Authors: Brian Lumley
—Los adecuados canales… —lo interrumpió Agursky, moviendo la cabeza—. ¡Exactamente, exactamente! Pero precisamente aquí está el problema, camarada comandante. Quizá los canales son demasiado adecuados…
Khuv se quedó estupefacto.
—¿Es que piensas pedir algo que no es del todo adecuado? ¿Algo inusitado? Entonces, ¿por qué diablos no lo solicitas al director Luchov? Acabas de verlo, ¿no es así? Yo diría que Viktor Luchov puede conseguir prácticamente…
—¡No! —exclamó Agursky cogiéndolo por el codo y obligándolo a pararse—. ¡En esto estriba exactamente el problema! Estoy totalmente seguro de que él no aprobaría mi petición.
Khuv lo miró fijamente. Había gotas de sudor en su labio superior. Sus ojos, que mantenía muy abiertos sin parpadear, parecían fulminar a Khuv a través de los gruesos cristales de sus gafas. El comandante de la KGB reflexionó un momento: «¿una petición que Luchov no aprobaría?» Se dio cuenta de que la mano de Agursky temblaba al agarrarlo por el codo. De pronto había llegado rápidamente a la conclusión final. Khuv se apartó bruscamente del hombre, restregó la manga de la chaqueta y dijo secamente:
—Creía que habías dejado de beber, Vasily. Comprendo que tener que dejarlo así de pronto ha sido muy duro para ti, ¿verdad? Ahora te has quedado sin repuesto de alcohol y lo necesitas —dijo moviendo la cabeza, plenamente convencido de la verdad de sus palabras—. Me figuraba que los soldados de los cuarteles de Ujta se ocupaban de cubrir tus necesidades. ¿O es que la urgencia es mayor?
—Comandante —dijo Agursky, sin modificar su expresión—, lo último que me hace falta es alcohol. Supongo que estás bromeando, acabo de decirte que el asunto tiene que ver con la criatura. De hecho, tiene que ver con desentrañar la naturaleza de la criatura. Te lo repito: el Projekt no está en condiciones de satisfacer legítimamente mi petición y es seguro que Luchov no la aprobaría nunca. Pero tú eres un oficial de la KGB, tú tienes contacto con la policía local, tú tienes autoridad sobre ella, tú tratas con traidores y criminales. En resumen, estás en situación, diría incluso en la situación ideal, para ayudarme. Y si mi teoría da resultado, tendrás la satisfacción de saber que has sido responsable en parte del descubrimiento.
Los ojos de Khuv se entornaron ligeramente. Aquel hombrecillo era ladino, estaba lleno de sorpresas, no parecía el mismo de antes.
—¿Cuál es esa teoría, Vasily? Y mejor que me digas también cuál es tu petición.
—En cuanto a lo primero —por vez primera desde que se había iniciado la conversación, Khuv vio que Agursky parpadeaba muy nervioso dos o tres veces en rápida sucesión—, no puedo decírtelo, porque probablemente considerarías que se trata de una teoría descabellada y tampoco estoy totalmente seguro de estar en lo cierto. En cuanto a lo segundo…
Y sin detenerse a hacer otra pausa, le dijo cuál era su petición…
El trato con el diablo
Cuando Jazz Simmons recuperó el conocimiento vio que estaba en el mismo sitio donde había caído, salvo que ahora tenía las manos atadas a la espalda. Zek, que no estaba atada, se ocupaba en humedecerle la frente y los labios con un trapo empapado en agua y lanzó un suspiro de alivio al ver que Jazz volvía en sí.
Arlek estaba sentado en una piedra, observando los movimientos de Zek. Otros miembros del clan se movían en la sombra, que ahora se había alargado un poco, y murmuraban palabras que eran como una música de fondo a poco volumen. Mientras Jazz hacía esfuerzos para sentarse, Arlek se le acercó y se quedó de pie a su lado. Jazz se palpó el chichón que tenía debajo de la oreja a causa del golpe, aparte de que también mostraba el ojo derecho amoratado, a punto de ponérsele negro, y el párpado se le iba cerrando por momentos.
