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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (25 page)

BOOK: Falsas apariencias
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Ésta era la última entrada en el diario. Alex lo cerró y miró el reloj: las cinco de la mañana, era tarde. Más le valía meterse en la cama ya. Mañana lo pensaría más detenidamente. Se levantó del sofá anquilosado, se estiró haciendo crujir la columna y miró a los animales. Los vio de forma distinta. Recorrió la habitación con la mirada. Todo se veía distinto ahora, los muebles viejos en comparación con los caros terrarios y acuarios, las fotos de sus amigos colgadas en la pared, los cojines de Dani como recordatorio de que estaban pendientes de ella... Puso las manos en las caderas y miró a su alrededor. Cerró los ojos y se fue al dormitorio, Luka dormía, depositó el diario al fondo del cajón donde lo encontró. Se vistió con las pocas prendas que todavía estaban intactas. Salió del piso cogiendo las llaves multicolores, jamás había visto un llavero con llaves de tantos colores. Bajó sigiloso las escaleras, caminó un poco hasta su coche y se metió dentro. Una vez allí, con las puertas y las ventanas cerradas, comenzó a golpear el volante y el salpicadero con todas sus fuerzas.

—Joder, joder, joder.

Un rato después, con las muñecas doloridas por los golpes propinados, apoyó los codos en las rodillas y descansó la frente sobre sus manos. Dios, odiaba al tipejo. Cómo lo odiaba.

Capítulo 14

Alex entró cautelosamente en el dormitorio, Luka dormía todavía y él había logrado controlar un poco su ataque de furia. Observó a la mujer. Era preciosa —sin contar su pelo naranja radiactivo—, pero no era solo eso. Era divertida, inteligente, diabólica, una verdadera caja de sorpresas. Tan pronto te devoraba la polla como una cortesana que a los dos minutos se asombraba por la más ingenua caricia. Aunque le pesara reconocerlo, incluso había sentido celos del cariño y los mimos que prodigaba a sus mascotas, ese afecto sin pretensiones ni concesiones, tan puro y simple, sin artificios ni teatro. Quería que lo compartiera también con él, y de hecho, si tenía que ser franco, desde el principio lo había compartido, habían hablado con sinceridad, cara a cara, y cuando ella se había disgustado se lo había mostrado sin dudarlo. Le había mostrado su elenco de amigos orgullosa y le había permitido unas horas para conocerlos mejor. Lo que tenía lo daba abiertamente, sin dudarlo. Ojalá supiera quién era el Vinagres. Lo mataría con sus propias manos.

Alex era consciente mientras la observaba embelesado de que el sexo con ella era increíble y de que aún —y esa era la palabra clave— no estaba irremisible y perdidamente enamorado, pero andaba cerca, muy cerca. Y después de lo que había leído en su cuaderno, le iba a costar mucho que ella se lo demostrara en caso de que alguna vez llegara a corresponderle. No dudaba de que Luka se sentía atraída hacia él, por lo pronto ya se había saltado una de las normas de su decálogo, "no permitir que nadie se cuele en mi vida", y él pensaba seguir colándose, sin dudarlo. También creía que confiaba en él, más o menos. Pero de ahí a que ella se permitiera enamorarse después de lo sucedido en su vida, iba un mundo.

Se quitó la ropa en silencio y se tumbó de lado en la cama, observándola. Se pegó a ella, besó su nuca y le pasó un brazo sobre la cintura posesivamente. La mañana llegaría en pocas horas y tenía que dormir aunque solo fuera un poco. Cerró los ojos. Luka se movió, acurrucándose contra él, pegando el trasero a su pene. Alex sonrió, aunque solo fuera dormida, estaba claro que un poco sí se fiaba de él.

