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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (3 page)

BOOK: Intrépido
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Geary no podía siquiera imaginarse que algo así pudiera estar sucediendo. Una cosa era dejar que la costumbre de saludar cayese en el olvido, pero
¿
cómo podía ser que los capitanes de las naves ignorasen la presencia de una autoridad superior? ¿Qué había pasado con la flota de la Alianza que él había conocido? La capitana Desjani no le quitaba ojo, como si esperase la explosión que, a su juicio, no podía tardar mucho en llegar. Sin embargo, en lugar de eso Geary volvió a tomar la palabra haciendo acopio de una tranquilidad forzada. Las palabras brotaban desde alguna parte de su interior con una cadencia muy lenta, como si aquello fuese una grabación antigua recién rescatada.

—Capitana —resolvió, finalmente—. Por favor, póngase en contacto con los oficiales al mando de todas las naves. Infórmeles de que el comandante de la flota requiere su presencia por conferencia a bordo del buque insignia.

—Nos queda menos de una hora antes de que expire el plazo de los síndicos, capitán Geary —avisó la capitana.

—Lo tengo presente, capitana Desjani. —Y cada vez tengo más presente que tengo que enseñarle a esta gente que soy yo el que está al mando antes de que esta flota se vaya al garete. Además, tengo que saber algunas cosas sobre ellos, no vaya a ser que cometa algún error de cálculo que pueda resultar fatal. Joder; sé tan poco de todo lo que me rodea—. El almirante Bloch me mostró su sala de juntas. También me dijo que ahí podría mantener una reunión virtual con sus capitanes si lo deseaba.

—Sí, señor —coincidió la capitana—. La red de datos que se precisa para ello sigue funcionando con normalidad dentro de la flota.

—Estupendo. Quiero que estén listos para la conferencia dentro de diez minutos y que den acuse de recibo de la orden uno por uno en un plazo de cinco minutos, y si alguno de ellos trata de escurrir el bulto, dígale que la asistencia es obligatoria —decretó Geary.

—Sí, señor —respondió Desjani.

En ese momento Geary se dio cuenta, no sin un cierto remordimiento de conciencia, de que había estado dándole órdenes a la capitana de un navío en su propia nave sin mostrar ninguna cortesía especial. Y aquello era algo que, cuando se lo habían hecho a él en el pasado, había odiado profundamente. Este era el momento de acordarse de aquello.

—Gracias, capitana. Por favor, reúnase conmigo en el exterior de la sala de juntas principal dentro de… ocho minutos.

Si la memoria no le fallaba, la sala de juntas estaba a unos cinco minutos andando desde su camarote. Geary aprovechó los tres minutos que le quedaban para volver a echar un vistazo a la disposición de la flota, prestando especial atención a la formación de las naves que conformaban la flota de la Alianza y echando cuentas mentalmente del nivel de daños que presentaba cada una. Aquello, que en su momento había sido un simple ejercido mental inherente a sus obligaciones, se había convertido en algo que debía captar con toda la precisión de la que fuera capaz en cuestión de minutos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había algo que faltaba en aquella lista, algo que sabía que tenía que estar allí por fuerza. Lo añadió y se quedó mirándola un rato más, tratando de comprender por qué había algo que no encajaba.

Otra vez por los pasillos del
Intrépido
, otra vez las caras de la tripulación girándose hacia él. Geary recordó su promesa al almirante Bloch y trató de hacer ver que sabía lo que se traía entre manos. Había ejercido de oficial subalterno en otros tiempos, así que hacía mucho que había aprendido a dar aquella imagen de cara al exterior. De lo que no estaba seguro era de si había más cosas que hubiera aprendido en el pasado y que ahora le pudieran servir realmente de ayuda.

Al llegar al exterior de la sala de juntas principal, Geary vio que estaba escoltada por un infante de Marina de la Alianza que estaba allí de pie sin mover una pestaña. Al verlo, el infante de Marina realizó un saludo que, por un momento, consiguió sorprender a Geary. Finalmente, el capitán llegó a la conclusión de que, ciertamente, si había alguien capaz de mantener las viejas tradiciones, esos eran los infantes de Marina.

—Capitán Geary, todos los oficiales al mando de las naves están presentes —informó la capitana Desjani, dando un paso al frente.

Geary dirigió la mirada hacia la sala de juntas, que parecía estar vacía desde su posición y fuera de la zona de visión.

—¿Todos? —inquirió el capitán.

—Sí, señor. La mayoría de ellos parecían estar muy contentos de poder recibir sus órdenes, señor —añadió Desjani rápidamente.

—Así que contentos —apostilló Geary.

