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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

El Ranger del Espacio (17 page)

BOOK: El Ranger del Espacio
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Aquí en la superficie, en cambio, el sonido de su propia voz lo impresionó profundamente; la resonancia, el tono hondo le resultaron inesperados. Por cierto que se recuperó y comprendió el hecho casi en seguida. Aunque el escudo permitía el paso de moléculas de aire, era probable que las retardara, y esa interferencia tenía que afectar, por fuerza, las ondas sonoras.

David no estaba preocupado por ello: dadas las circunstancias ese tono podía representar un elemento a su favor.

El escudo lo había protegido de la radiación del desintegrador. El destello no había sido detenido por completo; él lo había alcanzado a ver. Pero al menos el efecto sobre sus ojos no fue nada comparado con el efecto sobre Hennes.

Con prolija metodicidad, aunque su mente cansada ansiaba echarlo todo por la borda, inspeccionó el contenido de estantes y cajones.

El rayo de luz se detuvo por unos segundos; David desestimó varios objetos y cogió uno diminuto y metálico. Lo giró una y otra vez bajo la luz; se asemejaba a un botón. Tras acomodarlo en diversas posiciones observó con atención.

Su corazón latió con fuerza.

Era la prueba final. La prueba de la exactitud de todas sus especulaciones, tan razonables y completas, pero sólo basadas en la lógica y en ninguna otra cosa. Ahora la lógica descansaba en algo compuesto por moléculas, algo que podía ser tocado y visto.

Lo guardó en el bolsillo de su bota, junto con la máscara y las llaves que había robado a Hennes unas horas antes.

Cerró la puerta tras sí y se dirigió hacia el exterior. La cúpula comenzaba a dibujarse, gris, en la luz del alba. En pocos minutos más la luz fluorescente dejaría paso a la luz del día, que sería el último, ya fuese para los envenenadores o bien para la civilización terrestre tal como existía.

Tenía algunas horas para dormir.

La cúpula del huerto de Makian yacía en un reposo helado. Pocos horticultores podían imaginar lo que estaba ocurriendo. Que se trataba de algo serio, estaba muy claro; pero más que eso no se podía saber. Algunos rumoreaban que Makian habría incurrido en irregularidades financieras graves y que lo habían cogido, pero nadie lo creía. No podía ser porque, en ese caso, ¿para qué enviar un ejército al huerto?

Muchos individuos de rostros duros y uniformados rodeaban el Edificio Central con desintegradores de repetición al brazo. En el techo de otro de los edificios dos piezas de artillería habían sido emplazadas la noche anterior. Toda el área circundante estaba desierta. La totalidad de los horticultores, excepto los que prestaban servicios esenciales, estaba confinada en sus pabellones. Los pocos exceptuados tenían órdenes de ceñirse estrictamente a sus faenas.

A las doce y quince en punto los dos hombres que vigilaban el edificio se alejaron, dejando el lugar sin custodia. A las doce y treinta regresaron para continuar su patrulla. Uno de los artilleros del techo, más tarde, aseguró que había visto a alguien penetrando en el edificio durante ese lapso; admitió que apenas lo había visto y su descripción parecía confusa: según él, se trataba de un hombre en llamas.

Nadie le creyó.

El doctor Silvers no estaba seguro de nada. No, nada seguro. Ni siquiera sabía cómo iniciar la reunión. Miró a los cuatro hombres sentados en torno a la mesa.

Makian. Tenía cara de no haber podido dormir en una semana. Y tal vez era así, justamente. Hasta ahora no había dicho ni una sola palabra. Silvers se preguntaba si ese hombre abatido era consciente de su situación real, de su entorno.

Hennes. Llevaba gafas oscuras. Se las quitó por un momento y se vieron sus ojos, inyectados en sangre, llenos de furia. Ahora estaba sentado y farfullaba para sí palabras ininteligibles.

Benson. Silencioso y derrotado. El doctor Silvers había hablado con él durante horas, la noche anterior, y había advertido que el agrónomo veía las fallas de su investigación como un fracaso y una culpa personales. Había hablado de marcianos, de nativos marcianos, como causantes del envenenamiento, pero Silvers, por supuesto, no se había tomado en serio la teoría.

Bigman. El único en todo el grupo que parecía feliz. Sin duda debía haber comprendido sólo una parte de la verdad de la crisis. Estaba echado atrás en su silla, lleno de evidente placer por estar a la misma mesa que la gente importante, saboreando su situación con deleite.

Y había una silla adicional que Silvers había acercado a la mesa. Allí estaba, vacía y aguardando. Nadie había insinuado, siquiera, algún comentario al respecto.

El doctor Silvers mantuvo la conversación de cualquier modo, con observaciones inconscientes, intentando cubrir su propia inseguridad. Como la silla vacía, Silvers estaba aguardando.

A las doce y dieciséis minutos se puso de pie, lentamente, los ojos fijos en la puerta de la habitación. No dijo ni una palabra. Bigman también se puso de pie y su silla cayó al suelo con estrépito. La cabeza de Hennes giró de prisa y sus manos se aferraron a la mesa con todas sus fuerzas. Benson arrojó una mirada y un gimoteo. Sólo Makian permaneció inmóvil. Luego sus ojos se alzaron para comprobar, en apariencia, la materialidad de otro elemento incomprensible en un mundo que se había tornado grande y excesivamente extraño para él.

