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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #ciencia ficción

Espacio revelación (61 page)

BOOK: Espacio revelación
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El grupo de Sylveste, por supuesto, no estaba de acuerdo con ellos. Para entonces, Alicia y él ya se habían distanciado, pero incluso en las profundidades de su enemistad seguían mostrando un gran respeto por las aptitudes del otro. El amor se había marchitado, pero la admiración permanecía.

Entonces llegó el motín. El grupo de Alicia hizo lo que siempre había amenazado con hacer: abandonó Resurgam. Incapaces de convencer al resto de la colonia para que los acompañaran, robaron el
Lorean
de la órbita en la que estaba estacionado. El motín había sido bastante sangriento, pero al robar la nave, el grupo de Alicia había causado un daño más insidioso a la colonia: el
Lorean
contenía todas las naves y lanzaderas que utilizaban para desplazarse por el sistema, de modo que los colonos quedaron confinados en la superficie de Resurgam y no dispusieron de medios para reparar o actualizar el cinturón de satélites de comunicaciones hasta que Remilliod llegó al sistema varias décadas después. Desde la partida de Alicia, los criados, la tecnología replicante y los implantes habían escaseado.

Pero el grupo de Sylveste había sido el afortunado.

—Entrada de bitácora —dijo el fantasma de Alicia, flotando incorpóreo en el puente—. Han transcurrido veinticinco días desde que partimos de Resurgam. Hemos decidido, en contra de mi voluntad, acercarnos a la estrella de neutrones durante el camino de regreso. La alineación es propicia: no nos aleja demasiado de Eridani y, además, el retraso neto de nuestro viaje será diminuto en comparación con los años de vuelo que nos quedan por delante.

Sylveste no la recordaba así, pero había transcurrido mucho tiempo. Ya no le parecía odiosa, sino errante. Vestía un tipo de ropa de color verde oscuro que nadie había vuelto a llevar en Cuvier desde que tuvo lugar el motín, y su estilo de peinado era tan antiguo que casi parecía sacado de una obra de teatro.

—Dan estaba convencido de que allí había algo importante, pero siempre nos faltaron pruebas.

Aquello lo sorprendió. Estaba hablando desde una época anterior a que hubieran encontrado el obelisco y sus curiosas inscripciones. ¿En aquel entonces su obsesión ya era tan fuerte? Era muy posible, pero no le gustó ser consciente de ello. Alicia tenía razón en lo que decía: no tenían ninguna prueba.

—Presenciamos algo extraño —continuó la mujer—. Un impacto cometario en Cerberus, el planeta que orbita alrededor de la estrella de neutrones. Nos llamó la atención porque, al encontrarse tan lejos del cinturón de Kuiper, dichos impactos son bastante infrecuentes. Sin embargo, cuando estuvimos lo bastante cerca para examinar la superficie planetaria, no encontramos señales de ningún cráter causado por un cuerpo cósmico.

Sylveste sintió que se le erizaba el vello de la nuca.

—¿Y…? —advirtió que estaba murmurando en voz muy baja, como si Alicia estuviera con ellos en el puente, como si no fuera una proyección que habían recuperado de la memoria de la nave.

—Es tan insólito que no podemos ignorarlo… a pesar de que parece respaldar la teoría de Dan de que hay algo extraño en el sistema Hades/Cerberus. Hemos alterado nuestro rumbo para acercarnos un poco más. —Hizo una pausa—. Si encontramos algo importante, algo que no podamos explicar, creo que nuestra única opción ética será informar a Cuvier. De otro modo, nunca podremos ir con la cabeza bien alta como científicos. Mañana sabremos algo más. Para entonces, las sondas podrán darnos más información.

—¿Cuánto más hay? —preguntó Sylveste—. ¿Cuánto tiempo siguió anotando en bitácora los acontecimientos?

—Un día, más o menos —respondió Volyova.

