Read Juan Carlos I el último Borbón : las mentiras de la monarquía española Online
Authors: Amadeo Martínez-Inglés
Tags: #Política, #Opinión
Pienso seguir utilizando ahora, con estos encumbrados demócratas de pacotilla sin uniforme, que beben con fruición la verdad pero no se atreven a digerirla (no vaya a ser que ponga en peligro sus pingües salarios), la misma estrategia que empleo con los generalotes fascistas de la cúpula militar: la del corredor de fondo que aprieta los dientes y lucha a brazo partido contra la soledad y la fatiga. No me importa el tiempo; sólo los resultados… Por cierro, en marzo de este año 2007, en plena refriega política contra el Partido Popular de Mariano Rajoy (o habría que decir mejor del señor Aznar, el estratega de Las Azores que creyó que la conquista de Irak sería algo así como desfilar por el Paseo de la Castellana, con el ya obeso y poco marcial jefe supremo de las FAS españolas presidiendo el evento) a cuenta del vidrioso asunto del etarra De Juana Chaos, escuché al presidente del Gobierno, señor Rodríguez Zapatero, insistir, una vez mas, en el topicazo ese de la verdad y la democracia:
-En una democracia real es imposible ocultar la verdad durante mucho tiempo.
Fue lo que soltó en pleno mitin mañanero y se quedó tan fresco el inefable inquilino de La Moncloa, mirando al tendido sabiendo que nadie, incluido el duro y peleón don Mariano, podía quitarle la razón. También podía haber recordado, aunque no lo hizo, aquél otro conocido adagio popular que reza: «El tiempo coloca siempre a cada uno en su lugar.» Y así el éxito mediático de ese día lo hubiera multiplicado por dos.
Pues de eso se trata, señores, de que sabiendo, como todos sabemos, que en una democracia (y la española, con bastantes deficiencias estructurales, lo es) ni se puede evitar que la verdad, tarde o temprano, florezca, ni tampoco que cada cual con el paso del tiempo acabe en el lugar que le corresponde… Demos todos los pasos adecuados para que cuanto antes se produzca lo uno y lo otro. Conozcamos la verdad, la absoluta verdad, en el chapucero golpe que tuvo en vilo a los españoles, hace ya un cuarto de siglo, para que el pueblo español pueda colocar en el lugar histórico que le corresponde a su actual soberano. Que en estos momentos, y en espera de que la Comisión de Investigación pedida a las más altas autoridades de la nación pueda pronunciarse, parece estar más cercano al de un presunto golpista con corona que al del prudente y valeroso monarca que nos han vendido desde el poder todos estos años.
De todas formas, como el rey Juan Carlos, al hilo de lo que manifestaron algunos partidos políticos en febrero de 2006, más tarde o más temprano tendrá que responder a las preguntas de los ciudadanos españoles en relación con este vidrioso asunto del 23-F, bien en sede parlamentaria ante sus legítimos representantes o desde algún exilio dorado ante los periodistas de medio mundo (que todo puede ocurrir, tal como se han puesto las cosas en este país), me permito, aquí y ahora, formular algunas a las que indefectiblemente tendrá que contestar si queremos que se aclaren convenientemente los hechos. Ahí van:
1º ¿Por qué se entrevistó once veces con el general Armada durante los meses de diciembre de 1980 y enero y febrero de 1981, las dos últimas muy pocos días antes del golpe de Estado del 23-F, si este alto militar (después reconocido como uno de los cabecillas máximos de la asonada castrense) ya no estaba a sus órdenes directas en la Casa Real y se encontraba en Lérida, al mando de una División de Montaña?
2º ¿Por qué intercedió ante el presidente Adolfo Suárez y su ministro de Defensa, Rodríguez Sahagún, para que el general Armada fuera destinado cuanto antes a Madrid (se incorporó a la Segunda jefatura del Estado Mayor del Ejército escasas semanas antes del 23-F), haciéndolo en contra del parecer de ambos, que no querían bajo ningún concepto a Armada en la capital?
3º ¿Por qué no autorizó al general Armada a que se defendiera en el juicio militar de Campamento, dando publicidad a lo tratado con él en la famosa y supersecreta entrevista que ambos celebraron en La Zarzuela el 13 de febrero de 1981 (diez días antes del 23-F), como el propio general y antiguo secretario general de su Casa Real le había solicitado por carta?
4º ¿Por qué le prohibió a Armada personarse en La Zarzuela cuando éste le llamó por teléfono a las 18:40 horas del 23-F (minutos después de que Tejero entrara en el Congreso), convirtiéndolo
de facto
en una persona
non grata
en palacio, cuando en los dos últimos meses se había entrevistado con él en numerosas ocasiones y a esa hora de la tarde del 23 de febrero de 1981 nada había trascendido todavía sobre la supuesta relación del citado general con los golpistas?
5º¿Es que conocía los manejos de Armada y no quería verse involucrado en la intentona?