La figura detenida en el vano de la puerta dijo:

—¡Yo soy el Ranger del Espacio!

En medio de las luces brillantes del salón el resplandor que rodeaba su cabeza resultaba un tanto mortecino, el humo que contorneaba su cuerpo parecía más denso de lo que Hennes había logrado apreciar la noche anterior.

El Ranger del Espacio se adelantó. Casi en forma automática, los hombres sentados empujaron sus sillas: en medio del claro abierto, el asiento vacío destacó su aislada soledad.

El Ranger del Espacio se sentó; su rostro era invisible detrás de la luz; tendió hacia adelante los brazos ocultos por el humo, los hizo descansar sobre la mesa, aun sin tocarla. Entre la mesa y los brazos se advertía un espacio vacío de varios milímetros.

El Ranger del Espacio anunció:

—He venido a hablar con criminales.

Fue Hennes quien quebró el silencio angustioso que siguió a esas palabras. Con la voz llena de veneno, preguntó:

—¿Te refieres a ladrones?

Su mano se alzó hasta las gafas oscuras, pero no se las quitó; le temblaban los dedos.

La voz del Ranger del Espacio era monótona, emitía lentas palabras huecas.

—Es verdad; soy un ladrón. Aquí están las llaves que he robado de tus botas. Ya no las necesito.

Como flechas de metal atravesaron la mesa hacia Hennes, que no se movió para cogerlas.

El Ranger del Espacio prosiguió:

—Pero el robo está justificado: evitará un crimen mayor. Está el crimen del capataz digno de confianza, por ejemplo, que en forma periódica se pasa las noches en Wingrad, en solitaria búsqueda de envenenadores.

La cara diminuta de Bigman se llenó de incontrolable alegría:

—Eh, Hennes, parece que se refieren a ti.

Pero Hennes sólo tenía ojos y oídos para la aparición, al otro lado de la mesa, y preguntó:

—¿Qué crimen es ése?

—El crimen de breves viajes —repuso el Ranger del Espacio— en dirección a los asteroides.

—¿Por qué? ¿Para qué?

—¿Acaso el ultimátum de los envenenadores no ha llegado de los asteroides?

—¿Me acusas de estar relacionado con el envenenamiento? Rechazo la acusación. Exijo pruebas. Es decir, si tú crees que las pruebas son necesarias. Quizá pienses que tu mascarada puede obligarme a admitir una mentira.

—¿Dónde has estado durante las dos noches previas al ultimátum?

—No responderé. Te niego el derecho de interrogarme.

—Yo responderé la pregunta por ti, entonces. La maquinaria del vasto plan de envenenamiento está situada en los asteroides, donde se han reunido los restos de las antiguas bandas de piratas. El cerebro del plan está aquí, en el huerto Makian.

Makian se puso de pie, abrió la boca intentando hablar.

El Ranger del Espacio le hizo un gesto firme con su brazo humoso, invitándolo a que se sentara nuevamente, y prosiguió:

—Tú, Hennes, eres el mediador.

Ahora Hennes se quitó las gafas. Su rostro rubicundo y liso, desfigurado por los ojos rojizos, estaba firme en una expresión dura.

Por fin dijo:

—Me fastidia, Ranger del Espacio, o como sea que te llames. Esta reunión, tal como yo la entiendo, debe ser para discutir los medios que poseemos para combatir a los envenenadores. Si se ha reducido a escenario de las estúpidas acusaciones de un actor, me marcho.

Por delante de Bigman, el doctor Silvers cogió la muñeca de Hennes.

Quédese usted, por favor, Hennes. Quiero oír algo más. Nadie intentará nada contra usted sin pruebas amplias.

Hennes se liberó de la mano de Silvers y se puso de pie.

Con tono tranquilo, Bigman le dijo:

—Me encantará verte muerto de un tiro, Hennes, que es exactamente lo que ocurrirá si atraviesas esa puerta.

—Bigman dice la verdad intervino Silvers—, hay hombres armados afuera, con instrucciones de no permitir que nadie abandone el edificio sin órdenes mías.

Los puños de Hennes se abrieron y cerraron; luego el capataz declaró:

—No agregaré ni una palabra a este procedimiento ilegal. Todos aquí son testigos de que he sido detenido por la fuerza. —Volvió a tomar asiento y cruzó los brazos sobre el pecho.

El Ranger del Espacio prosiguió con su exposición:

—Y, con todo, Hennes no es más que el mediador. Es demasiado infame para ser el verdadero criminal.

Con voz apagada, Benson observó:

—Te contradices.

