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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Evento (61 page)

BOOK: Evento
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El enorme animal golpeó a Collins en el hombro, arrojándolo de la plataforma desde la que intentaban avistar las llanuras de sosa. La criatura cayó sobre la superficie y arremetió contra Mendenhall, agarrándolo del pecho y lanzándolo contra Everett. Los dos se desplomaron contra el suelo como si estuvieran hechos de papel, y dejando tras de sí un finísimo rastro de color rojo. El talkhan alzó la cabeza, dio un alarido y decapitó con sus enormes garras al piloto y al copiloto del Pave Low que habían trasladado a Collins y a su equipo desde el pueblo. Luego se giró y saltó sobre los dos pilotos de los Blackhawk que disparaban a quemarropa sobre su espalda. La criatura atrapó a uno de los dos por la cabeza y le reventó el cráneo, dejando caer luego el cadáver encima de su copiloto.

La bestia se dirigió después hacia el lugar por donde Collins había caído hasta otra de las cornisas que había en la roca, salvándose así de una muerte segura, ya que el saliente donde se encontraban estaba a más de ciento cincuenta metros del suelo. El talkhan saltó abajo sin problemas, decidido a acabar con aquello que había empezado. Puesto de pie frente al cuerpo en el suelo del comandante, alzó la garra derecha y la cola, con el veneno chorreante brotando del aguijón. De pronto, algo pequeño, casi insignificante, saltó sobre su espalda. El animal dudó un instante, luego llevó la garra a la espalda, cogió a Palillo, que no dejaba de gritar, y lo lanzó por encima de la colina. El pequeño ataque del alienígena no había sido en vano. Gracias a su iniciativa, Everett y el resto de soldados tuvieron tiempo suficiente para reaccionar y disparar contra la bestia.

Las balas desgarraron a la madre en todas direcciones. Algunas rebotaron y una incluso rozó la frente de Collins, pero otras encontraron puntos ya dañados en la abollada coraza de la madre talkhan. La criatura se tambaleó hacia atrás y perdió el equilibrio, intentando enderezarse sin conseguirlo, ya que nuevas ráfagas impactaban contra su piel acorazada y hallaban nuevos puntos débiles. La cola se balanceó trazando un arco de escaso recorrido e intentando golpear contra algo, lo que fuera. Finalmente, trató de hacer una última embestida en dirección a Sarah y a sus enemigos y terminó tropezando y cayendo en el suelo, donde se quedó inmóvil.

Un momento antes, Gus no había sido capaz de sujetar a Palilo. Cuando vio lo que estaba a punto de sucederle al comandante Collins, el alienígena, sin dudar ni un instante, se había zafado de los brazos del viejo y había saltado contra la espalda del Destructor, dando rienda suelta a su rabia. Gus lo había visto todo como si fuera un espectador externo. Recordó sus propios gritos cuando la madre había cogido al pequeño ser y lo había lanzado por el precipicio. El viejo había caído de rodillas y se había tapado los ojos con las manos.

—Comandante, Valle Fragua acaba de llamar, informan de que tienen algo moviéndose en la superficie del valle.

Collins se giró para mirar a su segundo de a bordo e hizo una mueca de dolor a causa de las dos costillas que tenía rotas o con alguna fisura.

Collins miró a Sarah.

—Quédate aquí hasta que Gus se vaya; no quiero que nadie que no sea del Grupo se acerque a Palillo, ¿entendido?

—Sí, señor, nadie lo tocará.

Collins y Ryan se alejaron, y con la ayuda de Everett treparon de vuelta hacia el campamento base. Jack se dirigió hasta la rampa del Pave Low y cogió los auriculares que le ofrecía el sargento de la 101 Aerotransportada.

—Aquí Escenario Uno, ¿qué es lo que tenéis exactamente? —preguntó, quejándose en silencio de las costillas.

—Escenario Uno, tenemos un contacto intermitente que se dirige hacia el este a toda velocidad. El contacto es más grande que los que habíamos detectado anteriormente, repito, es más grande que los que habíamos detectado anteriormente. Se desplaza cerca de la superficie, luego se hunde a más profundidad y perdemos la señal hasta que vuelve a salir próximo a la superficie. El GPS ha confirmado la posición desde los sensores de control remoto. El contacto está confirmado y en este momento se le están uniendo al menos noventa objetivos más pequeños. Cambio.

—Entendido, Valle Fragua, Escenario Uno los mantendrá informados —concluyó Collins y le lanzó los auriculares a Ryan, luego se dio la vuelta y echó a correr, pese al dolor, en dirección al precipicio desde el que se veía todo el valle. Ryan se quedó mirando a Everett y lo siguió.

Sarah dejó a Gus y a Palillo y trepó por el precipicio interesada por saber qué es lo que estaban mirando sus compañeros.

Hasta el momento no habían percibido ningún signo de movimiento entre la arena y los matorrales que había allí abajo. Jack se quedó mirando el cuerpo tendido boca abajo de la madre y vio unos huevos sin desarrollar que habían salido de las heridas producidas en el abdomen, y eso le hizo pensar.

