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Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

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Andrea fue también en esta ocasión quien primero habló.

—Yo… lo siento, Georgia Shaun. Yo sólo… entré porque Buffy me lo pidió. Nunca quise mezclarme en este tipo de cosas. No puedo.

—No pasa nada, As —repuso Shaun en tono tranquilizador. Siempre se le han dado bien estas cosas; otra diferencia entre nosotros—. Gracias por la dedicación que has puesto siempre a tu trabajo con nosotros.

—Lo siento. No puedo continuar —se disculpó Andrea—. Yo… buena suerte a todos. —Se secó las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano y su mirada se desvió del objetivo de la cámara web un instante antes de que su imagen desapareciera y dejara en su rincón de mi pantalla un rectángulo negro.

Ese fue el pistoletazo de salida. Los marcos de las ventanitas de la gente que firmaba sus nuevos contratos se ponían blancos, mientras que se convertían en rectangulitos negros en el caso de los colaboradores que lo rechazaban y que se desconectaban tras farfullar una disculpa. La mayoría de las respuestas que recibimos no supusieron ninguna sorpresa. Sabía que Alaric y Becks se quedarían, y Shaun me había asegurado lo mismo respecto a Dave. Con Buffy muerta no había nadie que pudiera responder por los ficcionistas, y parecía probable que perdiéramos por lo menos a la mitad de ellos. Lo que no me esperaba era que una buena parte de mis reporteros me pidieran disculpas y se les unieran en la espantada.

Luis fue el más claro.

—No es que piense que no estáis haciendo lo correcto. Os conozco. Estáis haciendo lo único que podéis hacer, pero habrá gente que salga malparada y no puedo permitirme ser uno de ellos. Tengo una familia. Lo siento —se disculpó antes de desaparecer como la mitad de los ficcionistas y del personal de administración.

Cuando el torrente de desconexiones cesó, quedamos menos de la mitad de la plantilla original, y las únicas ventanitas cuyos marcos todavía no estaban blancos eran las de Magdalene y Mahir. Clavé la mirada en la imagen de mi inquieto ex lugarteniente.

—Te llamaré cuando acabemos —dije antes de introducir el código para apagar su conexión—. Magdalene, puedes quedarte siempre y cuando tengas claro que ya no formas parte de la plantilla de esta página.

—Supongo que vais estudiar los riesgos de la situación actual y que no me habéis ofrecido aún un nuevo contrato, porque el anterior necesitará una revisión ya que queréis que sustituya a Buffy —soltó Magdalene como si tal cosa—. ¿He acertado?

—Has acertado de lleno —afirmó Rick.

—Me quedaré. Este problema me afecta tanto como a vosotros, y mi departamento me exigirá que sepa lo que está pasando.

—Gracias —dije. Y lo dije de corazón. Nunca podría sustituir de verdad a Buffy, pero su respuesta me indicaba que estaba dispuesta a intentarlo—. Rick, envía los archivos.

—Enviados.

—Revisad el correo electrónico. Encontraréis un archivo adjunto con toda la información que hemos recopilado hasta el momento; entre otras cosas sabemos que quienquiera que ordenara la muerte de Buffy ocupa un cargo importante en el gobierno. Esta información no sólo es sumamente delicada, sino que es potencialmente suficiente para que cualquiera de nosotros muera asesinado. Leedla, movedla a un disco duro que no esté conectado a la red y borrad el correo electrónico. La decisión de participar en las futuras investigaciones de lo que está sucediendo aquí es toda vuestra, pero en el caso de que se nos declare culpables de, por ejemplo, traición contra el gobierno de Estados Unidos, todos habréis aceptado jugaros el pellejo. Bienvenidos a nuestro bando. —Me puse en pie—. Shaun y Rick se quedarán con vosotros para aclararos todas las dudas que tengáis; Shaun responderá las preguntas de los irwins y Rick, como mi nuevo lugarteniente, responderá las de los reporteros. Os agradezco vuestra presencia. Ahora, si me perdonáis, tengo que realizar una llamada telefónica. —No hice caso a sus protestas, me metí en el cuarto de baño y apagué las luces antes de cerrar la puerta a mi espalda.

Mientras Dave y Alaric habían estado atareados preparando contrarreloj una nueva sala de reuniones virtual, Shaun y yo habíamos estado aislando el cuarto de baño con su propia pantalla de frecuencias, creando una envoltura aislante que sólo podían penetrar las transmisiones realizadas con una amplitud de banda muy determinada. La mayoría de mis dispositivos quedaban prácticamente inutilizables a ese lado de la puerta, que era exactamente lo que yo deseaba. Si a mí me costaba tanto llamar fuera, el resto del mundo tardaría una eternidad en localizarla.

Incluso con las frecuencias de la pantalla aislante introducidas en mi PDA tardé casi cinco minutos en comunicarme con el teléfono de Mahir.

—¿De qué demonios iba todo eso? —inquirió de buenas a primeras en tono serio y evidentemente dolido—. ¿Te he dado algún motivo para que dudes de mi entrega a la página? ¿Alguna vez he hecho algo que no fuera lo que me habías pedido expresamente? Porque ahora mismo no es que me sienta muy valorado, la verdad, señorita Mason.

