Incansable (38 page)

Read Incansable Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Incansable
7.7Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Cómo? —preguntó Rione.

—La capitana Crésida ha informado de que ha logrado desarrollar su sistema lo suficiente como para impedir el colapso de las puertas. Tenemos que instalar uno en Varandal y en todas las puertas hipernéticas que sea posible tan rápido como podamos, y confiar en que los alienígenas no descubran nuestro plan hasta que ya no tengan tiempo para reaccionar.

—¿Y la lista del capitán Tulev?

—Los sucesos nos han cogido desprevenidos, y una lista de prioridades sería muy difícil de respetar con el poco tiempo del que disponemos. Si se propaga la noticia de que las puertas hipernéticas suponen una amenaza, todo el mundo empezará a aplicar los sistemas de Crésida.

Desjani apoyó la frente entre las palmas de las manos.

—Aunque logremos detener a los síndicos, ¿por qué los alienígenas no iban a destruir la puerta en cuanto descubran que estamos en Varandal? Claro, no lo sabrán. Tardarán un tiempo en darse cuenta. ¿El suficiente para instalar el sistema de Crésida?

—Esperemos que así sea. Demos gracias por haber recogido a esa síndica —dijo Geary—. Si no, nunca habríamos sabido lo de Kalixa.

—Si su nave no hubiera resistido y no hubiesen avisado a la flotilla síndica de reserva de lo ocurrido en Kalixa —señaló Desjani con frialdad—, esta no habría partido hacia Varandal para colapsar la puerta de la Alianza. Personalmente, no me habría importado enterarme más tarde de lo de Kalixa si así se hubiera evitado.

—La prisionera mencionó otra cosa muy importante. —Los ojos de Rione seguían nublados por la pesadumbre—. Un buque mercante síndico que se encontraba allí tenía copias de nuestros registros de Lakota. Esa es la prueba de que la información está llegando a todos los Mundos Síndicos, aunque lo más probable es que los líderes síndicos estén intentando impedirlo.

Geary se acercó al panel de comunicación.

—Tenemos que convocar una reunión. Ahora mismo. —En menos de diez minutos tenía ante sí virtualmente a los capitanes Duellos, Tulev y Crésida, así como a Desjani y a Rione. No necesitó más de dos minutos para explicarles lo que habían averiguado a partir de las declaraciones de la comandante síndica, tras lo cual se dirigió a Crésida—. Me comentó que las operaciones básicas habían concluido. ¿Cuánto faltaría para conseguir un diseño que se pueda fabricar e instalar en cuanto lleguemos al espacio de la Alianza?

—Muy poco, señor. —La capitana se encogió de hombros a modo de disculpa—. Se puede perfeccionar, pero está casi terminado. Se han tenido en cuenta muchos factores, así que debería poder amortiguar la onda de choque hasta el punto de que no suponga una amenaza para el sistema estelar. También hay un componente básico de emergencia que, cuanto menos, reducirá la intensidad de la descarga de energía de forma que no cause daños graves, así como un dispositivo más elaborado que se puede instalar con posterioridad sobre el otro. Eso debería servir para que el colapso de la puerta no provoque ningún daño.

—¿Cuánto se tardarán en construir e instalar en las puertas hipernéticas? —preguntó Rione.

—Depende de la prioridad que se le asigne a la operación, señora copresidenta. —Crésida volvió a encogerse de hombros—. Tendríamos que convencer de su urgencia a las autoridades políticas de la Alianza y a nuestra cadena de mando militar.

A la capitana no le hizo falta enfatizar el sarcasmo de su respuesta. Rione parecía furiosa, pero no con Crésida.

—Tal vez ese no sea un problema si perdemos Varandal, aunque, en cualquier caso, será mejor que eso no suceda. Ya han desaparecido Lakota y Kalixa, y, puesto que formaban parte del territorio enemigo, su relevancia será puesta en duda. Tenemos que encontrar la forma de saltarnos los procesos burocráticos de la Alianza.

