Geary evaluó las distancias y el tiempo disponible hasta que los buques mercantes se situaran demasiado cerca de las naves auxiliares. No quedaba mucho tiempo, pero con suerte sería suficiente.
—Muy bien, coronel. Así lo haremos entonces —resolvió Geary. Veinte minutos después, Geary observó a través de la señal remota de vídeo cómo metían sin mucha ceremonia a todos los miembros de la tripulación síndica, desde el primero hasta el último, en las cápsulas de salvamento situadas en sus navíos. Como ninguno de ellos estaba sujeto al asiento por el cinturón, pegaron un bote hacia arriba al arrancar las naves de salvamento.
Bueno
,
si su plan era suicidarse, no creo que tengan muchos motivos para quejarse de unos cuantos moretones o algún que otro hueso roto.
Las escotillas de las cápsulas de salvamento se dejaron abiertas a modo de precaución, no fuese a ser que estas escondiesen una bomba trampa al cerrarse. Los infantes de Marina se apresuraron a regresar a sus transbordadores y se encontraron en las esclusas de aire con el resto de la infantería de Marina allí desplazada y que, a su vez, venía de descargar instrucciones en los pilotos automáticos que había en los puentes de mando de los buques mercantes.
Geary dejó escapar una bocanada de aire que no había sido consciente de haber estado conteniendo al ver cómo los transbordadores se alejaban de los buques mercantes. El capitán miró la hora con el deseo de que los transbordadores se movieran más rápido para alejarlos lo máximo posible de los mercantes y su radio de daños antes de que las instrucciones automatizadas que había enviado a los infantes de Marina para que las descargaran acabaran de llegar finalmente.
—Treinta segundos —advirtió innecesariamente Desjani.
Geary se limitó a asentir con la cabeza, mientras sus ojos se movían rápidamente entre los transbordadores de la Marina, los radios de daños de los buques mercantes, y las naves auxiliares de la flota de la Alianza que se acercaban cada vez más a su cita con los mercantes.
—Da la señal.
Geary contuvo de nuevo la respiración, tratando de ver si las instrucciones enviadas a los sistemas automatizados de los buques mercantes para sellar las naves de salvamento desataría la destrucción de las naves. Los transbordadores de la Marina deberían de estar ya lo suficientemente lejos como para encontrarse a salvo, si las estimaciones estaban en lo cierto.
Pero «estimación» significa precisamente que puede equivocarse.
—Las cápsulas de salvamento deberían estar saliendo —anunció Desjani.
—Ahí están. —Geary señaló a su visualizador, en el que los sistemas del
Intrépido
seguían el rastro de las cápsulas de salvamento que habían salido disparadas de los buques mercantes. Por un momento también se preguntaron si el lanzamiento de las naves de salvamento podría provocar que los núcleos de energía de las naves se dispararan. Pero, una vez más, los buques mercantes siguieron su camino, dirigiéndose hacia la flota de la Alianza de manera constante y casi desconcertante—. Veamos qué ocurre si jugamos con las trayectorias de los buques mercantes.
Unos momentos después, las instrucciones que habían descargado los infantes de Marina dieron la orden a los sistemas de maniobra de los buques mercantes de empezar a moverse arriba y abajo. Los enormes y lentos buques mercantes, cargados hasta arriba con los productos que había exigido la flota de la Alianza, se balancearon aparatosamente hasta que sus oscilaciones comenzaron a apuntar hada abajo y lejos de la dirección en la que se encontraba la flota de la Alianza.
—Aún queda una cosa más —observó Desjani.
Los propulsores principales de las naves síndicas entraron en ignición y, al empujar contra la masa y el impulso de los buques mercantes, estos acabaron cambiando su trayectoria en el espacio. Geary trató de seguir la evolución de tales movimientos, ya que los buques mercantes no dejaban de acercarse peligrosamente a algunas naves de la Alianza.
—¿Deberíamos hacer maniobrar a la
Titánica
y a la
Genio
para asegurarnos de que estas cosas no se acercan demasiado? —inquirió Geary.
Desjani apretó los labios mientras estudiaba el movimiento relativo de las naves y después meneó la cabeza.
—En cualquier momento, a partir de ahora, deberíamos de empezar a ver que las distancias entre nuestras naves y las suyas se agrandan. A no ser que algo provoque que los propulsores principales se desconecten, esos buques mercantes dejarán de ser una amenaza en breve —vaticinó Desjani.
Los propulsores no se desconectaron, sino que siguieron empujando con toda la fuerza que tenían a su alcance. Poco a poco, las trayectorias previstas para los torpes navíos mercantes comenzaron a sufrir modificaciones. Los cambios se hicieron evidentes a medida que las nuevas trayectorias divergían más y más de las rutas originales. Una vez efectuado el cambio, este se volvió más rápido en cuanto aquellas grandes naves cogieron velocidad ya en su nueva ruta y se lanzaron por ella a toda prisa.