—No había visto nunca a nadie luchar como tú —dijo a manera de cumplido a su cautivo, en tono un poco tenso—. ¡Ni siquiera he visto que me hayas golpeado!
Jazz profirió un gruñido por toda respuesta, se apoyó contra una piedra y levantó un poco las rodillas.
—¡Ahí está el detalle! —dijo—. Podría enseñarte muchas cosas más, una de ellas cómo deshacerte de los wamphyri. Para eso tenían que servirme las armas: para conservar la vida en un mundo donde gobiernan seres como los wamphyri. ¿En qué sitio de la escala de valores que rige en este mundo se encuentran los hombres? ¿Por qué hay que hacer tratos con los wamphyri o humillarse ante ellos y andar con reverencias, si es posible combatirlos?
Pese a poner cara de pocos amigos, Arlek no pudo por menos de soltar una carcajada. Otros Viajeros le oyeron y se acercaron y Arlek les repitió lo que Jazz acababa de decirle.
—¡Sí, combatir a los wamphyri! Ya tenemos bastante suerte de que pasen tanto tiempo luchando entre ellos… Pero lo que es desafiarlos… ¡sí, sí! Tú no sabes lo que ellos dicen. Según ellos, no luchan con los habitantes de la Tierra del Sol, sino que lo que quieren es convertirlos en sus esclavos. ¿Has visto alguna vez a un guerrero? Naturalmente que no lo has visto, de otro modo no estarías aquí. Ésta es la razón de que nosotros seamos los Viajeros, porque si nos quedáramos fijos en un sitio estaríamos a su merced. No es posible luchar con los wamphyri… sería una estupidez; lo que hay que hacer es mantenerse fuera de su camino… siempre que sea posible.
Se dio media vuelta y se marchó con los suyos. Volviéndose y hablando por encima del hombro, todavía le gritó:
—Habla con ella. Es hora de que te cuente alguna cosa del mundo al que has ido a parar. Así comprenderás por qué te entrego…, por qué os entrego a los dos a Shaithis, señor de los wamphyri…
Lobo salió de las sombras y, acercándose a Jazz, le lamió la cara. Jazz riñó al animal:
—¿Dónde estabas cuando Zek y yo estábamos peleando?
—Cuando tú estabas peleando —le corrigió ella—, Lobo no tenía nada que ver en el asunto. No veo razón para que pusiera en riesgo su vida. Yo le dije que se mantuviera quieto y lo que ha hecho ha sido ir a ver a sus hermanos y volver. Los Viajeros tienen tres o cuatro lobos, que han criado desde que eran cachorros.
—Es curioso —dijo Jazz al cabo de un momento—, pero me parece que eres una mujer que ha utilizado a fondo uñas y dientes. —No pretendía que aquel comentario fuera un reproche, pero de hecho lo era, y lo lamentó inmediatamente.
—Lo haría si sirviera de algo —dijo ella—, pero me parece que sería una tontería pretender morder a una docena de Viajeros y a los lobos que los acompañan, ¿no te parece? Mi única preocupación eras tú.
Jazz suspiró.
—Supongo que me quedé medio frito, ¿no? Pero me figuraba que tú habías dicho que no había nada que temer.
—Sí, así podía haber sido —dijo ella—, pero mientras estabas aquí tumbado en el suelo, Arlek ha recibido un mensaje por un explorador en el que se le comunica que Lardis Lidesci está regresando de Occidente. Arlek sabe que Lardis no me entregará a los wamphyri, por esto va a hacerlo él…, ¡ahora! Tendrá que pagar un alto precio cuando Lardis se entere de lo ocurrido, pero Arlek tiene a este grupo de su parte y cree que al final Lardis tendrá que pactar con él o escindir la tribu. De todos modos, cuando Lardis llegue aquí, ya será demasiado tarde.
Jazz dijo:
—¿Puedes tocarme detrás de la oreja? ¡Oh! ¡Está muy sensible!
—Está blando —dijo ella, mientras a él le parecía que detectaba preocupación en su voz—. ¡Dios mío, he llegado a creer que estabas muerto!
