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Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

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Nadie pensaría que una cortinita de lona podía separar dos mundos tan distintos. La mayoría de las cortinitas de lona no tienen detrás un servicio privado de seguridad que podría aplastar una invasión a gran escala. Los hombres apostados en la entrada miraron de arriba abajo nuestras credenciales, pero no se molestaron en detenernos ni en pedirnos análisis de sangre, pues una vez tan adentrados en el centro de convenciones, si no estábamos limpios, significaba que todos estábamos muertos ya. Así que simplemente continuamos nuestro camino, dejando atrás el caos e introduciéndonos en el tranquilo refugio del otro lado de la cortinita.

Hace mucho, mucho tiempo, los resultados de los procesos electorales se conocían antes de que se anunciaran al público. Introducidas las mejoras necesarias en la seguridad y con el incremento en el número de delegados que optaban por el voto a distancia, durante los últimos veinte años eso ha cambiado. Hoy en día nadie sabe quién va a ser nombrado candidato hasta que se produce el anuncio. Podríamos denominarlo un esfuerzo equivocado para devolver el dramatismo a un proceso que con el paso de los años ha ido convirtiéndose en un producto preparado de antemano. La telerrealidad en su máxima expresión.

Emily y Peter Ryman estaban sentados en un par de sillas plegables cerca del escenario. Él le tenía cogidas ambas manos con la suya izquierda mientras miraban juntos el monitor por el que iban desfilando los resultados actualizados. David Tate rondaba no muy lejos de ellos, y me lanzó una mirada envenenada en cuanto me vio aparecer.

—Señorita Mason —dijo dirigiéndose a mí—. ¿Buscando más basura para sacarla a la luz?

—De hecho, señor gobernador, estaba buscando más hechos de los que informar —repliqué, y continué mi camino en dirección a los Ryman—. Senador, señora Ryman, ¿están preparados para oír los resultados?

—No preguntes por quién doblan las campanas, Georgia —respondió el senador con gravedad. Luego rompió a reír y soltó las manos de su esposa para levantarse y estrechar la mía—.

—Cualquiera que sea el resultado, quiero daros las gracias a ti y a tu equipo. Quizá no hayáis cambiado el rumbo de la campaña, pero sin duda la habéis hecho mucho más divertida para todos los miembros de mi candidatura.

—Gracias, senador. Es agradable oírselo decir.

—Peter se tomará unas semanas de descanso, pero después tenéis que venir los tres a visitar la granja, y no acepto un no por respuesta —dijo Emily—. Sé que a las niñas les encantará conoceros. Rebecca adora especialmente tus artículos, Georgia. Para ellas sería un auténtico placer.

—Será un honor. Pero no planeemos todavía las vacaciones del senador.

—Nada más lejos de mi intención —repuso el candidato Ryman, lanzando una mirada al gobernador Tate. La mirada que le devolvió su contrincante no fue precisamente amistosa—. Creo que vamos a ir hasta el final.

Sonó una campana que pareció enfatizar sus palabras, y se hizo el silencio en el salón. Retrocedí levantando la barbilla para mejorar el ángulo de la cámara que llevaba en el cuello de la camisa.

—Veamos si estaba hablando en serio, senador —dije.

—¡Y ahora, el hombre del momento del Partido Republicano y el próximo presidente de nuestros maravillosos Estados Unidos de América, el senador de Wisconsin, Peter Ryman! ¡Senador Ryman, acérquese a saludar al pueblo! —anunció por los altavoces la voz estridente de un famosillo de tercera que había pasado de protagonizar telecomedias estúpidas a locutor de convenciones.

El clamor fue ensordecedor. Emily soltó un chillido que sólo en parte era de sorpresa, le echó los brazos al cuello a su marido y lo besó en ambas mejillas mientras él la abrazaba y la levantaba del suelo.

—Bueno, Em —le dijo él—. Contentemos al pueblo.

Ella asintió con la cabeza, sonriente, y el senador se adentró en el escenario con su esposa detrás. El volumen de la ovación se multiplicó. Algunas de las personas del público estarían sin voz al día siguiente, pero en ese momento a ninguno de ellos les importaba.

Tate, con el rostro inexpresivo, permaneció inmóvil. Antes de dirigirme a la salida del escenario, todavía con la cámara grabando, me entretuve para captar la reacción del hombre que acababa de ver cómo se hacían añicos sus sueños.

—¡Vamos, Pete! —mascullé, incapaz de contener la sonrisa. Había conseguido el nombramiento como candidato y ahí estaba nuestro hombre, en el escenario, aceptando el nombramiento.

Nos lanzábamos a la carretera.

