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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Evento (29 page)

BOOK: Evento
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—Según parece, no se han tomado buenas decisiones por aquí últimamente. Cuénteme qué es lo que tenemos —preguntó Lee.

—Por lo que tengo entendido, a esos dos de ahí se los encontraron ya muertos. El cirujano de la base ha informado de que tienen indicios de severos traumatismos craneales que parecen provocados por la colisión, y de que hay también signos de que han sufrido la acción de depredadores carroñeros.

El doctor Leslie descubrió la sábana que ocultaba al primero de los dos. Se trataba de un ser de poca estatura, de un metro y veinte centímetros, la piel era de color verde claro; la alargada cabeza sin pelo había sido seccionada y el cráneo abierto. Parecía que le habían arrancado uno de sus grandes ojos y un profundo tajo le surcaba la parte izquierda de la cabeza hasta llegar a la sien. La herida parecía profunda. El ojo que le quedaba estaba abierto parcialmente, y Lee podía distinguir la oscura órbita más allá del fino párpado. Pudo apreciar que la negra pupila era también de gran tamaño y que un tono rojo cubría su dilatado estado. La boca era diminuta, como del tamaño de un abridor de botellas de cerveza, y no se veían dientes. Lee se fijó en el delgado cuerpo y en la barriga pequeña y redondeada. La fina piel era completamente lisa, no tenía arrugas; las venas discurrían por debajo de la piel verde y grisácea.

Leslie le hizo un gesto al director para que se adelantara y contemplara la segunda figura.

—Este también murió en el choque provocado por el accidente, ya estaba muerto cuando lo trajeron.

Lee miró al doctor y asintió con la cabeza, luego avanzó hasta la tercera camilla. Los médicos y enfermeras se apartaron para hacerle sitio. Los pequeños y finos labios de la criatura estaban temblando, luego su pequeño cuerpo se puso rígido y comenzó a estremecerse y a chillar. El penetrante sonido recordaba a los gritos de un niño que se ha hecho una herida.

—¿Puede hacer algo para calmarle el dolor? —preguntó Lee, quitándose el sombrero y sosteniéndolo con fuerza.

—Me temo que cualquier tipo de intervención le causará la muerte. No conocemos su metabolismo ni su sistema nervioso. Por lo que sabemos, nuestros analgésicos podrían matarlo. Me da rabia llegar a esa conclusión, pero la mayoría de la gente piensa que es demasiado peligroso.

—¿Puede usted salvarlo, doctor? —preguntó Lee.

Leslie se quedó mirando sus zapatos, luego miró a sus colegas.

—Con las instalaciones adecuadas…

—¿Vivirá? —preguntó Lee.

—No. Tiene hemorragias internas causadas por heridas que no podemos curar. Es tan delicado que nuestras suturas le desgarran la carne.

—Entonces use su intuición y alíviele los dolores, doctor, bajo mi responsabilidad.

—¡No puede hacer eso, Lee! —gritó Hendrix, quitándose de encima a los guardias.

Lee comprobó que, por un momento, el pequeño ser se ponía rígido al escuchar los perturbadores gritos.

—Llévense a ese hombre fuera y redúzcanlo.

—Necesitamos que esa criatura esté despierta y que conteste a nuestras preguntas, no que pase sus últimos minutos sin sentir dolor, maldita sea. —Hendrix iba gritando mientras se lo llevaban del área precintada—. Más le vale escucharme, Lee, la segunda nave derribó intencionadamente al primer platillo… tiene que escucharme, maldita sea.

Lee apretó los dientes e hizo un gesto al doctor para que hiciera lo que le había pedido; la voz de Hendrix se fue desvaneciendo hasta que terminó por dejar de oírse.

—¿Interrogó Hendrix a la criatura? —le preguntó Lee a Marcel.

El comandante dio un paso al frente y miró a su alrededor, y luego dijo sin levantar la voz en ningún momento:

—Hendrix estuvo un buen rato a solas con el… tripulante. Creo que le sacó información.

