Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (55 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
7.1Mb size Format: txt, pdf, ePub
Capítulo CXLII: Cómo el capitán Gonzalo de Sandoval, fue a Chalco e a Tamanalco con todo su ejército, y lo que en aquella jornada pasó dire adelante

Ya he dicho en el capítulo pasado cómo los pueblos de Chalco y Tamanalco vinieron a decir a Cortés que les enviase socorro porque estaban grandes capitanías e escuadrones mejicanos juntas para les venir a dar guerra, y tantas lástimas le dijeron, que mandó a Gonzalo de Sandoval que fuese allá con docientos soldados y veinte de a caballo e diez o doce ballesteros y otros tantos escopeteros y nuestros amigos los de Tascala e otra capitanía de los de Tezcuco, y llevó por compañero al capitán Luis Marín, porque era su muy grande amigo. Y después de haber oído misa, en doce días del mes de marzo de mill e quinientos e veinte y un años fue a dormir a unas estancias del mismo Chalco, y otro día llegó por la mañana a Tamanalco, y los caciques y capitanes le hicieron buen rescibimiento y le dieron de comer y le dijeron que luego fuese hacia un gran pueblo que se dijo Guaxtepeque, porque hallarían juntos todos los poderes de Méjico en el mismo Guaxtepeque o en el camino antes de llegar a él, e que todos los de aquella provincia de Chalco irían con él. Y al Sandoval parescióle que sería bien ir muy a punto y puesto en concierto, y fue a dormir a otro pueblo subjeto del mismo Chalco que se dice Chimaluacán, porque las espías que los de Chalco tenían puestas sobre los culúas vinieron a avisar cómo estaban en el campo no muy lejos de allí la gente de guerra sus enemigos, e que había algunas quebradas de arcabuesos adonde aguardaban. Y como Sandoval era muy ardid y de buen consejo, puso los escopeteros y ballesteros por delante y los de a caballo mandó que de tres en tres se hermanasen, y desque hobiesen gastado los ballesteros y escopeteros algunos tiros, que todos juntos los de a caballo rompiesen por ellos a media rienda y las lanzas terciadas, y que no curasen a lancear sino a los rostros hasta ponelles en huida, y que no se deshermanasen. Y mandó a los soldados de a pie que siempre estuviesen hecho un cuerpo y no se metiesen entrellos hasta que se lo mandase porque como le decían que eran muchos los enemigos, y ansí fue verdad, y estaban entre aquellos malos pasos y no sabían si tenían hechos hoyos o algunas albarradas, quería tener sus soldados enteros, no le viniese ningún desmán. E yendo por su camino vio venir por tres partes repartidos los escuadrones de mejicanos dando silbos y gritas y tañendo trompetillas y atabales con todo género de armas según lo suelen traer, y se vinieron como los leones bravos a encontrar con los nuestros. Y desque el Sandoval ansí los vio tan denodados, no aguardó a la orden que había dado, y dijo a los de a caballo que antes que se juntasen con los nuestros que luego rompiesen, y el Sandoval delante animando los suyos dijo: «¡Santiago, y a ellos!», y de aquel tropel fueron algunos de los escuadrones mejicanos medio desbaratados, mas no del todo para que no se juntaran luego e hicieron rostro, porque se ayudaban con los malos pasos e quebradas, porque los de a caballo, por ser los pasos muy agros, no podían correr, y se estuvieron sin ir tras ellos, y a esta causa les tornó a mandar Sandoval a todos los soldados que con buen concierto les entrasen los ballesteros y escopeteros delante y los rodeleros que les fuesen a sus lados, y desque viesen que les iban hiriendo y haciendo mala obra y oyesen un tiro desta otra parte de la barranca, que seria señal que todos los de a caballo a una arremetiesen a los echar de aquel sitio, creyendo que les metería en tierra llana que había allí cerca, y apercibió a sus amigos que ansimismo ellos acudiesen con los españoles, y ansí se hizo como lo mandó. Y en aquel tropel rescibieron los nuestros muchas heridas, porque eran muchos los contrarios que sobre ellos cargaron. En fin de mas práticas, les hicieron ir retrayendo, mas fue hacia otros malos pasos, y Sandoval con los de caballo les fue siguiendo y no alcanzó sino tres o cuatro; y uno de los nuestros