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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia-ficción, novela

En caída libre (6 page)

BOOK: En caída libre
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La doctora Yei, siempre directa, según la experiencia de Claire, sonreía ahora con cierta falsedad. Miró a Tony, que flotaba en el aire, y frunció los labios.

—Me alegra que estés aquí, Tony, porque tengo buenas noticias también para ti. Tu instructor de soldadura, el señor Graf, te ha calificado como el mejor de su clase. Así que has sido elegido como capataz de un grupo que saldrá a realizar el primer contrato que GalacTech delegó al Proyecto Cay. Tú y tus compañeros seréis embarcados aproximadamente dentro de un mes hacia un lugar llamado Estación Kline. Está en el extremo opuesto del nexo, detrás de la Tierra. Es un viaje largo, de manera que el señor Graf ha decidido ir también en el viaje para completar la preparación en ruta, además de ser supervisor de ingenieros.

Tony se agitó a través de la habitación, lleno de emoción.

—¡Por fin! Trabajo real. Pero… —Hizo una pausa, sorprendido. Claire, que ya había pensado lo mismo, sintió que el rostro se le convertía en una máscara—. Pero ¿cómo se supone que Claire quedará embarazada el mes próximo si yo estoy fuera en alguna misión?

—El doctor Minchenko congelará un par de muestras de esperma antes de que te vayas —sugirió Claire—. ¿No es cierto?

—Bueno —dijo la doctora Yei—. En realidad, ésos no eran los planes. Se ha programado que el padre de tu próximo bebé sea Rudy, de Instalaciones de Microsistemas.

—¡Oh, no! —exclamó Claire. La doctora Yei estudió sus rostros y frunció la boca, con un gesto adusto.

—Rudy es un buen muchacho. Le dolerá esta reacción, estoy segura. Claire, esto no puede cogerte por sorpresa, después de todas nuestras charlas.

—Sí, pero… esperaba que, como Tony y yo nos llevábamos tan bien, nos permitirían… Estaba a punto de pedírselo al doctor Cay.

—Ya no está entre nosotros —suspiró la doctora Yei—. De forma que habéis estado juntos y os sentís como pareja. Os previne que no lo hicierais, ¿o no?

Claire bajó la cabeza. Ahora era Tony el que había perdido toda expresión de felicidad.

—Claire, Tony, sé que esto es difícil. Pero vosotros, en las primeras generaciones, tenéis una responsabilidad especial. Sois el primer paso en un plan muy detallado a largo plazo de GalacTech, que llevará varias generaciones. Vuestras acciones tienen un efecto multiplicador fuera de toda proporción. Mirad, esto no es, de ninguna manera, el fin del mundo para vosotros. Es muy probable que volváis a estar juntos alguna vez. Claire tiene programada una larga carrera reproductiva. Y tú, Tony, eres el mejor. GalacTech tampoco va a desperdiciarte. Habrá otras chicas…

—No quiero otras chicas —dijo Tony con firmeza—. Sólo a Claire.

La doctora Yei hizo una pausa y continuó.

—No tendría que decirte esto todavía, pero te han asignado a Sinda, de Nutrición. Siempre pensé que era una joven extraordinariamente bonita.

—Se ríe como una sierra.

La doctora Yei suspiró con impaciencia.

—Bueno, lo discutiremos más tarde. Cuando llegue el momento. Ahora tengo que hablar con Claire.

Lo empujó hacia la puerta y cerró con llave, sin prestar atención a sus objeciones.

Se dirigió a Claire y la miró con cierto enojo.

—Claire, ¿habéis tenido relaciones sexuales después de quedarte embarazada?

—El doctor Minchenko dijo que no afectaría al bebé.

—¿Él lo sabía?

—No sé… Sólo se lo pregunté de una manera general. —Claire estudiaba sus manos, con culpabilidad—. ¿Esperabais que no tuviéramos más relaciones?

—Por supuesto.

