Historia del Antiguo Egipto (81 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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El ejército

Al igual que en las demás provincias, el principal agente de control era el ejército. La documentación epigráfica y papirológica proporcionada por Egipto nos ofrece una imagen sin igual del funcionamiento de un ejército provincial, a la cual podemos añadir las pruebas arqueológicas de los campamentos desde los cuales operaba. Muchos de éstos, preservados en el desierto, todavía se conservan hasta lo alto de los muros.

Una de las principales fuentes históricas antiguas sobre la disposición de las tropas es Estrabón (17. 1. 12), que en un pasaje muy citado dice:

Hay tres legiones de soldados, una en la ciudad y las otras en la chora. Además hay nueve cohortes, tres en la ciudad, tres en Siena en la frontera con Etiopía, como guardia de esos lugares, y otras tres en la chora. Hay tres unidades de caballería que también están estacionadas en lugares importantes.

La ciudad es, por supuesto, Alejandría, donde hasta finales del siglo XIX estuvo el fuerte de Nicópolis (unos cinco kilómetros al este del centro). Hoy día quedan unos pocos restos en el palacio del jedive, que se construyó sobre su emplazamiento y casi lo destruyó por completo. Otra legión parece haber estado estacionada en la fortaleza de Babilonia (fragmentos de la cual todavía pueden verse en los terrenos del Museo Copio de El Cairo), mientras que la tercera tenía la tarea de guardar la Tebaida. Las legiones desplegadas incluyen la XXII Deiotariana, la III Cirenaica, la II Trajana y la XV Apolinaria.

Estrabón es mucho menos concreto sobre las unidades auxiliares, pero en este caso podemos rellenar los detalles gracias a varias fuentes, tanto de Egipto como del exterior. Entre las pruebas figuran dedicatorias, diplomas, lápidas funerarias y otras inscripciones, así como papiros y ostraca, estos dos últimos más o menos Hmitados al propio Egipto. Durante los tres primeros siglos de nuestra era parece haber habido como media entre tres y cuatro
alae
(unidades de caballería) estacionadas en el país, así como unas ocho cohortes, lo que coincide notablemente bien con la afirmación de Estrabón.

Las unidades cambiaban y se trasladaban de una parte a otra tanto del imperio como dentro del propio Egipto y, en algunos casos, es posible reconstruir su historia. Así, el alaVocontorium es una de las primeras y mejor atestiguadas unidades auxiliares en Egipto. Antes del año 60 d.C. parece haber estado acantonada en la zona de Koptos y también hay pruebas de su presencia en el fuerte de Babilonia en el año 59 d.C. Durante la época flavia puede haber servido en la frontera germana, regresando a Egipto en 105 d.C. Posteriormente fue desplegada en el Desierto Oriental, en el Mons Porphyrites (116 d.C.) y luego en el valle del Nilo de nuevo, hasta que desaparece de los registros en 223-225 d.C.

Otro ejemplo es la cohorte II Ituraeorum, que encontramos en Siena (Asuán) en 28 y 75 d.C. y después en otros lugares de la región, antes de terminar en el Mons Claudianus en 223-225 d.C.

La tareas que el ejército tenía que realizar eran variadas. Obviamente, la defensa del imperio era importante. Según Estrabón, las zonas al sur y al este de Egipto estaban pobladas por tribus que los romanos identificaban en gran parte por sus costumbres alimentarias. Caben pocas dudas de que las tropas estacionadas en Siena (Asuán) estarían encargadas de asegurar los límites meridionales del Estado. Del mismo modo, la seguridad del desierto sería, hasta cierto punto, responsabilidad de las unidades con base en el Nilo en el Alto y el Medio Egipto. Es indudable que hubo campamentos en lugares tanto del Desierto Oriental como del Occidental, pero parecen haber estado tan relacionados con la explotación y promoción del comercio como con la seguridad.

No obstante, el ejército acantonado en Egipto tuvo un papel destacado en la mayor parte de las campañas militares orientales, como la anexión de Arabia en 106 d.C. y la guerra parta de Trajano. También fue llamado para acabar con las rebeliones judías en los siglos I y II d.C. Aquí habrían tenido un papel destacado las legiones de Nikopolis y las unidades estacionadas en Pelusio, en el norte del Sinaí, pues se habrían podido desplazar con relativa rapidez a los puntos conflictivos orientales. Es indudable que Alejandría era la principal base militar. Las legiones estacionadas cerca se habrían encargado de controlar a la revoltosa muchedumbre alejandrina, protegiendo esa joya de ciudad contra cualquier ataque, patrullando la zona rural y tomando parte en los más amplios problemas del imperio.