—El capitán Geary podría ordenarlo.

—Eso no garantizaría que ocurriese —intervino Geary—. Sobre todo si al final se genera un debate sobre mi persona en lugar de acerca de la instalación de los…

—Sistemas de seguridad —apuntó Crésida.

Tulev sonrió sin ganas.

—Avisemos a todo el mundo. Podemos transmitirlo por todos los canales. Esto es lo que ocurrió en Lakota y Kalixa. Podría suceder también en su sistema estelar, cuando menos se lo esperen. A menos que realicen enseguida esta modificación en su puerta hipernética. La gente comprenderá el mensaje y se pondrá a trabajar.

Desjani negaba con la cabeza.

—La seguridad es prioritaria.

—En ese caso —dijo Tulev con calma—, las autoridades políticas y militares lo considerarán un asunto confidencial, lo ocultarán, lo estudiarán y lo discutirán hasta que los sistemas estelares de la Alianza queden arrasados. Todo en aras de la seguridad y, por supuesto, para evitar una situación de pánico generalizado.

Rione asintió.

—El capitán Tulev tiene razón. Solo si la gente comprende la urgencia de la situación reaccionará a tiempo. Con un poco de suerte, instalaremos estos sistemas en nuestras puertas hipernéticas antes de que los alienígenas descubran nuestro plan y de que los síndicos vuelvan a colapsar otra. El único modo de conseguirlo es avisando del peligro a toda la gente que podamos.

—La urgencia y la histeria colectiva suelen ir de la mano. ¿Las autoridades no seguirán intentando restarle importancia a la operación? —preguntó Duellos.

—Por supuesto que sí. Intentarán convencer a todo el mundo de que las puertas son seguras al cien por cien, tal vez con el argumento de que las nuestras son diferentes a las de los síndicos.

—Eso es absurdo —objetó Crésida.

—Sí, lo es, pero es lo que dirán de todas maneras y además intentarán desacreditar personalmente a todo aquel que sugiera que las puertas suponen una amenaza. —Rione hizo una pausa, tras la que le dirigió una sonrisa sarcástica a Geary—. Por suerte, quien avisará del peligro de las puertas y propondrá cómo combatir esa amenaza será Black Jack Geary, el que volvió de entre los muertos para salvar la flota y la Alianza.

El resto del grupo asintió con satisfacción.

—La señora copresidenta tiene razón, señor —añadió Desjani.

Geary debería haber imaginado que si alguna vez Rione y Desjani se ponían de acuerdo en algo, sería por algún asunto que a él no le gustaría. Con todo, después de pensarlo dos veces, tuvo que admitir la perspicacia de Rione. No era el momento de intentar ocultarse del legado de Black Jack.

—De acuerdo. En cuanto lleguemos a Varandal, empezaremos a emitir el aviso para todo el mundo, así como las instrucciones para construir los sistemas de seguridad de Crésida. Firmadas con mi nombre.

En ese momento, Crésida añadió algo en lo que ninguno había reparado.

—¿Y los síndicos?

—Estoy seguro de que terminarán enterándose —comentó Duellos.

—Quiero decir…, que si no deberíamos enviárselas también a ellos, antes de que abandonemos este sistema estelar. —Crésida miró las expresiones de asombro que su sugerencia había provocado en sus interlocutores—. Lo he estado pensando. Los síndicos son nuestros enemigos, por supuesto. Pero, aun siendo así, es otro el enemigo que está utilizando sus puertas hipernéticas como armas con las que atacarnos. Cada vez es menos probable que los directores generales síndicos hagan explotar alguna de sus puertas, puesto que se está empezando a saber lo que ocurre. No obstante, los alienígenas siguen siendo capaces de hacerlo, como sucedió en Kalixa. Si averiguan que nos encontramos en un sistema estelar síndico en el que hay una puerta hipernética, irán a por nosotros y continuarán colapsando las puertas de los síndicos con el fin de incitar a estos a que sigan demoliendo las nuestras.