Se encontraban en la habitación-araña, a salvo (o eso deseaba creer Volyova) de los ojos curiosos de Sajaki y los demás. Aún no habían oído todo lo que Alicia tenía que decir, porque buscar entre los registros de voz era una tarea muy lenta y emocionalmente extenuante. De todos modos, la forma básica de la verdad estaba emergiendo y no era en absoluto alentadora. Algo había atacado a la tripulación de Alicia, repentina y decisivamente, en las proximidades de Cerberus. Pronto, Volyova y sus compañeros sabrían mucho más sobre el peligro hacia el que estaban siendo arrastrados.

—Supongo que eres consciente de que, si tenemos problemas, tendrás que entrar en la artillería —dijo Volyova.

—No estoy segura de que eso sea lo mejor —respondió Khouri. Para justificarse, añadió—: Ambas sabemos que recientemente ha habido ciertos elementos preocupantes relacionados con la artillería.

—Sí. De hecho, durante mi convalecencia, llegué a la conclusión de que sabes más de lo que estás dispuesta a admitir. —Volyova se recostó en su asiento de felpa marrón y empezó a juguetear con los controles de latón que tenía delante—. Creo que decías la verdad cuando afirmaste ser una espía, pero tengo la impresión de que todo lo demás era una mentira diseñada para satisfacer mi curiosidad y, al mismo tiempo, impedir que discutiera ese asunto con el Triunvirato. Y funcionó de maravilla. Sin embargo, hay demasiados puntos que no acaban de convencerme. Por ejemplo, el asunto del arma-caché. ¿Por qué apuntó hacia Resurgam cuando se conectó?

—Porque era el objetivo más próximo.

—Lo siento, pero me parece una razón demasiado simple. Tenía algo que ver con Resurgam, ¿verdad? Y el hecho de que te infiltraras en esta nave sólo cuando conociste nuestro destino… sí. La verdad es que no hay nada mejor que un lugar apartado para fingir que un arma-caché se ha activado sola. Fuiste muy ingeniosa, Khouri, pero era imposible que lograras arrebatarnos el control de las armas a mí o al resto del Triunvirato. —Apoyó la barbilla sobre una mano—. Así que… la pregunta del millón: si tu historia inicial era falsa, ¿qué estás haciendo exactamente a bordo de esta nave? —La miró, esperando una respuesta—. Será mejor que me lo digas ahora, porque te juro que la siguiente persona que te lo preguntará será Sajaki. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que también él tiene sus sospechas, sobre todo desde que Kjarval y Sudjic han muerto.

—Yo no tuve nada que ver con… —De pronto, su voz perdió convicción—. Sudjic tenía su propia vendetta contra ti. Yo no tuve nada que ver con eso.

—Pero yo había deshabilitado las armas de tu traje. Sólo yo podría haber revocado esa orden, pero estaba demasiado ocupada siendo asesinada. ¿Cómo lograste cancelarla y matar a Sudjic?

—Alguien más lo hizo. —Khouri hizo una pausa antes de continuar—. Algo más, mejor dicho. El mismo algo que entró en el traje de Kjarval e hizo que se volviera contra mí durante la sesión de entrenamiento.

—¿No fue obra de Kjarval?

—No, la verdad es que no. No creo que le cayera demasiado bien, pero estoy segura de que tampoco tenía intenciones de matarme en la sala de entrenamiento.

Tenía la impresión de que le estaba diciendo la verdad, por complicada que fuera.

—¿Y qué ocurrió exactamente?

—Ese algo que había dentro de mi traje tenía que realizar los preparativos necesarios para que yo formara parte del equipo que iría a la superficie a buscar a Sylveste, y supongo que borrar del mapa a Kjarval era la única opción.

