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Authors: Margaret Weis & Tracy Hickman

Tags: #Fantástico

El nombre del Único (68 page)

BOOK: El nombre del Único
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—Y es...

—Valthonis —dijo el elfo.

—¿El exiliado? —tradujo Gilthas, desconcertado. De pronto lo entendió. Intentó hablar pero sólo consiguió decir con voz ronca—. Así que compartiréis nuestra suerte.

Valthonis puso la mano en el hombro de Gilthas.

—Vuelve con tu pueblo, Gilthas. Ambos, los silvanestis y los qualinestis, lo son. Vuelve a hacer un solo pueblo de ellos, y aunque sea un pueblo en exilio, aunque no tengáis patria a la que llamar vuestra, seréis una nación.

Gilthas sacudió la cabeza.

—La tarea que te aguarda no es fácil —dijo Valthonis—. Trabajarás duro y con denuedo para unir lo que otros se esforzarán en destruir. Tendrás fracasos, pero no renuncies nunca a la esperanza. Si eso ocurriera, conocerás la derrota.

—¿Estaréis conmigo? —preguntó Gilthas.

—Tengo que recorrer mi propia senda —contestó el otro elfo, sacudiendo la cabeza—, como tú y como cada uno de nosotros. Sin embargo, nuestros caminos se cruzarán de vez en cuando.

—Gracias, señor. —Gilthas le estrechó la mano—. Haré lo que decís. Regresaré con los míos. Con todos. —Suspiró profundamente y sonrió atribulado—. Incluso el senador Palthainon.

* * *

Gerard se hallaba frente a la entrada del panteón esperando que el último doliente del cortejo fúnebre se marchara. La ceremonia había acabado. Era de noche. La multitud que se había congregado para observar empezó a dispersarse, algunos en dirección a la posada El Ultimo Hogar, donde Palin y Usha se unieron a sus hermanas, Laura y Dezra, para consolar a los dolientes ofreciéndoles sonrisas, buena comida y la mejor cerveza de Ansalon.

Mientras esperaba, Gerard rememoró todo lo ocurrido desde aquel día, hacía tanto tiempo, en el que escuchó la voz de Tasslehoff por primera vez gritando desde el interior del panteón. El mundo había cambiado y, sin embargo, no había cambiado.

Ahora había tres lunas en el cielo en lugar de una. No obstante, el sol que salía cada mañana era el mismo que había marcado el comienzo de la Quinta Era. La gente podía mirar al cielo y encontrar de nuevo las constelaciones de los dioses y mostrárselas a sus hijos. Pero no eran las mismas de antaño. Se componían de estrellas diferentes, ocupaban otros lugares en el cielo. Faltaban dos; dos que nunca se podrían encontrar, que nunca se volverían a ver sobre Krynn.

—La Era de los Mortales —se dijo Gerard. El término tenía un nuevo significado, un nuevo alcance.

Miró dentro del panteón y vio que aún quedaba una persona, el extraño elfo que había visto en el estadio por primera vez. Gerard aguardó respetuosa, pacientemente, dispuesto a dar todo el tiempo necesario a aquel doliente.

El elfo ofreció sus plegarias en silencio y después, con un último adiós amoroso, se encaminó hacia Gerard.

—¿Arreglaste la cerradura? —preguntó sonriente.

—Lo hice, señor. —Gerard cerró la puerta del panteón tras él. Oyó el chasquido del mecanismo al girar. No se marchó de inmediato. También le costaba despedirse.

—Señor, me preguntaba si... —Hizo una pausa y después se lanzó—. No sé cómo decirlo, pero, ¿hizo Tasslehoff...? ¿Hizo lo que pensaba hacer?

—¿Quieres decir que si murió cuando y donde se suponía que debía morir? —inquirió el elfo—. ¿Si derrotó a Caos? ¿Te refieres a eso?

—Sí, señor, a eso me refiero.

En respuesta, el elfo alzó los ojos hacia el cielo nocturno.