Tulev la había estado escuchando atentamente.

—¿Está sugiriendo que ahora las puertas síndicas son armas que solo serían empleadas por un enemigo que los síndicos y nosotros tuviéramos en común?

—Exacto. En cuyo caso, y dejando a un lado cualquier tipo de consideración humanitaria, necesitamos desactivar esas armas. Y el modo más eficaz de conseguirlo es entregándoles el diseño de los sistemas de seguridad a los síndicos.

—Pero estamos hablando de traición —objetó Desjani.

—Se podría… interpretar de esa manera.

Se impuso un breve silencio antes de que Duellos volviera a tomar la palabra.

—Creo que la capitana Crésida tiene razón. Habla de neutralizar un arma de extremada peligrosidad que podría ser empleada contra nosotros. Si no les facilitamos esa información a los síndicos, lo lamentaremos todos.

—Dudo que el gran consejo de la Alianza lo vea de esa manera —dijo Rione con la voz apagada—. Preferirán reservarse la posibilidad de utilizar las puertas contra los síndicos.

—¿Y cuál es su opinión al respecto? —preguntó Geary.

—Ya lo sabe. Son un arma demasiado horrible y destructiva.

Tulev mantuvo la cabeza agachada y la vista perdida en el suelo mientras expresaba su parecer.

—Como oficial de la flota, mi deber es proteger a la Alianza. No siempre es sencillo saber cuál es la mejor manera de hacerlo, máxime cuando puede parecer que estás colaborando con el enemigo. —Se irguió y miró a los demás con su sempiterno semblante impasible—. No siento el menor aprecio por ellos, pero esta es una cuestión tanto de interés propio como de humanidad. Nuestros gobernantes no aceptarán nuestra postura sin antes debatirla hasta la saciedad, y esa pérdida de tiempo podría costarles la vida a miles de millones de personas. Yo no tengo nada que perder, así que me ofrezco voluntario para entregarles la información a los síndicos.

Desjani lo miró angustiada.

—¡Usted ya lo ha dado todo por la Alianza! ¡No me esconderé detrás de nadie!

—¿Qué piensa hacer? —le preguntó Geary.

La capitana apartó la mirada y suspiró.

—¡Al infierno! Al infierno con los síndicos y sus malditos líderes. Después de toda la desgracia que han sembrado, ahora van a obligarnos a cometer traición para defender lo que más nos importa. —Desjani se giró hacia Geary con los ojos abiertos como platos—. La llave síndica de hipernet.

—¿Qué ocurre con ella?

—Ahora mismo no tiene ninguna utilidad. Creíamos que podría darnos una ventaja decisiva para ganar la guerra si lográbamos llevarla al espacio de la Alianza y duplicarla, pero ahora mismo es inútil.

Crésida se rió amargamente y asintió.

—Desde luego. Aún no había llegado a ese punto. No podemos hacer uso de la hipernet síndica con esa llave porque no nos atreveremos a viajar a los sistemas estelares síndicos en los que haya una puerta. Si lo hiciéramos, la puerta podría colapsarse cuando nos encontrásemos cerca, lo que aniquilaría a la flota. Para que la llave nos aporte una ventaja decisiva, los síndicos tienen que poseer puertas hipernéticas que los alienígenas no puedan colapsar a voluntad.

—¿Debemos entregarle el diseño del sistema de seguridad a los síndicos para garantizar nuestra victoria? —preguntó Duellos antes de dejar escapar una breve carcajada—. Y los síndicos se verán obligados a instalar esos sistemas en sus puertas porque la alternativa a que la flota de la Alianza pueda emplearlos para llegar es permitir que las puertas se conviertan en bombas que podrían estallar en cualquier momento y arrasar los sistemas estelares que se supone que deben proteger. Debería ser una decisión fácil incluso para un director general síndico. A las estrellas del firmamento les encanta la ironía, ¿verdad?

