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Authors: Pascal Quignard

Tags: #Ensayo, Filosofía

El odio a la música (11 page)

BOOK: El odio a la música
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Al confesar la estratagema que invierte en el cuento, el cazador que vuelve de ver a Kirke exorciza la vindicta de los pájaros que el señuelo hizo venir hacia el canto. El relato exorciza hasta las cuerdas de las redes (que ciñen a Ulises). Incluso la cera (que tapona los oídos de los compañeros del héroe).

Hasta ese tórax
(kithará)
cubierto de cuerdas que es Ulises ante el pájaro.

*

La palabra griega
harmonia
describe la manera de atar las cuerdas para tensarlas.

El primer nombre de la música en la Gracia antigua
(sophia)
designaba la habilidad para construir navíos.

*

;Cuando Myron quiso representar al dios de la música esculpió a Marsias ceñido al tronco de un árbol, mientras era desollado vivo.

*

El halcón peregrino cae sobre el plato salvaje.

El ulular del vuelo en picada, por efecto de la velocidad de la caída petrifica a la presa.

*

Arpas, flautas y tambor concurren en toda música. Cuerdas y dedos, vientos y boca, percusión de las manos o pisoteo, todas las partes del cuerpo danzan bajo su influjo.

Las piezas musicales del antiguo Japón siempre se dividían en tres partes:
jo, ha, kyou.
El comienzo se denominaba "introducción", el interludio "desgano", el final era denominado "presto".

Penetración, rasgadura, velocísimo. La forma sonata japonesa.

*

El gavilán-chamán se yergue ante el espíritu-alondra.

El chamán es un predador, un cazador de almas: prepara las trampas, los nudos, los cepos, las argucias, las breas. Sabe cómo sujetar almas en cautiverio, cómo obligarlas con cabezas decapitadas y cabellos enlazados. Conoce uno por uno los caminos
(los cantos)
para llegar donde moran las almas. Lo que el chamán denomina camino
(odos,
una oda) es un relato mitad recitado y mitad canción.

Son añagazas. La imagen del pez arrojado al mar atrae bancos de congéneres. La música es cepo como la imagen es cebo.

El color fue cebo incluso antes que la imagen. Untar la pared con sangre es teñir la pared con el animal muerto.

El primer color es el negro (la noche, después el negro más absoluto, propio de la oscuridad de las cavernas). El segundo es el rojo.

*

El trueno es el señuelo de la lluvia de tormenta. El
bull-roarer
{41}
es el señuelo del tiempo.

El cháman no genera lluvia al tamborilear: quien tamborilea llama al fragor del trueno, que a su vez llama a la lluvia de la tormenta.

*

La música no es un canto específico de la especie
Horno.
El canto específico de las sociedades humanas es su lengua. La música es una imitación de los lenguajes enseñados por las presas en el momento de la reproducción del canto de las presas a la hora de su reproducción.

Son conciertos de natura. La música incita a mugir, a rebuznar, a bramidar.

Relincha.

Retira del vientre del chamán al animal ausente que el cuerpo mima y que la piel y la máscara muestran.

La danza
es
una imagen. Así como la pintura
es
un canto. Los simulacros simulan. Un rito repite una
nustaphora
(un viaje). En la Grecia moderna, los camiones de mudanza llevan inscrita al costado la palabra METAPHORA. Un mito es la imagen danzada del rito mismo, del cual se espera ejerza atracción sobre el mundo.

*

El chamán es especialista en rugidos animales. El amo de los espíritus puede metamorfosearse en cualquiera o en cualquier cosa, incluso en el pájaro de vuelo más raudo, capaz de atravesar el mar, de sobrepasar las montañas. El pájaro es el más nómada de los nómadas. El chamán es un acelerador del transporte, del tiempo, es decir de la metáfora, de la metamorfosis. Es, en fin, el más sonoro de los sonoros.

Su territorio es aire acotado de cantos.

*

1. La música convoca al lugar donde tiene lugar, 2. sojuzga los ritmos biológicos hasta la danza, 3. hace caer a tierra, en el círculo del trance, el mugido que habla en el chamán.

Si la voz tiembla, el cuerpo cabriola. Saltar no es brincar, trepar no es resbalar. Salto de carpa, tarantela, baile o mascarada son originariamente lo mismo. ¿De dónde vienen bullir, patalear, titubear? Las listas que registran gritos animales en las gramáticas ejercen un atractivo irresistible, provocan competencias sin fin entre los niños y entre los adultos que las prosiguen.

Huracanar, aullar, ladrar, vociferar, abuchear, abroncar, bramar, alborotar...

Los etnólogos han clasificado las técnicas musicales para intimidar al tomado para flagelar el huracán, para aniquilar la ráfaga, para calmar el fuego, para sembrar el pánico en las lluvias (a fin de comandar su raudal tamborileando), para atraer rebaños a su pisoteo, para embrujar el ingreso de la fiera en el cuerpo del brujo, para aterrorizar a la luna, las almas y el tiempo hasta la obediencia.