de a caballo que iba en el alcance, que se decía Gonzalo Domínguez, como era mal camino rodó el caballo y tomóle debajo y dende a pocos días murió de aquella mala caída. He traído esto aquí a la memoria deste soldado porqueste Gonzalo Domínguez era uno de los mejores jinetes y esforzado que Cortés había traído en nuestra compañía, y teníamosle en tanto en las guerras, por su esfuerzo, como a Cristóbal de Olí y Gonzalo de Sandoval, por la cual muerte hobo mucho sentimiento entre todos nosotros, Volvamos a Sandoval y a todo su ejército, que los fue siguiendo hasta cerca del pueblo por mí memorado, que se dice Guaxtepeque, y antes de llegar a él le salen al encuentro sobre quince mill mejicanos, y lo comenzaban a cercar, y le hirieron muchos soldados e cinco caballos; mas como la tierra era en partes llana, con el gran concierto que llevaba, rompe los dos escuadrones con los de a caballo, y los demás escuadrones vuelven las espaldas hacia el pueblo para tornar aguardar unos mamparos que tenían hechos; mas nuestros soldados y los amigos les siguieron de manera que no tuvieron tiempo de aguardar, y los de a caballo siempre fueron en el alcance por otras partes hasta que se encerraron en el mismo pueblo en partes que no pudieron haber. Y creyendo que no volverían más a pelear en aquel día, mandó Sandoval reposar su gente, y se curaron los heridos y comenzaron a comer, porque en aquella poblazón se había habido mucho despojo. Y estando comiendo vinieron dos de a caballo y otros dos soldados que había puesto antes que comenzase a comer, los unos para corredores del campo y los soldados por espías, y vienen diciendo. «¡al arma, al arma, que vienen muchos escuadrones de mejicanos!». Y como siempre estaban acostumbrados a tener sus armas muy a punto, y de presto cabalgan e salen a una gran plaza, y en aquel instante vinieron los contrarios, y allí hobo otra batalla. Y después questuvieron buen rato haciendo cara en unos mamparos, y desde allí hirieron algunos de los nuestros, tal priesa les dio el Sandoval con los de a caballo, y con las escopetas y ballestas y cuchilladas los soldados, que les hicieron salir del pueblo por otras barrancas; y por aquel día no volvieron más. Y desque el capitán Sandoval se vio libre de aquellas refriegas dio muchas gracias a Dios y se fue a reposar y dormir a una huerta que había en aquel pueblo, la más hermosa y de mayores edificios y cosa mucho de mirar que se había visto en la Nueva España
[41]
, y tenía tantas cosas de mirar, que era cosa admirable y ciertamente era huerta para un gran príncipe, y aun no se acabó de andar por entonces toda, porque tenía más de un cuarto de legua de largo. Y dejemos de hablar en la huerta, y digamos que yo no vine en esta entrada ni en este tiempo que digo anduve esta huerta, sino de ahí a obra de veinte días que vine con Cortés cuando rodeamos los grandes pueblos de la laguna, como adelante diré; y la causa por qué no vine en aquella sazón es porque estaba muy mal herido de un bote de lanza que me dieron en la garganta, junto del gaznate, questuve della a peligro de muerte, de que agora tengo una señal, y diéronmela en lo de Iztapalapa, cuando nos quisieron anegar, y como yo no fui en esta entrada, por eso digo en esta mi relación fueron, e esto hicieron, y tal les acaesció, y no digo hicimos, ni hice, ni vi, ni en ello me hallé; mas todo lo que escribo acerca dello pasó al pie de la letra, porque luego se sabe en el real de la manera que en las entradas acaesce, y ansí no se puede quitar ni alargar más de lo que pasó. Y dejaré de hablar en esto y volveré al capitán Gonzalo de Sandoval, que otro día de mañana viendo que no había bullicio de más guerreros mejicanos, envió a llamar a los caciques de aquel pueblo con cinco indios naturales de él que habían prendido en las batallas pasadas, y los dos dellos eran principales, y les envió a decir que no hobiesen miedo y que vengan de paz, y que lo pasado se lo perdona; y le dijo otras buenas razones; y los mensajeros que fueron trataron las paces, mas no osaron venir los caciques por miedo de los mejicanos. Y en aquel mismo día también envió a decir a otro gran pueblo questaba de Guaxtepeque obra