Claro que estaban contentos. Como que hasta entonces no tenían ni idea de qué hacer. Sin embargo ahora tenían a alguien en quien inspirarse: él. Desjani también parecía haberse quitado diez años de encima desde que Geary le confirmara que era él quien estaba al mando.
A esperar que el héroe nos salve el día
, pensó Geary amargamente.
Pero eso no es justo. Después de todo lo que han tenido que pasar
… Geary pensó en cómo se sentía, la sensación de vacío en su interior, y se preguntó qué sensación de vacío podrían tener los demás si de repente su mundo sufriese un cambio que superase cualquier expectativa. Entonces le lanzó una mirada penetrante a la capitana del
Intrépido
. tratando de ver más allá del desánimo que ella estaba proyectando hacia el exterior.

—¿En qué estado se encuentran? —preguntó el capitán.

Desjani frunció el ceño como si no estuviera muy segura de qué se le estaba preguntando exactamente.

—Nos acaban de facilitar los últimos informes de situación al respecto de los daños sufridos en sus naves, señor —aseveró Desjani—. Usted tiene acceso a estos informes…

—Ya los he visto —la interrumpió Geary—. No me refiero a las naves. Usted ha hablado con ellos. Doy por sentado que los conoce bien. ¿En qué estado se encuentran?

La capitana Desjani dudó antes de contestar.

—Todos han visto el mensaje de los síndicos, señor —apuntó Desjani.

—Eso ya me lo había dicho antes. Ahora dígame su opinión sincera sobre estos comandantes. ¿Se sienten derrotados? —insistió el capitán.

—¡No estamos derrotados, señor! —La exclamación se volvió más titubeante a medida que fueron saliendo las palabras y los ojos de Desjani se volvieron hacia la cubierta por un momento—. Están… cansados, señor. Todos lo estamos. Pensábamos que este ataque al corazón de los síndicos lograría finalmente inclinar la balanza a nuestro favor, acabar con la guerra al fin. Llevamos luchando mucho tiempo, señor. Y hemos pasado de ese estado de esperanza a… a…

—A esto —concluyó el capitán.

No quería escuchar nuevamente una descripción de los planes. El almirante Bloch los había explicado unas cuantas veces en sus conversaciones con él. Un golpe audaz, posible gracias a algo llamado hipernet, que no existía en la época de Geary, y gracias a un síndico traidor. O un supuesto traidor, al menos.

—¿Estoy en lo cierto si digo que las naves a las que nos enfrentamos representan el grueso de la flota de los síndicos? —continuó preguntando Geary.

—Sí, señor. Casi toda la puta flota de los síndicos está aquí. —La voz de Desjani se resquebrajó y, al notarlo, la capitana hizo esfuerzos por seguir manteniendo todo bajo control—. Nos estaban esperando. Nuestras piezas principales no tuvieron ni una mínima oportunidad.

—Pero la parte principal de nuestra flota consiguió abrirse paso hasta aquí —repuso Geary.

—Sí. Pero a qué precio —contravino Desjani—. Ni Black… discúlpeme. No podemos tener esperanzas de derrotar a las fuerzas síndicas que hay ahí fuera con lo que nos queda a nosotros.

Geary frunció el ceño, dándose por enterado solo a medias del modo en que Desjani había cambiado abruptamente su discurso. Más importante que eso, por el momento, era lo que estaba dando a entender. No había esperanza. Según el mito ancestral de la caja de Pandora, se suponía que la esperanza era el regalo que estaba dentro de la caja, entremezclado con los males que también estaban guardados en su interior. La esperanza era algo que podía permitir que la gente siguiera adelante cuando todo lo demás había fallado. Pero si esta gente había perdido la esperanza de verdad… Geary miró en ese momento fijamente a la capitana Desjani y vio de nuevo algo que no deseaba ver. La esperanza aún anidaba en su interior, en el interior de aquellos ojos que estaban clavados en él.

—Señor. —La capitana del
Intrépido
retomó la palabra con un tono extrañamente rebuscado—: Con su permiso, señor. Lo necesitamos a usted, señor. Todos nosotros necesitamos algo en lo que creer. Necesitamos a alguien que nos pueda sacar de aquí.

—Yo no soy una leyenda, capitana, ni nada de lo que usted pueda pensar que soy —indicó Geary

Ya estaba. Por fin lo había dicho.

—No soy más que un hombre —apostilló el capitán—. No puedo hacer milagros.

—¡Usted es
Black Jack
Geary, señor! —exclamó Desjani—. Usted luchó en una de las primeras batallas de esta guerra y lo hizo contra un enemigo tremendamente superior.

—Y perdí, capitana —recordó Geary.

—¡No, señor! —Geary volvió a fruncir el ceño ante la sorpresa que le provocaba la vehemencia de Desjani—. ¡Usted supo contener el ataque y se aseguró de que todas las naves de la flota lograran huir! Y aun entonces consiguió mantener a raya al enemigo, lo que permitió que el resto de acompañantes escaparan también. Usted contuvo a los síndicos hasta que ordenó a su tripulación que se salvaran, mientras usted se quedaba luchando contra el enemigo hasta la destrucción de su nave. ¡Esa historia me la aprendí en el colegio, señor, como todos los niños de la Alianza!