—Sólo en apariencia. Consideremos el crimen. Puedes aprender mucho acerca del criminal a partir de la naturaleza de sus actos. Primero: es un hecho que hasta el presente es relativamente pequeña la cantidad de gente que ha muerto. Quizá los criminales podrían haber obtenido con más rapidez lo que buscaban si hubiesen iniciado un envenenamiento en gran escala, en lugar de casos aislados durante seis meses; en todo este tiempo han corrido el riesgo de ser descubiertos sin ganar nada. ¿Qué significa esto? Parecería que el jefe de la organización duda, al tener que asesinar. Y esto no es una particularidad del carácter de Hennes. La mayor parte de la información la he obtenido de Williams, que no está presente ahora, y de él he sabido que, a partir de su llegada al huerto, Hennes ha intentado eliminarlo en distintas ocasiones.

Hennes olvidó su anterior decisión para vociferar:

—¡Mentira!

El Ranger del Espacio, sin prestar atención, continuó exponiendo su teoría:

—O sea, que Hennes no tendría inconveniente en matar. Tendremos que hallar a otra persona, un poco más suave. ¿Qué impulsaría a un individuo más suave a matar a personas que jamás ha visto y que jamás le han hecho ningún daño? Aunque el porcentaje sobre el total de la población terrestre es insignificante, el número de muertos es de varios centenares. Cincuenta de ellos han sido niños. Tal vez experimenta una fuerte ansia de riqueza y poder, que supera su blandura congénita. ¿Qué hay detrás de su ansia? Una vida de frustraciones, quizá, que lo ha conducido a un odio enfermizo hacia la humanidad como conjunto, a un deseo de mostrar a quienes lo desprecian que él, en realidad, es un gran hombre. Buscamos a un hombre que demuestre tener un hondo complejo de inferioridad. ¿Dónde hallarlo?

Todos observaban al Ranger del Espacio con ojos atentos; todos los rostros denotaban tensión. Y algo de su antigua perspicacia brillaba ahora en las facciones de Makian. Benson estaba pensativo y Bigman había olvidado sus muecas.

El Ranger del Espacio retomó el hilo:

—Como clave, es de la mayor importancia lo ocurrido luego de la llegada de Williams al huerto. Inmediatamente todos sospecharon que sería un espía. La historia del envenenamiento de su hermana mostró con presteza su falsedad. Hennes, como ya he dicho, estaba a favor del asesinato. El jefe, con su criterio menos brutal, adoptará otro método. Intenta neutralizar al peligroso Williams, ostentando una actitud amistosa para con él y una actitud hostil para con Hennes.

»En síntesis: ¿qué sabemos acerca del jefe de los envenenadores? Es un individuo con conciencia, que se ha mostrado amistoso frente a Williams y hostil frente a Hennes. Un hombre con un complejo de inferioridad derivado de una vida de frustraciones porque es distinto, menos que un hombre, más pequeño...

Hubo un movimiento veloz. Una silla se separó con violencia de la mesa, una figura se hizo atrás a toda prisa, con un desintegrador en la mano.

—¡Por el Espacio, Bigman!

El doctor Silvers, a su vez, gritaba sin consuelo:

—¡Pero..., pero yo debía traerlo aquí como guardia personal! ¡Está armado!

Por un instante, Bigman se quedó quieto, con el desintegrador listo para disparar, observando a cada uno de los presentes con sus ojitos penetrantes.

16 - SOLUCIÓN

La voz aguda y firme de Bigman dijo:

—No saquéis conclusiones apresuradas. Suena como si el Ranger del Espacio me estuviese describiendo a mí, pero aún no ha dicho nada.

Todos lo miraban; pero nadie habló.

Bigman dio la vuelta a su desintegrador, de pronto, lo cogió por el caño y lo arrojó a la mesa sobre cuya superficie se deslizó, ruidoso, en dirección al Ranger del Espacio.

—He dicho que no soy el hombre y aquí va mi arma como prueba.

Los dedos envueltos en humo del Ranger del Espacio se estiraron hasta el desintegrador.

—También yo digo que tú no eres el hombre —afirmó, y el desintegrador se deslizó otra vez hacia Bigman.

El horticultor lo cogió, y tras acomodarlo en su cinturón se sentó diciendo:

—Sigue con tu explicación, Ranger del Espacio.

Este prosiguió:

Podría haber sido Bigman, pero hay muchos motivos por los que no puede haber sido. En primer término, la enemistad entre él y Hennes nació mucho antes de que Williams apareciese en escena.

El doctor Silvers protestó:

—Pero si el jefe hubiese pretendido estar enemistado con Hennes, bien podía no haber sido por causa de Williams. Bien podría haber habido una situación previa.

El Ranger del Espacio respondió:

—Su observación está bien planteada, doctor Silvers. Pero tenga en cuenta que el jefe, quienquiera que sea, debe tener el control de las tácticas de la pandilla. Tiene que ser capaz de hacer prevalecer su propio escrúpulo frente al asesinato ante un grupo de los que, seguramente, son los más desesperados de entre todos los individuos fuera de la ley, en todo el Sistema. Tiene una sola posibilidad para ello: lograr que el plan no pueda seguir adelante sin él. ¿Cómo? Mediante el control del abastecimiento de veneno y el método de envenenamiento. Sin duda, Bigman no podría hacer ninguna de las dos cosas.

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