—¿Cómo de grande era el agujero que vimos cerca del restaurante? —preguntó sin dejar de mirar a la progenitora muerta.

—Siete u ocho metros de diámetro —contestó Everett, quien también se puso a observar a la madre.

—Demasiado grande —murmuró Jack.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Sarah.

—Mirad, esta ha de ser la madre. Es más grande que los demás que hemos visto en los túneles, la cola y el aguijón están más desarrollados, y si estoy en lo cierto, eso de ahí son huevos. Ese agujero que vimos ahí abajo era demasiado grande para este animal. Sea lo que sea lo que ha excavado ese agujero, es algo muy grande, mucho más grande que esta criatura.

—No me había dado cuenta —dijo Everett.

—¿Qué demonios es esa cosa que tenemos ahí fuera? —preguntó Jack.

A unos tres kilómetros de distancia, el valle cubierto de arena empezó a resplandecer primero y a agitarse con la vibración después, produciendo un inquietante efecto borroso.

—¿Qué hostias? —preguntó al aire Ryan—. ¡Mirad! —exclamó señalando hacia la derecha—. ¿Quién coño está ahí?

Collins se puso a mirar pero fue incapaz de ver nada. Fue cojeando hasta una de las mesas y apartó de en medio los informes y otros aparatos hasta que encontró lo que buscaba. Con los prismáticos en la mano, regresó y enfocó hacia la cosa que estaba levantando polvo, cerca de donde el AWACS afirmaba que se encontraba el objetivo.

—Maldita sea, ¿son los ingenieros? Eran la única unidad que estaba más al este que nosotros, ¿no?

—Hace unos diez minutos se han puesto en contacto. Han confirmado que Orión estaba activado —dijo Ryan.

—Mierda, conecta la radio, Ryan, y avísales, están yendo directos a lo que sea que hay ahí abajo.

Capítulo 33

Sala de situación de la Casa Blanca

El presidente estaba de pie bebiendo un vaso de agua cuando el general Hardesty se inclinó para ver cómo los supervivientes del comando en Escenario Uno gesticulaban en dirección a algo que había más abajo en el valle. A continuación, la desesperada llamada de Ryan desde Arizona captó toda su atención.

—Señor presidente, parece que está sucediendo algo —dijo.

Mientras el presidente se volvía hacia el monitor de mayor tamaño, el general subió el volumen de la señal de radio.

—Es enorme, Escenario Uno, y está saliendo a la superficie —pudieron escuchar que comunicaba el AWACS.

—Dios mío, ¿qué pasa ahora? —preguntó el presidente, pero todas las personas presentes en la sala se habían levantado y estaban señalando la transmisión que les llegaba a través de la cámara que enfocaba el valle.

Lo que vieron fue algo de lo que ninguno podría olvidarse en los años venideros y que con toda seguridad se les reaparecería en sus peores pesadillas. El macho que nadie había visto aún salió a la superficie del valle y saltó ochenta metros en el aire, dejando un rastro de tierra y arena mientras ascendía. Los rayos del sol iluminaban la coraza de varios colores que cubría su cuello, lanzando reflejos de color rojo sangre sobre el resto de su purpúreo cuerpo. A continuación, ochenta o noventa de las crías de menor tamaño surgieron también de la superficie imitando la trayectoria del macho a ambos lados del inmenso talkhan. La criatura era enorme. Collins calculó que mediría unos cincuenta metros de largo. El macho talkhan alcanzó lo más alto de la parábola que describía con su salto y descendió luego elegantemente penetrando de nuevo en la llanura del desierto de espaldas y desapareciendo tras un chapuzón entre la arena y las rocas, seguido de cerca por las demás crías.

—Dios mío, van directas hacia el Humvee —dijo Jack—. ¿Ryan? —gritó.

—No me hago con ellos —gritó Ryan con los auriculares todavía puestos.

Ante la atenta mirada de todos los espectadores que había en el valle, la Casa Blanca y el Centro Evento, el macho emergió de nuevo a la superficie interceptando al Humvee, que se dirigía hacia el Escenario Uno. Tras el impacto, el vehículo se desplazó unos doscientos cincuenta metros en el aire, mientras que el animal se quedó impertérrito, y dio luego un fuerte alarido y comenzó el descenso. El Humvee se estrelló contra el suelo y se quedó boca arriba con la estructura tremendamente dañada.

—Escenario Uno, aquí Valle Fragua. El objetivo ha cambiado el rumbo y se dirige hacia el sector 327. Repito, el objetivo se dirige hacia el sector 327 —informó el AWACS.

—Recibido, sector 327 —dijo Ryan. Jack se dirigía hacia el Pave Low en cuya rampa Ryan había extendido un mapa. Ryan marcó con rotulador rojo la zona a la que se referían—. Maldita sea, comandante, esos hijos de puta se dirigen a la salida del valle.

—Van directos al embudo, nuestra última línea de defensa —dijo Jack mientras Everett llegaba adonde estaban—. Contacta con Niles, que los rancheros muevan el ganado.

—Entonces hagamos estallar esa mierda —dijo Everett.

