Falsas apariencias (20 page)

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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

BOOK: Falsas apariencias
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—Tu amiga Ruth parecía algo enfadada.

—Noooo, es solo que estaba algo preocupada. —Joder, con lo relajados que habían estado en la cafetería en este momento la tensión cortaba el aire, igual que el frío.

—¿Por?

—Naaaaa, lo típico, porque no me localizaban, porque no esperaba encontrarme con nadie en casa, por el tema de su ONG, por el sida, porque el invierno ya ha llegado, por las enfermedades de transmisión sexual, porque hace frío, por la crisis, los embarazos, las navidades que se acercan... lo típico. —Metió las causas de la discusión justo en medio esperando que no se diera ni cuenta.

—¿El sida es típico?

—No —mierda, se había coscado—, pero en fin, ya sabes, es algo que está muy de actualidad.

—Yo no tengo sida, ni ninguna otra enfermedad —repuso un tanto ofendido.

—¡Vaya! ¡Genial! Yo tampoco —sonrió tan forzada que se hizo daño en los labios.

—Perfecto.

—¿Y análisis de sangre? —preguntó temerosa.

—¿Qué?

—Ya sabes, algún análisis de sangre reciente para ver cómo andamos de defensas y tal, lo típico. —Joder, Ruth, te juro que ésta me la pagas... ¿cómo me he podido dejar convencer para preguntar eso...? Arg, pero después de cuatro horas oyéndola despotricar sobre su falta de sentido común había prometido conseguir un análisis de sangre reciente de Alex, sólo por no oírla más, y ahora no se veía capaz de romper su promesa.

—¿Quieres un análisis de sangre?

—Sí —respiró hondo y recitó de carrerilla la frase que Ruth había utilizado para convencerla de esa empresa, al menos una de ellas—. La vida actual es muy complicada, hay infinidad de virus y bacterias pululando a nuestro alrededor de las que no tenemos conocimiento y que pueden atacar nuestro sistema inmunológico, no podemos siquiera intuir las que nos atacan por el aire o por contacto dermatológico pero podemos y debemos evitar las que nos puedan afectar por contagio sexual y ya que no hemos sido prudentes y nos hemos arriesgado debemos cuanto menos conocer las consecuencias que este ataque de lujuria haya podido tener, y en caso de las hubiera, hacerlas frente, por eso lo más coherente en este momento es contar con todo el conocimiento i nuestra disposición y eso incluye un análisis de sangre actual. —Lo miró ansiosa en busca de su respuesta, Ruth la había convencido a ella, quizá su razonamiento le convenciera a él.

—¡Joder! ¿Y todo eso lo has pensado tú sólita? Porque la mitad de las palabras que has usado me suenan más a cierta amiga tuya. —No es que ella no tuviera razón, que la tenía, es que no le sonaba a ella misma... aunque eso del "ataque de lujuria" le había gustado mucho.

—Sí, bueno, pero no por eso no estoy en lo cierto. ¿No? Mira, yo sé que no tengo nada y te creo cuando me dices que no tienes nada, pero la verdad es que no nos conocemos apenas y que cada cual tiene su vida y sus experiencias —esto también lo había dicho su amiga—, así que no cuesta nada cerciorarnos, ¿no crees?

—Está bien. El lunes me haré un análisis. —Le parecía una autentica chorrada, él no tenía apenas vida sexual y jamás lo había hecho sin condón, pero si un análisis le quitaba esa expresión nerviosa de la cara se lo haría. Nunca viene mal saber cómo se anda de salud.

—Perfecto —contestó ella más animada—, yo haré lo mismo. Bueno... no estamos muy lejos del centro cívico y tengo que recoger el coche —si es que estaba todavía, acababa de recordar que no lo dejó muy bien aparcado exactamente.

—Vamos, pues —dijo pasando un brazo por su cintura.

—¿Me acompañas? — ¡Vaya! Esto no se lo esperaba, había imaginado que ahora se despedirían y cada cual iría por su lado.

—Claro. ¿Por qué no iba a acompañarte?