Sí, casi podía ver cierta lógica en ello. Nunca había cuestionado la forma en que Kjarval había muerto, pues siempre había pensado que algún miembro de la tripulación se volvería en contra de Khouri… y Kjarval y Sudjic tenían todos los números. Por otra parte, era consciente de que, en un futuro cercano, ambas se habrían vuelto también en su contra. Habían ocurrido las dos cosas, pero ahora las veía como una parte de algo más, como las ondas de algo que no pretendía comprender, pero que se movía con el sigilo de un tiburón bajo la superficie de los acontecimientos.

—¿Y por qué era tan importante que estuvieras en la superficie?

—Yo… —Khouri estuvo a punto de decir algo, pero se contuvo—. No creo que éste sea el mejor momento, Ilia. No cuando nos encontramos tan cerca de lo que ha destruido al
Lorean
.

—Por si no te has dado cuenta, no te he traído aquí para admirar las vistas. ¿Recuerdas lo que te he dicho sobre Sajaki? Decide: o conmigo ahora, que soy lo más parecido a una aliada o una amiga que tienes en esta nave, o con Sajaki después, con un equipo que ni siquiera te gustaría imaginar.

La verdad es que no estaba exagerando, pues las técnicas de barrido de Sajaki no destacaban exactamente por su sutileza.

—Entonces empezaré por el principio. —Al parecer, sus palabras habían surtido efecto. Eso era bueno, pues de otro modo habría tenido que empezar a desempolvar sus propios métodos de coacción—. Todo lo que te conté sobre que fui soldado es cierto. Respecto a cómo llegué a Yellowstone… es más complicado. Ni siquiera ahora sé cuánto de todo eso fue un accidente y cuánto fue obra suya. Lo único que sé es que ella me escogió desde un principio para esta misión.

—¿Quién es ella?

—La verdad es que no lo sé. Alguien que tiene mucho poder en Ciudad Abismo y, quizá, en el conjunto del planeta. Se hace llamar la Mademoiselle. Tuvo la precaución de no utilizar nunca su verdadero nombre.

—Descríbemela. Puede que sea alguien a quien conocemos; alguien con quien hayamos tenido tratos en el pasado.

—Lo dudo. No era… —Khouri se interrumpió—. No era una de vosotros. Puede que antaño lo fuera, pero ya no. Tengo la impresión de que llevaba largo tiempo en Ciudad Abismo, aunque no accedió al poder hasta después de la Plaga de Fusión.

—¿Accedió al poder y no he oído hablar de ella?

—Ese era el punto principal de su poder: como no era evidente, no tenía que dar a conocer su presencia para conseguir que se hicieran las cosas. Se limitaba a hacer que pasaran. Ni siquiera era rica, pero controlaba más recursos que cualquier otra persona del planeta, como por arte de magia. Sin embargo, no tenía los suficientes para conseguir una nave… y ésa es la razón por la que os necesitaba.

Volyova asintió.

—Has dicho que podría haber sido uno de los nuestros. ¿Qué has querido decir con eso?

Khouri vaciló.

—No era nada evidente, pero el hombre que trabajaba para ella, Manoukhian, sin duda alguna fue Ultra. Dejó caer demasiadas pistas que sugerían que la había encontrado en el espacio.

—Encontrado… ¿como si la hubiera rescatado?

—Eso es lo que me pareció. Además, la Mademoiselle tenía un montón de objetos angulosos de metal que al principio pensé que eran esculturas, pero después me di cuenta de que parecían las partes de una nave espacial abandonada. Era como si las hubiera conservado en recuerdo de algo.

Algo se removía en la memoria de Volyova, pero de momento dejó que el proceso mental permaneciera por debajo de su nivel de conciencia.

—¿Pudiste verla bien?

—No. Sólo vi una proyección, y puede que no fuera precisa. Vivía dentro de un palanquín, como cualquier hermético.

Volyova sabía poco sobre los herméticos.

—Eso no significa que lo fuera. El palanquín podía ser simplemente una forma de ocultar su identidad. Si supiéramos algo más sobre su origen… ¿Manoukhian te contó algo más?