de dos leguas, que se dice Acapistla, que mirasen que son buenas las paces y que no quieran guerra, y que miren y tengan en la memoria en qué han parado los escuadrones de culúas questaban en aquel pueblo de Guaxtepeque, sino que todos han sido desbaratados; que vengan de paz; y que los mejicanos que tienen en guarda y guarnición que les echen fuera de su tierra; e que si no lo hacen, que irá allá de guerra y les castigará. Y la respuesta fue que vayan cuando quisieren, que bien piensan tener con sus cuerpos y carnes buenas hartazgas, y sus ídolos sacrificios. Y desque aquella respuesta le dieron y los caciques de Chalco que con Sandoval estaban, que sabían que en aquel pueblo de Acapistla estaban muchos más mejicanos en guarnición para les ir a Chalco a dar guerra desque viesen vuelto al Sandoval, a esta causa le rogaron que fuese allá y los echase de allí. El Sandoval estaba para no ir, lo uno porque sabiendo que tenía muchos soldados y caballos heridos, y lo otro como había tenido tres batallas, no se quisiera meter entonces en hacer más de lo que Cortés le mandaba, y también algunos caballeros de los que llevaba en su compañía que eran de los de Narváez le dijeron que se volviese a Tezcuco y que no fuese Acapistla, pues que estaba en gran fortaleza, y no le acaesciese algún desmán. Y el capitán Luis Marín le aconsejó que no dejase de ir a aquella fortaleza y hacer lo que pudiese, porque los caciques de Chalco decían que si desde allí se volvían sin deshacer aquel poder que estaba junto en aquella fortaleza, que ansí como vean o sepan que el Sandoval vuelve a Tezcuco, que luego son sus enemigos en Chalco. Y como era el camino de un pueblo al otro obra de dos leguas, acordó de ir y apercibió sus soldados, y fue allá; y luego como llegó a vista del pueblo, antes de llegar a él le salen muchos guerreros y le comenzaron a tirar vara y flecha y piedra con hondas, y fue tanta como granizo, que le hirieron tres caballos y muchos soldados, sin podelles hacer cosa ni daño ninguno. Y hecho esto, luego se suben entre sus riscos y fortalezas, y desde allí les daban voces y gritas y silbos, y tañían sus caracoles y atabales. Y desque Sandoval ansí vio la cosa, acordó de mandar a algunos de a caballo que se apeasen e a los demás de caballo questuviesen en el campo en lo llano muy a punto, mirando no viniesen algunos socorros de mejicanos a los de Acapistla entre tanto que combatían aquel pueblo. Y desque vio que los caciques de Chalco y sus capitanes y muchos de sus indios de guerraque allí estaban arremolinando, y no osaban pelear con los contrarios, adrede para proballos y ver lo que decían, les dijo Sandoval: «¿Qué hacéis ahí? ¿Por qué no les comenzáis a combatir y entrar en ese pueblo e fortaleza, que aquí estamos que os defenderemos?» Ellos respondieron que no se atrevían, que estaban en fortaleza, que por esta causa venía el Sandoval y sus hermanos los teules con ellos, y con su mamparo y esfuerzo venían los de Chalco, a les echar de allí. Por manera que se apercibe el Sandoval de arte quél y todos sus soldados y escopeteros y ballesteros les comenzaron de entrar y subir, y puesto que rescibieron en aquella subida muchas heridas, y al mismo capitán le descalabraron otra vez y le hirieron muchos amigos, todavía les entró en el pueblo, donde se les hizo mucho daño, y todo lo más del daño que les hicieron fueron los indios de Chalco y los demás amigos de Tascala, y nuestros soldados hasta rompelles y ponelles en huida no curaban de dar cuchillada a ningún indio, porque les parescía crueldad; en lo que más se empleaban era en buscar una buena india o haber algún despojo, y lo que comúnmente hacían era reñir a los amigos porque eran tan crueles y por quitalles algunos indios o indias por que no las matasen. Dejemos de hablar de esto, e digamos que aquellos guerreros mejicanos que allí estaban, por se defender se vinieron por unos riscos abajo cerca del pueblo, y como había muchos dellos heridos de los que se venían a esconder en aquella quebrada e arroyo, y se desangraban, venía el agua algo turbia de sangre, y no duró aquella turbieza ni media avemaría. E aquí dice el coronista Gomara en su historia que, por