6º ¿Por qué tardó siete horas en dirigirse al pueblo español para rechazar el golpe (de las 18:23 horas del 23-F a las 01:13 horas del día siguiente), cuando lo lógico hubiera sido hacerlo inmediatamente después de conocer su desencadenamiento, bien por la radio o enviando un mensaje urgente a los medios de comunicación, ya que La Zarzuela no había sido incomunicada en absoluto por los golpistas?
7º ¿Por qué se puso tan nervioso, a las 18:25 horas del 23-F, cuando sus ayudantes le comunicaron «el tejerazo» y en lugar de intentar neutralizar ese atípico secuestro institucional, se dedicó en cuerpo y alma (auxiliado en todo momento, eso sí, por el general Sabino Fernández Campo) a llamar uno a uno a todos los capitanes generales con mando de Región Militar, que no habían secundado el golpe, perdiendo un tiempo precioso y poniendo al país durante horas al borde de un ataque de nervios?
8º ¿Es cierto que su esposa, la reina Sofía, le pilló llorando a moco tendido en su dormitorio pocos minutos después de que Tejero asaltara el Congreso de los Diputados?
9º ¿Es cierto que a instancia suya el Jefe del Estado Mayor del Ejército JEME), general Gabeiras, le ofreció a Milans un avión para exiliarse en Francia o Portugal, con la promesa de que en un par de años sería rehabilitado profesionalmente en un buen cargo?
10º ¿Es cierto que en una conversación privada con Armada, a mediados de octubre de 1980, cuando el ruido de sables en los cuarteles era ensordecedor y los capitanes generales franquistas conspiraban contra la democracia y la Corona, le dijo a su subordinado, confidente y amigo: «Alfonso, párame ese golpe como sea»?
11º ¿Es asimismo cierto que dio su «placet» al general Armada para que se entrevistase con los líderes de los principales partidos políticos y recabase de ellos la aceptación de un hipotético Gobierno de concentración o salvación nacional, presidido por el propio Armada y formado por miembros escogidos de esos mismos partidos, con el fin de desactivar el temido golpe militar duro o «a la turca», que los capitanes generales franquistas preparaban para el mes de mayo de ese mismo año 1981?
12º ¿Es o no cierto que informado por el general Armada de la buena marcha de esas conversaciones y de la aceptación por parte de los líderes de los principales partidos políticos nacionales de la «Solución» político-militar de emergencia que llevaba su nombre, el día 6 de febrero de 1981, escasos días después de la dimisión de Adolfo Suárez, le fue presentada por el antiguo secretario general de su Casa la lista de ese futuro Gobierno de concentración/salvación nacional?
13º ¿Es o no cierto que en una conversación telefónica con Armada, llevada a cabo el tres de febrero de 1981, tres días antes de que le fuera presentada la «lista oficial» del futuro Gobierno por el propio general, le había ordenado a su antiguo subordinado y amigo apeara de esa lista a dos altos mandos militares elegidos para desempeñar dos importantes carteras ministeriales relacionadas con la defensa y la seguridad del país y pusiera en su lugar a dos conocidos militantes socialistas?
14º ¿Cree sinceramente que el general Armada fue «un traidor a su persona y un miserable» en relación con el 23-F, tal y como afirma en el libro
Le Roi
, publicado en Francia?
15º Y el general Milans del Bosch, que tuvo entrada libre en La Zarzuela durante muchos años y que le ayudó a solucionar en la Semana Santa de 1977 la peligrosa crisis política abierta en España a raíz de la legalización del PCE, ¿también fue un desleal y un golpista?
16º ¿Nunca le pareció extremadamente raro e increíble que los dos militares de más prestigio del Ejército español, de brillantes carreras, de un monarquismo acendrado y probado, que habían prestado impagables servicios a la Institución, traicionaran de pronto la confianza que su señor había puesto en ellos e intentaran, en secreto, montar un golpe de Estado que ponía en peligro la Corona, sus carreras profesionales y hasta su propia vida?
17º ¿Sabía La Zarzuela que los carros de combate que sacó el general Milans a las calles de Valencia en la tarde/noche del 23 de febrero de 1981 iban totalmente desarmados (sólo con la munición ligera imprescindible para la defensa personal de las tripulaciones) y que llevaban órdenes rigurosas de respetar al máximo el entorno urbano (incluidos los semáforos) para evitar accidentes entre la población civil, lo que era muestra palpable de unas intenciones nada belicistas?
18º ¿Fue informado, a su debido tiempo, de que los guardias civiles que entraron en el Congreso de los Diputados, a las 18:23 horas del 23-F, bajo las órdenes del teniente coronel Tejero, así como los soldados y oficiales del Ejército que ocuparon determinadas instalaciones de los medios de comunicación en Madrid esa misma tarde, dieron repetidos «vivas al rey», lo que se compadecía muy poco con la idea de un golpe militar contra su egregia persona?