Luka se despertó sobresaltada, el sol entraba a raudales entre las cortinas. Parpadeó confusa y miró el despertador de la mesilla. Las diez y cuarto. ¡Se había olvidado de poner la alarma! Se levantó sobresaltada de la cama y corrió a ducharse. Cuando el chorro de agua cayó sobre su cara recordó de golpe que Alex había pasado la noche con ella, en su cama, otra vez. Demonios. Bueno, no pasa nada, pensó. Hoy es domingo y en cuanto salgamos por la puerta "adiós, muy buenas", y mañana ¿quién sabrá?

Mmh, ¿los rollos esporádicos pasaban la noche en casa? No tenía ni idea. De todas maneras, nada de compromisos, ninguna expectativa, como había dicho Pili, dar tiempo al tiempo. Y sobre todo no fiarse. A todo esto, lo primero que tenía que hacer era cambiar la cerradura, el viernes Alex reconoció haber cogido sus llaves, a saber si no se había hecho una copia... Luego... bueno, si se volvían a ver, bien, sino... bien también. Salió del baño y se empezó a vestir. Había conseguido ventaja al despertarse antes que él, la iba a aprovechar, no pensaba dejarse ver medio en bolas y con los pelos enredados... de hecho no pensaba dejarse ver los pelos. Punto.

Un conejo blanco con un reloj de época en la mano lo exhortaba sin pausa. Estaba en un mundo multicolor de intensos tonos verdes, azules y rosados. Frente a él se inclinaba una casa enorme de paredes demasiado blancas y tejados demasiado rojos, casi como si fuera una ilustración exagerada en el cuento de un niño pequeño. El conejo blanco saltaba nervioso a la vez que su nariz se encogía impaciente mientras miraba el reloj, las grandes orejas colgaban caídas a los lados y golpeaban a Alex en la espalda.

—Tarde, tarde, llego tarde —canturreaba frenético con voz... ¿femenina?

El conejo le gritaba en el oído causándole un ligero dolor de cabeza. Cogió la almohada y se escondió debajo...

—Vamos, dormilón, es tarde, tardeeeeee... despierta de una vez —gritó de nuevo el conejo con la voz de Luka... ¿Qué demonios?

Alex despertó desconcertado por el sueño, abrió ligeramente los ojos y la encontró ante él, dando saltitos sobre un pie enfundado en un calcetín del mismo color que su pelo mientras encajaba en el otro una bota de piel. Su cabello mojado se balanceaba en ondas sobre su rostro inclinado y llevaba más o menos puesta una camisa vaquera sobre un jersey naranja, unos vaqueros desgastados que aún no había tenido tiempo de abrochar y debajo de ellos lo que parecía ser un tanga rosa. La polla de Alex se alzó alerta...

Luka consiguió calzarse la bota, se apartó el pelo del rostro y lo miró, miró también su erección y luego bufó.

—Tarde, ¿ves?, te lo dije, "si te quedas llegaré tarde". Mira qué hora es, las diez y media, todavía tengo que acabar de vestirme y llegar al centro... tarde. Joder. Nunca llego tarde.

—Bueno, no pasa nada porque llegues un poco tarde... ¿Vas al centro de Madrid? —comentó como quien no quiere la cosa, si era así iba a llegar bastante tarde.

—Al centro de Alcorcón. Vamos, corre. Me voy en diez minutos.

—Vale —dijo acurrucándose más en la cama, no llevaba ni cuatro horas dormido y tenía sueño.

—Vamos, que nos vamos —dijo ella destapándole y tirándole del brazo para que se incorporara. Craso error, pues Alex aprovechó el movimiento para agarrarla y hacerla caer sobre él. En el sitio en que debía estar exactamente.

—Voy —dijo besándola.

Luka se rindió durante un par de minutos a sus besos, pero luego lo empujó implacable, cogió los pantalones y la camisa y se los tiró encima.

—Me voy. Ya. Y no te puedes quedar aquí solo.

—Está bien —gruñó.

Alex se vistió rápidamente, apenas tenía ropa, y se dirigió a la cocina para tomar un poco de leche. Mientras tanto ella echó de comer a los animales y se puso una gorra sobre su pelo. Lo miró enarcando las cejas, cogió las llaves multicolores y salió por la puerta.

