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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

El Ranger del Espacio (5 page)

BOOK: El Ranger del Espacio
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»El jamón que aquel hombre se había llevado consigo era la única cosa en la casa que mi hermana había comido ese día y el resto de la familia no; era una pieza apenas abierta e importada de Marte. Nosotros somos gente a la antigua y nos gusta la comida tradicional. Ese era el único producto marciano en toda la casa. Traté de enterarme por los periódicos si había habido algún otro caso de envenenamiento por comida. Todo este asunto me parecía sospechoso. Incluso viajé a Ciudad Internacional. Dejé mi empleo y decidí que de una u otra forma tendría que descubrir qué era lo que había matado a mi hermana y hallaría a quienquiera que fuese responsable. Por allí ocurrió que le di a un tipo y apareció la policía con una orden de arresto.

»Pues bien, como me lo estaba esperando, escapé por poco. He venido a Marte por dos razones: primero, porque era el único modo de librarme de la cárcel —aunque ahora no parezca así, ¿no?—, y segundo porque he descubierto algo. Ha habido tres o cuatro muertes sospechosas en los restaurantes de Ciudad Internacional y en todos los casos se trataba de restaurantes que elaboran comidas con productos marcianos. Así que he comprendido que la respuesta estaba en Marte.

Makian se recorría el contorno del mentón con un grueso pulgar.

—Los hilos concuerdan, Hennes —comentó—. ¿Tú qué opinas?

—Digo que necesitamos los nombres y las fechas, que hay que comprobar toda la historia. No sabemos quién es este tipo.

—Bien sabes que no podemos hacerlo, Hennes —la voz de Makian sonaba a lamento—. No quiero que se haga nada que saque a luz todo este embrollo. Destruiría a todo el Sindicato. —Se volvió hacia David—. Mandaré a Benson para que hable contigo; es nuestro agrónomo. —Luego se dirigió a Hennes—. Quédate aquí hasta que llegue Benson.

Media hora más tarde llegó Benson. En el intervalo, David se había recostado con toda tranquilidad sobre su colchón, sin hacer caso de Hennes, quien, por su parte, adoptó igual actitud.

Luego se abrió la puerta y una voz dijo:

—Soy Benson.

Era una voz cortés, dubitante, que pertenecía a un individuo de rostro redondo, de unos cuarenta años, cabellos rubios cenicientos y gafas sin montura. Su boca pequeña se distendía en una sonrisa.

Benson siguió adelante:

—Y supongo que tú eres Williams.

—Así es —le respondió David Starr.

Benson observaba con interés al joven terrestre, como si le estuviese practicando un examen visual. Luego volvió a preguntar:

—¿Estás preparado para la violencia?

—Estoy desarmado —explicó David— y rodeado por un huerto lleno de hombres dispuestos a matarme si me salgo un punto de la línea.

—Sí, así es. ¿Puedes dejarnos solos, Hennes?

Hennes se puso en pie, a toda prisa, para protestar:

—¡No hay seguridad, Benson!

—Te lo ruego, Hennes. —Los ojos apacibles de Benson estaban fijos en él, por encima de sus anteojos.

Hennes gruñó mientras golpeaba con una mano la caña de su bota, con evidente enfado, y se encaminó hacia la puerta. Tras él, Benson la cerró nuevamente.

—Mira, Williams, en los últimos seis meses he pasado a ser un hombre importante aquí. Incluso Hennes me escucha. Todavía no me he habituado a esto. —Sonrió una vez más—. Oye, el señor Makian me dice que tú has presenciado una muerte por ese extraño envenenamiento por comida.

—La de mi hermana.

—¡Oh! —Benson se sonrojó—. Lo siento terriblemente. Comprendo que será un tema muy penoso para ti, pero ¿podrías darme detalles? Es de gran importancia.

David repitió el relato que antes había hecho a Makian. Benson preguntó:

—¿Y ocurrió así, de pronto?

—No habrían pasado más de cinco o diez minutos después de que comenzó a comer.

—Espantoso. Espantoso. No tienes idea de lo duro que es todo esto. —Benson restregaba sus manos, nervioso—. De todos modos, Williams, quisiera completar esta historia para ti. La mayor parte la has adivinado ya y, hasta cierto punto, me siento responsable ante ti por lo que le ha ocurrido a tu hermana. Todos en Marte somos responsables hasta tanto se aclare el misterio. Esto tiene ya meses de duración, ha habido varios envenenamientos. No muchos, pero los suficientes como para que ya no sepamos qué hacer.

»Hemos investigado la procedencia de los cargamentos envenenados y estamos seguros de que no salen de ningún huerto. Pero algo hemos sacado en limpio: toda la comida envenenada se embarca desde Wingrad; las otras dos ciudades de Marte están limpias, por ahora. Esto indicaría que el foco está dentro de la ciudad y Hennes ha investigado a partir de ese dato. Ha ido a la ciudad, por las noches, para intentar detectarlo, pero todo ha sido inútil.