—Pensé que te irías adonde quiera que estés viviendo a por algo de ropa y tal; debes tener frío.

—No lo había pensado —claro que no, entre el tatuaje, las ostras, los caracoles y los análisis de sangre estaba tan apabullado que ni recordaba que iba a medio vestir—. Si quieres recogemos tu coche, vamos a por el mío y luego pasamos la noche en mi hotel.

—No. Hoy imposible. —El día siguiente era segundo domingo de mes y eso era sagrado—. Mañana tengo cosas que hacer temprano. Lo siento.

—Aps. ¿Cosas importantes? —preguntó a la vez que la mano que abrazaba su cintura hacía presión para que comenzaran a andar, ahora que se lo había mencionado sí que tenía un poco de frío—. ¿No se pueden dejar para otro día?

—No. Imposible. Mañana es segundo domingo de mes y desde hace cuatro años el segundo y el cuarto domingo de cada mes voy a comer con mi ahijada, no pienso variar mi rutina. —El Vinagres no la había dejado nunca ir con su ahijada, su madre Enar no le parecía buena compañía, y en cuanto se hubo deshecho de él lo primero que hizo fue prometerse que jamás volvería a desaparecer de la vida de Mar y no pensaba incumplir su promesa ahora, ni por un vampiro del tres al cuarto, ni por el hombre de su vida... aunque pudieran ser la misma persona.

—Si vas a comer con ella no veo ningún problema en que desayunes conmigo. —La mano que rodeaba su cintura comenzó a acariciarle lentamente la cadera.

—Es que salgo muy pronto de casa. A las diez como mucho ya estoy preparándome. —Esa mano quería convencerla, Luka lo sabía y no se iba a dejar.

—Bueno, hasta las diez tenemos tiempo —comentó besándola en la frente para luego bajar lentamente por su cara hasta apropiarse de su boca en un beso lento y sensual.

—Sí —respondió rendida. Joder, el tipo besaba de maravilla. Demonios. ¡No!—. No, no puedo, acabaría remoloneando contigo y llegaría tarde. Necesito estar en casa, tener mi ropa, mis cosas, además tengo que dar de comer a mis niñas y si paso la noche fuera tendré que pegarme un madrugón tremendo y seguro que se me pegan las sábanas. Irrevocablemente no.

—Es importante para ti. —No era una pregunta—. Entonces pasaré yo la noche en tu casa y cuando te vayas me iré a mi hotel, ¿te parece bien así? —comentó hundiendo su cara en el cuello de ella a la vez que la mano que acariciaba su cadera estrechaba su lazo y la abrazaba.

—Me parece perfecto, pero, ¿y tu ropa?

—No pienso llevarla puesta mucho tiempo, como mucho... —se interrumpió bruscamente—, ¿A cuánto estamos de donde tienes el coche?

—Nos quedan unos diez minutos, ¿por qué? — ¿Qué tenía esto que ver con la ropa?

—Ajá, pienso estar vestido como mucho quince minutos más.

—¿Quince minutos?

—Diez para llegar al coche —la lengua del hombre acarició sus labios—, cuatro más para llegar a tu casa —le dio un pequeño mordisco en el labio inferior—, y uno para quitarte la ropa. —La lengua se introdujo en su boca y le acarició el paladar—. Espero que en ese momento tu estés impaciente por quitarme la mía y cuanto menos lleve, menos tardarás.

Y por fin ambas lenguas se entablaron en un duelo provocando corrientes de calor en el cuerpo de ambos.

—¡Serán guarros! A su edad y sobándose como dos perros en celo. ¡Asquerosos! —se oyó una voz indignada a su espalda.

—Vamos, madre, no haga caso. ¿Qué se puede esperar de la loca esa?

Se separaron sobresaltados. Justo detrás de ellos estaba la mujer más arrugada y con la ropa más negra que había visto Alex jamás, y para colmo estaba agarrada al brazo de...

—Joder... la puñetera Marquesa tenía que estar por la zona, manda huevos —comentó Luka en susurros—. Hola —saludó incomoda.