—Voy, voy —dijo él un poco irritado con tantas prisas.

—¡Vamos! —Luka estaba plantada en la puerta del ascensor, impaciente—. Toma.

—¿Qué es esto? —cogió el papel que le daba, en él estaba apuntado un n° de teléfono con el nombre "Dani" al lado—, Perfecto, cuando tenga lo de la exposición le aviso. Dame el tuyo de paso.

—No.

—¿No?

—Ya tienes mi
e-mail.
No te hace falta el teléfono para nada y yo odio hablar por teléfono —dijo mientras salía corriendo del ascensor.

—Aun así. Podría necesitar decirte algo, prometo no llamar si no es imprescindible —dijo con una sonrisa en la boca.

—Nunca hay nada imprescindible. Además es que detesto que me llamen por teléfono. De verdad. —Llegó a la puerta del portal y se giró para mirarle gravemente—. Lo odio.

—Vale —dijo Alex levantando las manos y recordando el diario. Como prefieras —joder, mataría a ese tipo.

—Bien. Pues nada, ya nos escribimos. —Estaba sacando apresurada las llaves de su coche.

—Espera.

—Dime —contestó impaciente—, llego tarde.

—Dime dónde trabajas.

—¿Para qué?

—Para poder llevar el material cuando lo tenga.

—Ains. —Se mordió el labio dudosa— Mira, no sé dónde tienes que dejarlo, pero no creo que debas ir a mi trabajo, llama a Dani y él te cuenta, seguramente tengas que llevarlo a Estampa. —El no tenía por qué saber dónde estaba su curro.

—Pero... vale —dijo dándose por vencido.

—Nos vemos —se despidió abriendo la puerta del coche.

—Un momento.

Luka se giró impaciente de nuevo, solo para ir a caer entre los brazos de Alex.

—Un beso de despedida. —Le dio un beso tierno, dulce y profundo—. Mañana en cuanto consiga conexión a Internet te escribiré.

—Vale —contestó incrédula, se metió en el coche, arrancó y se fue.

Llegó a casa de Irene a las once y cuarto. Mar y su abuela la esperaban con el desayuno puesto en la mesa. Hablaron un poco sobre todo y nada, comentaron los progresos en el colé y por último, cuando Mar fue a su habitación a arreglarse, las mujeres aprovecharon para hablar de temas que los niños no debían conocer, aunque en este caso por desgracia conocieran.

Entre susurros apresurados y miradas de refilón hacia el cuarto de la niña, Luka se enteró de que Enar andaba buscando dinero desesperadamente, había acudido la semana pasada a casa de Irene con esa intención, cosa que no era nueva, al menos una vez al mes su antigua amiga acosaba a su madre para sacar algo, cualquier cosa. Pero esta última vez había sido peor, se había presentado cuando Mar estaba en el colegio, exigiendo, amenazando y, cuando no consiguió lo que buscaba, directamente arrasó la casa y cogió las pocas cosas de valor que había en ella. Luka maldijo, si el abuelo estuviera vivo lo mismo podría hacer algo, pero por desgracia había muerto antes de que su hija arruinara su vida y la de su familia. Luka instó nuevamente a Irene para que lo pusiera en conocimiento de la policía. Pero ésta no podía hacer eso, para bien o para mal, la había parido y ahora debía soportarlo como buenamente pudiera. Luka entendía su postura, sabía que ambas se culpaban en silencio por lo que había pasado, ella por no haber estado allí cuando todo empezó a torcerse, Irene por no haber sabido imponerse a su hija, por no haber podido ayudarla, controlarla, por no haber impedido que se casara con Carlos. Y lo más insoportable era que ambas intuían que eso no era cierto, que no eran culpables, pero aun así... la culpa siempre estaba presente.

