión de diversión aparecía en su rostro.
¿Han Solo convertido en una figura paterna? Hacía mucho tiempo Leia había dicho que le gustaban los «hombres que habían sentado la cabeza»... ¡y Han estaba pasando por ese proceso!
Vio por el rabillo del ojo que Chewbacca le estaba mirando. Han un poco incómodo, se irguió en el asiento, bajó la mirada hacia los controles y los contempló con el ceño fruncido.
—¿Dónde estamos? —preguntó—. ¿No crees que ya va siendo hora de que finalicemos el salto?
Chewie dejó escapar un gruñido afirmativo y extendió una manaza peluda hacia los controles hiperespaciales. El wookie contempló cómo los números se iban sucediendo en su panel de control, y cuando llegó el momento adecuado tiró hacia atrás de la palanca que devolvería el
Halcón
al espacio normal. Los puntitos multicolores del hiperespacio se alargaron repentinamente convirtiéndose en líneas estelares con un rugido que Han sintió más que oyó, y un instante después se encontraron rodeados por el esperado tapiz de estrellas.
Detrás de ellos el espectáculo de las Fauces hacía pensar en una abigarrada pintura hecha con los dedos, una imagen creada por el gas ionizado que se precipitaba en los múltiples agujeros negros. Han vio el destello blanco azulado del sol de Kessel directamente delante del
Halcón
. La nave giró para alinearles con la elíptica y Kessel se hizo visible, una especie de patata envuelta por la aureola de los zarcillos de atmósfera fugitiva alrededor de la cual orbitaba una luna de grandes dimensiones que en tiempos había albergado una guarnición de soldados imperiales.
—Justo en el blanco, Chewie —dijo Han—. Bien, y ahora deja que coja los controles...
Kessel parecía un sudario que se desplazaba lentamente a lo largo de su órbita, y como masa planetaria era demasiado pequeña para poder retener una atmósfera propia. Inmensas factorías generadoras procesaban continuamente la roca para liberar oxígeno y dióxido de carbono, lo que hacía posible sobrevivir en el exterior sólo con máscaras respiradoras y eliminaba la necesidad de utilizar trajes ambientales completos. Una parte considerable de la atmósfera recién manufacturada escapaba al espacio, esparciéndose en forma de hilachas detrás del pequeño planeta como si fuese la cola de un cometa gigante.
Chewbacca ladró un breve comentario nasal y Han asintió con la cabeza.
—Sí, visto desde aquí arriba tiene un aspecto soberbio... Es una pena que cambie tanto cuando lo ves de cerca, ¿verdad? Ese planeta nunca me ha gustado mucho.
Kessel era uno de los grandes productores de especia y sede de una considerable actividad de contrabando, y también acogía una de las prisiones más duras de la galaxia. El Imperio había controlado toda la producción de especia salvo por las pequeñas cantidades que los contrabandistas lograban robar ante las narices de los imperiales, pero los contrabandistas y los prisioneros de la Institución Penitenciaria Imperial se habían adueñado del planeta después de la caída del Emperador. Kessel había hecho todo lo posible para no verse afectado por las depredaciones del Gran Almirante Thrawn y la reciente insurrección del Emperador, el planeta había intentado pasar desapercibido, no había hecho nada que pudiera atraer la atención y no había respondido a ninguna petición de auxilio, viniera de quien viniera.
Un prolongado gruñido gutural retumbó en la garganta de Chewie. Han suspiró y meneó la cabeza.
—Oye, viejo amigo, a mí tampoco me hace ninguna gracia tener que volver ahí... Pero ahora las cosas son muy distintas, y somos las personas más adecuadas para la misión.
Con la guerra civil terminada por fin y la Nueva República firmemente asentada una vez más en Coruscant, lo que había dejado como único factor de desorden a grupitos de naves imperiales que luchaban entre ellos, había llegado el momento de reabrir las negociaciones. «Tenerlos de nuestro lado es preferible a permitir que vendan su mercancía donde puedan —pensó Han—, aunque de todas maneras probablemente es justo lo que acabarán haciendo...» Mara Jade, que había causado tantos problemas a Luke en el pasado, se había convertido en representante de los nuevos contrabandistas unificados y había intentado ponerse en contacto con Kessel, pero sólo había obtenido una tajante negativa a hablar.
El
Halcón Milenario
seguía aproximándose a Kessel, y las toberas de proa se activaron para ayudarles a sincronizar su avance con el movimiento del planeta y preparar la inserción en su órbita. Han fue siguiendo su aproximación por las pantallas del puesto de mando.
—Vector de entrada —dijo.
Chewie emitió un rápido comentario en wookie y señaló las pantallas. Han bajó la mirada y vio unos puntitos en órbita alrededor del planeta que estaban emergiendo de la capa de nubes de la atmósfera.
—Los veo —dijo—. Parece que hay una media docena de naves, pero están demasiado lejos para determinar de qué tipo son.
Han movió una mano desdeñando el gruñido de inquietud lanzado por Chewie.
—Bueno, nos limitaremos a decirles quiénes somos... No te preocupes. ¿Por qué crees que Leia se tomó tantas molestias para conseguirnos las señales de identificación diplomática oficiales y todo lo demás?