—Yo bien, ¿y tú qué tal, Mahir? —repliqué, apoyándome contra el lavabo y quitándome las gafas de sol. El resplandor que despedía la pantalla de la PDA me bastaba para ver lo que había alrededor; eso no me aliviaba el dolor de cabeza, pero al menos era un principio—. Valoro enormemente tu trabajo. Por eso te he despedido.

El silencio que siguió se prolongó mientras Mahir intentaba desentrañar el significado de lo que acababa de decirle.

—Me temo que no te sigo —confesó al cabo.

—Mira. Todo apunta a que las cosas se van a poner aún más feas. —Ojalá estuviera mintiéndole; nunca he deseado tanto saber mentir—. Estamos jugando a un juego para el que no estamos preparados, y no tenemos a nadie para que nos diga qué herramientas debemos utilizar. Todavía nos queda por averiguar qué estamos buscando exactamente, o nos hundiremos.

—¿Y qué tiene eso que ver con mi despido? No parece preocuparte arrastrar a todo el mundo en tu hundimiento. ¿Qué he hecho yo para perder mi derecho a un asiento en el
Titanic
?

—La verdad es que te necesito para que te encargues de las comunicaciones desde la torre de control del guardacostas.

Se hizo otro silencio durante unos segundos.

—Te escucho —dijo Mahir por fin.

—Si las cosas se ponen tan feas como parece que se van a poner, si todo sale rematadamente mal, nosotros podríamos acabar muertos, y todas las personas que trabajan para la página podrían acabar acusadas de traición al gobierno de Estados Unidos. Si quien sea que está detrás de esto consiguiera transformar de alguna manera su conspiración para que parezca nuestra conspiración, cualquier empleado de Tras el Final de los Tiempos podría ser acusado de terrorismo y de pretender utilizar el Kellis-Amberlee en estado activo para provocar la amplificación del virus en seres humanos.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Mahir, horrorizado—. No se me había ocurrido.

—Ya me imaginaba que no —apunté con gravedad.

El fallo Raskin-Watts de 2026 no sólo tuvo impacto en Estados Unidos. ¿Cómo podía una nación, por muy contraria que fuera al gobierno de Estados Unidos, permitirse el lujo de aparecer ante los ojos de la comunidad internacional como un país permisivo en materia de infectados? Todas las naciones desarrolladas del mundo que tenían firmados tratados de extradición se habían apresurado para, a finales de 2027, tener aprobada una ley que establecía que cualquier individuo acusado de utilizar o de conspirar para utilizar Kellis-Amberlee con fines criminales sería entregado al gobierno de la nación o de las naciones afectadas para que fuera juzgado. Ya no servía de nada cruzar la frontera de un país para eludir la justicia si se había traspasado la línea que todos los países a una habían trazado en la arena.

Hoy en día en Estados Unidos apenas se aplica la pena de muerte; únicamente el terrorismo ha mantenido la pena capital como castigo. Si se utiliza el Kellis-Amberlee con fines criminales, se acaba muerto. Así de claro. Así de sencillo. Y así en cualquier rincón del mundo.

—Georgia, aprecio que hayas pensado en mí, de verdad, pero no creo que protegerme vaya a salvaros a los demás.

—No es eso lo que pretendo.

—Bueno, ¿qué pretendes entonces?

—Pretendo darte tiempo para que te descargues todo lo que hay almacenado en el servidor, lo grabes y huyas a Irlanda —respondí. Irlanda y Estados Unidos nunca han firmado un tratado de extradición—. Si consigues cruzar la frontera, probablemente puedas pasar desapercibido durante años.

—¿Y qué hago durante todo ese tiempo? ¿Rezar para que olviden que soy un terrorista buscado internacionalmente?

—Harás todo lo posible para que el mundo se entere de la verdad.

En esta ocasión el silencio se prolongó aún más. Cuando Mahir volvió a hablar lo hizo en un tono relajado y distante.

—No sé si sentirme halagado por tu confianza o molesto porque acabas de informarme de que mi vida es tu plan de emergencia.

—¿Quieres decir que no lo harás?

—¿Estás tonta? ¡Claro que lo haré! La respuesta habría sido la misma si me lo hubieras pedido desde el principio o si me lo pidieras dentro de un mes. No hay más opción. —Vaciló antes de añadir con añoranza—: Sólo desearía no tener la sensación de que te estás enfrentando a todo esto sin apenas apoyo. Rick es un buen tipo, pero no he trabajado con él lo suficiente para estar seguro de que te dejo en buenas manos.