Lee movió la cabeza con gesto incrédulo y le hizo luego una señal al doctor para que se pusiese manos a la obra.

Leslie cogió una jeringuilla de acero inoxidable y una botellita, de la cual extrajo un líquido de color ámbar.

—Voy a actuar igual que haría con un niño que tuviera unas heridas semejantes —declaró—. Si suele usted rezar, señor director, este sería un buen momento para hacerlo. No sé el efecto que le provocará esta morfina.

Lee observó cómo el doctor clavaba la aguja con soltura en el brazo de la criatura, quien esbozó un gesto de dolor mientras la jeringuilla penetraba a través de su delgada piel.

—¿Todas las personas que no formen parte del grupo pueden, por favor, disculparnos?

Las enfermeras y dos médicos de la base Roswell se marcharon sin hacer ningún comentario.

Lee se giró a tiempo para ver cómo el cuerpo de la criatura se relajaba y sus gestos de dolor se aflojaban. Cuando abrió la pequeña boca y luego la cerró, Lee tuvo miedo de que hubiera muerto delante de sus propios ojos. Leslie levantó con sumo cuidado el párpado derecho y dio unos apresurados pasos hacia atrás cuando advirtió que la oscura pupila giraba y lo miraba. Al ver la sorprendida expresión de Leslie, Lee miró hacia abajo y descubrió que los dos párpados se abrían y cerraban rápidamente y empezaban luego a abrirse. La enorme cabeza se giró, y lo siguiente que Lee vio fue cómo el pequeño ser lo miraba directamente a él.

A Lee le habría gustado pronunciar unas palabras más adecuadas, pero sin saber muy bien por qué, lo único que alcanzó a decir fue «Lo siento».

La criatura siguió mirando a Lee. Cuando Leslie volvió a acercarse a la camilla, el tripulante movió la cabeza con lentitud y lo observó fijamente. El médico levantó una delgada gasa que tenía en el pecho y cambió, con la mayor delicadeza posible, la venda manchada de verde por otra, que puso sobre la gran herida. Repitió el mismo procedimiento con la herida de la cabeza, y luego con una en la garganta que era enormemente profunda y que, aun teniendo el mejor equipamiento sanitario, no se veía capaz de operar. El pequeño ser parpadeó e inspiró profundamente. Se le cerraron los ojos y volvió a bufar. Leslie cerró los ojos, consciente del dolor que le había provocado a la criatura al retirar la venda. Poco a poco, el alienígena fue abriendo los ojos y, para sorpresa de Leslie y de Lee, sonrió y volvió a parpadear una vez más.

—Creo que entiende que usted está intentando ayudarlo —se aventuró a decir Lee.

Leslie asintió con la cabeza, agradecido de que sus intenciones hubieran sido comprendidas.

El pequeño ser giró lentamente la cabeza hacia la izquierda y volvió otra vez a mirar a Lee. Todos observaron cómo levantaba lentamente el brazo y señalaba la cara de Lee. Garrison levantó también la mano y entonces lo entendió. El pequeño dedo señalaba a su parche, o posiblemente a la cicatriz que le marcaba el lado derecho de la cara.

—Me hirieron en la guerra —dijo. Luego sonrió—. Ojalá que no entiendas lo que es eso.

La criatura volvió a apartar la vista. Vio a Leslie y se quedó mirando a la pequeña mesa cromada que había al lado de la camilla. Volvió a señalar con el brazo, pero esta vez fue a la jeringuilla que había servido para aliviarle el dolor.

—No creo que podamos darte más, pequeño amigo —dijo Leslie con toda la delicadeza de la que fue capaz.

El ser volvió a intentar sonreír y giró la cabeza hacia la izquierda y señaló otra vez la cicatriz o el parche en el ojo.

—Es increíble, creo que piensa que está usted herido y quiere que le dé la misma inyección que le he dado a él —dijo Leslie.