—Solía haber una estrella roja en el firmamento. ¿Lo recuerdas?

—Sí, señor.

—Búscala. ¿La ves?

—No, señor —respondió Gerard mientras escudriñaba el cielo—. ¿Qué ha pasado con ella?

—El fuego de la forja se ha apagado. Flint lo apagó porque sabía que ya no se le necesitaba.

—Así que Tasslehoff le encontró.

—Tasslehoff le encontró. Él, Flint y sus compañeros están juntos de nuevo —dijo el elfo—. Flint, Tanis, Tasslehoff, Tika, Sturm, Goldmoon y Riverwind. Sólo esperan a Raistlin, que se reunirá pronto con ellos, porque Caramon, su gemelo, no se marcharía sin él.

—¿Adónde se dirigen, señor?

—Al siguiente estadio del viaje de sus almas —contestó el elfo.

—Espero que les vaya bien —dijo Gerard.

Se alejaron de la Tumba de los Últimos Héroes, le dijo adiós al elfo y, tras guardarse la llave en el bolsillo, encaminó sus pasos hacia la posada El Ultimo Hogar. El cálido brillo que salía por las ventanas alumbraba su camino.

APÉNDICE:

SOBRE EL ORDEN DE LA CREACIÓN Y LA EVOLUCIÓN DE LOS ESPÍRITUS

(tal como se explicó a Tracy Hickman y Matthew L.Martin)

INTRODUCCIÓN

¿Mi nombre? Oh, he tenido muchos. Paladine, Eli, Fizban, Bah-Mut, Paladín de Draco... Este último era uno de mis favoritos. Perdonad la digresión; estos discursos académicos me resultan a veces desconcertantes, incluso con viejos amigos. En cierto modo, sin embargo, todos mis amigos son viejos amigos, pues os conozco de antes de que nacieseis, aunque vosotros no lo sepáis. Sea como sea, tengo entendido que queréis un informe de mis observaciones sobre la Guerra de los Espíritus. Me complace poder ayudar, sobre todo puesto que esta serie de acontecimientos abarcan tiempos y conceptos que sólo los dioses y el Supremo comprenden. Naturalmente, debido a eso, tendré que ser cuidadoso a la hora de explicar las cosas. Los dioses no experimentan el tiempo del mismo modo que los mortales; a veces nos causa frustración que no podáis captar la totalidad de la existencia simultánea y la corriente de probabilidades. ¿Veis? A eso me refería. En cualquier caso, intentaré hacerlo sencillo.

Fundación del mundo

El origen de la Guerra de los Espíritus se remonta a un tiempo inmediatamente posterior a la creación de los dioses por el Dios Supremo, antes de que el mundo estuviese terminado y el Orden de la Creación y la Evolución de los Espíritus quedara totalmente establecido.

El principio

El Dios Supremo, que existe, ha existido y existirá siempre, decidió originar almas por amor para que compartieran la gloria, el gozo y el amor que Él poseía. A tal fin, concibió el Orden de la Creación y la Evolución de los Espíritus.

Como parte vital de su plan, las almas nacen en el mundo mortal. De dónde vienen esas almas y cuál era su condición antes del nacimiento no se da a conocer a los mortales. Tampoco se os es dado a conocer hacia dónde van finalmente ni qué tipo de existencia tienen en la vida más allá de la muerte. La evolución de las almas se extiende en la eternidad, de la que la condición de mortalidad no es más que un instante. Sin embargo, esa parte de la evolución de los espíritus que designamos como mortalidad consiste en traer almas al mundo para que vivan en él y aprendan a tener fe en los dioses y a confiar entre sí. De ese modo, los mortales aprenden a amar los designios del Dios Supremo, a aproximarse a Él conforme recorren el camino de la bondad y la virtud, y a participar en su gloria y reflexionar en su comportamiento. Sin embargo, algunos rechazan la bondad del Dios Supremo e incluso le oponen resistencia.