—Donde no llegue él, ahí estará Shaun —repuse—. Cancelaré tu cuenta oficial de acceso al servidor a medianoche. Replicaré de todo lo que vayamos descubriendo a la dirección del antiguo servidor. ¿Te acuerdas del antiguo servidor? —El «antiguo servidor» era un espacio que habíamos alquilado a Temas de Discusión cuando trabajábamos para Los Defensores del Puente, y la habíamos utilizado para hacer copias de seguridad de los archivos cuando estábamos de viaje, ya que Los Defensores del Puente no colgaban nada que no hubiera pasado todos los filtros de validación y no almacenaban nada subido por un bloguero beta por un periodo superior a las veinticuatro horas. No lo habíamos utilizado desde mucho antes de sumarnos a la campaña electoral y casi nadie, salvo el personal administrativo de Temas de Discusión, sabía que todavía lo teníamos alquilado. El servidor no era exactamente seguro, pero tampoco era nuestro, de modo que Mahir podía acceder a él sin dejar un rastro que demostrara de manera irrefutable que seguía perteneciendo a nuestro equipo.

—Sí —respondió—. Supongo que no debo llamarte después de acabar esta conversación.

—No sería una buena idea. Me pondré en contacto contigo cuando pueda.

—De acuerdo. —Rió entre dientes—. A capa y espada; es nuestro sino.

—Bienvenido al periodismo.

—En serio. Me gustaría conocerte en persona, Georgia Mason. Te lo aseguro. Ha sido un honor y un privilegio trabajar contigo.

—Quizá todavía tengamos la oportunidad, Mahir. Aún no estoy preparada para arrojar la toalla. —Me puse de nuevo las gafas de sol—. Sé bueno, ten cuidado y mantente alerta. Tu nombre sigue relacionándose con Tras el Final de los Tiempos. Eso no puedo cambiarlo.

—Ni yo querría que lo hicieras. Cuídate también, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré. Buenas noches, Mahir.

—Buenas noches, Georgia… y buena suerte.

El clic de desconexión de la llamada sonó más definitivo de lo que le correspondía por derecho. Cerré la tapa de mi teléfono con la misma mano que lo sostenía y me enderecé, suspiré y fui hacia la puerta. Había llegado el momento de regresar junto con mi equipo.

Teníamos pendiente una montaña descomunal de trabajo.

Veintitrés

E

n el mundo de la información, seis semanas es mucho tiempo, aun cuando no estás enfrascado en un gran proyecto. Cubrir una campaña electoral es un gran proyecto que puede llegar a monopolizar los recursos de todo un equipo de blogueros. Preparar a un nuevo jefe de división también es un gran proyecto. Los ficcionistas no suelen necesitar la figura del controlador, pues casi siempre se conforman con reunirse y contarse historias, y poner cara de sorpresa cuando algún desconocido muestra interés en leerlas; sin embargo, la persona responsable de que cumplan con su trabajo debe tener una capacidad de concentración superior a la del resto del grupo, pues debe firmar y revisar contratos, actualizar licencias, enviar archivos y ocuparse de un millón de pequeñas gestiones administrativas de las que nadie de nosotros quería hacerse cargo; no con el cadáver de Buffy todavía fresco en nuestra memoria.

Buffy causó su buena parte de problemas durante esas seis semanas. Si bien ya no estaba entre nosotros, seguía siendo un miembro destacado del equipo… que además no aportaba nada productivo. Becks invertía gran parte de su tiempo navegando por nuestros códigos y transmisiones en busca de micrófonos y puertas traseras. Yo nunca había sido realmente consciente de los niveles de paranoia que había alcanzado Buffy, pues el número de micrófonos instalados para espiarnos superaba las tres cifras, y Becks seguía encontrando nuevas fuentes de dispositivos de escucha ocultos en prácticamente la totalidad de los despachos, salas de reuniones y centros de conferencias en los que habíamos estado desde que nos embarcamos en la campaña.

—Si hubiera querido entrar en la CIA se habría adueñado de la agencia en dos días —masculló Shaun el día que Becks nos dio la noticia de que todavía había micrófonos activos en Eakly.

—¿Crees que habrían aguantado su fijación por la poesía pomposa y ñoña?

—Supongo que no.

Alaric y Dave seguían el camino de Becks por nuestros sistemas, reparando los líos que ésta montaba para sacar a la luz los gusanos informáticos de Buffy. El tándem que formaban cumplía la tarea de rehacer las cosas que Buffy había construido sola, si bien empezaban a verse superados por el trabajo; habían firmado un contrato como periodistas, no como técnicos informáticos. «Contratar a una persona nueva para que se encargue del mantenimiento de los sistemas», rozaba los primeros puestos de mi lista de cosas pendientes, justo por debajo de «destapar una conspiración política de ámbito nacional», «vengar la muerte de Buffy» y «no morir».

Además de todas estas tareas, teníamos un trabajo que hacer. Varios trabajos, en realidad. No sólo debíamos continuar con la cobertura de la campaña de Ryman y Tate, que seguía ganando fuerza, impulsada ya no por una ni dos, sino por tres tragedias atroces, lo que nos proporcionaba una presencia adicional en los medios de comunicación tradicionales y en los de la red; también debíamos estar pendientes de que nuestros blogueros beta se dedicaran a trabajar y a actualizar el resto de las secciones de la página. La información no te da un respiro, por muy hecho polvo que te encuentres. Ése es uno de sus atractivos, y también una de sus mayores fuentes de frustraciones.

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