Geary se quedó mirándola. No fue eso lo que ocurrió, capitana, quiso decir en voz alta. Luché porque tenía que hacerlo. Porque eso fue lo que juré hacer. Si nos quedamos allí entonces fue porque mi nave estaba tan dañada que era imposible volver a ponerla en marcha. Es verdad que ordené evacuar a mi tripulación, sí, pero esa era también mi obligación, no ningún acto de heroísmo. Alguien tenía que cubrirlos un poco más de tiempo para que las cápsulas de salvamento pudieran emprender la huida y ese era el trabajo que yo tenía que hacer.

Yo no quería morir. Cuando inutilizaron el último sistema de combate de mi nave; activé el mecanismo de autodestrucción y traté de huir utilizando la última cápsula de supervivencia que quedaba. Un navío que, por cierto, quedó todavía más dañado cuando la nave de la que yo estaba al mando saltó por los aires. Allí no funcionaba ninguna señal. Aquel navío no era más que otro trasto en medio de una montonera de trastos, que era lo único que había quedado después de la batalla. Nadie pudo dar conmigo. No hasta cien años después; cuando vuestra poderosa flota rebuscó entre aquellos restos y se topó conmigo.

Fue entonces cuando finalmente me despertaron y me dijeron que la Alianza se había convertido en algo que yo no era capaz de reconocer. Poco después de lo que se suponía que había sido mi muerte, acontecida en plena resistencia me ascendieron a capitán y héroe legendario de la Alianza. Creo que puedo ser capitán. ¿Pero cómo puede alguien vivo ser un héroe legendario?

Con todo, Geary no dijo nada, porque con solo mirar a Desjani comprendió que no lo iba a creer y porque sabía que, en caso de que lo creyese, al decirle aquello estaría acabando con su última esperanza.
Le prometí al almirante que salvaría su flota si podía. No sé cómo voy a poder hacerlo. Pero tal vez este ídolo heroico en el que ellos creen pueda tener alguna opción de hacer algo.

—Aquello pasó hace mucho tiempo, capitana —murmuró finalmente Geary—. Pero lo haré lo mejor que pueda.
—Y recemos porque con eso sea suficiente
—. Bueno, antes de que celebremos la reunión, ¿en qué consiste toda esta historia de la llave?

Desjani miró cuidadosamente a ambos lados del pasillo antes de responder y solo entonces comenzó a hablar, pero lo hizo tan bajo que Geary apenas podía escucharla.

—La llave hipernética de los síndicos está a bordo del
Intrépido
—musitó Desjani.

—¿Qué coño quiere decir eso? —saltó Geary.

La capitana parecía sorprendida.

—Lo siento. Se me olvidaba que en su época no existía hipernet —se disculpó Desjani.

—Lo único que sé es que hipernet permite realizar viajes interestelares mucho más rápidos que el salto entre sistemas —apuntó Geary.

—Mucho más rápidos. Sí, señor —corroboró Desjani—. La ventaja exacta sobre el salto entre sistemas varía en función de alguna ley científica que, para ser sinceros, no comprendo muy bien; pero el caso es que normalmente la mejora hace que los viajes puedan realizarse con un intervalo que oscila entre diez y cien veces más rápido que el antiguo sistema.

—Joder —se sorprendió Geary.

La capitana Desjani asintió con la cabeza, mirando a su alrededor rápidamente una vez más para asegurarse de que nadie podía escucharlos.

—Al contrario que el salto entre sistemas, que aprovechaba de los pozos de gravedad de las estrellas, la hipernet hay que crearla —explicó Desjani—. Una vez que está instalada, toda la red se alinea con lo que normalmente denominamos una frecuencia; aunque lo cierto es que todo es un poco más complicado de lo que se lo estoy contando. A cada puerta se le asigna una especie de subfrecuencia. Para usar una hipernet en concreto hace falta algo que se llama llave y que permite acceder a esa red y seleccionar la puerta que se desea.

Geary asintió, tratando de hacerse una idea de todo lo que aquello implicaba.

—Entonces, si tenemos una llave que nos permite acceder a la hipernet de los síndicos, usémosla. ¿De dónde sacó el
Intrépido
la llave de los síndicos?

—Nos la dio el traidor. —Desjani torció el gesto—. El doble traidor. Gracias a la llave se hizo posible nuestro ataque al sistema central de los síndicos.

—Ya veo. Les facilitó los medios para llegar hasta aquí y entonces se dispuso a esperarles. —
No en vano supondría que no ibais a ser capaces de resistiros a algo tan tentador.

—Sí, señor —aceptó Desjani con una mueca.

—Entonces los síndicos saben que tenemos esta llave. ¿Por qué es tan importante que esté en el
Intrépido
? —insistió Geary.

—Porque saben que la tenemos, pero no saben en qué nave está —alegó Desjani—. No saben si ya ha sido destruida o no. No saben si alguna de las naves supervivientes la guarda aún en su interior. Si se enteran de que está en el
Intrépido
.

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