—No. Quería hacerlo; estoy segura de ello. Pero se las arregló para no proporcionarme ninguna información útil.

Volyova se acercó un poco más a ella.

—¿Por qué dices que quería contarte más cosas?

—Porque ése era su estilo. Aquel tipo hablaba sin parar. Durante el tiempo que estuve con él no dejó de contarme historias sobre todas las cosas que había hecho y las personas famosas que había conocido. Sin embargo, nunca me dijo nada que tuviera que ver con la Mademoiselle. Era un tema cerrado… quizá, porque aún trabajaba para ella. De todos modos, no me cabe duda de que se moría de ganas de contarme más cosas.

Volyova golpeó los dedos contra el cuadro de mando.

—Puede que encontrara la forma de hacerlo.

—No te entiendo.

—No esperaba que lo hicieras. Además, tampoco te lo dijo. Sin embargo, creo que encontró la forma de contarte la verdad. —El proceso de memoria que había suprimido hacia unos instantes había encontrado algo: el momento en que había reclutado a Khouri, el reconocimiento que le había efectuado en cuanto llegó a bordo—. Pero todavía no lo sé con certeza.

Khouri la miró.

—Encontraste algo en mí, ¿verdad? ¿Algo que Manoukhian dejó?

—Sí. Al principio me pareció una tontería. Por suerte, tengo un extraño defecto de carácter, común entre aquellos que nos entregamos a las ciencias: nunca, jamás, tiro nada. —Era cierto, sobre todo porque deshacerse de lo que había encontrado habría requerido un mayor esfuerzo que limitarse a dejarlo en el laboratorio. En aquel entonces le había parecido una nimiedad, pero ahora podría realizar un análisis de los componentes de la astilla de metal que había extraído de su cabeza—. Si no me equivoco y realmente es obra de Manoukhian, puede que nos diga algo sobre la Mademoiselle. Quizá, incluso nos dé a conocer su identidad. Pero aún tienes que contarme qué era exactamente lo que quería que hicieras. Ya sabemos que, de una forma u otra, está relacionado con Sylveste.

Khouri asintió.

—Exacto. Pero me temo que esta es la parte que menos te va a gustar.

—Hemos realizado una inspección más detallada de la superficie de Cerberus desde nuestra órbita actual —dijo la proyección de Alicia—. No hemos encontrado evidencias del punto de impacto cometario. Sí, hay montones de cráteres, pero ninguno de ellos es reciente… y eso no tiene ningún sentido. —Entonces dio a conocer la única teoría plausible que tenían, que consistía en que el cometa había sido destruido justo antes del impacto. Esa explicación sugería el uso de alguna forma de tecnología defensiva, pero al menos evitaba la paradoja de las características inmutables de la superficie—. Sin embargo, no hemos encontrado pruebas de nada similar ni indicios de estructuras tecnológicas. Hemos decidido enviar al planeta un escuadrón de sondas que podrán detectar todo aquello que hayamos pasado por alto, como máquinas enterradas en cuevas o hundidas en cañones por debajo de nuestro ángulo de visión. Además, si allí abajo hay sistemas automatizados, provocarán alguna respuesta.

Sí, pensó Sylveste con acidez. Ya habían provocado algún tipo de respuesta pero, sin duda alguna, no era del tipo que Alicia había anticipado.

Volyova localizó el siguiente segmento de la narración de Alicia. Las sondas habían sido desplegadas; eran diminutas naves automatizadas, tan frágiles y rápidas como las libélulas. Habían caído hacia la superficie de Cerberus y, como no había ninguna atmósfera que retrasara su avance, su descenso sólo se detendría en el último momento, con rápidos impulsos de llamas de fusión. Durante unos instantes, visto desde la perspectiva del
Lorean
, fueron chispas de luz contra el persistente gris de Cerberus, pero a medida que se alejaron se convirtieron en un recordatorio de que ese mundo minúsculo y muerto era mucho más grande que la mayoría de las creaciones humanas.

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