Le echó agua fría en la nuca y dejó que el paño remojara la parte de la cabeza donde el cabello estaba pegado al cráneo debido a la sangre seca. Jazz miró a lo lejos, en dirección sur, y vio que el sol había bajado un poco más y se había trasladado un poco más al este.
Un rayo de luz iluminó la cara de Zek y le permitió verla de cerca por vez primera. Aunque iba bastante sucia, seguía siendo hermosa. Tendría poco más de treinta años, unos pocos más que Jazz, un metro setenta y cinco aproximadamente y esbelta, rubia, con los ojos azules. Los rayos de sol le arrancaban brillos del pelo y, cuando se movía, la cabellera dorada le ondulaba sobre los hombros. Su mono de combate, aunque bastante raído, se amoldaba a su figura como un guante y parecía acentuar sus delicadas curvas. Jazz pensó que, en aquellos momentos y en aquel lugar donde se encontraba, cualquier mujer le habría parecido estupenda. Pero no se le ocurría qué mujer le habría gustado tener a su lado o, mejor (se apresuró a corregirse), qué mujer habría preferido no tener ahora a su lado, pues aquél no era sitio para ninguna mujer.
—¿Qué va a ocurrir ahora? —preguntó Jazz cuando, gracias al agua fría, sintió que empezaban a desaparecerle los aguijonazos que sentía en el cuello y en la cabeza.
—Arlek me descubrió usando el talento de un viejo, Jasef Karis —le dijo Zek— no era demasiado difícil. En realidad, sólo había un lugar hacia el cual podía dirigirme: a través del paso que conducía a la esfera, para ver de regresar a casa. Jasef es como yo, una persona dotada de facultades telepáticas.
—Me dijiste que los animales salvajes de aquí tienen un cierto grado de ESP —le recordó Jazz—, pero no me has dicho nada acerca de la gente. Yo tenía la impresión de que los únicos que poseían este tipo de talento eran los wamphyri.
—En general, es así —respondió ella—. El padre de Jasef cayó prisionero en una incursión de wamphyri. Esto ocurrió hace muchísimo tiempo, pero él consiguió escapar y volvió a través de las montañas. Juró que no lo habían cambiado en absoluto y que había logrado escapar antes de que lord Belath pudiera convertirlo en un zombi descerebrado. Su esposa volvió a aceptarlo, naturalmente, y tuvieron un hijo: Jasef. Pero se descubrió que el padre de Jasef había mentido. Lord Belath lo había cambiado, pero había podido escapar antes de que el cambio comenzara a tener sus efectos. Por fin salió a flote la verdad y resultó que ya no era posible dominarlo, puesto que se había convertido en algo innombrable. Los Viajeros sabían cómo había que resolver el asunto: lo ataron a unas estacas, lo cortaron a trozos y lo quemaron. Y después mantuvieron una estricta vigilancia sobre Jasef y su madre. Ellos, sin embargo, estaban perfectamente bien. La telepatía de Jasef le viene de su padre o de la cosa que lord Belath puso en su padre.
Jazz se sentía aturdido, en parte a causa del dolor que sentía en el lugar donde había recibido el mazazo, pero sobre todo al querer asimilar todo lo que Zek le estaba contando.
—¡Calla! —le dijo—. Concentrémonos únicamente en lo importante. Cuéntame qué otras cosas necesito saber acerca de este planeta. Traza un mapa que yo pueda retener en la memoria. Háblame primero del planeta y, después, de sus gentes.
—Está bien —dijo ella, y asintió con la cabeza—, pero primero más vale que conozcas cuál es nuestra situación. El viejo Jasef y uno o dos hombres han ido hasta el paso para ver si hay un centinela, un guardián que se encuentre allí al acecho. En caso de que esté, Jasef enviará un mensaje telepático a su jefe, lord Shaithis.
»En el mensaje le dirá que Arlek nos tiene cautivos y que piensa utilizarnos para hacer un acuerdo con Shaithis. A cambio de nosotros, Shaithis prometerá no atacar la tribu de los Viajeros de Lardis Lidesci. En caso de que haya acuerdo, nos entregarán.
—Por lo que Arlek ha dicho de los wamphyri —dijo Jazz—, me sorprende que estén interesados en hacer ningún trato. Si son tantos, es de temer que se nos lleven cautivos.
