Imperio (37 page)

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Authors: Rafael Marín Trechera,Orson Scott Card

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Imperio
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Cecily retiró la colcha de la cama, se quitó los zapatos y se metió entre las sábanas. Había oído que a veces el olor de un ser querido se queda en las sábanas, en la ropa, pero o bien el tiempo había borrado cualquier olor o simplemente era demasiado familiar para que ella lo detectara. Lloró un rato por eso. Pero también hubiese llorado si los olores hubieran permanecido allí. «Ya era hora de que llorase», se dijo mientras sollozaba.

Y dejó de llorar, al menos por el momento. Se levantó y bajó a la planta baja y entró en la cocina y se puso a vaciar el frigorífico de comida pasada. Allí no había escasez de olores. Sacó las bolsas de basura de la casa y las echó en los grandes cubos de plástico de detrás del garaje. Esperaba que los cubos estuvieran también llenos de basura apestosa, pero algún vecino debía de haberlos llevado a la acera el día de recogida y se los había devuelto. Cecily dudó en echar las bolsas al cubo porque no tenía ninguna intención de estar allí el día de recogida de la basura, pero a lo mejor el vecino lo comprobaría. O tal vez no. Mejor dejar la basura allí que apestando en la cocina.

¿No estaban las bicis de los niños en el jardín? No, les había hecho guardarlas en el garaje antes de marcharse. ¿No? Lo comprobó y allí estaban, así que seguramente lo había hecho: los vecinos no tenían las llaves para entrar y guardar las cosas. No era esa clase de barrio. Cecily era una de las pocas madres que estaba en casa durante el día.

«Quiero volver a estar en casa con mis niños», pensó. Y luego lo susurró:

—Quiero volver a estar en casa.

Pero no de momento. No hasta que hubiera terminado el trabajo que estaba haciendo. Quedaban pruebas que recoger. Más piezas que encajar en el mosaico.

Lo cual la hizo pensar en la «oficina»: una habitación que había en la mitad terminada del sótano donde llevaba las cuentas y guardaba todos los libros y trabajos de Reuben de la universidad. No había nada clasificado ni secreto, nada que no estuviera impreso o en el ordenador familiar. El portátil de la oficina era más de Cecily que de él. Allí era donde controlaba las finanzas familiares y pagaba las facturas online.

Entró en la habitación y encendió la luz. Alguien había estado allí también. El portátil había desaparecido.

Bueno, eso no era ninguna sorpresa. No habrían perseguido tan implacablemente a Cole en busca de la PDA sin buscar también otros sitios donde Reuben pudiera haber guardado sus datos. Pero tenía que alabar a los ladrones por su limpieza. Si habían registrado el resto de los papeles o la casa entera, habían vuelto a ponerlo todo en su sitio de manera tan ordenada que ni se notaba.

Y tal vez había sido el Servicio Secreto el que se había llevado el ordenador. Tal vez lo tenían y se lo devolverían para que pudiera volver a poner al día sus cuentas.

Abrió el cajón del archivador que contenía los papeles de Reuben. No había muchos de los últimos años: todo lo que hacía era tan confidencial que no había ninguna posibilidad de que guardara las cosas en casa. Pero sus trabajos de estudiante estaban todos allí. Los ensayos que había escrito para las clases. Su tesis, naturalmente. Y todos los apuntes de todas sus clases, escritos en persa y perfectamente clasificados.

Sus apuntes siempre le habían parecido hermosos e imponentes. Como el persa se escribe en alfabeto árabe, estaban redactados de derecha a izquierda, con palabras que parecían indistinguibles: cada letra fluía hasta la siguiente y muchas diferencias importantes dependían completamente de los puntos y los signos diacríticos que rodeaban las letras. A alguien que no conociera el alfabeto le parecía más arte que lenguaje. Pero Cecily había aprendido el alfabeto árabe y reconocía muchas palabras en persa nada más verlas.

Suficientes, de hecho, para identificar qué clase de documentos contenía cada clasificador. En el encabezamiento llevaban el nombre de la asignatura y el del profesor, normalmente en caracteres romanos, aunque a veces no. Cecily notó enseguida que los escritos en persa eran palabras traducibles. Sin duda Reuben se divertía pensando en los profesores llamándolos por la traducción al persa de sus apellidos.

«Torrent» era traducible. ¿Cuál era la asignatura de Torrent? No tenía forma de saberlo: la palabra «torrente» no aparecía mucho en los archivos de la PDA de Reuben. Ella no hablaba persa. Lo dominaba más bien como un estudiante graduado domina una lengua extranjera: sabía exactamente lo que le hacía falta para leer un conjunto concreto de documentos y ni una pizca más.

Pero quería saber qué había escrito Reuben sobre la clase de Torrent. Y cuando los muchachos volvieran de Chinnereth y Genesseret, podrían ayudarla a traducirlo.

Si volvían.