—Vaya, Eso explica las palabras de Bigman —dijo David.

—¿Quién? —el rostro de Benson tuvo una expresión inquisitiva que luego se diluyó en una sonrisa—. Oh, te refieres al hombrecito que anda por ahí gritando siempre. Sí, vio a Hennes una noche, cuando salía. y Hennes lo echó. Es que es un hombre muy impulsivo, pero de todos modos creo que Hennes se equivoca. Naturalmente todo el veneno tendría que atravesar Wingrad, que es el punto de embarque de todo el hemisferio.

»El mismo señor Makian cree que la contaminación se efectúa en forma deliberada y a través de agentes humanos. Por último, él y algún otro integrante del Sindicato han recibido mensajes ofreciéndoles comprar sus huertos por cifras ridículamente bajas. No se habla del envenenamiento y no existe ninguna conexión evidente entre las ofertas de compra y este espantoso asunto.

David había escuchado con total atención. Luego preguntó:

—¿Y quién hace las ofertas de compra?

—Vaya, ¿cómo saberlo? He visto las cartas y sólo dicen que si el Sindicato acepta las ofertas, debe comunicarse mediante mensaje cifrado por una emisora subetérica particular, en determinada longitud de onda. Los mensajes dicen que el precio ofrecido irá decreciendo un diez por ciento cada mes.

—¿Y no se puede averiguar la procedencia de las cartas?

—Me temo que no. Llegan entre la correspondencia ordinaria, con el sello de «Asteroide». ¿Cómo buscar en los asteroides?

—¿Han informado a la Policía Planetaria?

Benson rió con suavidad.

—¿Crees que el señor Makian o cualquiera del Sindicato llamarían a la policía por algo como esto? Es una declaración de guerra personal contra ellos. No has captado aún la mentalidad marciana, Williams. Aquí no buscas el amparo de la ley cuando tienes algún problema, a menos que quieras reconocer que existen cosas que no logras manejar por ti mismo. Y no hay horticultor que esté dispuesto a ello. Por mi parte, he sugerido que se envíe la información al Consejo de Ciencias, pero el señor Makian no quiere oír hablar del asunto. Dice que el Consejo ha estado trabajando sin resultados en esto del envenenamiento y que si son la maldita clase de tipos que son, se las apañará sin ellos. Y aquí es donde entro yo.

—¿Usted ha investigado el envenenamiento?

—Sí. Soy el agrónomo de los huertos...

—Es lo que el señor Makian me ha dicho.

—Ajá. Para decirlo claro, un agrónomo es la persona que se especializa en agricultura científica. He estudiado los principios de mantenimiento de la fertilidad, rotación de suelos y toda esta clase de temas. Mi especialidad la constituyen los problemas marcianos. No somos muchos los que estamos en esas condiciones. Así es que puedes alcanzar una buena posición, aunque los horticultores pierdan a veces la calma y te consideren un idiota de academia, sin experiencia práctica. En fin, también he seguido cursos adicionales de botánica y bacteriología; de modo que el señor Makian me ha puesto al frente de todo el programa de investigación sobre envenenamiento en Marte. Los demás miembros del Sindicato prestan su cooperación.

¿Y qué es lo que ha podido averiguar usted, señor Benson?

—En realidad, tan poco como el Consejo de Ciencias, lo cual no es sorprendente si se considera que dispongo de mucho menos equipo auxiliar que ellos. Pero he desarrollado algunas teorías. El envenenamiento es tan veloz que no debe ser atribuible a otra cosa que no sea una toxina bacteriana. Al menos, si tomamos cuenta de la degeneración de los nervios, producida en todos los casos, y demás síntomas. Sospecho que se trata de una bacteria marciana.

—¿Qué?

—Sabrás que existe una vida marciana. Cuando arribaron los primeros terrestres, Marte estaba cubierto de formas simples de vida. Crecían algas gigantes cuyo color azul verdoso era visible al telescopio incluso antes de que se efectuaran los viajes espaciales. Había formas bacterianas que vivían en las algas y hasta diminutas criaturas similares a insectos, de movimiento libre, aunque elaboraban sus propias sustancias alimenticias, como las plantas.

—¿Y aún existen?

—Vaya, sí, por supuesto. Hemos limpiado el suelo por completo de ellas, antes de trabajar las áreas destinadas a nuestros huertos e introducir nuestras propias corrientes de bacterias, las necesarias para que las plantas se desarrollen. Pero en las áreas no cultivadas la vida marciana sigue floreciente.

¿Y cómo puede ser, pues, que afecten a nuestras plantaciones?

—Esa es una buena pregunta. Ocurre que los huertos marcianos no son exactamente iguales a los huertos terrestres. Aquí, los cultivos no están al aire libre ni reciben luz solar directa. En Marte el sol no suministra suficiente calor para las plantas terrestres y, además, no hay lluvias. Pero la tierra es buena, fértil, y hay una cantidad adecuada de bióxido de carbono gracias al cual viven en principio las plantas. De modo que en Marte los cultivos se desarrollan bajo grandes placas de cristal. La siembra, el cuidado y la cosecha se hacen con maquinaria casi por entero automática, es decir, que nuestros horticultores son maquinistas más que otra cosa. Los campos tienen riego artificial a través de un sistema planetario de acequias que se alimentan desde las capas de hielo polar.