*

En Saint-Genou aún se puede contemplar las Dames Oiselles esculpidas en la iglesia. Son grullas que aprietan piedras vivientes con sus pinzas. Su cuello anudado sofoca el grito que escapa de su gaznate. Es un grito tan denso que aniquila a todo ser que lo escucha, pero a la vez tan agudo que se anula en el silencio y que ningún ser viviente escucha, recordando que el lenguaje es el canto precedió al lenguaje de las lenguas.

*

Los hombres remontan infiernos y deambulan en un mar sonoro.

El mar sonoro amenaza engullir a todos los seres vivientes. La música los atrae. La música es el señuelo que atrae hacia la muerte.

Que atrae las voces a la semejanza que las pierde.

*

El rio en su estuario ya no revela nada de lo tenue de la fuente.

Salvar la fuente: mi deseo. Salvar la fuente del río que la fuente engendra y que el río engulle a fuerza de acrecerla. Se excava Troya y se descascarilla una cebolla sin fin: las grandes ciudades de eras antiguas no volvieron a la condición del bosque que roturaron. Ni volverán. Las civilizaciones sólo dejan, en el mejor de los casos, ruinas, En el peor, desiertos irreversibles. Formo parte de los que he perdido.

SEXTO TRATADO

Luis XI Y los músicos porcinos

El abate de Baigné era músico. En rey Luis XI apreciaba sus cantatas y lo invitaba con frecuencia a su castillo de Plessis. Esto sucedía en tiempos del ministerio Gaguin. El rey alzaba su copa. Pedía a Robert Gaguin que mezclara en su vino un poco de sangre, extraída de sus súbditos más jóvenes. Un día, en presencia de Gaguin, mientras el abate de Baigné instruía al rey acerca de la dulzura que le parecía propia de la música, el soberano le preguntó si era capaz de producir una armonía con cerdos.

El abate de Baigné reflexionó. Luego dijo:

-Señor, creo que estoy en condiciones de realizar lo que solicitáis. Sin embargo, tres condiciones deberían ser cumplidas.

El rey inquirió con altanería cuáles podían ser las tres condiciones que planteaba.

-La primera -replicó el abate- es que Su Alteza me entregue todo el dinero necesario. Para cumplir la segunda debe otorgarme por lo menos un mes. En fin, en el día señalado me debe permitir que dirija el canto.

El rey palmoteó al abate en la mano y afirmó que si eso era todo apostaría cualquier suma para producir esa armonía porcina.

El abate de Baigné dio a su vez una palmada en la mano abierta que el rey le presentaba.

Enseguida el rey de Francia -para no dejar al abate tiempo de desdecirse- hizo una seña a su tesorero, para que le entregara sin pérdida de tiempo las piezas de oro que quisiera.

Toda la corte exultaba y reía.

Al día siguiente, la corte, habiendo modificado su JUICIO, cuchicheaba que el abate de Baigné estaba loco por haber aceptado un desafío tan riesgoso, capaz de arruinar su casa y cubrirlo de ridículo.

Cuando le informaron acerca de los comentarios de los cortesanos, el abate de Baigné se encogió de hombros, diciendo que carecían de imaginación, estimando que cometían un error al sacar conclusiones sin considerar todas las cosas que no sabían hacer y que juzgaban imposibles por no saber hacerlas.

El abate de Baigné compró treinta y dos cerdos y los engordó.

Separó ocho marranas para la voz de tenor y ocho jabalíes para las voces bajas (a los que encerró de inmediato con las primeras, a fin de que las cubrieran día y noche); ocho cerdos para el contralto; para la voz de soprano seleccionó ocho cerdos jabatos a los que personalmente cercenó encima de una bacinilla -con un cuchillo de piedra-la base del sexo.

Después el abate de Baigné construyó un instrumento semejante a un órgano, con tres teclados. En la punta de largos alambres de cobre, el abate de Baigné ató aguzadísimas puntas de hierro que, según las teclas presionadas, pinchaban a los cerdos elegidos creando así una auténtica polifonía. Ordenó atar a los gorrino s , las marranas y los jabatos castrados en una jaula construida con gruesos juncos, para que no pudiesen moverse, y de manera que fuera imposible no pincharlos más o menos profundamente al presionar las teclas.

Ensayó cinco o seis veces y -cuando juzgó perfecta la armoníaescribió al rey invitándolo a escuchar un concierto de música porcina en Marmoutier.

La obra sería interpretada al aire libre, en el patio de la abadía fundada por San Martín.

Faltaban cuatro días para que se cumpliera el plazo fijado por el rey.

*

En aquel instante, el rey Luis XI se encontraba en Plessis-lésTours con sus ministros y su corte. Ansiosos por oír el coro compuesto por cerdos, el monarca y los cortesanos fueron a la abadía de Marmoutier, donde el abate de Baigné había preparado su instrumento.