No podía pensar así. Eran soldados, igual que lo había sido Reuben. Eran cuidadosos, estaban perfectamente entrenados y eran duros de pelar. Sólo podrían matarlos a traición, como habían hecho con Reuben.

Traición. «Una extraña palabra —pensó—. ¿Qué es un traidor? ¿Cómo se traiciona? Qué extraña palabra. ¿Hay una escuela de traición?» Se rio de su propio chiste y entonces advirtió que, sin Reuben, no tenía a nadie a quien contárselo. El se hubiera echado a reír y probablemente habría continuado con la broma, buscando una rima entre traición y tradición e inventando una palabra nueva. «Nuestros chicos tienen unos maestros perfectamente "traiciónales" este año en el colegio. Llevarán esa enseña "traicional" a clase.»Se habría convertido en un chiste familiar. «¿Qué ha habido de "traicional" hoy en el colegio?» «Ninguno de mis maestros sería condenado por "traicional", papá. Por falta de pruebas.»Y así años.

Pero ya no.

Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Sacó todos los clasificadores que no tenían el nombre del profesor escrito en caracteres romanos y se los llevó al coche. Averiguaría qué le enseñaba Torrent a Reuben. Y, conociendo a Reuben, habría escrito también sus opiniones sobre su profesor.

Sólo cuando cruzaba de regreso el puente de Leesburg se le hizo evidente la relación entre traición y Torrent.

Al principio lo descartó. Luego siguió dándole vueltas.

¿No había sido a causa de Torrent que Reuben había sido reclutado para trabajar con Phillips en sus proyectos clandestinos? Torrent ya estaba bien relacionado en Washington, incluso entonces. Recordó a Reuben hablando de cómo los tipos que lo habían reclutado eran probablemente aquellos a los que Torrent había aludido. Pero recordó con claridad que Reuben había dicho «probablemente». Nadie se había presentado abiertamente como enviado suyo. Reuben se lo había comentado porque Torrent le había dicho que aquellos hombres mencionarían su nombre. Incluso había dicho que pretendía que Torrent le confirmara si los tipos eran aquellos de los que le había hablado.

«¿Lo hizo? ¿O decidió no molestar al gran hombre? ¿O lo intentó, pero Torrent no se molestó en contestar?»Aunque el punto de contacto entre Reuben y Phillips hubiera sido Torrent, eso no implicaba que Torrent tuviera nada que ver con sus actividades. Alguien podría haber dicho «estamos buscando a un hombre en quien confiar para que haga esto y aquello» y Torrent, simplemente, haber recomendado a Reuben.

«Traición», pensó. No dejaba de pensar en traición. No dejaba de pensar en DeeNee. Había trabajado con Reuben años, conocía sus secretos, lo había ayudado a mantener en secreto su trabajo clandestino. ¿Hasta dónde alcanzaba la conspiración?

La información de la PDA formaba parte de los datos que Torrent había usado para deducir dónde tenía que estar la guarnición secreta de Aldo Vero. Pero ¿y si no había sido mera deducción? ¿Y si Torrent formaba parte de todo aquello?

¿Cómo podía ser? Había estado enviando al grupo a misiones que implicaban eliminar aerodeslizadores y derribar mecas y tratar de encontrar armas de PEM. Trabajaba contra los rebeldes.

¿O era parte del plan de Torrent dejar claro que estaba decididamente de parte de la Constitución para poder llegar exactamente donde estaba? Era el futuro vicepresidente y tenía muchas posibilidades de ser nominado para presidente.

No, no. Habría sido demasiado retorcido. Torrent les había expuesto el razonamiento que lo había llevado a aquellos embalses de Washington.

Se lo enseñó. Lo demostró. Dejó la pista clara. Conocía su ubicación desde el principio, pero no podía dársela hasta que hubieran recopilado suficiente información para poder exponer un camino racional hacia una conclusión.

No había ninguna prueba de ello. Probablemente no era cierto. Probablemente.

Pero si lo era, ¿en qué misión se habían embarcado Cole y Load y Benny y Mingo y todos los demás? ¿Qué estaban haciendo realmente? ¿Era una caza absurda? Si Torrent era sincero y realmente había deducido el emplazamiento tal como decía, entonces era bastante probable que fuera un error y no encontraran nada.

Si era cierto, y Aldo Vero (o alguien) tenía un arsenal y una guarnición subterránea en aquellas montañas, entonces, ¿había enviado al grupo a una trampa? ¿Los había utilizado para sus propósitos y ya no los necesitaba? ¿Estaba planeando que los mataran y hacer público el incidente para desacreditar al presidente Nielson y empujar más al país hacia la Restauración Progresista?

No, no podía ser. Porque Torrent había unido su suerte a la del presidente Nielson. No era que se hubiera vuelto un republicano convencido (todavía era imparcial en eso), pero se había declarado a favor de la Constitución y en contra de los rebeldes. Además, si la misión a Chinnereth llevaba al desprestigio, sería también un desprestigio para Torrent. Sus huellas dactilares estaban por toda la misión.