Cuando la puerta del cuarto se abrió ambas callaron. Mar era una niña preciosa, alta para sus once años y algo rellenita, recogía sus rizados cabellos rubios en una trenza descolocada y unas gafas enormes ocultaban sus preciosos ojos marrones. Se mostraba muy tímida y reservada con los desconocidos, pero gracias a los tres años que llevaba visitándola Luka era ahora su amiga, su mejor amiga si prestaba oídos a las alabanzas de la niña. No tenían secretos entre ellas, quizá porque no hablaban jamás de Enar o a lo mejor porque las dos se encontraron solas y asustadas en sus primeros encuentros y poco a poco se habían ido abriendo. Lo cierto es que Luka no podía considerar siquiera el no visitar a su ahijada y aunque solo lo hacía dos veces al mes, para las dos esos días eran un verdadero tesoro.

Irene se había negado en rotundo a que se llevara a la niña más de dos veces al mes, puede que por miedo a que se la robaran sin que Luka pudiera evitarlo o acaso por el motivo que Irene le había dado en su día, porque Luka tenía que rehacer su vida al igual que ellas y no podía convertir a Mar en su excusa para salir de casa. Fuera como fuera, dos domingos al mes se tenían por completo la una a la otra y lo iba a aprovechar al máximo.

—¿Qué tienes pensado para hoy, tía Luka?

—Mmh... pues... me he enterado de que han abierto en el Tres Aguas un buffet de... ¡comida italiana!

—¡Genial!

—Y luego... he conseguido unas entradas para... tachán, tachán...

—¡Dilo!

—Ir al teatro a ver el musical... ¡GREASE!

—¡Alucinante!

—¿Y sabes que es lo mejor...?

—¿Qué?

—Que el musical es a las... ocho de la noche...

—¡Halaaaaa! Y desde que acabemos de comer hasta las ocho de la noche... —continuó Mar.

—¡Estaremos raja que rajaras! —acabaron las dos a la vez gritando la coletilla de todos los domingos y saltando como dos niñas muy, muy felices.

—Que os lo paséis bien —dijo Irene sonriente, le costaba no ver a su nieta durante un día pero con solo ver las caras de felicidad de las dos muchachas, sabía que estaba haciendo lo correcto.

—Adiós, abuela —se despidieron mientras salían por la puerta.

Y efectivamente, el domingo, como todos "sus" domingos, fue espectacular. Comieron pasta hasta que les dolió la tripa, rieron hasta que les dolieron las mandíbulas y se contaron sus secretos hasta que les pitaron los oídos. Mar le contó que había un chico que le gustaba, iba a su mismo curso y estaba —palabras textuales— como un tren. Luka a su vez le contó que había conocido a Alex, que parecía ser un tipo majo y que a lo mejor volvía a verlo algún día... Mar se quedó alucinada, era la primera vez desde que salían juntas que Luka le hablaba de un hombre que no fuera Javi, Dani o Gabriel, su odiado jefe. Su mirada se entristeció, sus manos se pararon sobre su regazo y bajó la cabeza.

—Ey, ¿qué pasa? —preguntó Luka al ver el mutismo de la niña.

—¿Te irás con él?

—¿Cuándo?

—Siempre.

—¿Siempre? ¿No sé a qué te refieres?

—Papá conoció a María y se fue con ella para siempre. Mamá conoció al Huesos y se fue con él para siempre. Ahora tú conoces a Alex. ¿Te irás con él?

—No, cariño, claro que no. Es solo un amigo más, y tú eres mi amiga, mi princesa elfa. ¿Si no vuelvo contigo quién hará magia para que yo me ría? ¿Acaso quieres que me convierta en una bruja malvada y amargada...?

—comentó intentando hacerle cosquillas, pero sin lograrlo.

—Tú ya eres una bruja —Mar rió sin ganas ante la aseveración que siempre hacía Luka. Desde el momento que se conocieron le dijo que era su princesa elfa y que tenía la magia para hacer la reír, y desde entonces se lo repetía cada vez que se veían, para que no lo olvidara nunca—, pero...

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