De hecho, la principal tarea del ejército en cualquier lugar era la de actuar como fuerza de policía. Existe un importante número de ostraca, sobre todo referidos al Desierto Oriental, que especifican las obligaciones de la guardia y el personal de las
skopeloi
o torres de vigilancia. Parece que los guardias estaban organizados en
dekanoi
, los cuales eran controlados por
curatores
, que a su vez eran responsables ante los centuriones. Los movimientos por las rutas del desierto parecen haber estado estrictamente controlados, siendo necesarios salvoconductos escritos sobre ostraca y en ocasiones quizá papiro. Es indudable que se trataba de una medida destinada a limitar el bandidaje, por el cual Egipto era conocido. Este problema venía de antaño y seguramente fue una de las principales preocupaciones del ejército, con unidades de soldados bajo el mando del
strategos
a la caza, tanto de los bandidos como de sus simpatizantes entre la población civil. El bandidaje era especialmente notable en las partes montañosas del Desierto Oriental, donde había muchas posibilidades para esconderse y atacar las caravanas cargadas de bienes de lujo orientales que viajaban desde Berenice o Myos Hormos (Quseir el Qadim), en la costa del mar Rojo, hasta el Nilo. Sin duda esto explica la cadena de fuertes existente entre Berenice y Koptos y, sobre todo, los fuertes y numerosas torres de vigilancia que hay en el camino entre Qusr el Qadim y Koptos.

El ejército parece haber estado implicado en otras muchas actividades, como la supervisión de los barcos cargados de grano que descendían por el Nilo hasta Alejandría y la protección de los siempre impopulares cobradores de impuestos mientras realizaban su trabajo, además de llevar suministros y supervisar las tareas de minería y extracción de piedra en el desierto. En este caso, la documentación del Mons Claudianus sugiere que vivían junto a los civiles y formaban parte integral del sistema extractor. Entre otras cosas, se encargaban de la supervisión de los
skopeloi
, de la vigilancia de objetos valiosos como las herramientas de hierro y quizá del mantenimiento de las infraestructuras.

La economía

En la economía de Egipto existen tres aspectos relacionados entre sí. El más importante es la producción económica del valle del Nilo y el delta. La fecundidad de Egipto era bien conocida y la ciudad de Roma confiaba mucho en los barcos de grano alejandrinos para alimentar a su nutrida población. Una segunda faceta es la extracción de mineral, centrada en gran parte, pero en modo alguno de forma exclusiva, en el Desierto Oriental. Aquí se llevaba extrayendo oro desde la época faraónica, pero durante el Período Romano también fue una fuente de piedras exóticas como el granito del foro y el pórfido imperial. El granito rojo de Asuán posee una larga historia de extracciones y no resulta sorprendente que fuera una de las principales piedras decorativas utilizadas por los romanos.

El tercer aspecto de la economía es el papel representado por Egipto en la articulación del comercio romano. Evidentemente, Alejandría fue una de las grandes ciudades comerciales del mundo antiguo, pero la posición de Egipto es única, con acceso tanto al Mediterráneo como al mar Rojo, que a su vez conduce al océano índico y más allá. De modo que el país tuvo un papel destacado en el comercio de Roma con Oriente, con la India en concreto, a través de la cual se entró en contacto con Malasia y posiblemente incluso con China.

Para muchas personas, Egipto es una estrecha franja de tierra que se extiende hasta un triángulo que forma el delta. Aquí es donde vive y trabaja la población y donde crece el alimento. Hoy día, como antaño, la fértil tierra produce excedente. El origen de la fertilidad no es, como resulta obvio, el clima, pues la lluvia es desdeñable, sino el Nilo. Antes de construirse la primera presa de Asuán, el río inundaba sus orillas anualmente, depositando así una capa nueva de rico barro en la superficie de los campos. Tan importante era esta crecida que su altura era medida con nilómetros especialmente construidos para ello; podemos encontrar ejemplos romanos, por ejemplo, en Asuán y Luxor, y uno medieval excelente en El Cairo. El nivel impositivo se fijaba según la altura del agua: una buena crecida significaba una buena cosecha y que la población sería capaz de soportar impuestos más elevados. Plinio (
Historia natural
, 5, 58) es muy concreto sobre la importancia de la crecida:

La crecida media es de siete metros. Un volumen menor de agua no irriga todos los puntos y una mayor, al retirarse con demasiada lentitud, retrasa la agricultura; esta última consume el tiempo destinado a sembrar debido a la humedad del suelo, mientras que la primera no da tiempo a sembrar porque el suelo se reseca. La provincia apunta cuidadosamente ambos extremos: en una crecida de cinco metros y medio ve hambruna e incluso con una de seis metros comienza a sentir el hambre, pero seis metros y medio suponen alegría, seis metros y tres cuartos completa confianza y siete metros deleite.