—¿Adónde van? —preguntó la imagen de la coronel Carabali.
Geary sonrió tanto que sus labios se estrecharon notablemente.
—A casa —musitó.
Carabali frunció el ceño.
—No, coronel —la tranquilizó Geary—. Les estamos devolviendo a los síndicos sus naves, pero no van a agradecernos el gesto. Teníamos que hacer algo con esas veinte naves y, de esta manera, la gente que lanzó este ataque sobre nosotros obtendrá una respuesta inmediata por nuestra parte. Hay dos instalaciones militares orbitando alrededor del mundo poblado. Las órdenes que les hicimos descargar a sus infantes de Marina hicieron que los sistemas de maniobra de los buques mercantes lanzasen a diez de ellos directamente al punto en el que se encontraba una de esas instalaciones. Las otras diez irán dirigidas a la otra instalación.
El ceño fruncido de la coronel inmediatamente se convirtió en una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Diez buques mercantes repletos de cargamento dirigidos expresamente contra un objetivo de órbita fija? Me da que los síndicos van a tener algún que otro problemilla para detenerlos —comentó Carabali con sorna.
—Tantos que no van a ser capaces de detenerlos, coronel —le aseguró Geary. Inmediatamente después hizo un gesto en dirección a las imágenes de los pesados navíos mercantes—. En condiciones normales, los buques mercantes serían demasiado lentos como para preocuparse por ellos y podrían ser destruidos con facilidad según se aproximan. Sin embargo, estos buques no van a reducir la velocidad a medida que se aproximen a la órbita. Seguirán acelerando todo lo que puedan hasta realizar el impacto.
—Y —añadió una Desjani también sonriente—, cualquier impacto en los buques mercantes provocará la salida de una gran cantidad de carga acumulada. Si consiguen volar los mercantes, tendrán que tratar de apañárselas con toda esa carga y con los escombros que resulten de las explosiones y que no dejarán de abalanzarse sobre ellos.
Geary también sonrió.
—Después de todo, necesitamos mantener nuestros suministros de artillería de largo alcance. Si al faltar a su palabra los síndicos nos proporcionan algo que nos sirve para castigarlos, no les quedará más remedio que asumir las consecuencias de sus actos. —El capitán observó el visualizador—. Estamos a poco más de treinta y dos minutos luz del mundo poblado. Ellos tardarán una media hora en ver que su ataque suicida no ha salido como habían planeado. Pongamos que tardan por lo menos otros diez minutos en seguir el rastro de los mercantes y hacerse una idea de hacia dónde se dirigen. Yo esperaré media hora para evitar darles la voz de alarma y después les mandaré un mensaje.
—Que tardará en llegarles una hora más o menos. Eso es mucho menos de lo que tardarán los buques mercantes en llegar a sus objetivos. Tendrán tiempo de evacuar sus instalaciones orbitales —suspiró Desjani.
—Es inevitable —apuntó Geary encogiéndose de hombros—. No tendrán problemas en ver venir a los buques mercantes mucho antes de que lleguen a su posición. Además, los directores ejecutivos que puedan estar en esas instalaciones serán siempre los primeros en salir. Tampoco creo que se vayan a ir de rositas. Tendrán que explicarles a sus superiores cómo han llegado a perder absolutamente todos los enclaves militares síndicos de este sistema y por qué han provocado también la destrucción de la mayoría de los buques mercantes de gran tonelaje, todo ello sin infligirnos baja alguna y sin impedir que siguiéramos avanzando.
La sonrisa de Carabali se volvió lúgubre.
—Quizá cambien su sala de juntas por los campos de trabajo —señaló la coronel.
—Quizá —asintió Geary—. Y menuda vergüenza que será eso para ellos.
Pasada la media hora, Geary se sentó en su escaño y se aseguró de que su uniforme tenía buen aspecto, aunque no impecable. No quería parecer uno de esos burócratas impolutamente ataviados que se ocupaban de llevar los asuntos en los Mundos Síndicos.
—Comienzo a la transmisión. Gentes del sistema estelar Corvus —dijo con su mejor voz de mando, ligeramente más grave y potente que la que tenía habitualmente—, aquí el capitán John Geary, comandante de la flota de la Alianza. —Geary hizo una pausa durante un momento para dejar que los receptores se dieran cuenta de quién era el que se dirigía a ellos. No en vano el capitán sospechaba que, como dentro de la Alianza creían que
Black Jack
Geary era un salvador, para los síndicos sería algo así como el hombre del saco, o al menos representaría una amenaza con un aura sobrenatural a su alrededor. Era algo que no le hacía sentir cómodo, pero tampoco era cuestión de descartar un arma que podría incrementar las esperanzas de la flota de volver a casa.