—Esto si nos encuentran —respondió ella—, y sólo en caso de que sea de noche. Únicamente pueden atacar cuando el sol está por debajo del horizonte. Hay alrededor de dieciocho o veinte señores wamphyri… y tan sólo una señora. Son territoriales y compiten entre sí. Se pasan el tiempo urdiendo artimañas contra sus semejantes y, así que se les presenta la ocasión, van a la guerra. Forma parte de su manera de ser. Nosotros seríamos valiosísimos para cualquiera de ellos, salvo para lady Karen. Lo sé porque en una ocasión fui de su propiedad y me dejó escapar.
Jazz pospuso hablar de esto para otra ocasión.
—¿Y por qué somos tan importantes? —quiso saber.
—Pues porque somos magos —dijo ella—. Tenemos poder, armas, habilidades que ellos no entienden. Más aún que los Viajeros, entendemos de metales y de mecánica.
—¿Cómo? —dijo Jazz, que volvía a sentirse perdido—. ¿Magos?
—Sí, yo practico la telepatía —dijo Zek encogiéndose de hombros—. Es raro encontrar un hombre o una mujer de verdad que estén dotados de ESP. Además, nosotros no pertenecemos a este mundo. Nosotros venimos de las misteriosas tierras del infierno. Y cuando yo llegué aquí, poseía unas armas terribles. Al igual que tú.
—Pero yo no poseo ningún talento ESP —le recordó Jazz—. ¿Qué utilidad puedo tener para ellos?
Ella apartó la mirada.
—No demasiada. Lo que significa que tendrás que simular que posees dotes extraordinarias.
—¿Qué quieres decir?
—Si de veras vamos a parar a manos de lord Shaithis, deberás decirle que tú… puedes leer el futuro o cualquier otra cosa parecida. Algo que sea difícil de desmentir.
—¡Fantástico! —exclamó Jazz con voz pastosa—. ¿Quieres decir que tengo que hacer como Arlek? Según él, puede leer el futuro de la tribu.
Volvió a mirarle cara a cara y negó con la cabeza.
—Arlek es un charlatán. Es un agorero de pacotilla, como muchos gitanos de la Tierra. De nuestra Tierra, quiero decir. Por eso es enemigo mío, porque sabe que mi talento es real.
—Perfectamente —dijo Jazz—. Ahora olvidémonos de nuestra Tierra y háblame un poco más de esta Tierra. De su topografía, por ejemplo.
—Es tan simple, que te resultará increíble —respondió ella—. Ya he descrito el planeta en relación con su sol y con su luna. Muy bien, aquí tienes el mapa que pedías.
»Este mundo tiene unas dimensiones aproximadamente iguales a las de la Tierra. Esta cordillera de montañas está situada más hacia el hemisferio sur que hacia el hemisferio norte, y discurre en dirección este-oeste. Esto si nos servimos de la brújula a la manera que lo hacemos en la Tierra. Los wamphyri no pueden soportar la luz del sol. Como dicen los viejos cuentos, una luz de sol excesiva resulta fatal para los vampiros. ¡Y son vampiros de verdad! El lugar donde viven los Viajeros es la Tierra del Sol, que está en las montañas. Como has podido ver, son seres humanos. Viven en las proximidades de la cordillera porque les proporciona agua, bosques y caza. Durante el día viven en casas levantadas de manera bastante arbitraria, por la noche buscan cuevas donde poder cobijarse y se introducen lo más adentro posible. Las montañas están llenas de pliegues que forman grietas y cuevas. A quince kilómetros en dirección sur desde las montañas, no hay Viajeros, porque allí no tienen de qué vivir. No hay más que desierto. Hay sólo tribus desperdigadas de aborígenes que, en los períodos de pleno sol, comercian ocasionalmente con los Viajeros. Yo los he visto y casi son humanos, pese a que se encuentran a varios niveles por debajo del estadio de los bosquimanos de Australia. No entiendo de qué viven, pero el hecho es que viven. A ciento cincuenta kilómetros de las montañas ya no podrían vivir, porque allí no hay nada, sólo tierra abrasada.