La confianza de Roma en el grano egipcio tenía una larga historia que se remontaba hasta los ptolomeos, pues ya en 211 o 210 a.C. Roma pidió un envío de grano a ptolomeo IV. La llegada de los cargamentos de grano alejandrino se convirtió en un elemento importante de la economía de Roma, del que podía depender el destino del emperador. Durante el principado de Augusto los envíos pudieron alcanzar los veinte millones de
modii
(bastante más de un millón de toneladas). El comercio de grano formaba parte de la
annona
, un impuesto en especie que cobraba Roma a las provincias productoras. Hay alguna documentación que sugiere que incluso el coste del transporte desde la heredad hasta el Nilo corría a cargo de los productores.

El suministro de grano desde las zonas de cultivo hasta los almacenes de Alejandría era una operación cuidadosamente regulada. El transporte era realizado por el
sitologos
(funcionario del grano), ayudado por el
antigrapheus
(administrativo) y un asistente financiero.

Al capitán del barco se le entregaba una muestra sellada o
deigma
para que la entregara junto al cargamento. Era una protección contra la adulteración o sustitución de la carga por otra de menor calidad durante el viaje. En cualquier caso, parece que era práctica habitual que hubiera un soldado a bordo durante el transporte. A la llegada a los grandes graneros de Alejandría, el grano pasaba al cuidado de unos procuradores romanos especiales, quienes junto a su equipo eran los responsables de su cuidado y conservación.

Los barcos del grano por lo general dejaban Alejandría en mayo o junio y el viaje hasta Roma, contra los preponderantes vientos del norte, podía tardar un mes y quizá incluso dos. La ruta sería a lo largo de la costa del norte de África o por el norte de Chipre para luego remontar el sur de Turquía. El regreso, con el viento de popa, tardaba cerca de una quincena, viajando los navíos con la «velocidad de caballos de carreras», como dijo el emperador Calígula. En cualquiera de ambos sentidos, el viaje no carecía de peligros, como demuestra claramente el naufragio de san Pablo en Malta.

Arqueológicamente, conocemos muy poco sobre las heredades que producían este grano, pero el papiro que se conoce como el archivo Heroninos permite reconstruir con detalle el modo de trabajar de una de ellas durante el siglo III d.C.: la propiedad de Apiano en Fayum. Parece que su dueño, Aurelio Apiano, era un terrateniente de cierta categoría con bienes comparables a los de un senador romano. Sus administradores centrales, ligados mediante el patronazgo, eran reclutados de entre los concejales de la ciudad y los terratenientes del nomo; por debajo de ellos se encontraban los
phrontistati
o gerentes de producción, reclutados probablemente entre las familias rurales ricas, que quizá trabajan a la vez para varias heredades. El esfuerzo lo proporcionaba un núcleo de trabajadores a tiempo completo, complementados con trabajadores extra cuando ello era necesario. Parece que la mano de obra pagada que suministraban las clases más pobres del Egipto rural hacían innecesario y poco rentable el trabajo esclavo.

Había tres categorías de trabajadores a tiempo completo: los
paidaria
, los
oiketai
y los
metramatiaioi
. Las dos primeras categorías parecen haber estado empleadas de por vida y quizá se les proporcionaba alojamiento gratis; mientras que los
metramatiaioi
eran aldeanos independientes contratados para trabajar durante un número variable de años. Los trabajadores casuales procedían de entornos muy diferentes, en ocasiones de fuera del poblado.

El objetivo principal de la unidad era la producción de vino para su venta en el exterior. Las otras cosechas se cultivaban para proporcionar comida a los trabajadores, pasto para los animales y grano para los impuestos. Todas eran necesarias para permitir la viabilidad económica de la heredad. De modo que el grano por el que tan conocido era Egipto se producía como parte de un complejo y sofisticado sistema agrícola que daba beneficios de otros modos.

Los recursos minerales del Desierto Oriental ya se conocían y explotaban durante la época faraónica. Por ejemplo, las minas de amatista de Wadi el Hudi han proporcionado una estela donde se menciona el empleo del ejército en las minas que se explotaban durante el reinado de Senusret I, en el Reino Medio. Además, al templo de Seti I en Abydos (Reino Nuevo) se le concedió el derecho de explotar las minas de oro del Desierto Oriental, un grupo de obreros para traer de vuelta el oro y un asentamiento en las propias minas. Es muy posible que estemos hablando de las minas de Umm el Fawakhir, en Wadi Hammamat, que todavía seguían utilizándose a finales del siglo XX. Se cree que un notable mapa sobre papiro conservado en el Museo Egipcio de Turín representa esta zona.

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