—¿Por qué los burócratas síndicos no iban a rechazar la idea de instalar los sistemas de seguridad? —preguntó Desjani.

—Oh, desde luego que se mostrarían reacios. Pondrían aún más empeño que los de la Alianza por tratar el asunto con discreción, hasta que los sistemas estelares empezasen a desaparecer como luces que se extinguen, lo que obligaría a los líderes síndicos a fingir que no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo, que nadie los avisó. Por desgracia, el desastre ya ha comenzado. —Duellos señaló a Rione—. Pero lo que es bueno para la Alianza, también beneficia a los síndicos. Emita los sucesos de Lakota, como ya hemos hecho en todos los demás sitios, y muestre también el diseño del sistema de seguridad, así se propagará rápidamente. Los líderes locales encontrarán la forma de justificar la instalación de los sistemas, ya sea por voluntad propia o con el fin de evitar que la población de sus mundos se amotine. Para cuando los líderes síndicos del sistema estelar nativo tengan conocimiento de todo esto, lo más probable es que los sistemas de seguridad estén instalados en la mayoría de las puertas de la hipernet síndica.

—¿Los síndicos no sospecharán de nuestro diseño? —insistió Desjani.

Crésida fue quien le respondió.

—Cualquier equipo de ingenieros medianamente capaces podrá comprobar que se trata de un sistema cerrado que no hace más que aquello que se supone que tiene que hacer. De hecho, estoy segura de que los síndicos también están desarrollando su propio sistema de seguridad, pero lo más probable es que el proyecto esté detenido por culpa de la burocracia y de esa obsesión de los burócratas por ocultarles las cosas incluso a los de su propio bando.

Desjani exhaló, resignada.

—En ese caso, no puedo negarme. Entrégueles la información a los síndicos. En definitiva, se trata de una decisión que protege a la Alianza.

—De acuerdo. —Geary miró a su alrededor, sabiendo lo que tenía que hacer—. Gracias por ofrecerse voluntario, capitán Tulev, pero no puedo pedirle algo que es responsabilidad mía, por lo que seré yo quien…

—No, usted no —intervino Rione, y suspiró profundamente antes de continuar—. Usted es quien ha de hablarles acerca de cuál es su deber, recordarles el juramento que hicieron y cuáles son las leyes de la Alianza y qué estipula el reglamento de la flota. Pero yo soy una política, por tanto, ¿quién soy yo para hablar de respetar juramentos? Ya se les ha exigido demasiado, a ustedes y a sus ancestros, a lo largo de cien años de guerra. Permitan que esta política les demuestre que los gobernantes que un día eligieron todavía conservan algo de honor. Seré yo quien le entregue la información a los síndicos.

—Señora copresidenta —protestó Geary mientras los demás oficiales miraban asombrados a Rione.

—Yo no estoy bajo su mando, capitán Geary. No puede ordenarme que no lo haga. Las razones aquí aducidas tienen mucho peso, pero no tenemos tiempo para intentar convencer a las autoridades. No es solo el destino de esta flota, también la vida de miles de millones de personas depende de que esta decisión se tome sin más demora. Si después se considera un acto de traición, usted debe permanecer libre de culpa por el bien de la Alianza. A menos que esté preparado para arrestarme y acusarme públicamente de traición, seré yo quien lo haga. —Rione se volvió hacia Crésida—. Capitana, ¿su diseño se encuentra en la base de datos de la flota?

Other books

Los cuadernos secretos by John Curran
A Baby for the Boss by Maureen Child
Her Shameful Secret by Susanna Carr
Breaking Lorca by Giles Blunt
Exit Alpha by Clinton Smith
Kalahari Typing School for Men by Smith, Alexander Mccall
FatedMates by Marie Rose Dufour
The Special Secret by Chloe Ryder