—Nunca nos lo dijisteis.

—Vosotros tampoco lo preguntasteis. Por cierto, fuisteis lo suficientemente cuidadosos para no sacar el tema, ahora que pienso en ello… ¿Cómo pude ser tan ciega?

—Pero los terrestres lo hacen todo el tiempo —se defendió Claire.

—¿Cómo sabes lo que hacen los terrestres?

—Silver dice que el señor Van Atta… —Claire enmudeció de golpe.

La doctora Yei agudizó su atención, realmente incómoda.

—¿Qué es lo que sabes de Silver y el señor Van Atta?

—Bueno… creo que todo. Quiero decir, todos queríamos saber cómo lo hacían los terrestres. —Claire hizo una pausa—. Los terrestres son extraños —agregó.

Después de un instante paralizado, la doctora Yei escondió la cara entre las manos y no pudo evitar sonreír entre dientes.

—Así que Silver os ha estado proporcionando información detallada. —Bueno, sí.

Claire observó a la psicóloga con verdadera fascinación.

La doctora Yei contuvo su sonrisa. Tenía un brillo extraño en los ojos, en parte porque le causaba gracia, en parte porque le irritaba.

—Supongo… supongo que es mejor que le digas a Tony que no comente nada. Me temo que al señor Van Atta no le gustaría darse cuenta que sus actividades personales tienen un público de segunda mano—. Muy bien —acordó Claire, como si dudara—. Pero… vosotros siempre queríais saber todo sobre Tony y yo.

—Es diferente. Queríamos ayudaros.

—Bueno, nosotros y Silver queríamos ayudarnos entre nosotros.

—Se supone que no tenéis que ayudaros entre vosotros. —El tono de crítica de la doctora Yei estaba disimulado detrás de su sonrisa reprimida—. Se supone que tenéis que esperar a que os sirvan —agregó—. Por cierto, ¿cuántos de vosotros conocéis la información de Silver? Sólo tú y Tony, ¿cierto?

—Bueno, mis compañeras de dormitorio también. Yo llevo a Andy allí en mis horas libres y jugamos con él. Antes dormía frente a Silver hasta que me mudé. Ella es mi mejor amiga. Silver es tan… tan valiente. Hace cosas que yo nunca me atrevería a hacer. —Claire suspiró con cierta envidia.

—Ocho chicas —murmuró Yei—. ¡Oh, dios Krishna! No quiero pensar que alguna se haya visto inspirada para la emulación.

Claire, sin ninguna intención de mentir, no dijo nada. No fue necesario. La psicóloga lo supo con sólo mirarla.

Yei dio una vuelta indecisa en el aire.

—Tengo que hablar con Silver. Debería haberlo hecho cuando lo sospeché por primera vez, pero pensé que el tipo sería lo suficientemente sensato como para no contaminar el experimento. Mira, Claire, quiero seguir hablando contigo sobre tu nueva asignación. Estoy aquí para intentar hacer las cosas de la manera más fácil posible. Sabes que te ayudaré, ¿no es cierto? Volveré contigo tan pronto como pueda.

Yei desprendió a Andy de su cuello, donde el bebé estaba saboreando el pendiente, y se lo devolvió a Claire. Mientras salía del cuarto, murmuraba algo sobre «contener el daño…».

Una vez sola, Claire se aferró al bebé. Su incertidumbre se había convertido en una placa de metal clavada en el corazón. Se había esmerado tanto por ser buena…

Leo miró con aprobación la luz intensa y las densas sombras del vacío, mientras dos de sus alumnos con trajes espaciales colocaban con precisión el anillo de sujeción en el extremo del tubo flexible. Las ocho manos de los dos hombres facilitaban la tarea.

—Ahora, Pramod, Bobbi, traed el soldador y el grabador y ponedlos en posición de encendido. Julián, pon en funcionamiento el programa de alienación por láser óptico.

