Read Historia del Antiguo Egipto Online
Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock
Tags: #Historia
En el Egipto romano hay muchos restos de artesanía y artes menores. Casi todos los yacimientos del período están cubiertos de cerámica, cristal, fayenza y materiales orgánicos como cestería, telas y cuero, que por lo general no se ven en climas más templados. Dada la riqueza arquitectónica y escrita egipcia, los objetos cotidianos han recibido menos atención de la que merecen. Su potencial para el análisis del comercio, la cronología y la tecnología todavía ha de comprenderse, pero desde que en la década de 1980 comenzaran a realizarse los primeros de ellos, toda una serie de estudios sistemáticos están empezando a ofrecer resultados interesantes.
La cerámica tiene un papel vital en muchos aspectos de la investigación arqueológica. Las importaciones al Egipto romano, como las jarras de vino procedentes de Italia y la Galias, las jarras de aceite de Hispania, la cerámica roja de calidad del norte de África o las lámparas de Italia pueden ser reconocidas y fechadas. Su importancia era innegable y están comenzando a arrojar luz sobre los contactos comerciales de Egipto con el resto del Mediterráneo No obstante, nuestro conocimiento de las cerámicas locales egipcias todavía es relativamente limitado. La mayor parte de las colecciones están dominadas por jarras de «barro del Nilo», una arcilla apagada de color marrón oscuro, característica de la llanura inundable del río. Todo lleva a pensar que eran producidas en muchos alfares repartidos por el valle del Nilo y el delta, pero en realidad existe una importante laguna arqueológica y sólo conocemos unos cuantos hornos (todos ellos situados en la costa meridional del lago Mareotis, cerca de Alejandría, y descubiertos gracias a las investigaciones de un solo hombre, Jean-Yves Empereur). Estos hornos alejandrinos parecen haber producido un tipo de ánfora que no es fácil de fechar y que aparece en la mayor parte de los yacimientos romanos de Egipto. Durante el siglo III d.C. los hornos pueden haber producido imitaciones de ánforas koan, probablemente porque estaban destinadas a contener vino koan, que era una variedad medicinal hecha con agua de mar.
En el otro extremo de Egipto, en Asuán, se fabricaba una cerámica de engobe rojo o blanco que también se encuentra por todo el país, sobre todo en contextos del siglo I y II d.C. Sin embargo, casi con seguridad se trata sólo de una parte de la historia y habría otros muchos centros de producción en el valle del Nilo donde se fabricaban jarras o vajillas domésticas de calidad, como la «cerámica de engobe rojo» egipcia definida por primera vez por John Hayes. Entre los papiros de Oxirrinco hay tres que son contratos de arrendamiento de cerámica. Parece que la producción estaba muy ligada al Estado. El arrendador, presumiblemente el Estado, accede a proporcionar el edificio, el almacén, el torno, el horno, la cerámica y el combustible para quemar, a cambio de lo cual el arrendatario debe proporcionar la mano de obra y entregarle al arrendador una elevado número de jarras, en un caso más de quince mil, destinadas a contener la producción estatal. Es una pena que no sea posible relacionar estas fascinantes pruebas documentales de producción estatal con la cerámica o incluso el tipo de recipientes.
En la mayor parte del mundo romano, las vajillas de calidad se fabricaban con un tipo de cerámica de engobe rojo producido en la Galia, Italia o el este. Si bien también se encuentran en Egipto, aquí su lugar lo ocupan recipientes de brillante fayenza de color azul o verde. La fayenza no es cerámica, sino una frita de cuarzo vidriada, creada machacando cuarzo y mezclándolo con una sal alcalina y un colorante como la sal de cobre. Hay varios modos de fabricar fayenza y todos ellos producen casi el mismo resultado: por ejemplo, un núcleo de cuarzo fino cementado con un álcali puede ser introducido dentro de una mezcla de vidriado formada por cenizas vegetales, óxido de cobre y cal; en otros casos la frita puede ser preparada y pintada dentro del núcleo con forma. También es posible que, mientras el cuarzo se seca, se distribuya el colorante sobre su superficie, de modo que al calentarlo se funda para producir su característico vidriado. La fayenza no es líquida, de modo que por lo general se trabajaba con moldes, por lo que es adecuada para producir cuentas y figuritas, pero en la época romana se empleó para platos, bandejas y copas. Sabemos poco sobre la producción de fayenza romana y, por desgracia, el único horno conocido de fayenza fue excavado a principios del siglo XX, antes de que se hubieran desarrollado las técnicas modernas de observación y registro.