Al ver la gran tienda de campaña con los colores del rey erigida en medio del patio y examinar aquella especie de órgano con pedales y doble teclado encima, todos se asombraban, por no poder percibir cómo había sido concebido el instrumento, cuál podía ser su función, y dónde estaban los cerdos.

La corte se detuvo a algunos metros de distancia, donde el abate de Baigné había dispuesto gradas y, enfrente, un trono dorado para el rey.

Súbitamente, el soberano dio la orden de empezar. Entonces el abate se instaló de pie ante el teclado y empezó a presionar las teclas con los pies y las manos, como cuando se toca el órgano de agua. Los cerdos comenzaron a hozar por turno cada vez que eran pinchados, y todos juntos apenas el abate presionaba las teclas simultáneamente. Resultó una música incógnita, armoniosa de verdad, es decir polifónica, de escucha agradable y variada, pues el abate de Baigné, que era un excelente músico, después de empezar con un canon, prosiguió con dos bellísimos ricercares y concluyó con tres motetes magistralmente compuestos, que complacieron a Su Majestad.

N o contento con oír aquella música una vez, el rey Luis XI pidió al abate de Baigné que la ejecutara una segunda vez.

Después de esta repetición, cuya armonía fue del todo idéntica a la primera, los señores y las demás personas de la corte se volvieron hacia el rey juzgando que el abate de Baigné había cumplido su promesa, y empezaron a elogiar al abate. Un noble escocés que se hospedaba en la corte del rey de Francia murmuró "Cauld Airn!" mientras apretaba la empuñadura de su espada.

Antes de decidirse, el rey Luis XI, de naturaleza recelosa, quiso verificar si no había engaño y si verdaderamente había cerdos. Ordenó levantar un lado del toldo para ver. Cuando vio de qué manera estaban atados los cerdos grises y los jabalíes, cómo los alambres de cobre estaban dispuestos, con sus puntas de hierro aguzadas igual que agujas de zapatería, declaró que el abate de Baigné era un hombre notable y muy ingenioso, superior a cualquier temible campeón cuyos desafíos aceptara.

El rey dijo que le legaba, tal como lo había jurado, la suma desembolsada por el tesoro real para comprar los cerdos y edificar la tienda de campaña, el órgano y las graderías. El abate de Baigné empezó por arrodillarse y dar las gracias y, levantando la cabeza, murmuró:

"Alteza, he enseñado a cerdos a decir A.B. en veinticuatro días.

En treinta y cuatro años no he podido enseñado a reyes".

El rey Luis XI, entendiendo que no sólo quería ser abate por el nombre, sino por el goce efectivo de una abadía, le regaló una casa religiosa vacía en aquel momento, con todas sus prebendas. La respuesta gustó tanto al soberano que le sucedía citada a menudo, no por su audacia, pues esta última se apoyaba en la invención de un órgano para cerdos, sino por su pertinencia.

*

El rey Luis XI, antes de abandonar la abadía de Marmoutier, recibió a la Ciudad. El rey, sentado en el sillón cubierto de láminas de oro preparado por el abate de Baigné, declaró ante toda la nobleza y el pueblo:

"Antaño, la reina Pasifae pidió al ingeniero Dédalo una vaca de madera grande y hueca, recubierta de cueros. Desnuda ingresó en la vaca de madera para atraer al toro y recibir en ella su semilla. Los troyanos también tuvieron un gran caballo de madera. Los judíos poseían a la vez un chivo emisario para las arenas del desierto y terneros de hierro para las tiendas de campaña. A la vera del mar, en la ciudad de Cartago, las manos de bronce del dios Baal, vueltas hacia el horno crematorio, introducían hasta doscientos niños. En cuanto al Rey Phalaris, había ordenado construir un toro de bronce exomado de trompetas muy ingeniosas: cuando asaba a los jóvenes en el vientre de metal, los gritos de dolor trocaban en melodías gracias a las trompetas de bronce. El toro dejaba poco a poco de mugir a medida que los adolescentes asados por el tirano se convertían en cenizas. Cuando el toro callaba, habían pasado al estado de recuerdos. Tuve mi órgano, en el que jabalíes entonaban memorias infantiles. El señor abate de Baigné es para mí lo que fue Dédalo para Minos. En el país de los Jeranesios Nuestro Señor Jesucristo introdujo el nombre impuro de los demonios en los cerdos. Yo he extraído su música".

SEPTIMO TRATADO

El odio a la música

Entre todas las artes, sólo la música colaboró en el exterminio de judíos organizado por los alemanes entre mil novecientos treinta y tres y mil novecientos cuarenta y cinco. Es el único arte requisado como tal por la administración de los
Konzentrationlager.
Es preciso subrayar, en su perjuicio, que fue el único arte capaz de avenirse con la organización de los campos, del hambre, de la indigencia, del dolor, de la humillación y de la muerte.

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