—Deseo informarles de dos cosas. La primera de ellas es que los buques mercantes que acordamos se reunirían con nosotros han resultado ser una bomba trampa. Hemos negociado con sus líderes de buena fe. Ellos han faltado a su palabra y como resultado de ello han perdido esas naves. Ahora mismo están regresando a modo de revancha contra aquellos que las enviaron. Quiero que quede claro que aunque hemos sido traicionados por sus líderes, no esperamos obtener ninguna retribución infligiéndoles a ustedes daño alguno.
»La otra cosa de la que debo informarles es que las tripulaciones de los buques mercantes fueron ubicadas sin sufrir daño alguno en las cápsulas de salvamento de tales buques, que fueron expelidas con dirección a su mundo. No hemos saboteado ni puesto ninguna bomba trampa de ningún tipo en esas cápsulas que van de camino. No las hemos convertido en armas. En su interior no hallarán más que a sus propios tripulantes.
»Podíamos haber matado a los tripulantes de esas naves ya que, al planear un ataque por la espalda camuflados como civiles se han quedado fuera del amparo de las protecciones que estipula el derecho de la guerra. Podríamos haber tomado represalias contra su mundo. Esta flota cuenta con suficiente poder como para borrar del mapa cualquier vestigio de vida en este sistema. Sin embargo, no hemos hecho nada de eso. La flota de la Alianza ha mostrado más preocupación por las vidas de los ciudadanos del sistema Corvus que sus propios líderes. Ténganlo presente.
»Por el honor de nuestros antepasados —recitó Geary, empleando la vieja formulación a pesar de que hasta él mismo se preguntaba si una cita tan desfasada ya en sus días no se habría quedado ya completamente anticuada en estos tiempos—. Aquí el capitán Geary, oficial al mando de la flota de la Alianza. Fin de la transmisión.
Geary se relajó y se dio cuenta mientras tanto que la capitana Desjani tenía una leve sonrisa en los labios.
—Esto debería darles a los síndicos algo sobre lo que reflexionar hasta que los buques mercantes empiecen a impactar contra sus objetivos. Especialmente por el hecho de que usted usó la despedida antigua y formal para cerrar su mensaje —indicó Desjani.
—¿Entonces ya no se usa? —preguntó Geary.
—Nunca he tenido constancia de ella, documentos históricos al margen —asintió Desjani, sin que su sonrisa se inmutara lo más mínimo—. Sí. Es el tipo de toque personal que los va a dejar temblando de miedo, porque deja claro a todas luces que
Black Jack
Geary está de vuelta.
Geary también asintió, si bien se guardó sus propios pensamientos para sus adentros. Sí. Estupendo. Ser consciente de que probablemente yo sea la pesadilla andante de montones de gente no es algo que hubiera deseado en ningún momento.
Pero uno hace uso de las armas de las que dispone.
Unas nueve horas después, Geary se aseguró de que estaba en el puente de mando del
Intrépido
para observar cómo «regresaban a casa» los buques mercantes síndicos.
—Han reducido un par de ellos a polvo estelar usando misiles realmente grandes —advirtió Desjani—. Una pena que se lo haya perdido, pero tiene a su disposición la grabación de los acontecimientos en la biblioteca táctica por si le apetece ver la repetición de la jugada.
—¿Qué clase de misil podría infligir un daño así? —interrogó Geary.
—Mis técnicos de armamento dicen que han debido de ser armas de bombardeo planetario —aclaró Desjani—. No tendrían ninguna opción de darle a un buque de guerra, pero los mercantes se aproximaban con una trayectoria fija y no pudieron escabullirse. Aun así, la mitad de esas cosas no fueron capaces de impactar contra sus objetivos.
¿Armas de bombardeo planetario? ¿Por qué iban a necesitarlos síndicos algo así en un sistema tan secundario como Corvus? Debían de estar ubicadas en una de esas instalaciones de las órbitas, o quizá en las dos, porque no hay grandes buques de guerra en el sistema, así que esas cosas debieron ser colocadas allí a propósito.
Geary se frotó el mentón y se dispuso a fingir que estudiaba las posiciones de la flota, cuando en realidad lo que trataba era de desenmarañar el rompecabezas.
Lo único que podrían haber hecho los síndicos con esas armas es utilizarlas contra alguno de los planetas de este mismo sistema. Pero por qué… oh. Despierta, Geary. Ya sabes cómo mantienen el control las autoridades síndicas. Como haga falta. Supongo que el mantenimiento de municiones de bombardeo planetario en órbita era solo una forma más de asegurarse de que la población local no se planteaba siquiera la posibilidad de no acatar las órdenes.
Nunca me gustó el estilo de liderazgo de los síndicos. Estoy empezando a odiarlo de verdad.
Geary se quedó mirando a la imagen del mundo habitado. No era un lugar idóneo para alojar vida humana en su interior, la verdad.
Para empezar, no hay suficiente agua. La atmósfera es un poco débil. Así y todo, sigue siendo un buen planeta para dar cabida a un número aceptable de habitantes. Me alegro de no haber tomado represalias contra esa gente. Ya tienen suficiente de lo que preocuparse con las amenazas de sus propios líderes.