El Dios Supremo concibió el Orden de la Creación y trazó su plan para el desarrollo del mundo en el
Tobril.
Creó a los dioses, seres poderosos que participarían en la ejecución del plan de la creación y guiarían a los mortales en su evolución. El más prominente entre ellos era Ionthas, cabeza de los moldeadores del mundo material, que poseía más poder que cualquiera de sus hermanos. Gilean, Guardián del Libro, sostenía el
Tobril
y guió a Ionthas en la forja del mundo, en tanto que Reorx, Sirrion y otros dioses ayudaban en muchas otras tareas. Paladine y Takhisis se encargaban de orientar a los mortales nacidos en el mundo durante las primeras eras. Majere actuaba como consejero de Paladine y de Takhisis, y dioses menores ayudaban con la guía espiritual.

Tras dar existencia al mundo con su voz, el Dios Supremo ordenó a Ionthas y a los otros dioses que lo moldearan hasta que alcanzara la plenitud. Mientras los dioses moldeaban el mundo de acuerdo con el Plan, Ionthas se volvió orgulloso y altanero. Desviándose del
Tobril,
se proclamó dios verdadero y sustituto del Dios Supremo. Paladine, Gilean y la mayoría de los otros dioses se le opusieron, aunque algunos guardaron silencio. Ionthas irradió su poder por todo Krynn, deshaciendo el trabajo realizado por otros dioses y reconstruyéndolo para que el mundo fuera todo lo posible a su imagen y semejanza. Sin embargo, mientras luchaba contra el Dios Supremo y los otros, Ionthas descubrió que su intento de dominar Krynn lo agotaba hasta el punto de que, aun cuando dañaba y alteraba lo que existía, en realidad no podía crear nada nuevo.

La cólera de Ionthas por su impotencia, por su fracaso en crear un mundo a su semejanza, era pareja a su orgullo desmedido, y provocó que se revolviera contra el Dios Supremo, los otros dioses y todo lo que no fuera él mismo. Ionthas llegó incluso a renegar de su nombre e identidad, y a partir de ese momento se le conoció como Caos. Muchas de las otras deidades, encabezadas por Paladine, emprendieron la lucha contra su hermano renegado. Aunque Caos habría podido aguantar contra todos ellos, incluso en su debilitado estado de entonces, el Dios Supremo concedió a Paladine, a quien nadie superaba en amor y obediencia al Supremo, el poder necesario para vencer y encadenar a Caos. Derrotado por el Dragón de Platino, Caos fue arrojado fuera de la creación para que permaneciera allí a la deriva, su orgullo hecho añicos. A partir de entonces, Caos se sumergió en un abismo de pensamientos retorcidos, en lugar de entrar en razón. Se convenció de que él era el creador de Todo y de Nada, de que los otros dioses eran sus hijos, y que simplemente los dejaba jugar con su mundo. Negó la propia existencia del Dios Supremo, aunque en el fondo le temía y le odiaba; a él y a todo lo que había creado, incluido, en cierto grado, el propio Caos.

Aunque se encontraba fuera del universo, la cólera de Caos había ocasionado grandes estragos. Si hubiesen unido sus dones naturales, quizá los dioses habrían podido sanar esa corrupción de Krynn, pero tal colaboración no se dio. Caos no sólo había dañado Krynn; su maldad y su rebelión se habían extendido negativamente entre los propios dioses.

El Dios Supremo había nombrado corregente del joven mundo a Takhisis, de la que se esperaba que gobernara conjuntamente con Paladine. Sin embargo, la perversidad de Caos había influido en Takhisis, ya que ésta había mantenido una estrecha asociación con Ionthas y admiraba sus múltiples dones. Al igual que Caos, empezó a desear el dominio exclusivo de Krynn, si bien la ambición de Caos se había centrado en el universo físico mientras que a Takhisis le interesaba más el espiritual. Ansiaba ser reverenciada por las otras deidades, y buscó poseer las almas de los mortales que habitaban Krynn. Sutilmente, comenzó a poner a otros dioses de su parte; los nombres de esos apóstatas eran Morgion, Sargonnas, Chemosh, Hiddukel, Zeboim y Nuitari. Estas deidades renegadas empezaron a extraer su fuerza y su poder no del Dios Supremo y de la expansión de su voluntad, sino de las energías negativas, absorbiendo poder de la corrupción y la perversidad, dominando aquellos elementos de la creación que se vendían a la Oscuridad. Este auge de la Oscuridad cristalizó en el momento en que la creación de Krynn llegaba a su fin y la siguiente fase del Plan Celestial comenzaba.