Mi anilla de la oreja emitió los tres pitidos que indicaban la petición de una comunicación urgente. Respondí mientras me alejaba del tumulto.

—¿Shaun, qué…?

La voz de Buffy me interrumpió. Sonaba seria, con un tono tan frío que al principio no la reconocí.

—Georgia, ha habido un brote en el rancho. Me quedé helada.

—¿En qué rancho?

—En el rancho de los Ryman. Aparece en todos los blogs; hablan de ello en todas partes. Se cree que un caballo ha sufrido una conversión espontánea. Nadie sabe el motivo y todavía están examinando las cenizas y acordonando el perímetro. Se desconoce dónde… dónde… ¡Oh, Georgia, las hijas estaban allí cuando saltó la alarma y nadie sabe…!

Lentamente, como en un sueño, me volví hacia el centro del escenario. Buffy seguía hablando, pero ya no importaba lo que decía. El senador había aceptado formalmente el nombramiento y estaba plantado allí encima, sonriente, tomado del brazo de su bella esposa, saludando con la mano a la multitud que lo había elegido para enarbolar su estandarte hacia el puesto más importante de la nación. Parecían las personas más felices del mundo. Personas que nunca habían sabido lo que era una auténtica tragedia. Que Dios los ayudara, porque estaban a punto de saberlo.

—¿… sigues ahí? Mahir está intentando controlar los foros, pero necesita ayuda, y te necesitamos para filtrar las noticias válidas sobre todo este asunto…

—Dile a Mahir que se pongan en contacto con Casey, de Los Medios de Comunicación al Desnudo, y prepara una serie de artículos sobre la situación del rancho a partir únicamente de los hechos. Dile que adelantaremos la publicación de mi entrevista con el candidato —respondí en un tono apagado—. Despierta a Alaric y que se ponga a trabajar con Mahir hasta que Rick acabe aquí, luego envíamelo. ¿No quería sumarse a la fiesta? Bueno, pues ya tiene su invitación.

—¿Qué vas a hacer tú?

Emily Ryman estaba riendo con las manos entrelazadas. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo.

—Me quedo aquí para informar de la noticia —respondí con gravedad.

Libro Tercero
Estudio de Casos Cero

La diferencia entre la verdad y la mentira es que, si bien ambas pueden hacerte daño, sólo una se tomará el tiempo de curarte después.

Georgia Mason

Vivimos en un mundo creado por nosotros. Damas y caballeros, lo hayamos hecho intencionadamente o no, hemos construido nuestro lecho, y ahora tenemos el honor de tendernos sobre él.

Michael Mason

He hecho un montón de cosas difíciles a lo largo de mi carrera periodística. Unas pocas resultaron ser hermosas al final; buena parte del «glamur» que se le supone al periodismo está reservado para la gente que se sienta detrás de los escritorios y no pierden la sonrisa mientras van contando las últimas tragedias que asolan el mundo. La labor de campo es diferente y, pese a los años que llevo metida en esto, creo que nunca me había dado cuenta de que prácticamente son dos polos opuestos. Sólo fui consciente de ello cuando me planté frente al candidato Peter Ryman y su esposa, y les informé de que el cuerpo de su hija mayor acababa de ser incinerado por las tropas federales en las afueras del rancho familiar de Parrish, Wisconsin.

Ya habéis oído hablar de Rebecca Ryman. Tenía dieciocho años e iba a graduarse en el instituto en menos de tres meses. Había quedado la quinta de su clase y ya la habían aceptado en la Universidad Brown, donde planeaba cursar estudios de ciencias políticas para seguir los pasos de su padre. Montaba a caballo desde que había empezado a caminar; por eso fue capaz de embridar el caballo tras la amplificación viral y sacar a sus hermanas de allí. Es una auténtica heroína nacional; al menos así lo afirman todos los periódicos y páginas de información de la red. Incluida la mía.

Si concedéis a esta reportera un breve momento para abrir su corazón, me gustaría hablaros de la Rebecca que yo conocí, aunque sólo fuera vagamente, a través de las palabras y los gestos de sus padres.

Rebecca Ryman era una adolescente. Era petulante y malhumorada. Odiaba tenerse que quedarse en casa cuidando de sus hermanas los viernes por la noche, sobre todo cuando coincidía con el estreno de una nueva película de Byron Bloom. Le gustaba leer novelas románticas y comer helado directamente del bote; y nada la hacía más feliz que dedicarse a los caballos. Permaneció en el hogar familiar durante la convención del Partido Republicano en parte para prepararse para su partida a la universidad y en parte para estar con sus caballos. Esta decisión la llevó a la muerte y salvó la vida de sus hermanas. No pudo rescatar a sus abuelos ni a los trabajadores del rancho, pero sí a sus hermanas, así que, al fin y al cabo, ¿qué más se le podía pedir?