—¡Desvergonzados! ¡Sátiros!

—Vamos, madre, que casi es la hora —gruñó la Marquesa mirándolos altivamente.

—¿Qué coño hacen esas aquí? —preguntó Alex al oído de Luka, haciéndola estremecer con su aliento cálido.

—Misa de ocho. Iglesia. Ahí —le respondió Luka también entre susurros señalando una iglesia que había cerca.

—Espero que se diviertan en misa, señoras —les dijo entonces Alex en voz alta y con un ligero deje irónico.

—¡Joven impertinente! ¡Grosero! ¡Insolente!

—Vamos —dijo Alex agarrándola de la mano y echando a correr—, alejémonos antes de que nos eche mal de ojo.

—Demonios, sí —jadeó Luka riendo a la vez que corría.

Corrieron un rato hasta que Luka no pudo más y se paró inclinada apoyando las manos en las rodillas entre jadeos y risotadas. Alex la miró, estaba sonrojada por la carrera, el pelo revuelto caía a ambos lados de su cara y el culo asomaba respingón por debajo de la enorme sudadera. No pudo resistir la tentación, le dio una buena palmada en el trasero para a continuación ir subiendo poco a poco las manos por las nalgas hasta llegar a la cinturilla de los leggins, la sudadera tapaba justo donde estaba el tatuaje que se moría por ver. Pasó los dedos lentamente por debajo de la prenda y comenzó a subirla pero ella se incorporó de golpe dejándole con la miel en los labios; casi había conseguido ver el jodido tatuaje. Casi.

—Eh, mantén las manos quietas, vaquero. No quiero que nos vuelvan a llamar la atención —dijo clavándole el dedo índice en el torso.

—Me has herido —contestó agarrándose el pecho y poniendo cara de sufrimiento.

—Bufón —rió Luka. En ese momento algo llamó su atención—. Leches. Espera aquí un segundo.

—¿Adónde vas?

—A la tienda —dijo entrando en un todo a cien.

Entró, preguntó a la dependienta por el rifle de aire comprimido del escaparate, uno que llevaba un tapón de corcho atado a la punta, y lo compró. Salió de la tienda con una sonrisa tal que, francamente, a Alex le dio miedo.

—¿Para qué quieres eso?

—La verdad es que no lo sé, ha sido como un pálpito, lo he visto y no he podido dejar de comprarlo... ya se me ocurrirá algo —comentó con una sonrisa que decía que ya se le había ocurrido y que era mejor no saberlo. Dios.

—Si piensas matarme con eso me avisarás antes, ¿verdad?

—¡Por favor! Esto no hace daño ni a una mosca. Además, yo no soy tan malvada.

—Malvada, no. Retorcida. —A saber qué se le había ocurrido hacer con eso; para bien o para mal, tarde o temprano se enteraría. Esperaba que fuera para bien.

Llegaron al Clio que, milagrosamente, seguía aparcado todavía con una rueda encima de la acera y sin ninguna nota de multa, y montaron. Bueno, más bien Luka montó y Alex se encogió dentro. Dios, sí que era pequeño.

—¿Y cómo es que comes con tu ahijada cada dos domingos?

—Cada dos domingos no. El segundo y el cuarto domingo de cada mes.

—Es lo mismo.

—No, no lo es. Hay meses que tienen más fines de semana que otros y si quedara un domingo si un domingo no sería más complicado para calcular las vacaciones y todo eso. De esta manera sé exactamente cuándo quedo y puedo planificarlo todo en base a esos días.

—¿También vas a verla cuando estás de vacaciones?

—Por supuesto —respondió muy seria.

—¿Aunque estéis tú o ella fuera de Madrid?

—Sí. Tengo coche, esté donde esté me desplazo sin problemas —dijo chasqueando los dedos.

—¡Vaya! Es raro que alguien haga eso.

—¿El qué?

—Programar y modificar su vida por otra persona. Eres increíble —dijo dándole un beso en la mejilla.

—Bah, exageras, ni programo ni modifico nada. Tú todos los días te afeitas, ¿no? Pues yo dos fines de semana al mes como con Mar. Ni más ni menos —comentó restándole importancia.