Jack se quedó pensando mientras observaba el surco que dejaba en la tierra la más grande de las criaturas, seguida por el resto de las crías, en dirección al acceso más oriental del valle.

—Señores, el detonador por control remoto está en el Humvee —recordó Jack sin hacer demasiados aspavientos.

—Pues tendremos que ir a por él —dijo Ryan.

Everett se dio cuenta de lo que Jack estaba pensando. Se giró y vio cómo los supervivientes de los equipos de túneles y del personal de Evento cubrían los cuerpos de los tres pilotos asesinados en el ataque final de la madre, y trataban de consolar al cuarto, que se desangraba, abocado irremediablemente hacia la muerte, sobre el suelo.

—Dios santo, ¿cuándo se va a acabar esta mala racha? —se lamentó Carl por segunda vez en lo que llevaban de día, y se quedó mirando al cielo, presa de la frustración.

—¿Alguien puede explicarme lo que está sucediendo? —preguntó Ryan.

—Para cuando lleguemos al Humvee, los animales ya habrán salido del valle —dijo Everett con los ojos cerrados—. Los Blackhawk y los otros Pave Low están repostando.

Ryan lo entendió todo y, lleno de rabia, lanzó los auriculares contra la rampa del enorme Pave Low.

—Tú eres piloto, ¿no? —le dijo Jack a Ryan, mirando al Pave Low que había en tierra.

Ryan no entendía bien. Echó un vistazo alrededor y comprendió lo que Jack quería decir.

—Comandante, nunca en mi vida he pilotado uno de esos. Ni siquiera me gusta montar en los putos helicópteros.

—¿Y ese que es más pequeño? —sugirió Collins mientras echaba a andar hacia el Blackhawk.

—¿Te has vuelto loco? —preguntó Ryan, caminando detrás de Collins.

—¿Dónde está el mecánico de vuelo de esta nave? —preguntó Everett en voz alta.

—Soy yo, señor —contestó un joven especialista de quinta categoría.

—¿Sabe pilotar? —preguntó Everett mientras empezaba a preparar las armas.

—No, señor, solo soy mecánico de vuelo.

Jack le dio una palmada en la espalda y lo llevó hacia donde estaba Ryan.

—Muy bien, ahora ha sido ascendido a oficial de brigada y ayudará al nuevo piloto ocupando el puesto de copiloto. En marcha.

—Comandante…

Everett y Collins lo fulminaron con la mirada.

Ryan hizo un gesto de desazón y echó a correr hacia el Blackhawk al que acababa de ser destinado.

Un minuto más tarde, Ryan ocupaba el asiento izquierdo del Blackhawk, mirando fijamente el panel de control del enorme helicóptero.

El mecánico de vuelo se inclinó hacia delante y estudió los botones y las palancas con cierto enfado. Señaló algunas rápidamente.

—Aquí, aquí y aquí —dijo el muchacho mientras apretaba un par de botones y accionaba uno de los mandos.

—Puesta en marcha iniciada —dijo Ryan en voz alta, aunque más para sí mismo que para los demás.

Las cuatro hélices de los rotores empezaron a girar cada vez a mayor velocidad. Ryan se puso a estudiar los mandos. Sabía que al girar el colectivo se aumentaba la potencia de los dos motores y que al tirar de él, el helicóptero se elevaba; y sabía que con los pedales se controlaba el rotor de cola para compensar el par de torsión generado por los motores principales, pero no sabía exactamente cómo se hacía todo eso. Aquello no era un Tomcat, y que no tuviera alas le provocaba una gran incomodidad.

—Venga, Ryan, súbenos —gritó Collins. Por los auriculares, el AWACS le estaba proporcionando la posición del animal, que seguía avanzando a toda velocidad camino de la boca del embudo; ya solo se encontraba a ocho kilómetros.

Ryan cerró los ojos y accionó el acelerador del colectivo con la mano izquierda. Una enorme cantidad de potencia llegó a los rotores principales y al de cola. Abrió los ojos y vio cómo los rotores principales empezaban a girar a toda velocidad. A continuación, tiró suavemente del colectivo que accionaba los rotores que hacían que el Blackhawk se elevara, pero el helicóptero no se levantó del suelo. Giró el mando hasta que la nave se detuvo.

—Mierda, nos vamos a matar —dijo Ryan en voz alta.

El joven especialista de quinta categoría recién ascendido miraba boquiabierto por el cristal mientras el enorme helicóptero seguía allí parado. Ryan tragó saliva, volvió a tirar del colectivo y notó que su estómago se revolvía al tiempo que la pesada nave se levantaba bruscamente y volvía a bajar. Poco a poco, la nave empezó a girar hacia la derecha. Ryan fue apretando el pedal que tenía a su izquierda. Estaba mucho más duro que los pedales de los Tomcat, pero al apretarlo hasta el fondo consiguió disminuir la rotación del Blackhawk. Antes de que consiguiera detenerla por completo, habían dado dos vueltas completas. Ryan se puso a decir que sí con la cabeza, pese a que nadie le había preguntado nada.

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