»Te explico todo esto para que comprendas que sería difícil contaminar las plantas de un modo ordinario. Los campos están cerrados y vigilados en todas las direcciones, excepto por debajo.

—¿Y qué significa esto? inquirió David.

—Significa que bajo la superficie están las famosas cavernas marcianas y dentro de ellas podría haber vida inteligente, marcianos.

—¿Usted se refiere a hombres marcianos?

—Hombres no. Organismos tan inteligentes como el hombre. Tengo mis razones para creer que existen inteligencias marcianas que tal vez estén ansiosas por arrojarnos, a los terrestres, de la superficie de su planeta.

5 - LA HORA DE LA CENA

—¿Qué razones? —preguntó David.

Benson se mostró un tanto confundido. Se pasó una mano, lentamente, por la cabeza, alisando el escaso cabello rubio que no llegaba a ocultar la piel rosácea que le cubría el cráneo. Luego dijo:

—Ninguna con la que haya logrado convencer al Consejo de Ciencias. Ninguna que haya podido presentar al señor Makian. Pero aun así creo estar en lo cierto.

—¿Algo de lo que no quiere o no puede hablar?

—Vaya, no lo sé. Francamente, hace mucho tiempo que hablo sólo con agricultores. Es evidente que tú eres universitario. ¿Qué has estudiado?

—Historia —repuso David, de prisa—. Mi tesis está referida a la política internacional de la primera época atómica.

—Oh. —Benson se mostró desilusionado—. ¿Algún curso de ciencias?

—He hecho un par de química, y uno de zoología.

—Ya entiendo. Me parece que podré convencer al señor Makian para que te permita ser ayudante de laboratorio. No será un trabajo de los mejores, ya que no posees conocimientos científicos, pero te resultará mejor que la tarea que te tiene asignada Hennes.

—Muchas gracias, señor Benson. Pero ¿qué me decía usted sobre los marcianos?

—Ah, sí. Es muy simple. Tal vez no lo sepas, pero existen enormes cavernas bajo la superficie de Marte, tal vez varios kilómetros por debajo. Algo se sabe gracias a los datos aportados por terremotos, o para mejor decirlo, por martemotos. Algunos investigadores afirman que son el mero resultado de la acción natural de las aguas en los tiempos en que Marte poseía aún océanos; pero se ha detectado cierta radiación que tiene su fuente bajo la superficie, y aquello que no puede tener una fuente de origen humano, ha de tener alguna fuente de origen inteligente. Las señales son por entero ordenadas, de modo que no puede ser otra cosa.

»Y, por cierto, que si te detienes a pensar en el asunto, hay una explicación. En la juventud del planeta ha habido agua y oxígeno en cantidad suficiente como para mantener vida, pero una fuerza de gravedad que es sólo dos quintas partes de la de la Tierra, y ambos elementos se han ido perdiendo lentamente en el espacio. Si existen seres inteligentes en Marte, deben haber previsto esta circunstancia. Pueden haber construido enormes cavernas a mucha profundidad, a las que se habrían retirado con una provisión de agua y oxígeno suficiente para sobrevivir por tiempo indefinido, si mantuviesen estable su población. Supongamos ahora que estos marcianos se hallan con que la superficie de su planeta está poblada, y una vez más, por vida inteligente: vida de otro planeta. Supongamos que esto los llena de ira o que temen que haya alguna eventual interferencia nuestra. Lo que nosotros llamamos envenenamiento, bien podría ser guerra bacteriológica.

Pensativo, David comentó:

—Sí, comprendo su teoría.

—¿Pero lo comprenderá el Sindicato? ¿Y el Consejo de Ciencias? En fin, dejemos eso de lado, por ahora. Pronto estarás trabajando conmigo y quizá lograremos convencerlos.

Sonrió al tender una mano suave que desapareció dentro de la manaza de David Starr.

—Creo que ahora te dejarán salir —dijo Benson.

Y se lo permitieron; por primera vez David tuvo oportunidad de observar el corazón de un huerto marciano. Estaba cubierto por una cúpula, como la ciudad. David lo había sabido desde el instante mismo en que había recobrado el conocimiento: sólo bajo una cúpula especial le sería posible respirar libremente y experimentar la sensación de gravedad terrestre.

Era natural que la cúpula fuese mucho más pequeña que la que recubría Wingrad. La altura máxima sólo llegaba a unos treinta metros y su estructura translúcida se apreciaba en todos sus detalles; la luz de los tubos fluorescentes superaba el brillo difuso de la luz solar. El conjunto de la estructura abarcaba más de tres kilómetros cuadrados.

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