Las primeras criaturas que poblaron Krynn fueron los dragones, que estaban estrechamente vinculados a Paladine y a Takhisis, así como a Krynn. Paladine y Takhisis, ayudados por Reorx y Mishakal, formaron los Cinco Dragones, y el Dios Supremo les proporcionó sus almas. Viendo esas poderosas criaturas, los primeros seres con voluntad propia que habitaban Krynn, Takhisis y Morgion los sedujeron para seguir los dictados de la diosa. En esta alianza, Takhisis y los dioses que la apoyaban se declararon dedicados a usurpar el dominio de Krynn y a malograr la ejecución del Plan, oponiéndose al Orden de la Creación y la Evolución de los Espíritus.

De este modo, Takhisis y su cohorte se convirtieron en los dioses del Mal y cayeron de su elevada condición al Abismo, consumidos por la envidia y la maldad. Su rebelión convenció a varias deidades de que un mayor desarrollo de Krynn sólo conduciría a la decadencia y el desorden. Estos dioses cultivaban aspectos específicos de la creación a la par que no actuaban para frustrar la voluntad del Dios Supremo ni para servirle como se suponía que debían hacer. A éstos se los conoció como los dioses de la Neutralidad porque se sentían ajenos a la lucha entre el Mal y el Bien.

Esta lucha llegó a su punto culminante con el inminente nacimiento de los mortales. Takhisis, Sargonnas y los otros dioses del Mal declararon su intención de esclavizar a los mortales porque, como dijo Takhisis: «Nosotros forjamos este mundo. ¿Por qué vamos a entregarlo a seres inferiores?».

Los dioses del Bien, fieles al Supremo, se opusieron a ellos. Paladine declaró: «Estos mortales serán criaturas del Dios Supremo, igual que nosotros. Este mundo se hizo para ellos tanto como para nosotros, y al final, los mortales serán más grandes y sabios que cualquiera de nosotros».

Los dioses del Bien se comprometieron a guiar a los mortales, a protegerlos de los del Mal y de los vestigios de Caos. Nunca traicionarían al Dios Supremo.

Así dio comienzo la Guerra de Todos los Santos, con los dioses del Bien luchando contra los del Mal. Al principio los dioses de la Neutralidad intentaron hacer caso omiso del conflicto y ocuparse de sus propias parcelas. Pero al final Paladine y Majere persuadieron a Gilean y a los otros Neutrales para aliarse con ellos, ya que el propósito de Takhisis era dominar todo el mundo, con lo que los elementos tan preciados por los dioses de la Neutralidad acabarían sometidos a sus fines o destruidos.

La alianza del Bien y la Neutralidad hizo retroceder a las fuerzas del Mal, pero sin alcanzar una solución decisiva. El Dios Supremo se vio obligado a intervenir.

-
-Sabed que soy el Dios Supremo, y vosotros mis criaturas, igual que estos mortales a los que pronto crearé.

»Paladine, tú y tus aliados habéis actuado bien manteniéndoos fieles a vuestra llamada y deseando ayudar a los mortales, si bien serán libres de elegir a favor del Bien o en su contra, y vosotros seréis libres de ayudarlos y protegerlos para que se mantenga su albedrío. Y como acontecerá con los mortales que elijan el Bien, así acontecerá con vosotros. Vuestras obras producirán Bien al final, aunque el Mal pueda rodearos. Pues el Bien, como búsqueda verdadera y único fin, redimirá a los suyos.

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