venir el río tinto en sangre, los nuestros pasaron sed, por causa de la sangre. A esto digo, que allí había tantas fuentes e agua clara abajo, en el mismo pueblo, que no tenían necesidad de otra agua. Volvamos a decir que luego que aquello fue hecho se volvió el Sandoval con todo su ejército a Tezcuco y con buen despojo, en especial de muy buenas piezas de indias. Digamos agora como el señor de Méjico, que se decía Guatemuz, lo supo el desbarate de sus ejércitos, dicen que mostró mucho sentimiento dello, y más de que los de Chalco tenían tanto atrevimiento, siendo sus subjetos y vasallos, osar tomar armas tres veces contra ellos. Y estando tan enojado acordó que entre tanto que Sandoval se volvía al real de Tezcuco, de enviar grandes poderes de guerreros, que de pronto juntó en la ciudad de Méjico, con otros questaban junto a la laguna, y en más de dos mill canoas grandes con todo género de armas salen sobre veinte mill mejicanos y vienen de repente a la tierra de Chalco para hacelles todo el mal que pudiesen; y fue de tal arte y tan presto, que aun no hobo bien llegado Sandoval a Tezcuco, ni hablado a Cortés, cuando estaban otra vez mensajeros de Chalco en canoas, por la laguna, demandando favor a Cortés, porque le dijeron que habían venido sobre dos mill canoas y en ellas sobre veinte mill mejicanos, y que fuesen presto a los socorrer. Y cuando Cortés lo oyó y Sandoval, que entonces en aquel instante llegaba a hablalle y a dalle cuenta de lo que había hecho en la entrada donde venía, el Cortés no le quiso escuchar al Sandoval de enojo, creyendo que por su culpa o descuido rescebían mala obra nuestros amigos los de Chalco; y luego sin más dilación ni le oír le mandó volver, y que dejase allí en el real todos los heridos que traía, y con los sanos luego fue muy en posta. Y destas palabras que Cortés le dijo rescibió mucha pena el Sandoval, y porque no le quiso oír ni escuchar, luego partió para Chalco, y como llegó con todo su ejército bien cansado de las armas y largo camino, paresció ser que los de Chalco luego como que supieron por sus espías que los mejicanos venían tan de repente sobre ellos, y cómo había tenido Guatemuz aquella cosa concertada que diese sobre ellos, según que dicho tengo, sin más aguardar socorro de nosotros enviaron a llamar a los de la provincia de Guaxocingo, questaba cerca, los cuales vinieron aquella mesma noche muy aparejados con sus armas y se juntaron con los de Chalco, que serían por todos más de veinte mill dellos; ya les hablan perdido el temor a los mejicanos, gentilmente los aguardaban en el campo, y pelearon como muy varones, y puesto que los mejicanos mataron y prendieron muchos dellos, los de Chalco les mataron muchos más y les prendieron hasta quince capitanes y hombres principales, y de otra gente de guerra de no tanta cuenta se prendieron muchos, y túvose esta batalla entre los mejicanos por grande deshonra suya, viendo que los chalcos los vencieron, en mucho más que si los desbaratamos nosotros. Y como llegó Sandoval a Chalco y vio que no tenía qué hacer ni de qué se temer, que ya no volverían otra vez los mejicanos sobre Chalco, da vuelta a Tezcuco, y llevó los presos mejicanos, con lo cual se holgó mucho Cortés, y Sandoval mostró gran enojo de nuestro capitán por lo pasado, y no le fue a ver ni hablar, puesto que Cortés le envió a decir que lo había entendido de otra manera, y que creyó que por descuido del Sandoval no lo haber remediado, pues que iba con mucha gente de caballo y soldados, y no haber desbaratado los mejicanos, se volvía. Dejemos de hablar de esta materia, porque luego tornaron a ser amigos Cortés y el Sandoval, y no vía Cortés placer que hacer al Sandoval por tenelle contento. Dejallo he aquí, y diré cómo acordarnos de herrar todas las piezas esclavas y esclavos que se habían habido, que fueron muchos, y de cómo vino en aquel instante un navío de Castilla, y lo que más pasó.

Other books

The Ghost of Tillie Jean Cassaway by Ellen Harvey Showell
Holiday Hideout by Lynette Eason
Stranger in the House by MacDonald, Patricia
Wings by Owens, J. C.
Gone Bad by Lesley Choyce
The Preacher's Daughter by Beverly Lewis
The Trojan Boy by Ken McClure