Lee sonrió y extendió lentamente la mano hasta que con los dedos tocó las yemas de los dedos de la criatura. El alienígena sonrió de nuevo.

—Me temo que esta herida es antigua —dijo, mientras que con la otra mano se tocaba el parche del ojo.

Lee se acercó al pequeño ser para observarlo mejor.

—Doctor, ¿es posible que debido a esta herida en el cuello no sea capaz de vocalizar?

—Ahora mismo no podemos saber si tiene la capacidad del habla. La herida por sí sola no parece que pueda poner en riesgo su vida, al menos a mí no me lo parece. ¿Ahora, que no le permita hablar? La verdad es que no lo sé.

La criatura, que parecía escuchar su conversación, se señaló la herida que tenía en el cuello cubierta por una pequeña gasa. Tragó saliva, levantó la mano, volvió la vista hacia Lee y señaló otra vez la cicatriz. Lee se acercó para que se la pudiera tocar. El alienígena pasó su dedo largo y delgado por la rosácea cicatriz y luego tocó el parche. Sus dedos se abrían y se cerraban lentamente. La boca intentaba moverse. Sin dejar de mirar a Lee, volvió a tragar saliva y se llevó la mano a la garganta.

—Gue… rrrra —dijo, en voz muy baja.

Lee se quedó atónito. Miró a Leslie, quien asintió dando a entender que él también había oído la misma palabra. Lee volcó nuevamente toda su atención en la pequeña criatura y se sobresaltó cuando esta, despacio y con mucho sufrimiento, se incorporó y se quedó sentada. Se puso a temblar, era evidente que soportaba fuertes dolores en cada ocasión que intentaba moverse. Lee y Leslie intentaron empujarlo con mucho cuidado para volver a colocarlo sobre las sábanas blancas de la camilla. El pequeño alienígena se resistió y miró a Lee con ojos suplicantes. Garrison cedió, le soltó las manos, le hizo un gesto al doctor con la cabeza y él también se apartó y dejó que el visitante se incorporara. El alienígena se dio la vuelta sobre su barriga, se deslizó sobre la camilla y estuvo a punto de caerse. Leslie desconectó la vía intravenosa y giró el gotero.

El alienígena dio un primer paso, y luego otro más pequeño, tanteando el terreno. Lee y Leslie se cambiaron de sitio para permitir el movimiento. La pequeña criatura se paró después de dar cuatro pasos, se estremeció de dolor y cerró sus grandes ojos. Leslie le acercó una gasa limpia y le dio unos toquecitos en la herida del pecho, pero el alienígena no le prestó mucha atención mientras cogía con cautela la mano de Lee y luego cogía la de Leslie. Las pequeñas manos se agarraron fuertemente a los dos hombres mientras salían de la zona cubierta de plástico. Garrison apartó la cortina que separaba el hospital del resto del hangar y sintió que todos los ojos del Grupo se fijaban en ellos. La gente se quedó atónita al ver a su jefe guiando al pequeño ser herido hacia fuera de la zona de seguridad. Hendrix, que estaba con las manos esposadas, observó con sorpresa cómo el extraño trío iba desplazándose. El alienígena se detuvo y vio cómo los encargados de seguridad del Grupo apartaban boquiabiertos a Hendrix para que no se interpusiera en su camino.

—Comandante Marcel, que todo el mundo excepto los supervisores de mis departamentos abandone el hangar inmediatamente. El resto del personal, mis técnicos incluidos, deben evacuar el hangar, ahora mismo —ordenó Lee a toda velocidad, pero manteniendo la calma. Se puso delante del pequeño alienígena para ocultarlo del resto, mientras Marcel comenzaba a transmitir a gritos las órdenes.

—¿Qué ha dicho, Lee? Dígamelo —gritó Hendrix de tal manera que el pequeño ser se sobresaltó y dio un paso hacia atrás—. Dígamelo, maldita sea.