El cristal es otro componente habitual de los depósitos de basura romanos. Gran parte del mismo es de una calidad sorprendentemente buena, a menudo con paredes finas y bien logrado. Incluso en los yacimientos del desierto los recipientes pueden ser soplados con molde, con adornos multicolores o con decoración cortada. En la actualidad no está claro cuánto se importaba desde los grandes talleres de Siria y cuánto se producía de forma local. Alejandría es descrita por Estrabón y otros escritores tardíos como un gran centro productor de cristal, donde quizá se fabricaran algunos de los recipientes policromos más delicados, pero arqueológicamente es muy poco lo que sabemos de ello. A juzgar por el gremio de trabajadores del cristal mencionado en los papiros de Oxirrinco, hubo otras fábricas de cristal.
La producción de harina era otro comercio importante, estrechamente relacionado con la subsistencia. Ciertamente se utilizaban piedras de moler móviles, pero el tipo de molino más empleado es el «olintio» o de palanca. Está formado por una losa de unos cincuenta centímetros cuadrados con una ranura en medio que forma la tolva. Encima de la piedra se ñja una palanca, que oscila hacia delante y hacia atrás en torno a un pivote. Se han encontrado ejemplos en el asentamiento griego de Náucratis, pero también en Quseir el Qadim y en los fuertes de Tiberiana (Barud) y Mons Porphyrites. Es casi seguro que este tipo de molino fue introducido por los griegos, que continuaron utilizándolo al menos hasta el siglo III a.C. No obstante, en Egipto siguieron en uso hasta la época romana y el ejemplar de Quseir es del siglo I d.C., mientras que los de los otros fuertes son de los siglos I—II d.C. El fuerte de Badia, en el complejo del Mons Porphyrites, ha proporcionado componentes de molinos segmentados fabricados con lava, probablemente procedente de la isla griega de Nisyros. El tipo se conoce de la isla de Délos, si bien los ejemplares de Badia pueden ser de época romana posterior.
Parece que en el mundo Antiguo Egipto era conocido por sus tejidos y en las ciudades de Antinoopohs y Panopolis, donde probablemente hubiera molinos de lana, se han encontrado importantes colecciones de ellos, en gran parte del Período Romano tardío. De nuevo Alejandría parece haber sido importante, siendo sede del comercio del lino y del trabajo de las sedas orientales.
Otras manufacturas que pueden mencionarse son el cultivo y fabricación de papiro, de medicinas, la confección de joyas, trabajos de cuero y la metalurgia, todas ellas todavía mal estudiadas.
La demografía del Egipto romano durante los tres primeros siglos de nuestra era está bien documentada, pues contamos con unos trescientos papiros donde se recogen censos. En ellos no sólo se detalla a los miembros de las familias que viven en el valle del Nilo, sino también a sus inquilinos y esclavos.
Los cálculos de la población del Egipto romano no son sencillos, sobre todo porque las dos principales fuentes históricas se contradicen mutuamente: Diodoro Sículo calcula que la población en el siglo I a.C. era de tres millones de personas, mientras que Josefo, que escribió en el siglo I d.C., nos habla de 7,5 millones sólo en Alejandría. En general, los especialistas actuales tienden a considerar más creíble la cifra de Diodoro.