19º ¿Por qué, ostentando constitucionalmente el cargo de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, no mostró la más mínima preocupación ni el más elemental compañerismo (todo lo contrario, los tachó enseguida de «traidores») por los dos generales más prestigiosos del Ejército español (fieles subordinados, confidentes y colaboradores suyos hasta entonces) cuando, acusados de ser los cabezas visibles de un golpe militar involucionista, fueron condenados a 30 años de prisión militar cada uno?
20º ¿Se atrevería, a día de hoy, tras las amplias investigaciones que se han publicado desde entonces, a cargo de expertos y estudiosos del tema, a calificar lo sucedido en España aquella tarde/noche del 23 de febrero de 1981 como «un golpe militar involucionista a cargo de unos cuantos militares y guardias civiles nostálgicos del anterior Régimen», como fue definido entonces por el Gobierno democrático español con el asentimiento de la Corona?
21º ¿Se atrevería a mantener, en estos momentos, la afirmación que hizo en unas declaraciones a TVE en noviembre del año 2000, con motivo de sus 25 años de reinado, en el sentido de que el culpable de que no hubiera podido dirigirse antes a los españoles a través de las cámaras de televisión en la tarde del 23-F fue un «capitán golpista, de Caballería por más señas» (su nombre, capitán Merlo, del Regimiento de Caballería Villaviciosa n.° 14, no se atrevió a mencionarlo), que controlaba los estudios de Prado del Rey y que se negó a enviar, a su debido tiempo, los equipos técnicos necesarios para la correspondiente grabación?
22º ¿Tuvo conocimiento, ya que recibía información privilegiada del CESID, de la cadena de mando militar y de los servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, de las reuniones que mantuvieron en Valencia los días 17 de noviembre de 1980 y 10 de enero de 1981 los generales Armada y Milans del Bosch (después reconocidos como los máximos cabecillas de la intentona del 23-F) y de las que tuvieron pronta constancia muchos mandos militares y, sobre todo, jefes y oficiales de Estado Mayor a través de los Servicios de Inteligencia del Ejército?
23º Sabiendo, como debía saber por los canales de información reservada reseñados en la pregunta anterior, que el teniente coronel Tejero había declarado, nada más ocupar el Congreso de los Diputados, que sólo obedecería órdenes del rey y del capitán general de Valencia y que, asimismo, los mandos militares que habían ocupado diversos medios de comunicación en Madrid y patrullaban con medios acorazados las calles de Valencia reconocían que el rey dirigía todo el operativo, ¿por que no llamó enseguida por teléfono a Tejero (como hizo con Milans, en relación con la retirada de sus carros de combate de las calles de Valencia), ordenándole que desalojase de inmediato el palacio de la Carrera de San Jerónimo y volviera a la obediencia debida a sus jefes naturales, desactivando así, en cuestión de minutos, una situación harto peligrosa de vacío de poder que se prolongó durante casi veinte horas y que puso al país al borde de una guerra civil?
24º Al hilo de la pregunta anterior, ¿por qué dio absoluta prioridad al contacto telefónico con los capitanes generales, en el que empleó casi siete horas, preguntándoles, uno por uno, si eran fieles a su persona (ninguno de ellos, hasta entonces se había pronunciado contra la legalidad institucional ni secundado para nada la asonada) cuando la verdadera prioridad nacional estaba en el Congreso de los Diputados, donde permanecía secuestrado el Gobierno legítimo de la nación española?
-Década de los ochenta. El rey, después del 23-F, coloca a sus peones: -Alonso Manglano, monárquico y buen amigo, director general del CESID. -Los servicios secretos y la cúpula militar convierten al monarca en la persona mejor informada del país. -Un Ejército sin soldados. -El juicio de Campamento. -La guerra sucia contra ETA. -Los GAL. -La «X» de Garzón debería llevar corona.
Tras el mal trago pasado en la tarde/noche del 23 de febrero de 1981 en la que, al abandonar precipitadamente la llamada «Solución Armada» por la impresentable actuación de Tejero, dejando a sus fieles edecanes de palacio a los pies de los caballos, se rozó la tragedia, pues hubo un peligro auténtico de que los belicosos capitanes generales franquistas adelantaran su terrible órdago contra la Corona, previsto para el 2 de mayo, el rey Juan Carlos decide aprovechar el final feliz de su arriesgada aventura personal y política para hacerse solapadamente con todos los resortes del poder del Estado. Ha pasado miedo, mucho miedo, tanto en los meses anteriores al «tejerazo» (en los que, viendo lo que se le venía encima, no tuvo más remedio que acceder a las «recomendaciones» de Armada autorizando la puesta en marcha de una compleja maniobra político-militar subterránea que desactivara el peligro cierto de involución en el que se debatía el país) como en las horas de tensión y duda que le tocó vivir después cuando, copado el Congreso de los Diputados y con los carros de combate de Milans deambulando sin rumbo por las calles de Valencia, decidió abandonarlo todo, vestirse el uniforme de capitán general y empezar de cero, llamando a la subordinación y a la cordura a los más altos jerarcas del Ejército.