El pequeño alienígena entrecerró los ojos al mismo tiempo que miraba a Hendrix con las esposas. Su gran cabeza se ladeó a la izquierda y luego a la derecha, como si estuviese evaluando al agregado de Inteligencia Militar. Parpadeó sin acabar de abrir los ojos y luego siguió caminando obviando a Hendrix.

Lee esperó a que el último técnico saliese del hangar para apartarse a un lado y permitir así que el alienígena continuase su camino.

Los supervisores del Grupo Evento estaban allí quietos, asistiendo al suceso más increíble de la historia. Uno a uno fueron interrumpiendo lo que hacían al tiempo que Lee y Leslie avanzaban con cautela por entre medias de los restos del platillo estrellado. De pronto, a la criatura se le aflojaron las piernas y a punto estuvo de caerse. Lee le pasó su otro brazo por la parte baja de la espalda, para sujetarla con más firmeza. Entonces el alienígena se soltó, primero de la mano de Lee y luego de la de Leslie, dio un traspié y cayó al suelo. Los dos hombres se agacharon a recogerlo, pero el extraterrestre se levantó con ligereza y se puso a caminar más deprisa por entre los restos de chatarra. El personal de Evento se apartaba para dejarlo pasar. Un par de mujeres y por lo menos uno de los doctores dejaron escapar un grito cuando el alienígena pasó a poca distancia de ellos. Luego, volvió a dar otro traspié y cayó delante de un gran contenedor. De nuevo su cuerpo se estremeció y dio varias sacudidas mientras miraba el recipiente. Leslie hizo una mueca al descubrir que la herida del pecho estaba sangrando abundantemente.

El pequeño ser tocó el lateral del contenedor y pareció volver a relajarse. Después, bajó la vista, cerró los ojos y, sin mirar, dio unos ligeros golpes con el puño en uno de los lados de la caja y emitió un sonido ahogado que resonó muy suavemente en el enorme hangar. A continuación, el alienígena levantó la vista y vio a Lee de pie enfrente de él.

—Destructor… muerto —susurró.

Lee se agachó.

—No te entiendo.

—La bestia… —Tragó saliva, torciendo el gesto a causa del profundo dolor—. Muerta —volvió a decir, y se fue cayendo hacia el suelo.

La poca gente que quedaba dentro del hangar dio un grito ahogado al verlo caer. Lee y Leslie fueron enseguida hacia él, pero Lee fue más rápido y cogió en brazos al pequeño alienígena al tiempo que le hacía un gesto con la cabeza a Leslie para que fuera él delante. Los integrantes del grupo hablaban ahora entre ellos en voz alta mientras volvían al hospital.

—Muy bien, lo que han visto es alto secreto. Que entren de nuevo sus equipos. En marcha —dijo Lee dirigiéndose a la gente que tenía a su espalda.

La pequeña criatura abrió los ojos y miró a Lee mientras este lo llevaba de regreso a su cama.

—No gu… guerra —dijo, y tragó saliva con cuidado—. No extinción del hombre. —Alzó la mano y tocó la cara de Garrison—. El hombre… está a salvo… por ahora. El Destructor no extinguirá. —Sonrió más que ninguna vez, luego se dio unos golpecitos en el pecho—. Matar… Des… tructor.

Lee dejó al pequeño ser sobre la cama. Leslie volvió a su trabajo y presionó con las manos al herido para reducir la hemorragia.

El alienígena miraba a Lee con los párpados caídos, respirando débil y entrecortadamente.

—Usamos… animales… para ayudar… a la raza de nuestros amos a… a… limpiar… nuevos mundos… para… los Amos Grises…, El Destructor… no tener que venir… aquí… sino a un planeta deshabitado… Algún Gris… querer… limpiar… vuestro mundo… para su propia… necesidad. Yo… matar Destructor, el animal… está muerto… No… habrá guerra… esta vez… pero… mis amos… intentar… quizá otra vez… matar vuestro… mundo.

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