—Visto así... Imagino que tu ahijada estará contenta de tenerte de madrina.

—Ahora sí, antes apenas nos veíamos —contestó entristecida, aunque enseguida sonrió de nuevo—. La verdad es (que lo pasamos genial, es una cría encantadora y súper divertida.

—Y sus padres se quedan tranquilos unas horas sin ella —dijo recordando la cantidad de veces que de pequeño su madre se había quejado de no tener ni un solo minuto para ella misma.

—Bueno, lo cierto es que sí. Irene se queda muy tranquila los domingos —respondió Luka sonriendo, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos.

—Mmh, Irene. ¿La tienes en las fotos del comedor? —No recordaba a ninguna Irene.

—No, a Irene no.

—¿Y eso?

—¿Y eso qué?

—No sé, me resulta extraño, tienes una pared llena de fotos de tus amigos, ¿y no tienes a la persona que te hizo madrina de su hija?

—Irene no es la madre de Mar. Su madre es Enar y de ella sí que tengo fotos.

—Aps —respondió totalmente confundido recordando a la chica rubia con cara de corazón, embarazadísima y sonriente desde la pared del salón de Luka.

Si tengo que tener esta conversación, prefiero tenerla en el coche mirando a la carretera que en casa mirándole a la cara, pensó Luka. Lo cierto es que a él no le incumbía una mierda nada de lo que ella hacía, pero no sabía por qué quería sincerarse, al menos un poco.

—Cuando Enar se quedó embarazada era muy joven, apenas había cumplido los diecisiete años y lo cierto es que ninguno de nosotros tenía por aquel entonces la cabeza muy amueblada —frunció el ceño al decir esto—. Bueno, Ruth sí la tenía amueblada, pero no la hacíamos caso, al fin y al cabo la adolescencia está para hacer locuras, ¿no? —preguntó, buscando aprobación y retando a la vez.

—Sí. Yo las lié buenas a los dieciocho. —Aunque nunca había sido tan irresponsable de dejar embarazada a ninguna chica, pero viendo la cara de Luka y recordando lo ocurrido la noche anterior, se cuidó muy mucho de decirlo.

—Pues eso nos pasó a nosotras, las hormonas revolucionadas, los primeros trabajos, el primer dinero propio, el primer novio... y a Enar le salió mal la jugada. Ni más ni menos. Un polvo y zas, embarazo al canto. —Ironía, desencanto, todo se mezclaba en su voz según iba narrando la historia—. Matrimonio, fin de los estudios, convertirse en madre, llevar una casa... empezó poco a poco a alejarse de nosotras, tenía cosas más apremiantes que hacer y nunca tenía tiempo para hacerlas. La vida siguió su curso, Pili y Javi se lo tomaron más en serio y casi desaparecieron del mapa; Ruth se fue un año a Detroit, y yo me lié con el Vinagres. Todos desaparecimos a la vez y ninguno se dio cuenta de que a Enar se le estaba cayendo el mundo encima. Un buen día se largó de casa de casa y dejó a su hija con su abuela. —No había sido así exactamente pero a él qué le importaba—. Fin de la historia. Así que cuando retomé mi vida decidí que Mar y yo seríamos grandes amigas y aquí estamos.

—Una historia triste.

—Una puta mierda. Ya hemos llegado.

Las maniobras para aparcar el coche dieron a Luka el respiro que necesitaba. Concentrada en meter un Clio en un hueco para un Smart tuvo el tiempo justo para calmar su resentimiento y esbozar una sonrisa que, aunque falsa y forzada, era mejor que un gruñido. Alex comprendió que era mejor no indagar en el tema por mucho que le intrigara la historia y por mucho que le reconcomieran los términos el Vinagres y "retomar su vida", aunque... qué carajo, él no era un caballero honorable y comprensivo de novela, era un tío normal y corriente con una curiosidad normal y corriente y la palabra "relación" con el nombre ¿Vinagres? le había sonado a chino. Así que preguntó.

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