Una docena de figuras de cuatro manos, con los nombres y los números impresos en la parte frontal de sus cascos y en la espalda de sus uniformes plateados, fluctuaban buscando un buen punto de observación.

—Ahora, en estas soldaduras de penetración parcial de alta densidad y energía —el audio de los trajes espaciales captaba la explicación de Leo—, el haz de electrones no debe llegar a un estado permanente de penetración. Este haz puede perforar hasta medio metro de acero. Si pasara algo así, digamos que la nave de presión nuclear o la cámara de propulsión pueden perder su integridad estructural. Por ejemplo, el pulsor que Pramod está controlando en este momento —dijo Leo en un tono que alertó a Pramod e hizo que revisara rápidamente la lectura del sistema en su máquina—, utiliza la oscilación natural del punto de impacto del haz dentro de la cavidad de soldadura para fijar una secuencia de impulsos que mantenga su frecuencia, eliminando el problema de perforación. Siempre es necesario controlar dos veces esta función antes de comenzar.

El anillo de sujeción estaba firmemente soldado a su tubo flexible, tarea supervisada por la vista, el medidor holográfico, la corriente parásita de Foucault, el estudio y la comparación del registro de la emisión simultánea de rayos X y la prueba clásica de «golpear y sacudir». Leo se preparó para llevar a sus alumnos hacia la siguiente tarea.

—¡Tony, si traes el soldador, PRIMERO APÁGALO! —El grito de Leo retumbó en los auriculares de todos. Intentó modular la voz.

El haz estaba, en efecto, apagado, pero los controles no. Un movimiento accidental mientras Tony movía la máquina y… Leo trazó la hendidura hipotética en el ala cercana del Hábitat y se estremeció.

—Piensa con la cabeza, Tony. Una vez vi cómo un hombre partía en dos a uno de sus amigos por un descuido.

—Lo siento… Pensé que ahorraría tiempo… Lo lamento… —tartamudeó Tony.

—Sabes hacerlo mejor. —Leo se había calmado y su corazón recuperó el ritmo—. En este espacio, ese haz no se detendría hasta tocar la tercera luna o cualquier cosa que encontrara por el camino. —Estuvo a punto de continuar, pero se detuvo. No, no a través del canal de comunicación pública. Más adelante.

Más tarde, cuando los alumnos se quitaban los uniformes en el vestuario, siempre riendo y bromeando mientras los limpiaban y guardaban, Leo se acercó a Tony, que estaba silencioso y pálido.
Seguro que no le he ladrado tanto
, pensó Leo para sí.
No suponía que fuera tan sensible

—Cuando termines, quiero verte —le dijo Leo con tranquilidad.

—Sí, señor —respondió Tony, con tono de culpa.

Después de que sus compañeros se hubieran retirado, ansiosos por ir a comer, Tony quedó suspendido en el aire, con los dos pares de brazos cruzados sobre el cuerpo a modo de protección. Leo se acercó y le habló en un tono grave.

—¿En qué pensabas allí afuera hoy?

—Lo siento, señor. No volverá a pasar.

—Ha estado pasando toda la semana. ¿Tienes algún problema, muchacho?

Tony sacudió la cabeza.

—Nada… nada que tenga que ver con usted, señor.

Lo que había querido decir era que no tenía nada que ver con el trabajo, interpretó Leo. Muy bien, entonces.

—Si te está desconcentrando en tu trabajo, sí tiene que ver conmigo. ¿Quieres hablar sobre ello? ¿Tienes problemas con tu mujer? ¿El pequeño Andy está bien? ¿Te has peleado con alguien?

Los ojos azules de Tony buscaron el rostro de Leo con incertidumbre, pero volvió a inhibirse.

—No, señor.

—¿Estás preocupado por tener que salir por ese contrato? Supongo que es la primera vez que te alejas de tu hogar y de tu familia.