Hizo otra conexión mental. ¿Era posible que tanto Torrent como el general Alton fueran agentes provocadores, parte de la conspiración rebelde con la misión de destruir el Gobierno constitucional poniéndolo en evidencia y proporcionando justificaciones para la Restauración Progresista?

Lo veía todo bajo una nueva luz. O tal vez bajo una nueva oscuridad. Era demasiado retorcido. Muchísimas cosas podían salir mal con un plan semejante. No haces que tu revolución dependa de las acciones de personas que son, esencialmente, actores.

«No, actores no. Topos. Los servicios de espionaje lo hacen continuamente.»A pesar de todo, no podía creer que Torrent fuera una especie de chivo expiatorio representando un papel. Tal como Cole lo contaba, el general Alton había sido tan poco sutil que casi con toda certeza estaba representando un papel: eso era lo que todos suponían. Su misión era conseguir que LaMonte cometiera el error de declarar la ley marcial sin el apoyo del Ejército pero creyendo que lo tenía. ¿Estaba Torrent representando también un papel?

¿Se estaba sacrificando para colocarse en posición de presentarse a la presidencia exactamente en el momento en que promovía el incidente que podía causar el desastre de aquel Gobierno?

Bueno... sí, tal vez. ¿Quién podía saberlo? Ser el vicepresidente recién nombrado haría su respaldo al provocador incidente en Washington mucho más dañino para el presidente Nielson y los constitucionalistas en general.

Las manos le temblaban al volante. «No sé nada de esto —pensó—. No es cierto. Es absurdo. Torrent es brillante. También está muy convencido de sus propios puntos de vista y opiniones, y ahí están los libros para demostrarlo. Es simplemente increíble que se sacrifique por la ambición de otra persona. A menos que sea un fiel creyente en la causa. DeeNee desde luego nunca dio el menor indicio de su profundo odio por todo lo militar y/o conservador. Pero claro, DeeNee mantuvo el secreto no hablando nunca de sí misma ni de sus puntos de vista sobre nada. Torrent no para de hablar. ¿Ha sido todo mentira? ¿Y cuándo empezó?»No era posible.

«Vale, es posible, pero difícil de creer»

No podía ir a preguntarle: «Por cierto, ¿es usted un traidor? ¿Va a traicionar a los leales amigos de mi marido, a esos buenos soldados?»Si formaba parte de la conspiración, entonces había actuado de manera brillante. Los había engañado a todos. Si pertenecía al movimiento rebelde, entonces parte de su actuación había sido ordenar misiones que condujeran a la muerte a muchos soldados rebeldes y chafaran muchos de sus planes.

Ya puestos, ¿por qué no creer también que Cole y los demás estaban implicados en la conspiración y que no habían matado a nadie en realidad sino que habían fingido las batallas y falseado las pruebas y...

Ese camino conducía a la locura. Ella sabía que era lo contrario. Conocía a esos hombres, sabía cómo los había conocido Reuben y no había ningún doble juego en ellos.

Torrent era sin duda exactamente lo que parecía: un brillante catedrático de historia al que habían confiado la oportunidad de ayudar a escribir la historia durante una época de crisis nacional con cuya causa no tenía nada que ver.

Pero mientras conducía hacia Gettysburg, empezó a trazar su propio plan. No esperaría: buscaría a alguien que supiera persa en Gettysburg para que le ayudara a identificar los apuntes de las clases de Torrent y los tradujera inmediatamente. Tal vez sacara algo de las notas de Reuben que tranquilizara su mente o le diera pistas que seguir, como habían hecho los archivos de la PDA.

E investigaría la vida del propio Torrent. Averiguaría a quién conocía. Quién había asistido a sus clases. Quién había patrocinado y asistido a sus conferencias. La prensa estaría haciendo aquella misma investigación, pero ella sabía algo sobre la pereza de los periodistas, sobre su tendencia a encontrar sólo lo que ya estaban buscando. No podía contar con que descubrieran nada, estuviera allí o no. Lo encontraría ella misma.

19. Chinnereth

El ocultamiento y la defensa activa no son estrategias compatibles.

Antes de estar lo suficientemente cerca de Chinnereth y Genesseret para tener que dejar de usar los móviles, Load les informó a todos de lo que había visto durante su primera observación. Las carreteras comarcales Veinte y Veintiuno estaban valladas a causa de la presa y era necesaria una tarjeta electrónica para pasar. Pero no así la carretera Cuarenta y ocho.

—Lo cual es extraño —dijo Load—, porque zigzaguea por toda la montaña y la 4280 la atraviesa y la rodea por encima de Chinnereth. Nada de lo que hagas en Chinnereth queda completamente oculto a alguien que esté en la 4280.

—No es extraño si allí no hay más que un par de presas —contestó Cole.

—Sólo que tendrían que construir presas altísimas y carísimas para contener la cantidad de agua que cabe en esos embalses —dijo Load.

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