Comuniqué a sus padres que había fallecido. Eso, si nada más, me da derecho a afirmar lo siguiente:

Rebecca, se te va a echar mucho de menos.

Extraído de
Las imágenes pueden herir tu sensibilidad
,

blog de Georgia Mason,

17 de marzo de 2040

Trece

E

l funeral de Rebecca Ryman y sus abuelos se celebró en el rancho familiar una semana después de la convención. El retraso no se debió al dolor de la familia ni fue para que los parientes tuvieran tiempo de viajar hasta allí, sino a que ése fue el tiempo que tardaron las autoridades regionales en rebajar la categoría de peligrosidad del rancho del nivel 2 al nivel 5. Todavía seguía siendo ilegal internarse desarmado en la zona, pero al menos ya podían pasar civiles sin tener que llevar escolta. La zona recuperaría su anterior nivel 7 si en los siguientes tres años no aparecían indicios de contaminación. Hasta entonces, incluso los niños tendrían que ir siempre armados.

Buena parte de la opinión pública afirmaba que no importaba el tiempo que tardara en bajar el nivel de riesgo, ya que a ninguna familia se le ocurriría continuar en una casa y una profesión, sobre todo una considerada por muchos como una simple afición peligrosa y pretenciosa, que les habían arrebatado la vida de uno de los suyos. Desde el principio se rumoreó que el rancho sería rápidamente abandonado.

Ojalá pudiera decir que esa postura era exclusiva de los grupos más conservadores, pero no era así. Durante las seis horas siguientes al fallecimiento de Rebecca, la mitad de las grupos «por la seguridad de los niños» alzaron la voz para reclamar unas directrices más estrictas y una legislación en la que el tipo de vida que llevaban los Ryman fuera considerado un delito. No más clases de equitación o granjas familiares; querían cerrarlas, cerrarlas inmediatamente y para siempre. Nadie se sorprendió de estas reacciones salvo, creo yo, los Ryman. A Peter y Emily nunca se les había ocurrido pensar en una situación que acabara con el martirio de su hija mayor, así que tampoco habían considerado el filón que ciertas organizaciones hallarían con su muerte. Estadounidenses por los Niños era la peor. Su campaña «Rebecca, nunca te olvidaremos» era completamente legal y sórdida, si bien los abogados de los Ryman habían echado por tierra sus pretensiones de utilizar fotografías de Jeanne y Amber. Sin embargo, eso dio igual. Las imágenes de Rebecca en compañía de sus caballos (y de monturas afectadas por la amplificación intentado destripar a los miembros de la autoridad federal que trataban de acabar con ellos) ya habían hecho el daño.

En medio del caos y del ruido que rodeaba el episodio del brote en el rancho, no fue una sorpresa que la elección del senador Ryman de su futuro vicepresidente pasara prácticamente desapercibida salvo para los políticos más feroces, a quienes no les importaba que murieran personas…, y para mí. No me pilló por sorpresa sobre quién recayó la elección, aunque he de admitir que me sentí algo más que ligeramente decepcionada cuando se anunció que el gobernador Tate sería el escudero de Ryman en las elecciones. Sin duda se trataba de un dúo equilibrado que convencería a la mayor parte de la población y que ofrecía al senador opciones fundadas de alcanzar la Casa Blanca. La tragedia del rancho le había proporcionado veinte puntos de ventaja sobre su oponente según las primeras encuestas. La candidata demócrata, la gobernadora Frances Blackburn, era una figura política sólida con una brillante trayectoria, pero no podía competir con una heroína adolescente que se había sacrificado para salvar a sus hermanas, y en una fase tan temprana de la campaña, la gente no entregaba su voto al candidato, sino a su hija. Y ésta estaba ganando.

Mi equipo y yo nos ofrecimos a regresar a California hasta después de los funerales. Si bien en el contrato que habíamos firmado con el senador se hablaba de «acceso permanente», existe una diferencia entre la información pura y el juego morboso. Que sean los medios locales los que ofrezcan imágenes de las exequias; nosotros haríamos la colada, daríamos la ocasión a Buffy de que actualizara el equipo y presentaríamos a Rick a nuestros padres. No hay un mejor «curso intensivo» que empezar con una importante convención política y después ser presentado a nuestra madre en el jardín de casa. Shaun puede parecer a veces un desastre natural a pequeña escala, pero mamá siempre es un seísmo de siete y medio en la escala Richter.

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