Diodoro dice que Alejandría, una de las ciudades más populosas del Mediterráneo antiguo, contaba con una población de 300.000 personas, que no se aleja demasiado de los 500.000 habitantes de los cálculos modernos. Se puede decir que la población rural estaba repartida entre unos 2.000 o 3.000 poblados, cada uno de ellos con una población media de entre 1.000 y 1.500 personas, lo que concuerda bien con la probable población rural en Egipto en el siglo XIX. Este tipo de cálculos por parte de los especialistas modernos da un total de 4,75 millones de habitantes, de los cuales 1,75 millones vivían en las ciudades.
Los registros del censo nos permiten dar vida a estas cifras desnudas. Parece que dos terceras partes de los hogares estaban formados por familias nucleares (con sus hijos) o múltiples familias relacionadas, mientras que la mayoría del resto de hogares estaban ocupados por personas solas o por familias ampliadas con la presencia de parientes. Los inquilinos parecen haber sido comparativamente escasos. En cambio, los esclavos formaban un 2 por ciento de la población total. Como los registros informan de la edad, es posible calcular las tasas de mortalidad. Entre las mujeres, parece que muy pocas llegaban a los sesenta años y la esperanza de vida media femenina se encontraba en unos 20-25 años. Para los hombres, la esperanza de vida era al menos de 25 años. La relación entre las 1.022 personas cuyo sexo ha podido ser deducido es de 540 hombres por 482 mujeres, pero entre los esclavos es al contrario (34 hombres y 68 mujeres).
El matrimonio en el Egipto romano era una categoría legal que tenía consecuencias para los vastagos, pero las bodas y los divorcios eran cuestiones privadas en las que el Estado no intervenía. La esposa vivía casi siempre en casa del marido, a menudo con toda su familia. Aproximadamente una sexta parte de los matrimonios se producían entre hermanos y hermanas. La mayor parte de las mujeres estaban casadas a finales de la adolescencia y virtualmente todas al final de su segunda década de vida, pero sólo la mitad de los hombres estaban casados con 25 años. La edad media de la maternidad en las mujeres era en torno a los 27 años. La imagen demográfica del Egipto romano se corresponde estrechamente con la de una típica población mediterránea preindustrial.
En todas las provincias romanas se produjo una amalgama entre la influencia de Roma y la cultura indígena. En la mayor parte de los casos, la primera sometía a la segunda. Por ejemplo, aunque en la Gran Bretaña o la Galia romanas persisten restos de la anterior Edad del Hierro, el aspecto más evidente de ellas es el cambio que se produce hacia un estilo de vida mediterráneo. Sólo en Egipto, y hasta cierto punto quizá en las tierras griegas del Mediterráneo nororiental, el Período Romano fue una época de continuidad con lo que existía anteriormente. Una de las razones puede ser la arquitectura faraónica. La creación de un paisaje dominado por edificios construidos a base de sillares enormes, difíciles de derribar, sería un factor importante. Servían exactamente para lo que fueron concebidos: recordarle a la gente la grandeza de la civilización faraónica y ser un testigo constante de las creencias y valores de este período de grandeza egipcia. Es posible que no fuera la única razón, pero seguramente fue uno de los factores que contribuyeron a ello.
Sería un error sugerir que la era romana fue un período de estancamiento o que no se produjo ningún cambio durante los siete siglos transcurridos entre la muerte de Cleopatra, el 12 de agosto de 30 a.C., y la conquista árabe de 642 d.C. No obstante, el principal cambio cultural echó raíces en el siglo III d.C., cuando el cristianismo fue aceptado de forma general, como sucedió en todo el imperio. El monasticismo apareció en el desierto egipcio liderado por personas como san Pablo y san Antonio. Incluso en ellos tuvo influencia la cultura faraónica, pues Antonio comenzó su vida religiosa viviendo en una vieja tumba cerca de su poblado en el Nilo y allí fue donde luchó contra los demonios y los animales salvajes, antes de encaminarse hacia el desierto.