—No es eso —negó Tony. Hizo una pausa y volvió a mirar a Leo—. Señor, ¿hay muchas otras compañías allí fuera además de la nuestra?

—No muchas que hagan trabajos interestelares complejos —contestó Leo, un tanto sorprendido por el nuevo giro de la conversación—. Somos los más grandes, por supuesto, aunque hay una media docena de compañías que pueden representar una verdadera competencia para nosotros. En sistemas altamente poblados, como es el caso de Tau Ceti, Escobar, Orient y por supuesto la Tierra, existen siempre muchas compañías pequeñas que operan a menor escala. Están superespecializadas o son grupos empresariales. Los mundos espaciales cada vez son más fuertes.

—De manera que… si alguna vez usted se va de GalacTech, podría obtener otro empleo en el espacio.

—Seguramente. Ya he tenido ofertas, pero nuestra compañía hace la mayor parte del trabajo que quiero hacer, así que no hay ninguna razón para que me vaya. Y además, tengo muchos años de antigüedad aquí y si me voy, los perdería. Es muy probable que me quede en GalacTech hasta que me jubile, si es que no muero con las botas puestas.
Probablemente de un ataque al corazón producido por ver que uno de mis alumnos intenta matarse accidentalmente
, pensó Leo, sin decirlo en voz alta. Tony ya parecía estar bastante castigado. Aunque todavía abstraído.

—Señor… hábleme del
dinero
.

—¿Dinero? —Leo levantó las cejas—. ¿Qué puedo decir? Es la sustancia de la vida.

—Yo nunca lo he visto. Tengo entendido que existen unos marcadores de valores codificados, que facilitan el comercio y sirven para llevar las cuentas.

—Correcto.

—¿Cómo lo consigue?

—Bueno, la mayoría de la gente trabaja para ganárselo. Lo que hace es negociar su trabajo para obtenerlo. O si son propietarios, fabrican o plantan algo, pueden venderlo. Yo trabajo.

—¿Y GalacTech le da
dinero
?

—Sí, claro.

—Si yo lo pidiera, ¿la compañía me lo daría?

—Bueno… —Leo era consciente de que estaba entrando en terreno resbaladizo. Era mejor que su opinión sobre el Proyecto Cay siguiera como hasta entonces, mientras estuviera bajo su techo. Su trabajo consistía en enseñar procedimientos de soldadura seguros, no en fomentar demandas salariales o cualquier otra cosa hacia donde llevara esa conversación—. ¿En qué lo gastarías aquí arriba? GalacTech te da todo lo que necesitas. Ahora bien, cuando estoy abajo o no estoy en las instalaciones de la compañía, tengo que comprarme la comida, la ropa, tengo que viajar y otras tantas cosas. Además —Leo buscaba un argumento menos específico—, hasta ahora, en realidad no has hecho ningún trabajo para GalacTech y la compañía, en cambio, ha hecho mucho por ti. Espera a salir en un contrato y hacer una producción real. Luego, tal vez sería el momento de hablar de dinero. —Leo sonrió. Se sentía hipócrita, pero al menos leal.

—¡Ah! —Tony parecía esconder alguna desilusión secreta. Sus ojos azules volvieron a mirar a Leo—. Cuando una de las naves de Salto de la compañía sale de Rodeo, ¿a dónde va?

—Depende de dónde la necesiten, supongo. Algunas van directamente a la Tierra. Si hay una carga o pasajeros que van a destinos diferentes, la primera parada es, en general, la Estación Orient.

—GalacTech no es la dueña de la Estación Orient, ¿verdad?

—No, es propiedad del gobierno de Orient IV. Aunque GalacTech explota una buena parte.

—¿Cuánto se tarda en llegar a la Estación Orient desde Rodeo?

—Alrededor de una semana. Probablemente tengas que parar allí pronto, aunque sólo sea para recoger equipos y suministros adicionales, cuando te envíen en tu primer contrato de construcción.

BOOK: En caída libre
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